Opinión
Musulmanes buenos y musulmanes malos

En estas líneas voy a tratar de aclarar cual es mi posición (sin pretender agotar la cuestión) frente a algunos temas de nuestro tiempo que concitan la atención y ocupan las inquietudes de quienes no somos del todo indiferentes a la marcha del mundo en el que nos toca vivir.
Una de las más candentes y acuciantes cuestiones que nos interpela es la irrupción del islam en nuestras vidas, la vida de nuestras naciones occidentales y la vida de innumerables personas que han visto modificados tanto su entorno físico como su misma existencia por la presencia de una población de reciente importación y creciente envergadura demográfica de origen norteafricano, medioriental o de otras regiones del planeta de religión y cultura islámicas. Los problemas ligados a esta inmigración musulmana son de sobra conocidos y los tratamos a diario, por lo que obviaré insistir en ello.
Me opongo a la islamización de Occidente en general y de España en particular. Las razones son muchas, justificadas y fundamentadas, y suficientemente explicadas y expuestas en años de tratamiento del tema. No voy a extenderme aquí y ahora sobre esto. Para resumir largos debates y prolijas exposiciones sobre la cuestión diré que el islam es un cuerpo extraño en Occidente y su penetración y permanencia en el pasado en nuestras naciones europeas fue la crónica de un conflicto permanente, la fuente inagotable de un enfrentamiento multisecular.
En España y en otras comarcas europeas el islam trajo un reguero de sangre, una noche de oscuridad, siglos de opresión y atraso, un retroceso en todos los aspectos de la vida de los pueblos sometidos a su imperio. Resumiendo: el islam no es integrable en la civilización occidental, ni es soluble en la democracia, ni es compatible con la cultura de los derechos humanos, ni cabe en una sociedad abierta y tolerante, etc.
La cosmovisión islámica choca irremediablemente con el espíritu europeo, con los fundamentos de nuestra civilización. La historia está ahí para demostrar que esto no es una teoría, ni una ilusión, ni una fantasía, ni una construcción meramente intelectual. Hay un enfrentamiento (latente o abierto, según las épocas) entre ambos mundos que nunca ha cesado. En ciertos momentos esa rivalidad entra en una fase de baja intensidad, se atenúa, pero sólo está dormida, dispuesta a cobrar vida en cualquier momento. El mundo islámico se aletarga, recobra vida, se expande, vuelve a adormecerse, despierta de nuevo…
Hoy vivimos un nuevo capitulo de ese antagonismo histórico con la inmigración musulmana, una invasión de nuevo cuño, no guerrera (pero sí cargada de agresividad y hostilidad: cada vez más frecuentes episodios de violencia terrorista y hechos diarios de delincuencia común), tolerada e incluso justificada y fomentada por sectores de la propia sociedad de acogida, los mismos gobiernos europeos para empezar, y grupos de presión nacionales e internacionales.
El rechazo alarmado que sentimos ante esta invasión que está conmocionando las sociedades europeas y el convencimiento de la necesaria toma de consciencia de la naturaleza de este fenómeno que pone en peligro nuestra supervivencia como cultura y civilización no nos hacen perder de vista que el tema requiere ser tratado no con la irracionalidad de las vísceras, sino con las herramientas de la razón.
Por lo tanto, me opongo al islam como cuerpo extraño en mi país, como amenaza y como peligro para la existencia de mi cultura y civilización, al islam como fundamento ideológico de una invasión en marcha que pretende arrebatarme mi lugar al sol y mi derecho a vivir según mis propios valores, normas, leyes y reglamentos en la tierra de mis antepasados. Nos oponemos actualmente al islam conquistador y expansionista, no como consecuencia de un ejercicio intelectual en el vacío, sino como una actitud de legítima defensa ante una agresión real. De igual manera nos opondríamos al budismo o al confucianismo si estuviéramos ante una agresiva y violenta ofensiva de esas religiones, culturas o cosmovisiones contra nuestro país, contra nuestro pueblo y contra nuestra cultura.
Dicho esto, el islam no me interesa demasiado como tal. Dejamos la cuestión a los aficionados y estudiosos de las culturas y las religiones. Es decir, que no siento ni un excesivo interés ni una exagerada hostilidad ante un hecho cultural y religioso ajeno, siempre que este hecho no suponga una amenaza o una agresión para nosotros. Es un principio intelectualmente irrebatible y moralmente irreprochable el que nadie está obligado a soportar ni a admitir nada que lo dañe o lo ponga en peligro. Y el islam no está aquí para nuestro bien: a los hechos me remito.
Entre el islam y el islamismo no hay diferencia de naturaleza, sino de grado. El islamismo está presente en el islam como el pollito lo está en el huevo, o como el alcoholismo está presente como posibilidad en el alcohol. No hay un islam “moderado” y otro islam “radical”. Lo que sí hay son musulmanes que sólo aplican parcialmente el islam y otros que lo aplican al pie de la letra en sus más intolerantes e intransigentes interpretaciones.
Ahora quiero dejar claro que si me opongo al expansionismo islámico en detrimento de mi cultura en mi propio país, no tengo por qué hacer extensivo esa oposición y antipatía a todos y cada uno de los musulmanes del mundo. Aquí tratamos de fenómenos de envergadura, no de individuos sueltos y dispersos. Cada persona es un mundo y creo sinceramente que en este ámbito el hábito no hace al monje, es decir que la religión, la cultura u otras circunstancias de similar tenor, no hacen buenas ni malas a las personas. Las cosas no son así de simples. Si podemos juzgar a los hombres y las mujeres es a través de sus actos, de sus hechos, de sus actitudes. Las personas se definen por sus comportamientos, no por sus palabras.
No condeno ni combato a los musulmanes por el mero hecho de serlo. Ni a los musulmanes, ni a los budistas, los hinduistas, los ortodoxos, los animistas u otros. Condeno y combato el islamismo como ideología de conquista y dominación. Condeno y combato el yihadismo, ideología aberrante en sus principios y monstruosa en su aplicación. Condeno y combato al fanatismo, provenga de donde provenga. Y éste proviene hoy desde eso que llamamos islamismo. Y si hacemos la crítica del islam y llamamos a la resistencia y a la lucha contra el islamismo, no por ello atacamos a los musulmanes sin distinción al margen de sus actos e intenciones. Combatimos la esclavitud, no a los esclavos, combatimos a la enfermedad, no a los enfermos, combatimos a la ceguera, no a los ciegos. Nos oponemos al islamismo violento y a los que tratan de propagar esa brutal forma de vida basada en creencias malsanas y enseñanzas criminales y pervertidas. Y también hacemos una crítica fundamentada y argumentada del islam, como otros pueden hacerlo del cristianismo, del marxismo o del ateísmo… Los musulmanes, como los judíos, los ateos, los católicos o cualquier otro grupo cultural o religioso son en principio personas dignas de respeto, aprecio y admiración o no, dependiendo de sus méritos y actos personales. Esta es mi posición al respecto.
Pero si el islam supone actualmente una amenaza real y concreta para nuestra existencia, ¿podemos decir otro tanto de 1500 millones de personas de confesión musulmana? Trataremos como enemigos sólo a aquellos que se declaren y actúen como tales. Son suficientes como para echarse encima a todos los demás. Además, no sólo tenemos enemigos en ese mundo, sino amigos, socios y aliados reales y potenciales. Volveré enseguida sobre esta cuestión.
Y aquí tengo que hacer un inciso de importancia: si tenemos enemigos declarados entre los musulmanes, no menos cierto es que esos no son los únicos. Entre nuestros mayores enemigos se encuentran muchos que no provienen de las filas musulmanas, sino que realizan su labor de renegados y traidores desde nuestras propias filas: el elemento occidental no será mayoritario en la tropa de enfrente pero tampoco son unos pocos descarriados que se han pasado al enemigo, por el contrario, son cada día más y constituyen una masa de importante envergadura.
Podemos resumirlo así: el bando de nuestros enemigos está compuesto no sólo por musulmanes, así como el bando de nuestros amigos no está compuesto exclusivamente por no musulmanes. Éste es en realidad el tema que quiero tratar, aunque sea brevemente, en esta ocasión.
Hemos escuchado algunas veces hablar de “musulmanes buenos” y de “musulmanes malos”. Es un lenguaje simplista, pero que expresa de alguna manera un aspecto importante de esta cuestión. Primero tenemos que definir que significa aquí “bueno” y “malo”, y qué significa esa catalogación en esta ocasión.
Pero quizás incluso antes de eso, tengo que hacer una puntualización. También oímos con frecuencia hablar de musulmanes “radicales” y musulmanes “moderados”. Aquí, estas son categorías políticas que consideramos falsas y engañosas. En el discurso oficial los llamados moderados son demasiadas veces en realidad radicales a la espera de los cambios en la marcha de los acontecimientos, extremistas disimulados que proclaman su “moderación” mientras tanto no sea conveniente cambiar de actitud. Esa supuesta moderación en el campo islámico es frecuentemente un disfraz, un tiempo de espera, un paréntesis, una forma clásica y banal de taqiyya, nada más. Por otra parte, ¿quiénes son para los gobiernos occidentales los regímenes musulmanes “moderados”, los que representan a ese nivel a esos “musulmanes moderados”, representantes de ese mítico “islam moderado” (siempre en contraposición y conflicto con el “islam radical”)? ¿Turquía, Arabia Saudita, Qatar, Marruecos, Pakistán…? Esos son los dirigentes “musulmanes moderados” al gusto de los dirigentes y diseñadores del Nuevo Orden Mundial. Podemos deducir entonces que entienden por islam “moderado”.
La denominación “musulmanes moderados” no nos sirve, pues de sobra sabemos que es un eufemismo piadoso que encubre diversas formas de engaño, simulación y mentira. Esos famosos “musulmanes moderados”, al gusto de los grandes medios de comunicación al servicio de sus patrones, son en realidad, muchas veces, tan radicales como los que van sin disfraces, y están a la espera de que los acontecimientos se decanten para un lado u otro. Y según esa inclinación de la relación de fuerza y poder, esos “moderados” siguen con la máscara o la tiran al suelo. Esa “moderación” es en realidad un cálculo político de amplios sectores de la población musulmana, sobre todo la instalada en Occidente. ¿Cuáles son los referentes al nivel internacional de esos famosos “moderados”. ¿Erdogan, Mohamed VI, Mohamed bin Salmán, los líderes de Pakistán, los “talibanes moderados” (¡sí, sí, al parecer existen!)?
Para nuestros gobiernos, los regímenes musulmanes “malos” son y han sido los de Saddam Hussein, Gadafi, ahora Al-Assad y algunos más… Gobiernos poco democráticos, autoritarios sin duda (no más y a menudo menos que los citados anteriormente, que estos si cuentan con el benéplácito de Occidente), brutales a veces, pero que no eran hostiles a Occidente, no servían al islamismo ni respaldaban el terrorismo y que contribuían a su manera al equilibrio y estabilidad de la zona. Y tampoco se sometían a los Amos del Mundo: he aquí su pecado mayor, su gran crimen inexpiable, la explicación de muchas cosas. Por lo tanto descartaremos esas engañosas denominaciones de “islam moderado” o “musulmanes moderados” que no son otra cosa que el ropaje de la mentira, la hipocresía y la falsificación. Queda claro que ese lenguaje no sirve a la verdad, no describe nada verdadero ni sincero, es cuanto menos sospechoso y poco fiable. No son ni siquiera los propios interesados los que se denominan así, sino sus protectores occidentales que les atribuyen a “sus” musulmanes (su mano de obra local) cualidades y méritos que no existen más que en su imaginación o en el discurso de su cínica propaganda.
Preferimos hablar de musulmanes “buenos y malos”, pues esa terminología tiene el mérito, en su sencillez, de definirlos a través de una actitud moral. Es una calificación sin duda arbitraria, pero corresponde a nuestros intereses y simpatías, y emana de la verificable actitud de los propios interesados.
Hablaremos, pues, de “musulmanes buenos”, porque hay que llamarlos de alguna manera y porque es un vocabulario carente de connotaciones políticas en una cuestión que queremos llevar al terreno de la estricta realidad que dictan los acontecimientos en curso. La bondad (la calidad de bueno) en los seres humanos nos remite a una virtud que no admite medias tintas ni sirve de tapadera hipócrita a discursos evasivos y manipulaciones descaradas. Preferimos, pues, esa terminología porque bueno y malo son cualidades morales que siempre son más sinceras que los posicionamientos políticos, oportunistas por naturaleza.
Entro de lleno en el centro de la cuestión con una una verdad de Perogrullo, con una evidencia innegable: hay musulmanes buenos. ¿Quiénes son? Tomemos el caso sirio para ejemplificar lo afirmado.
En Siria, la gente sencilla, patriota, noble y valiente, es decir los hombres y mujeres musulmanes en su mayoría de esa nación martirizada por la codicia occidental que ha armado a los degolladores del ISIS y de cien grupos terroristas más, es la que ha dado un ejemplo imborrable de dignidad y coraje al mundo resistiendo a la barbarie, a costa de la sangre de su mejor juventud derramada en cien campos de batalla. Son mayormente musulmanes, junto con los seguidores de las demás confesiones de Siria, los que han dado los mayores defensores de la Humanidad en estos años de plomo y ceniza, en ocho años de carnicería y devastación promovida por gobiernos occidentales “democráticos” de países nominalmente cristianos que se han ensañado con un país y un pueblo que no les había hecho nada. Si la expresión “musulmanes buenos” ha tenido alguna vez un sentido es aquí, en esta ocasión, no la única sin duda, pero la resistencia siria, llevada a cabo por esos buenos musulmanes reviste, sin caer en exageraciones literarias ni lirismos fuera de lugar, la dimensión de una epopeya que la historia reconocerá y pondrá en su sitio. Así como pondrá en su sitio a los muy cristianos (católicos y otros) que han asistido impasibles a la atroz degollina en Siria y en otros países mientras sus gobiernos respaldaban a los peones locales de sus intrigas políticas de alto vuelo. ¿Qué patriota europeo, qué persona decente, qué humano con el corazón bien puesto no siente la mayor admiración y reconocimiento por esos 200 000 combatientes sirios y sus aliados (repetimos una vez más: en su inmensa mayoría musulmanes) que han caído combatiendo contra la barbarie islamista, armada y financiada por nuestros gobiernos sin alma ni conciencia?.
¡Claro que hay musulmanes buenos! Los hemos visto subir al frente una y otra vez y caer a miles en medio del odio y la mentira arrojados sobre su sangre derramada. Una sangre que han vertido por su patria y su pueblo, qué duda cabe, pero también por todos nosotros, aunque lo ignoremos y nos neguemos a reconocerlo.
Frente a la dimensión del sacrificio y la brutalidad de la agresión no dudamos en decir alto y claro que estos musulmanes no sólo son nuestros aliados, sino nuestros amigos y nuestros hermanos. Separados por la geografía, la historia, la cultura y otras circunstancias, es sin embargo con esta gente con la que queremos ir mano con mano para enfrentar un mismo enemigo sin escrúpulos, un mismo monstruo sin entrañas, un misma empresa inhumana.
Esta es la humanidad que reivindicamos, por encima de razas, culturas y religiones, la humanidad con la que nos sentimos identificados. Hombres y mujeres honorables que defienden su patria, su lugar al sol, su derecho a la vida y a seguir su propio camino sin interferencias ni injerencias extrañas ni extranjeras. Estos musulmanes están en la misma trinchera que nosotros, frente a los malos musulmanes, los malos cristianos y, en definitiva, contra los malos a secas. Su combate es también el nuestro, y sólo nos queda desear para cuando nos llegue el momento (que nos llegará, sin lugar a dudas), que tengamos, nosotros los “buenos cristianos” o “los buenos europeos”, la misma dignidad, el mismo espíritu y la misma determinación que ellos han tenido y siguen teniendo contra el enemigo común: la barbarie islamista, el salvajismo yihadista, los enemigos de la humanidad. Sólo deseo que, llegado el momento, seamos tan “buenos” como ellos lo han sido y lo siguen siendo.
Pero no se trata únicamente de afinidad espiritual o de simpatías personales siempre arbitrarias o caprichosas, sino de la necesaria solidaridad frente un enemigo común, de pragmatismo político, de sensatez en el tratamiento de la grave situación que nos toca vivir. Debemos formar un frente común con todos aquellos que están dispuestos a sumar fuerzas en esta guerra que la humanidad lleva a cabo en distintos campos de batalla contra el islamismo radical y sus tropas de choque, ya sea en los escenarios bélicos actualmente activos, ya sea en el corazón mismo de nuestras ciudades, en Europa o en otros continentes. La lucha de los patriotas sirios, de los buenos musulmanes de Oriente Medio, ¿no es acaso la misma, en otras condiciones y con otras armas, que la que llevamos en Europa los patriotas europeos contra ese mismo enemigo que adopta distintas estrategias y métodos de combate según los diferentes escenarios contra todo lo que no se doblega a su diabólico proyecto?
En esta guerra mundial que el islamismo ha desatado a nivel global, la primera y más abundante sangre derramada ha sido la de los musulmanes. Mientras tanto, nosotros… ¿Cómo describir la cobardía, la pusilanimidad, la ruindad, la desidia, la pereza, la incuria y la mezquindad de nuestras democracias occidentales y de nuestros propios pueblos (seamos sinceros, aunque duela) indiferentes y bostezantes frente al drama sangriento de nuestra época sin recurrir a los más gruesos epítetos para condenar tanta vileza y ruindad, tanto servilismo e indignidad?
Cuando veo a esas jóvenes mujeres del Kurdistán o a las mujeres del Ejército Árabe Sirio luchar contra los terroristas del ISIS y de las demás organizaciones terroristas siento asco por esos occidentales que desvían la mirada, que no ayudan en nada a esos pueblos que luchan contra esos monstruos. ¿Con quiénes nos hemos de sentir más cercanos e identificados, ¿con estos occidentales amorfos, indiferentes y muchas veces cómplices de la barbarie islamista o con esos musulmanes, hombres y mujeres de Siria y de otras naciones y pueblos vecinos, que caen a diario en su lucha contra los sanguinarios decapitadores protegidos y respaldados por poderosos Estados y grupos de presión internacionales, que no tienen nada de musulmanes? Sentimos admiración y respeto por unos y una profunda repugnancia por los otros. Así puestas las cosas, el aparente simplismo de la calificación de “buenos y malos musulmanes” cobra sentido y está plenamente justificado. Así vemos a esos musulmanes y así lo decimos sin complejos ni rodeos.
¿Y qué decir de Bashar Al-Assad, atacado y difamado por los medios que respaldan la cruel e injusta guerra que le hace a ese país y a su pueblo el terrorismo esponsorizado por Occidente? Bashar Al-Assad sin duda no es un un ángel en ese caldero en ebullición que es Oriente Medio, pero ha defendido y protegido a la población cristiana (y las demás minorías) de los extremistas sanguinarios que sólo esperan abalanzarse sobre ellos y exterminarlos. ¿Qué hubiera sido de la dos veces milenaria presencia cristiana en Siria sin ese líder providencial, de su determinación, de su coraje y de su inteligencia?
No son los gobiernos occidentales los que defienden a los cristianos en Siria (o de Medio Oriente, en general) y menos que menos el tal Francisco, sino las fuerzas armadas de Siria, compuestas mayormente por musulmanes bajo el liderazgo del musulmán Bashar Al-Assad.
¿Cuál ha sido la suerte de los cristianos en Irak después de la caída de Saddam Hussein? El terror la muerte y el exilio. En Libia, una vez asesinado Gadafi empezaron a degollar cristianos como ovejas. En Egipto, los Hermanos Musulmanes y otros extremistas no esperaron un minuto después del derrocamiento de Mubarak para empezar la caza de los coptos.
Los medios occidentales se ceban en Bashar Al-Assad, su “régimen”, sus fuerzas armadas, sus aliados y apoyos internacionales, mientras ven con total indiferencia el sufrimiento y la degollina del pueblo sirio en general y en particular de los cristianos. Prefieren denigrar a Bashar Al-Assad para agradar a sus amos, ese auténtico (¡ese sí!) “eje del mal” que busca por todos los medios eliminar al presidente sirio para colocar a sus peones en su lugar. La Siria de Al-Assad no discrimina ni humilla a los cristianos como lo hacen la mayoría de los gobiernos de Europa. Bajo el “dictador” Al-Assad, los sirios celebran la Navidad en sus iglesias protegidas mientras nuestros muy democráticos y tolerantes amigos saudíes decapitan a los cristianos que se atrevan a mostrar un crucifijo en la calle. Tal vez esa circunstancia sea en realidad un motivo más del odio que despierta Bashar Al-Assad en los dirigentes europeos.
¿Quiénes son los que han ayudado al “régimen” sirio a luchar contra los terroristas islamistas, y a vencerlos? No han sido los europeos materialistas ni los americanos milenaristas, sino los chiitas de Irán y del Líbano, sunitas de muchos países del mundo árabe-musulmán (por no mencionar los soldados rusos, ortodoxos y musulmanes -o ateos, ¡qué más da!- presentes en el país). Aquí no nos importan consideraciones políticas, siempre sujetas a análisis y crítica, sino los hechos concretos. ¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos en esta historia? ¿Quiénes combaten el mal y quiénes lo respaldan? ¿Es acaso un misterio la complicidad de Occidente con el islamismo? Para los líderes occidentales y sus medios a sueldo, desgraciadamente, los malos musulmanes son precisamente aquellos que combaten el yihadismo y protegen a las minorías cristianas y otras (recordemos cómo acabaron Sadam Hussein, Gadafi…) . Nosotros tenemos otra opinión. Y esa opinión está fundamentada en hechos que no admiten discusión. Es un hecho innegable que ningún terrorista que ha sembrado de sangre nuestras calles a salido de las filas de los seguidores de Gadafi, Sadam Hussein o Al-Assad, de sus regímenes nacionalistas laicos o socializantes, tolerantes con las minorías por regla general. Esos terroristas han salido de escuelas religiosas, políticas y filosóficas originadas en los regímenes aliados de Occidente: Arabia Saudita y otros países del Golfo Pérsico, además de otras monarquías y regímenes corruptos del mundo islámico.
Del mundo musulmán provienen hoy gran parte de nuestros enemigos, pero también es cierto, y es justicia reconocerlo, e insensatez ignorarlo o menospreciarlo, que del mundo musulmán también salen nuestros mejores aliados en la lucha contra el fanatismo islámico y la ofensiva del yihadismo. ¿Acaso el caso sirio (y otros) no son la mejor prueba de ello?
Las ciudades sirias liberadas del terror islamista y otra vez puestas bajo el control gubernamental, ¿no son acaso más seguras hoy frente a las amenazas del yihadismo, que las ciudades de Europa plagadas de células terroristas y de “lobos solitarios” dispuestos a golpear en cualquier momento? ¿No son acaso las ciudades y el territorio bajo control gubernamental sirio zonas más seguras para los cristianos (y todos los demás) que muchas ciudades europeas que viven permanentemente bajo la espada de Damocles de un posible atentado islamista? ¿No se celebran la Navidad y otras festividades del calendario cristiano con mayor seguridad en la Siria liberada del terror islamista que en la Europa bajo constante amenaza terrorista? (mercadillos, iglesias y catedrales bajo permanente vigilancia policial y extremas medidas de seguridad para evitar atentados). ¿Quiénes son los mayores luchadores contra los fanáticos islamistas, los degolladores y cortadores de cabezas, sino los musulmanes (sunitas, chiitas o de otras sectas o ramas del islam) sirios, iraníes, kurdos, libaneses, mayormente musulmanes?
Está claro que para los gobiernos occidentales y su servicio doméstico, los malos son los sirios y sus aliados que combaten el islamismo y los buenos son los degolladores internacionales que arman y financian.
No hay para nosotros un islam bueno, por razones históricas, culturales, etc… Lo hemos dicho en muchas ocasiones y nada de lo expuesto aquí viene a contradecir esa posición, pero reconocemos que hay musulmanes buenos, que no todos los musulmanes son nuestros enemigos, ni mucho menos. Lo son aquellos que se declaran y actúan como tales, y ejercen esa enemistad de manera tan explícita y brutal que sería ceguera y locura seguir ignorándolo.
En cuanto a los musulmanes buenos, no hay otro medio de reconocerlos: son aquellos que se oponen y luchan contra la barbarie islamista, una barbarie fomentada, dirigida y financiada por otros que son en su mayoría no musulmanes.
Ni nos declaramos antimusulmanes ni consideramos a los musulmanes en sí seres dotados de cualidades o vicios determinados exclusivamente por su filiación cultural o religiosa. Nos consideramos y proclamamos anti-islamistas. El antiislamismo es una reacción de legítima defensa de las sociedades democráticas o pluralistas. Los musulmanes no islamistas se ven diabolizados por los islamistas tanto como los musulmanes que tienen una actitud crítica hacia el islam y piden una revisión de los dogmas o promueven una libre interpretación de los textos de referencia. Los musulmanes hostiles al islamismo son los aliados naturales de los anti-islamistas no musulmanes. Los anti-islamistas son luchadores de la libertad, defensores de la laicidad, progreso, tolerancia, igualdad…. Es por ello que son los enemigos de los islamistas y sus aliados. En esta lucha, musulmanes y no musulmanes vamos codo con codo contra el islamismo.
Estos son los que considero musulmanes buenos: los que no se declaran ni actúan como nuestros enemigos, los que no invaden nuestro país ni buscan destruir nuestra cultura, los que no quieren imponernos la sharia ni taparme con el burka, los que no cuestionan nuestro modelo de sociedad, nuestra organización política, nuestras tradiciones, nuestro derecho a vivir en paz en nuestra tierra, nuestra seguridad, nuestro futuro y hasta nuestra propia existencia, los que no apoyan ni simpatizan con el islamismo, los que no respaldan al terrorismo, los que se oponen a los mismos bárbaros que tenemos que tenemos de enemigo común: los fanáticos yihadistas, sus cómplices autóctonos y sus patrocinadores internacionales.
Los buenos musulmanes se han organizado y unido contra el yihadismo, contra sus inicuos padrinos, sus sádicos peones, sus feroces métodos y sus malignos designios. Nos queda a nosotros tomar ejemplo y actuar de la misma manera, prepararnos para la lucha que ha de venir, y no equivocarnos de enemigo.
Esos musulmanes son nuestros aliados, nuestros amigos y nuestros hermanos. Es conveniente saberlo, es justo decirlo, es necesario valorarlo. Debemos colaborar mutuamente, estrechar lazos con ellos, unificar esfuerzos y estrategias. Estamos en la misma trinchera y hemos de estar unidos. Nuestro futuro y nuestra libertad están en juego. Nos va la vida en ello.

Opinión
Del comunismo se sale. Por Jesús Salamanca Alonso

A Mónica García, todavía líder de Más Madrid, ya le comparan con el vino Sansón y con la Quina San Clemente que, cuanto más se investiga en esas bebidas, más propiedades nuevas encuentran en ellas.
Mónica García, alias «ME-MA» y «Pistolera», no se había percatado de que tenía un chalet en situación totalmente irregular y en un espacio reservado para la construcción de un Hospital. No sé si eso puede pasarle a cualquiera, si la gente se olvida de que tiene propiedades por el mundo o le surgen de repente como surgen los níscalos en otoño. De lo que sí estoy seguro es de que en vez de liarse la manta a la cabeza y pedir dimisiones de cuanto se mueve, debería tener la dignidad de dimitir, pero antes debe pedir perdón a cuantos lleva años insultándolos, engañándolos y mofándose de los madrileños. Este personaje de cuento verdulero no puede permanecer en política ni un minuto más.
No hay que echar la vista muy atrás para comprobar cómo, apenas hace unos días, la tal Mónica García, de alias consabidos y comunista del niño Jesús en la formación de «patadones» Errejón, salió cual vulgar energúmena de vena hinchada contra Enrique Ossorio, miembro del equipo de Díaz Ayuso. Le faltó tiempo a Mónica para exigir con entusiasmo y mala fe su dimisión «ipso facto». Y todo por cobrar el bono social térmico; un bono que otorga el Estado a las familias numerosas, independientemente de sus ingresos y patrimonio.
Resulta que la ME-MA, que tantos errores ha cometido en su cortita carrera política, consideraba «indecente» que el vicepresidente de Díaz Ayuso percibiera 196 euros anuales en forma de ayuda para calefacción y electricidad. «Dimita hoy por vergüenza, por saltarse todas las líneas de falta de ética pública», vociferaba quien, apenas unos minutos después, se enteraba de que su familia también cobraba el bono social energético. Lo curioso es que dejó de pedir la dimisión ajena y no se planteó pedir la propia.
Su desorganización familiar ha quedado plasmada en este acontecimiento y debe de ser tal, que demostró no saber dónde llegaba, así como que las actuaciones propias y las del cónyuge o barragán son como las de Doroteo Arango, salvo que mintiera una vez más. No puede seguir ni un instante más predicando para el comunismo de Más Madrid. Debe abandonar la formación, salvo que quiera cubrirse de vergüenza o que le apunten con el dedo para indicarle que es ella la corrupta, la corrompida, mentirosa, boicoteadora, hipócrita, abanderada de la desidia de la izquierda e incumplidora de la ley. Pero tranquilos porque del comunismo se sale. Muchos han salido con honra, aunque la ME-MA no parece tener intención de hacerlo, si bien la «cohorte» de Errejón ya se ha planteado invitarle a que reflexione sobre la posibilidad de abandonar la formación o se quede en las bases. A ME-MA pueden quedarle dos telediarios y una sesión de dibujos animados en la formación comunista a la que ha avergonzado y defraudado.
Cada vez que se escarba un poco le sale una nueva propiedad en su patrimonio, algo que hay que investigar en serio porque huele a podrido, empezando por el fastuoso ático en la zona noble del Retiro hasta terminar con el chalet de Cercedilla, que lo tiene de forma ilegal y es simple ‘okupa’ de algo que el Ayuntamiento ya le pidió hace dos o tres años la devolución. Nuevo acto de sinvergüenza impropio de quien pretende decir a los demás qué deben hacer y cómo hacerlo.
Lo más curiosos de este personaje sonajero es que nunca se entera de nada, como le pasaba a Felipe González cuando –según él—se enteró de la corrupción de Luis Roldán y de la cal viva por los periódicos o del reciente «caso Patxi López y los 15». Ridículo, no, lo siguiente. Tras verse atrapada en sus mentiras, la «pistolera» decía no saber nada. Pero es que tampoco se había enterado en 2021 de que había cobrado de forma irregular los famosos 13.000€ de la Asamblea madrileña, estando de baja. Tuvo que ser la Intervención quien pusiera orden donde no lo había. Ahí empezó a quedar como abanderada del latrocinio madrileño. No duden de que no lo hubiera devuelto, de no ser por la reclamación de devolución que llevó a cabo la propia Administración. Ni siquiera en ese momento hubiera salido del comunismo rabioso, desnortado y estalinista, pero del comunismo se sale, doy fe.
No es delito tener propiedades, pero si son ilegales no es ético y sí patético. Afectadas 80 familias, y destapada Mónica García, la presión mediática hará que se acelere la devolución de la propiedad y acabará perjudicando a todos. Empezó haciendo daño a los madrileños con el boicot y las presuntas comidas con moho del Hospital «Enfermera Isabel Zendal», siguió embolsándose los 13.000€ que no le correspondían, cobrando dos sueldos sin legalidad, poniendo el grito en el cielo por las ayudas del bono energético que publicó el Gobierno central y ahora llega la casa en Cercedilla, ilegal y sin escrituras. Vamos, que vive de ‘okupa’ integral. Ni el aceite virgen de oliva tiene tantas propiedades.
Ahora entiendo que Ayuso insistiera en que no le molestaba que tuviera Mónica tanto patrimonio y viviera como vive. Lo que ella quería es que todos los madrileños vivieran como la Médico-Madre. Parece que la líder del rojerío madrileño lo quiere todo: el chalet, el terreno y cuanto no es suyo como cualquier rojales. «Lo País» y diversos panfletos de desinformación diaria callan como prostitutas engañadas y como «diputeros» socialistas sospechosos y presuntamente implicados.
A ME-MA hay que reconocerle que, para meter la pata, hacer el ridículo y aprovechar «oportunidades» o insultar al adversario, es única y sin comparación. ¿Y los medios de desinformación afines? Todos escondidos. Ni pío. Y el que píe le cortan el pico, retiran prebendas, ayudas y subvenciones, además de enviarlo al ostracismo. Empiezo a pensar si no será mejor que Mónica García siga al frente de Más Madrid, porque su caso es delirante, además de bochornoso, tanto que así la Izquierda se asegura su merecido destino en la oposición, dentro del albañal y retozando en la cochiquera.
Si el chalet (el DRAE reconoce «chalé», sin «t» final) fuese de un ciudadano cualquiera, hace tiempo que habría sido demolido y sin pagar ni un euro, pero alguien habrá presionado para que el Gobierno socialcomunista le dé una indemnización, que no procede bajo ningún concepto, por abandonarlo. Lo triste es que acabara siendo así. Ya se sabe que, al ser cosa de políticos, entre bomberos no se pisan la manguera. Creo que me volveré comunista porque todos tienen chalet. A Mónica García ya le comparan con el vino Sansón y con la Quina San Clemente que, cuando más se investiga en ellas, más propiedades nuevas encuentran.
Todos sabemos que Mónica García está acabada, menos ella. Si piensa la «pistolera» que está en el ‘Far West’ y que todo vale, se equivoca. El tiempo se lo ha demostrado. ¿Qué creen que hará ahora la ME-MA? ¿Pedirá perdón a los Ayuso tras haber sido exculpados de toda acusación por las muertes de las residencias de ancianos? ¿Acusará al Gobierno central tras sentenciar el juez que la culpabilidad es de ese, sin descartar a Pablo Iglesias? En esta España nuestra, nadie pide perdón, ni se retracta de sus acusaciones. El daño ya estaba hecho.
Ahora dirá la ME-MA que lo del chalet son bulos de la ultraderecha o del hermano de Ayuso. Compruebo que para esta mujer va a ser difícil salir del comunismo, pero de él se sale. No lo duden.
Opinión
Ayuso, personificación del despropósito

El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define el vocablo de despropósito como “Dicho o hecho fuera de razón, de sentido o de conveniencia”.
Por tu incontinencia verbal que solo pretende que permanezcas continuamente en los medios de comunicación, en tus declaraciones el 24/03/2023 a Carlos Alsina en su programa Más de uno de Onda Cero, has dado buena prueba de ello diciendo que “no lograr la mayoría absoluta sería una decepción personal” dando un duro repaso a VOX “En determinados temas Vox es la anti política (…) no van al fondo de los temas, no profundizan, no los trabajan y van siempre de polémica en polémica”.
Con estas manifestaciones demuestras la soberbia crónica que os aqueja a los dirigentes del PP, al tiempo que ofendes gratuitamente a VOX, del que necesitarás apoyo para seguir al frente de la Comunidad de Madrid, engañando al electorado cuando, dirigiéndote a Rocío Monasterio, portavoz de VOX en la Asamblea de Madrid, le has dicho “A partir de hoy, es bueno que cada uno siga su camino”.
A ti te importa un comino que la futura aritmética parlamentaria no satisfaga tu soberbia: un embuste más al electorado tiene la culpa.
No has desaprovechado la ocasión para la autoalabanza manifestando tener “mucha ilusión en que todo lo que se está poniendo en marcha en Madrid no se encuentre cada dos por tres con un freno”, en palmaria, gratuita y ofensiva alusión a las últimas disputas que has mantenido recientemente con VOX y a tu constante confrontación con el gobierno central haciéndole sombra a Feijóo que no se entera de nada.
Para colmo de incongruencias, te has jactado de tu ruptura con VOX y de la abstención del PP en la moción de censura al gobierno. ¿Es así como piensas conseguir el apoyo de VOX para continuar al frente de la Comunidad de Madrid? ¡Dios no lo quiera! Espero que VOX no se preste a tamaña memez.
Igualmente has dicho que “sería nefasto” que el PP y VOX formen un Gobierno de coalición en la Comunidad de Madrid tras las elecciones autonómicas del 28 de mayo.
En evidente concordancia con tu ateísmo, y sin que hayas agradecido al Papa la entrevista que os concedió a ti, a la exdelegada del Gobierno en Madrid, Mercedes González Fernández con la que mantienes una indiscutible relación ideológica, y a Martínez-Almeida, todavía alcalde de Madrid, has criticado al Santo Padre sorprendiéndote de que “un católico que habla español hable así de nuestro legado”.
Si te comportas igual con cualquier dirigente político extranjero nos metes de hoz y coz en un grave conflicto diplomático internacional.
Culminas este ranking de despropósitos uniéndote a la izquierda para tumbar 44 iniciativas, 35 de ellas en Pleno y el resto en comisión, presentadas por VOX en la Asamblea de Madrid, entre ellas dos proposiciones no de ley para suprimir subvenciones de sindicatos y de la patronal y dirigir esos fondos públicos a becas de los comedores escolares y evitar que los hombres trans puedan competir en categorías deportivas femeninas.
Es escandaloso y perseguible de oficio que cobijes en tu gobierno de la Comunidad de Madrid y premies con altos cargos y suculentos sueldos a Concepción Dancausa Treviño, actual Consejera de Familia, Juventud y Política Social, y a Luis Martínez-Sicluna Sepúlveda, actual Viceconsejero de Familia, Juventud y Política Social que, en sus anteriores cargos de Delegada y Subdelegado del Gobierno en Madrid, quebrantaron reiteradamente la Ley Orgánica 9/1983, de 15 de julio, reguladora del derecho de reunión consagrado en nuestra Carta Magna, en la tramitación de actos religiosos en la vía pública, a pesar de mis numerosas solicitudes contrarias al efecto.
Solicito a los militantes, simpatizantes y votantes del Partido Popular que juzguen si los siguientes hechos responden a la definición del primer párrafo y, en caso afirmativo, actúen consecuentemente el próximo 28 de mayo.
Efrén Díaz Casal
Coronel de Infantería (R)
Opinión
Alberto Núñez “Fiascóo” el autócrata. Por el Coronel Efrén Díaz Casal

Oye “Fiascóo”:
Desde que el Partido Popular tuvo la desgracia de que okupases el despacho principal de Génova 13, he derrochado ríos de tinta en telemáticas misivas solicitándote que requieras a los militantes del PP que gobiernan ayuntamientos para que acaten la Ley Orgánica 9/1983, de 15 de julio, reguladora del derecho de reunión, en la tramitación de actos religiosos en la vía pública.
Hasta la fecha no has tenido la cortesía de contestarme: o careces de esa virtud cívica exclusiva de los bien nacidos, te faltan razones que oponer a las mías o ambas cosas. En cualquier caso, te devuelvo tu descortesía con mi desprecio, no sin recomendándote que cambies tu ejecutoria puesto que con ella no vas a ninguna parte.
El displicente silencio con el que desde hace prácticamente 1 año me vienes penalizando constituye una ofensa a mi dignidad, pues cuando alguien dirige una correcta misiva a otra persona, el civismo más elemental exige respuesta, máxime si se trata de cumplir una Ley Orgánica como es el caso.
Consiguientemente es una verdad irrefutable que te importa un bledo el cumplimiento de la citada Ley Orgánica 9/1983 por los ayuntamientos regidos por militantes del PP. ¿Es así como piensas llegar a La Moncloa? Como no sea de visita, ya me contarás cómo.
Tu ejecutoria en el caso que nos ocupa constituye una ofensa a mi dignidad a la que, en legítima reciprocidad y si yo me rebajase a tu altura, respondería adecuadamente.
Eres un fiel representante de la enfermiza soberbia que aqueja a los dirigentes del PP; no te preocupes por tener una entrevista conmigo sobre el asunto en cuestión, en la que estoy seguro que podré mirarte fijamente a los ojos sin deslumbrarme.
Después de todo, indiscutiblemente tienes suerte, tú nunca podrás morirte de un derrame cerebral.
Como consecuencia de tu ejecutoria los ayuntamientos gobernados por militantes del PP, entre ellos el de la capital de España, continúan vulnerando la Ley Orgánica 9/1983 con tu tolerante silencio.
Tampoco te has dado por aludido cuando te he comunicado que Isabel Díaz Ayuso premia con altos cargos y suculentos sueldos a Concepción Dancausa Treviño, Consejera de Familia, Juventud y Política Social, y a Luis Martínez-Sicluna Sepúlveda, Viceconsejero de Familia, Juventud y Política Social que, en sus anteriores cargos de Delegada y Subdelegado del Gobierno en Madrid, quebrantaron reiteradamente la Ley Orgánica 9/1983, de 15 de julio, reguladora del derecho de reunión consagrado en nuestra Carta Magna, en la tramitación de actos religiosos en la vía pública, a pesar de mis numerosos comentarios que le he remitido en contra.
En cuanto a tu comportamiento al respecto con el desgobierno que padecemos deja todo que desear pues después de 1 año de mis reiteradas misivas, has sido incapaz de presentar acción parlamentaria alguna contra el cuestionado Marlaska, más bien al contrario, te has abstenido en la moción de censura contra el desgobierno que sufrimos: eres una oposición cómoda.
Has observado la misma indolente actitud con Isabel Díaz Ayuso, que te está comiendo la merienda, al no indicarle que dirija sus constantes críticas contra Marlaska, todavía ministro del Interior, y contra Mercedes González, ascendida a directora general de la Guardia Civil posiblemente por su contumaz vulneración de la Ley Orgánica 9/1983, al igual que tú y con la que no tiene empacho en hacer turismo en el Vaticano para ver al Papa con quien ninguna tiene nada en común y solo pretenden publicidad, en tanto que Almeida, todavía alcalde de Madrid, iba de palmero.
Confío que los militantes, simpatizantes y votantes del PP en posesión de la facultad de pensar, tengan el civismo de defender el ordenamiento jurídico de nuestro Estado de Derecho en general y la Ley Orgánica 9/1983 en particular, retirando el apoyo a la ciega autocracia que estos hechos representan.
Efrén Díaz Casal
Coronel de Infantería (R)
Opinión
El CIS dice la verdad

«Retenga en su mente por un momento la imagen: Sánchez sale en Ferraz en diciembre de 2023 anunciando que ha ganado las elecciones»
Imagínelo por un segundo. Piense que Tezanos no fantasea, que no es la obediente voz de su amo, y que los españoles engordan a Frankenstein en las urnas. Retenga en su mente por un momento la imagen: Sánchez sale en Ferraz en diciembre de 2023 anunciando que ha ganado las elecciones. Los feligreses sanchistas, apostados desde horas antes en la calle, corean que quieren un gobierno de coalición con Podemos -o lo que surja-, Rufián y Otegi.
En las sedes de ERC y Bildu se descorcha cualquier botella, aunque esta vez no será para hacer un cóctel molotov. Ha ganado Sánchez, su candidato. Es el momento de avanzar en la ruptura del orden constitucional como paso previo a la independencia de los territorios. Sus regiones son naciones, y toda nación tiene el derecho a decidir. Otegi toma la delantera y sale en público acompañado del habitual coro de la herriko taberna. Ropa de Alcampo, barbas descuidadas y flequillos a media frente. «Vamos a aprovechar la ocasión. Se lo debemos a los compañeros que lucharon contra el franquismo hasta 1983», dice el viejo dirigente de ETA ante las cámaras de RTVE.
Rufián apura el vaso de plástico, consigue abotonarse la americana y sale en rueda de prensa. «Este Gobierno depende de nosotros, y se hará lo que digamos», piensa en voz alta el independentista. Lo hace sin rubor porque es consciente de que tiene bula para el insulto y la arrogancia. Es más; sabe que Sánchez no se atreverá a discutir en público nada de lo que diga. Mientras Rufián habla, gente con banderas indepes llenan las calles del centro de Barcelona. Se abrazan y dan vivas. Al grito de «¡Ahora solo son desórdenes públicos y no golpe de Estado!» hay algún conato de tomar alguna institución, pero lo procrastinan por pereza.
En Madrid, Podemos, o el branding que se les ocurra cuando se junten o no con Yolanda Díaz, ha montado una carpa en el centro. Se oye música para el empoderamiento femenino. No faltan los sones indígenas, la batucada y las niñas del coro de Ángela Rodríguez Pam, que han montado un grupo de pop suave. Tras la pelea entre Belarra, Montero y Díaz para decidir quién habla, vence la ministra de Igualdad. «Si esta no es la victoria de las mujeres, no es de nadie», dice la vecina de Galapagar. «¿Qué es una mujer, ministra?», susurra vengativa Díaz. Irene sale cabreada al escenario, como siempre, dispuesta a meterse con la otra parte de España. «No lo han conseguido. No pasarán. Vamos a seguir», amenaza con el puñito en alto.
«El PP de Feijóo ha perdido aunque ha subido un 8% su voto. A duras penas llega a los 105 diputados»
En otro punto de la ciudad, en la calle Génova, todo es sombrío en esa noche electoral. El PP de Feijóo ha perdido aunque ha subido un 8% su voto. A duras penas llega a los 105 diputados. El despacho del presidente empieza a vaciarse, y los afiliados populares vuelven a sus casas con la bandera al hombro. Comienzan a oírse voces para cesar a Feijóo y sustituirlo por alguien que haya triunfado en las autonómicas de mayo de 2023. «El partido necesita un revulsivo», dice uno en plan futbolístico. «España lo demanda», apunta otro. «¡Sangre nueva!», afirma alguien como si fuera una carrera de caballos. «En Alemania harían una gran coalición», apunta esperanzado el que todavía no ha pagado la hipoteca. «Tendríamos que haber sido más duros, y no tragar con la ideología de género, el rollo ecologista y demás mierda», suelta otro a quien su compañero le recuerda que Vox no ha tenido mejor suerte.
Porque el partido de Santiago Abascal ha perdido cinco puntos, y con eso llega a los 30 escaños. Ese número no da ni para sumar con la derecha «cobarde». Cuántos jarros de agua fría, y cuánta gente hay que echar. Sí, sobre todo a esa que se acercó al calor del cargo y el sueldo, a esos patriotas de última hora que se apuntaron con el lema de «#SoloquedaVox». Ya pasó en Ciudadanos y fue muy triste. «España no ha entendido nada», dice un antiguo falangista. Otro habla de la manipulación de la prensa, que «siempre intoxica». «Ya os dije que lo de Tamames era una gilipollez», suelta un oportuno. Abascal toma unos papeles y se prepara para dar la cara. «¿Quién sale con Santi?», pregunta un asesor.
En el fragor de la noche aparece Sánchez. Oh, es él. El vencedor. En verdad no nos merecemos a su augusta persona. Cree que en su mano está todo el poder. Pasará a la historia. Justo lo que él quería. Que le den a la Unión Europea y a la ONU. Ya no necesita un cargo internacional en enero de 2024. Puede seguir en Moncloa. El Falcon calienta motores. Sube las manos como el Papa y consigue que el público congregado en Ferraz guarde silencio. Todavía se oye algún grito contra el PP y Vox. Están ebrios de victoria. Ningún escándalo de corrupción ha podido con ellos. Ni los ERE de Andalucía ni Tito Berni, o la ley del sólo sí es sí. Tampoco ha erosionado al partido su cesión a los nacionalistas. Ni la negligencia durante la pandemia, que se llevó a 150.000 personas. Ni la voracidad impositiva, la inflación y la carestía de la vida. Menos aún el deterioro de la democracia liberal. «¿De qué sirve el sistema democrático cuando gobernamos nosotros? Pues eso», piensan.
Sánchez está feliz. Por fin tiene un baño de masas. Nadie dice ahora «Que te vote Txapote». Su Sanchidad se retrasa un poco para tomar la palabra. Le acompaña Begoña. No hace falta nadie más. El rey y la reina. Anuncia allí mismo que va a gobernar con el apoyo de los grupos «progresistas». España es suya. Su Estado, también. Gobernará por decreto, como siempre, hasta 2027. Ya lo dijo Tezanos.