Estamos cansados de escuchar de forma repetitiva la necesidad de «mostrar respeto» a los ciclistas que circulan por nuestras calles, plazas y carreteras.
Pero en realidad, esto no es sino una muestra más del buenismo barato y humillante que impera en la sociedad «moderna». Si es minoritario, hay que apoyarlo. Aunque sea una idiotez palmaria y sea «algo» que no tenga lógica ninguna.
Y algo de esto -o mucho- percibimos con el tema de los ciclistas que parecen, últimamente, una invasión de babosas de jardín después de unos días lluviosos: están por todas partes y nada las detiene.
Ni un semáforo en rojo. Ni una dirección prohibida. Ni una línea continua. Ni prohibición alguna: NADA. su sed de muerte es comparable a su estupidez congénita. Su amor por el dolor, el aplastamiento, el arrancamiento de miembros en accidente les atrae como la miel a las moscas.
Pero, oiga, eso sí. ¿Ciclista atropellado? Conductor linchado. Si un ciclista muere, es, siempre, SIEMPRE por la inveterada mala leche del conductor de vehículo a motor, que ha ido, con toda su voluntad, a pasarle por encima al deportista, vegano, animalista y progresista hombre de la bici.
¿No me creen? Vean el siguiente vídeo.
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