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Opinión

«La exhibición del psicópata gobernante». Por Alvise Pérez

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Opinión de Alvise Pérez:

Pedro Sánchez no monta el show por la denuncia a Begoña Gómez; un mitómano narcisista como él dejaría antes a su mujer que a la Presidencia del Gobierno de España que tanto le blinda judicialmente.

Sería fácil decir que todo ha sido por el Caso Koldo que nosotros mismos iniciamos y en donde yo mismo estoy personado como denunciante y víctima de dicha trama (gracias a ello sabemos los paraísos fiscales de Ábalos, las relaciones más que personales de Javier Hidalgo con Begoña Gómez, y todas las comisiones cobradas) pero como aquí se trata de encontrar la verdad, hemos advertido qué más ha coincidido con esta sorpresiva denuncia, y vemos un detalle importante: Hace menos de 24 horas la Audiencia Nacional reabrió el caso Pegasus sobre el espionaje a Sánchez.

¿Por qué la Audiencia Nacional ha reabierto el caso? Porque la DGSE francesa remitió este mismo mes al CNI ‘información de interés’ que la inteligencia española ha analizado y entregado al Juez.

Qué han logrado aportar los franceses es todavía un misterio: ¿Un trío en la sauna gay del suegro? ¿Las maletas de Delcy? ¿La trama de comisiones en mascarillas? ¿Datos del asesinato de cientos de personas en un interurbano de Madrid hace 10 años? No lo sabemos.

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Lo que sí sabemos es que las periciales del CNI certificaron el espionaje de 4 teléfonos móviles pertenecientes a:

1. Pedro Sánchez (Presidencia)
2. Margarita Robles (Defensa)
3. Grande-Marlaska (Interior)
4. Luis Planas (Agricultura)

Esto es; se hackearon 12GB en total (más de 3Gb sólo a Sánchez) sin contar claves para nubes de información (chats, mensajes, emails, metadata general, historial de llamadas, etc)

La pregunta en todo caso es: ¿Se irá Pedro Sánchez, o es una estrategia para reforzarse en el poder?

Difícilmente se vaya tras 6 años controlando la Justicia, colocando a la Fiscal General, traficando maletines por Barajas, siendo incapaz de justificar 39 vuelos a República Dominicana en los últimos 3 años, o la orden directa de crédito a República Dominicana de 46 millones de euros para «sanear las zonas costeras del país»y “un proyecto de hermanamiento para transformar la Justicia» del país (meros proyectos de blanqueo)

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¿Por qué tal dinero, por cierto? Pues porque en República Dominicana no tienes que tributar por lo que generas fuera pero sí por lo que haces dentro.

Es decir: Todo aquél que recibe dinero del exterior no tiene que declararlo y por tanto lo disfruta ‘íntegro’ para lo que desee.

¿Por qué, además, buscan todos la nacionalidad dominicana? Porque en ese país los nacionales pueden abrir empresas en el extranjero sin comunicarlo a ese país, y eso les permite abrir cuentas y sociedades en paraísos fiscales sin problema legal alguno con el dinero en efectivo robado en terceros países como España.

El próximo lunes Pedro Sánchez nos dará a conocer si ya ha robado lo suficiente para marcharse a República Dominicana como el resto de exPresidentes y Ministros impunes de este país, o si todo ha sido un ‘punch’ mediático para revitalizar la victimización persecutoria que tan bien se le da al mismo Presidente que ataca a la mujer de Feijóo y novio de Ayuso.

Lo único claro es una cosa:

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Estos parásitos de la partitocracia lo han podrido ya todo, y el próximo 9 de Junio tenemos que aplastarles con las papeletas que logremos gracias al boca a boca masivo.

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Opinión

La ilusión diplomática

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Conflitti&Strategie

Demasiadas personas, incluso hoy, confían ciegamente en la diplomacia, como si el diálogo fuera suficiente para evitar los conflictos que hierven bajo la superficie de la historia. Sin embargo, la diplomacia, a pesar de su noble función, nunca ha resuelto ningún conflicto. Más bien, es como el búho de Minerva evocado por Hegel, que emprende el vuelo al anochecer, cuando los hechos ya están realizados. Sirve para fijar los detalles lo máximo posible. Cuando nadie está dispuesto a actuar, la diplomacia es útil, o mejor dicho, no es útil, porque de todos modos no se habría llegado a esta situación.

Además, no es éste el tiempo de Metternich, ni vemos figuras capaces de tejer nuevos equilibrios mundiales con palabras y visión, como solían hacerlo ciertas grandes y eruditas figuras del pasado. En cambio, estamos asistiendo a un deslizamiento inexorable hacia una temporada de conflictos, en la que las grandes potencias, en ascenso o en decadencia (razones suficientes para todos) se miden cada vez más abiertamente. Y en los pliegues de estas tensiones globales, de un equilibrio ahora perdido y de uno nuevo que avanza caóticamente, no hay mucho espacio para esperanzas ingenuas. Estamos apenas al comienzo de una fase que marcará el fin de décadas de paz en suelo europeo.

Una época que habríamos podido afrontar con mayor preparación si nuestras clases dirigentes hubieran demostrado estatura, visión de futuro y sentido de la Historia. Por un lado, vemos a los charlatanes de las “sanciones”, convencidos de que las amenazas o las armas subsidiarias son suficientes para hacer retroceder a las potencias decididas a avanzar. Por otro lado, los llamados pseudorrealistas, que confían demasiado en la diplomacia (o se sienten desanimados por la diplomacia traicionada) como panacea para un tiempo que no puede tenerla, olvidando el hecho de que, cuando el nivel de conflictos indirectos excede el umbral de control, la guerra real se vuelve inevitable. Un verdadero realista sabe que, haya diálogo o no, la guerra llegará porque la Historia, en su enésimo punto de inflexión, lo exige.

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Como siempre ha sido, en realidad. Porque, en su esencia trágica, esto es parte integral de la dinámica humana. No se trata de amarla u odiarla, sino de reconocer su presencia constante y su retorno inexorable, como advertía Gianfranco La Grassa en Un nuevo recorrido teórico: “La verdadera paz universal sólo existe con la muerte general de todo lo que existe”. Mientras haya vida, habrá conflicto, incluso en las realidades vivas más microscópicas.

Durante demasiado tiempo hemos disfrutado de una paz dentro de un estrecho perímetro, mientras en otros lugares se desataba el infierno, también y sobre todo gracias a nuestra cómoda paz. Hoy ese infierno se acerca, toca nuestras fronteras y ninguna diplomacia podrá mantenerlo fuera. Quizás podamos retrasar su llegada, pero no podemos evitarla. Europa, que un día fue protagonista, es hoy un teatro débil, donde se juega su derrumbe, sin dirección y sin destino. Ella pretende dictar los tiempos y las soluciones al mundo, cuando ya ni siquiera tiene un camino para sí misma. Mientras tanto, las nuevas potencias –Rusia hoy, China antes de que llegue mañana– se sentarán a la mesa del poder global en sus propios términos y para remodelarlo a su favor. Las provocaciones de aquellos dispuestos a ser tontos, si siguen siendo simples ejecutores del poder norteamericano en decadencia, serán ridiculizadas o ignoradas, y pronto incluso derrotadas. Es hora de entender que ya no podemos jugar con ilusiones. La historia llama y nosotros los europeos no abrimos porque no tenemos puertas que abrir.
Agradezco a Mario Schena por haber rescatado este pasaje de Un nuevo recorrido teórico (ed. Solfanelli, 2023) de Gianfranco La Grassa con mi presentación:
“Cuando la guerra decidió el nuevo orden mundial, simplemente definió la nueva jerarquía de poder entre los distintos países, una jerarquía que asegura un período de ‘paz’, que no es otra cosa que el desencadenamiento de conflictos menos agudos y no conducidos con medios de destrucción y matanza de muchos seres humanos. Pero incluso el conflicto llamado ‘guerra’ debe existir siempre mientras haya vida. La verdadera paz universal solo existe con la muerte general de todo lo que existe. No hay un solo organismo en el mundo, ni siquiera la pequeña molécula, en el que no haya conflicto mientras haya vida. ¿Queremos finalmente entender esto? Esto no significa amar la guerra, que sin duda conduce a dramas y dolores de inmensa magnitud. Solo significa reconocer y comprender que el drama y el dolor son una parte esencial de la vida en ‘este mundo’. Quien crea en el «otro», debe dirigir hacia él toda su esperanza de paz y amor; resignarse a lo que sucede en este mundo y participar en él.

http://www.conflittiestrategie.it/lillusione-diplomatica

Traducción : Carlos X. Blanco

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