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MEMORIA HISTÓRICA NO MANIPULADA

Legitimidad del Alzamiento Nacional de 1936. Por Laureano Benítez Grande-Caballero

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Una de las grandes mentiras que conforman la leyenda negra sobre el franquismo es afirmar que el Alzamiento de 1936 fue un golpe de Estado contra un gobierno legítimo y democrático representado por la República. La realidad es muy distinta, ya que la historia republicana es una continua sucesión de ilegitimidades, totalitarismos y golpes de Estado, cuyo horizonte final era la instauración en España de una dictadura comunista igual a la soviética.

La ilegitimidad de la II Republica

El 17 agosto 1930, la Alianza Republicana promovió el llamado «Pacto de San Sebastián», en la cual se acordó una estrategia para derribar la Monarquía y proclamar la Segunda República, mediante una huelga general revolucionaria en toda España, acompañada de pronunciamientos militares, el 15 de diciembre.

Elecciones de abril de 1931: fraude electoral

Los dirigentes de este golpe de Estado formaron el primer gobierno republicano, después de ejecutar un alevoso pucherazo en las elecciones del 14 de abril de 1931que habían ganado por abrumadora mayoría los monárquicos: en las capitales de provincia los republicanos consiguieron 1.037 concejales, frente a los 552 monárquicos; en cuanto a los concejales elegidos el día 5 abril en primera vuelta, los republicanos obtuvieron 2.592 concejales, por 18.616 de los monárquicos; en el resto de las provincias, hubo 5.321 concejalías republicanas, por 10.997 monárquicas. Fueron los mismos monárquicos quienes entregaron traidoramente el poder a los republicanos.

Elecciones de noviembre de 1933 y revolución de Asturias de 1934

Otro intento de golpe lo perpetraron con las elecciones de noviembre de 1933que ganaron claramente las derechas. Sin embargo, las izquierdas impugnaron los comicios, presionando a Alcalá-Zamora para que impidiese la apertura de esas Cortes. No lo consiguieron, pero lo que sí lograron fue que, bajo la amenaza de desencadenar una insurrección general, en el gobierno que se constituyó no hubiera ningún ministro que perteneciera a la CEDA, a pesar de que la confederación de las derechas había sido la clara triunfadora de los comicios. Puro golpismo.

Cuando el 4 octubre 1934 Alcalá-Zamora ―a pesar de las amenazas de las izquierdas― metió en el gobierno a tres ministros de la CEDA, al día siguiente se desencadenó en España un auténtico golpe de estado revolucionario, cuyo objetivo era acabar con la legalidad democrática.

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El paladín de este golpismo rojo fue Largo Caballero, émulo de Lenin, quien afirmaba claramente el objetivo buscado por las izquierdas: «Si triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble: colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la Guerra Civil declarada»… «Tenemos que luchar, como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee no la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución Socialista». «Si los socialistas son derrotados en las urnas, irán a la violencia, pues antes que el fascismo preferimos la anarquía y el caos»; «La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución».

Elecciones de febrero de 1936fraude electoral

La apoteosis golpista llegó con las elecciones de febrero de 1936, donde alcanzaron el poder los mismos que habían organizado o colaborado con el golpe a la República en octubre del 34. Al terrorismo practicado por izquierdas durante la campaña electoral,  con advertencias de que jamás aceptarían un triunfo de la derecha, se unió la agitación callejera antes del recuento de los votos, el cual constituyó un colosal fraude, como han demostrado las exhaustivas investigaciones de Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa en su libro «1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular», totalmente objetivas y científicas. Aunque sus resultados nunca se publicaron, la CEDA obtuvo 134 escaños, que superaron incluso los 115 obtenidos en 1933. Frente a esto, el PSOE sólo lograba 55, 4 menos que las anteriores elecciones, y el PCE solamente dos. A pesar de haber obtenido las derechas medio millón de votos más, las izquierdas consiguieron 114 escaños más que ellas.

Instaurada ilegítimamente a través de un pucherazo electoral en el año 1931, nacida bastarda y en la más flagrante ilegalidad, la segunda República tampoco legitimó su régimen con una práctica política cotidiana con arreglo a valores democráticos, ya que sus gobiernos de izquierda ejecutaron una serie de medidas que limitaban gravemente las libertades ciudadanas.

La constitución de la República –elaborada por la izquierda– se aprobó el 9 diciembre 1931 por las Cortes Constituyentes, sin someterla a referéndum.

Bajo la égida de las izquierdas, se impuso la censura previa a muchas actividades ciudadanas, hasta el punto de que la libertad de prensa fue una quimera, especialmente para las publicaciones derechistas, ya que la Ley de Defensa de la República de 1931 convirtió en delito ciertos ejercicios de la libertad de expresión y de información, por ejemplo «La apología del régimen monárquico o de las personas en que se pretenda vincular su representación, y el uso de emblemas, insignias o distintivos alusivos a uno u otras», y «Toda acción o expresión que redunde en menosprecio de las Instituciones u organismos del Estado». El objetivo de estas disposiciones legales era prohibir la crítica al gobierno o al régimen.

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En cuanto a los desórdenes públicos, el fenómeno más característico de la etapa republicana, supusieron un colapso de la ley y el orden, amenazados por enormes y continuas turbulencias callejeras que produjeron gravísimas alteraciones del orden público: algaradas, altercados, asesinatos, insurrecciones, atentados, huelgas, quema de iglesias y conventos, etc.

Como decía Largo Caballero, “la revolución exige actos que repugnan, pero que después justifica la historia”. Y Araquistáin escribía a su hija: “La victoria es indudable, aunque todavía pasará algún tiempo en barrer del país a todos los sediciosos. La limpia va a ser tremenda. Lo está siendo ya. No va a quedar un fascista ni para un remedio”.

Y como también dijo La Pasionaria, «más vale ejecutar a 100 inocentes a que absolver a un solo culpable» (Discurso en Valencia, 1938).

El resultado final de todas estas actividades que sembraron España de caos, violencia y terror, fue que la segunda República también se hizo antidemocrática e ilegítima por su desgobierno, por su sectarismo, por su continuo golpismo, y por su incapacidad para mantener la autoridad ante las bandas y hordas revolucionarias que se enseñorearon de las calles con total impunidad.

En la práctica, las garantías constitucionales estuvieron suspendidas más de la mitad del tiempo que duró la República.

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La violencia política durante el periodo republicano anterior a la guerra civil dejó un saldo de 2225 víctimas, mientras que en la Transición se reduce a 1005.

En cuanto al número de jornadas laborales perdidas por las huelgas, hasta el nacimiento de la República el año más conflictivo fue 1920, con 18,1 millones. Sin embargo, excepto en 1935, el resto de los años republicanos se superó ampliamente la cifra de los 500 millones de jornadas perdidas, alcanzándose en 1933 el récord de 1.127.015.

Ésta es, explicada con brevedad, la verdad de la historia de la ilegítima y antidemocrática Segunda República, que degeneró en un Frente Popular que pretendía implantar en España una dictadura marxista. Contra ella se alzó el pueblo español acaudillado por Franco.

Concluyendo, hay una diferencia esencial entre el alzamiento izquierdista del 34 y el derechista del 36. El primero atacó a un Gobierno plenamente legítimo tanto por haber ganado en las urnas por amplia mayoría como por haber respetado la Constitución, defendiéndola contra los insurrectos. En cambio, el alzamiento del 36 fue contra un Gobierno salido de una elecciones tan anormales que ni siquiera se publicó el resultado de las votaciones, un Gobierno que arrasó la ley desde el poder junto con un movimiento revolucionario en las calles y campos. Fue la caída de la democracia con el Frente Popular lo que ocasionó la guerra.

Estamos, pues, como he señalado en otro lugar, ante una falsificación radical, evidente a poco que se reflexione. “Consiste en la pretensión de que el Frente Popular representaba la democracia en España. Un somero repaso de los partidos de ese Frente permite entender la imposibilidad material del aserto: el grupo decisivo lo componían los stalinistas del PCE y los marxistas revolucionarios del PSOE, a veces más radicales aún que los comunistas; luego venían los anarquistas, los republicanos golpistas de Azaña y de la Esquerra, y los racistas del PNV. Todos ellos bajo la protección de Stalin.

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Laureano Benítez Grande-Caballero, escritor e historiador.

 

 

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España

Genocidio del Frente Popular (RECUERDEN, EL PSOE) en la Guerra Civil: otros 140 laicos y sacerdotes españoles asesinados por su fe van camino a los altares

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Se acaba de cerrar la fase de los procesos de beatificación de 140 sacerdotes y laicos asesinados en España durante la persecución religiosa del Frente Popular de los comunistas-anarquistas y separatistas durante la Guerra Civil española.

Se trata de tres causas que agrupan a 71 laicos y 8 miembros de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y a 61 sacerdotes diocesanos de Madrid, , asesinados todos ellos durante el genocidio religioso desatado que tuvo lugar entre 1931 y 1939 durante la II República española y la Guerra Civil

Persecución religiosa entre 1931 y 1939

La persecución religiosa de aquellos años “fue la más sangrienta sufrida por la Iglesia en nuestra patria, aunque no la mayor de la historia; sí, tal vez, la más intensa”, según el Obispo Auxiliar de Madrid, Mons. Juan Antonio Martínez Camino.

La II República española, proclamada el 14 de abril de 1931, llegó impregnada de fuerte anticlericalismo. Apenas un mes más tarde se produjeron incendios de templos en Madrid, Valencia, Málaga y otras ciudades, sin que el Gobierno hiciera nada para impedirlos y sin buscar a los responsables para juzgarles según la ley. Los daños fueron inmensos, pero el Gobierno no los reparó ni material ni moralmente, por lo que fue acusado de connivencia.

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Durante la revolución comunista de Asturias (octubre de 1934) derramaron su sangre muchos sacerdotes y religiosos, entre ellos le diez Mártires de Turón (9 Hermanos de las Escuelas Cristianas y un Pasionista, canonizados el 21 de noviembre de 1999).

Durante el primer semestre de 1936, después del triunfo del Frente Popular, formado por socialistas, comunistas, separatistas y otros grupos radicales, se produjeron atentados más graves, con nuevos incendios de templos, derribos de cruces, expulsiones de párrocos, prohibición de entierros y procesiones, etc., y amenazas de mayores violencias.

Éstas se desataron, con verdadero furor, después del 18 de julio d 1936. España volvió a ser tierra de mártires desde esa fecha hasta el 1 de abril de 1939, pues en la zona republicana se desencadenó la mayor persecución religiosa conocida en la historia desde los tiempos del Imperio Romano, superior incluso a la Revolución Francesa.

En efecto, el 18 de julio de 1936 comenzaba la Guerra Civil Española, que desencadena una violenta persecución contra la Iglesia católica. Sólo en los últimos 5 meses de 1936, iniciada la guerra se martirizaron más de 7.500 sacerdotes. Sin embargo, no se trata propiamente de ‘mártires de la guerra’, como se dice a veces. Son más bien mártires de la persecución revolucionaria” antes y después de la guerra.

Entre los candidatos a beatos cuya fase diocesana se cierra ahora en Madrid, hay muestras abundantes de la cruenta persecución.

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Muchos fueron localizados y asesinados a las pocas horas. No fueron pocos los que terminaron en las matanzas de Paracuellos de Jarama. Todos asumieron la muerte como un triunfo de Dios.

Confesando la fe antes de morir

El abogado Fernando Urquijo, asesinado a los 34 años, dejó escrito antes de morir: “Muero mártir de estos ideales, y lo proclamo como mi mayor timbre de gloria, el haber sido católico, apostólico, romano hasta el último instante de mi existencia, en que si Dios lo permite, moriré gritando: ¡Viva Cristo Rey! y ¡Viva España!”.

El P. Manuel Escribano tuvo que salir ante los milicianos que entraron en su domicilio: “Si buscan al sacerdote, ¡soy yo!”. una vez detenido, se despidió de sus familiares diciendo: “¡Hasta el Cielo!”.

El P. José Bermúdez fue denunciado por una vecina. Al ser detenido, exclamó: “Sabed que nunca voy a renunciar a mi fe, podéis hacer conmigo lo que queráis”. Llevado a una checa, fue apaleado antes de ser asesinado.

Asociación Católica de Propagandista

Ocho son los miembros de la Asociación Católica de Propagandistas que forman parte de esta causa de beatificación.

Entre ellos se encuentran José María de la Torre Rodas, abogado que fue secretario general de los propagandistas. También fue congregante mariano. Es descrito como un “hombre ejemplar que unía a la alegría de su trato la más severa austeridad de su persona y de su vida particular”.

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También forma parte de esta causa el primer rector de Centro de Estudios Universitarios (CEU) Federico Salmón. Abogado del Estado, lideró los estudiantes de Derecho de la Confederación Nacional de Estudiantes Católicos.

En el ámbito político, fue consejero nacional y secretario general de la Confederación Española de Derechas Autónomas y ministro de Trabajo, Justicia y Sanidad en 1935.

Protegiendo a San Isidro y la Virgen de la Paloma

El P. Timoteo Rojo era desde 1929 canónigo archivero y bibliotecario de la entonces Catedral de San Isidro. Era una presa predilecta de los milicianos, pues se creía que podría acceso a documentación importante del Obispado.

Junto a otros tres sacerdotes, se encargó de emparedar la urna con el cuerpo de San Isidro, de cuya canonización se cumplen ahora 400 años. Preservar el secreto le costó la vida.

El P. Andrés Rodríguez Perdiguero tras poner a salvo el lienzo de la Virgen de la Paloma, imagen con una extraordinaria devoción popular en Madrid, fue a casa de sus padres. Enormemente popular, se le acusa de “desafecto a las milicias de Fuencarral”. Fue ejecutado “con los brazos abiertos en forma de cruz” tras perdonar a sus asesinos.

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