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Santiago Abascal, líder de Vox, hace llorar a la izquierda mexicana

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El presidente del partido español Vox, Santiago Abascal, agitó a fondo las aguas políticas de la izquierda y de la derecha con su sola presencia en México

Vox, un partido conservador de España, y que ha ido creciendo como ningún otro en los últimos cinco años, expande ahora su influencia más allá de sus fronteras. Su líder nacional. Santiago Abascal, visitó México el 2 y 3 de septiembre, estando presente en un evento a favor de la mujer, organizado por el Partido Acción Nacional en el Senado, y en una comida en la que estuve presente al día siguiente.

La sola presencia de Abascal en México agitó a fondo las aguas políticas de izquierda y de la derecha. Vino también a sumar firmas para la Carta de Madrid, una oportuna iniciativa que sirve de contrapeso al Foro de Sao Paolo, ese nido de marxistas depredadores del erario y la salud públicas.

Hizo llorar a la izquierda, lo que era previsible. Pero también a algunos de esa derecha demasiado centrista que al hacer concesiones para supuestamente ganar más votos, diluye su identidad fundacional, difumina su naturaleza conservadora, y le pese a quien le pese, demócrata cristiana.

México es un país en donde la izquierda comunista, heredera de 1968, se encargó de insistir durante décadas en que ser de derecha era sinónimo de represión, o bien, de riqueza absoluta, por lo que sólo podrían suscribir tal ideología los multimillonarios y sus cómplices en el gobierno.

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Si eras un profesionista, médico, abogado, contador, periodista, de clase media, o bien, mecánico, chofer o mesero, de clase popular –según la narrativa de esa izquierda estalinista–, no podías de ninguna manera ser alguien de derecha.

Si alguien se refrendaba como de “derecha”, se le juzgaba como alguien desubicado, porque por su pertenencia a la clase media o popular, le correspondía, según el guión socialista, ser de izquierda.

Y eso significaba promover la revolución armada, que en tanto llegaba, sólo acentuaba el enfrentamiento social entre pobres y ricos, como ahora lo hace el marxismo posmoderno, polarizando con sus nuevos supremacismos maoístas, a mujeres contra hombres, homosexuales contra heterosexuales y raza negra o indígena contra las de origen europeo.

Más de raíz, México carga con el peso histórico de la Guerra de Reforma (1858 y 1861) y sus consecuencias legales y culturales, entre las cuales está el “juarismo”, que se expresa en interpretar la separación Estado-Iglesia, y el laicismo estatal, no como que la inexistencia de una religión oficial, de Estado, y la libertad religiosa para todos, sino como borrar del mapa toda expresión religiosa dentro del gobierno, de las escuelas y de todo espacio público.

Esa es la herencia de los “liberales” del siglo XIX, el destierro de Dios de la vida gubernamental, de la vida pública, del oficialismo, de la cotidianidad. El juarismo inventa que todo lo religioso sea sólo “puertas adentro”. Eso debe terminar ya: la libertad religiosa es un derecho humano.

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Para no ir más lejos, en Estados Unidos el presidente de la Nación toma protesta de su cargo jurando sobre una Biblia e invocando a Dios, sea del partido Republicano o del Demócrata. Los dólares incluso llevan impresa la frase: “Confiamos en Dios”.

En este contexto, en México ha permeado un viejo terror “liberal” y más bien “socialista”, ambos encarnados por el PRI –partido cuya dictadura gobernó durante 7 décadas- a los conservadores, y a la “derecha” en general.

Los ministros de culto pareciera no tienen derechos humanos, especialmente los políticos, ya que no pueden participar en puestos de elección popular. En Brasil, esto es muy diferente, y vemos ministros de diversos cultos, en su mayoría cristianos, activos en la vida política y social.

Por ello era previsible que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien se autodefine cada día como “liberal”, cuando es un socialista en realidad, pusiera el grito en el cielo con la llegada de Santiago Abascal, a quien de inmediato endilgó calificativos que muestran más mala leche que desconocimiento, ya que no se trata, ni lejanamente, de un político racista, ni clasista, ni homófobo, ni “ultraconservador”.

En México los conservadores corremos peligro, ya que desde el poder, desde la Presidencia, a diario se alienta el odio, la repulsión y la persecución contra nosotros. Ser conservador en México, en tiempos del obradorismo, es un pecado y casi un delito, es sinónimo de lo más retrógrado y maldito del espectro político. Los conservadores son los villanos favoritos del régimen socialista actual.

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Pero Santiago Abascal vino para sumar firmas a la Carta de Madrid, a la que se adhirieron 16 senadores más, y algunos otros legisladores. Julen Rementería, el valiente coordinador de los panistas en el Senado, firmó. También mis amigos Marco Antonio Gama y Guadalupe Murguía, y Víctor Fuentes, Roberto Juan Moya Clemente, Nadia Navarro, Indira Rosales, Mayuli Latifa, Gina Cruz, Minerva Hernández, y Lily Téllez.

Cabe recordar que la congruente senadora y amiga Alejandra “Wera” Reynoso, de Guanajuato, ya había firmado el documento desde hace un año, junto con la gran luchadora provida, la diputada Elsa Méndez, de Querétaro, Eduardo Verástegui,  y su servidor, entre otros, por parte de México.

La izquierda se cree su propia propaganda negra, en lugar de estudiar el contenido de tal documento. En uno de sus puntos, la Carta de Madrid estipula la defensa del “Estado de Derecho, el imperio de la ley, la separación de poderes, la libertad de expresión y la propiedad privada”, como elementos “esenciales”.

¿Dónde está el racismo y todas las tonterías que inventan los allegados a la mafia del Foro de Sao Paolo, donde se agrupan los comunistas de todo el continente? Puras patrañas. Y pensar que en su nido de alimañas hay terroristas, narcos, asesinos y dictadores.

El dirigente nacional de Morena, Mario Delgado, no se quedó callado tampoco. No tardó en querer capitalizar la llegada de Abascal y pasarle la factura al PAN.

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El acercamiento del PAN con el partido de “la ultraderecha” española, Vox, “representa una ofensa, una traición a la patria y evidencia el verdadero rostro de los panistas, su inclinación por el autoritarismo y demuestran que lo único que anhelan es un retroceso en el país”, dijo.

Lo dice quien es muy amigo de Pablo Iglesias, el líder de Podemos, esa expresión progresista española señalada por haber presuntamente financiado a Morena.

Más exactamente, Podemos habría desviado a Morena 308,254 euros, de dinero público cuyo destino original era gastos electorales, en abril de 2019.

El presidente López Obrador dijo de Abascal y de Vox: “Son ultraconservadores, fascistas, clasistas, racistas y corruptos”.

A lo que el líder español reviró: “Ninguna declaración de quienes se abrazan a tiranos y protegen a narcos va a impedir nuestra causa a favor de la libertad, los derechos y la prosperidad de las naciones. Mi agradecimiento a todos los mejicanos que nos han hecho sentir como en nuestra casa. ¡Viva Méjico!”.

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Y de la misma manera se despidió Santiago Abascal de los comensales en la comida que compartimos el viernes 3 de septiembre, con un “Viva México”.

Abascal es un tipo de empuje, astuto y prudente. Va a regresar a México. Lo estaremos esperando, porque es bienvenido y la derecha hispanoamericana debe estar unida. Toda división le abona al Foro de Sao Paolo.

En tanto, el PAN debe decidir si deja su doctrina a un lado para intentar obtener votos de los progresistas, o bien, se fortalece retomando su identidad histórica.

Raul Tortolero

Consultor político mexicano. Doctorado en Derechos Humanos. Maestría en Filosofía, Cultura y Religión. Católico, provida. Director Continental de la Agencia Católica de Noticias. Presidente en México del Movimiento Cristiano Conservador Latinoamericano. Ex Secretario de Comunicación del Comité Ejecutivo Nacional del PAN. Premio Nacional de Periodismo 2007, otorgado por la ONU en México. Analista Geopolítico.

 

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Escándalo en España: El PP se unió al socialismo y votó a favor de darle la ciudadanía a 500.000 inmigrantes ilegales de África

El PP, el PSOE y todos los partidos de izquierda se unieron para votar a favor de la regularización de medio millón de inmigrantes que ingresaron de manera ilegal en la última década.

El Partido Popular (PP), una suerte de Juntos por el Cambio en España, ha vuelto a traicionar a su base de votantes y decidió unirse con la extrema izquierda para regularizar y otorgarle la ciudadanía a más de 500.000 inmigrantes ilegales que arribaron al país desde África o Medio Oriente.

Si bien la ley todavía no ha sido aprobada, más bien solo se ha aprobado el tratamiento del mismo en el Parlamento, el PP sienta un peligroso precedente y ha anticipada que busca volver a votar de la misma manera en el recinto una vez que se modifiquen algunos aspectos del proyecto de ley.

De hecho, todos los partidos en el Parlamento han votado a favor del tratamiento y aprobarán pronto la ley, con la única excepción de los legisladores de VOX, que se opuso de cuajo contra la ley que le agregaría más de 500.000 votos en todo el país a la izquierda.

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Según la diputada del PP, Sofía Acedo, fue Cáritas, la organización benéfica de la Iglesia Católica, que hizo lobby para que dicha legislación sea aprobada, a pesar de que dentro de ese medio millón de personas hay prácticamente una totalidad de árabes musulmanes.

Por su parte, la socialista Elisa Garrido ha trasladado que el PSOE votará a favor de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por el “respeto” que merece darle participación directa en la política a quienes viven en España, y que creen que es necesario “seguir avanzando en mecanismos que garanticen procesos seguros de inmigración”.

Por su parte, la diputada de VOX Rocío De Meer ha indicado de nuevo que la formación liderada por Santiago Abascal rechaza la medidaQueremos que España siga siendo España, no Marruecos, ni Argelia, ni Nigeria, ni Senegal. Y esto no es odio ni es xenofobia, ni racismo, es puro sentido común“.

En España se han llevado a cabo seis regularizaciones extraordinarias de inmigrantes en toda su historia. Entre 1991 y 1992 se puso en marcha, con el Gobierno socialista, una regularización extraordinaria que benefició a 108.321.

En 1996, con el PP mediante otro proceso de regularización extraordinaria, obtuvieron papeles 21.294 inmigrantes de los 25.128 que lo solicitaron. En el año 2000 solicitaron la regularización 244.327 extranjeros y consiguieron la documentación 163.352. En el año 2001 fue denominado “regularización por arraigo” y se otorgó papeles a 239.174 inmigrantes más.

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Como si esto no fuera poco, en el 2005, durante el gobierno del comunista José Luis Rodríguez Zapatero, hace casi 20 años, se le otorgó ciudadanía a medio millón de inmigrantes, la misma cantidad que pretende dar ahora Pedro Sánchez, peleando codo a codo por el récord histórico de pérdida de identidad.

Fuente: Derecha Diario.

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