Internacional
La Justicia pide 12 años de prisión para Cristina Kirchner por el robo de miles de millones de dólares
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2 años agoon
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Redacción
LA CAUSA ‘VIALIDAD’ ES SOLO EL COMIENZO.
Para explicar lo que sucedió ayer en Argentina con el juicio que se lleva contra la Vicepresidente Cristina Kirchner, el pedido de prisión y la variedad de consecuencias políticas, económicas, sociales y judiciales que esto puede traer, vamos a largar con un pequeño flashback: a comienzos de diciembre del año 2019, cuando Alberto Fernández y Cristina Kirchner acababan de ser electos presidente y vice respectivamente, comenzó este juicio, el de Vialidad. Ese día Cristina debía declarar como acusada, pero en cambio dedicó tres horas completas a dar un discurso repleto de odio en el que sostuvo que era víctima de un «plan sistemático» de persecución judicial, el famoso lawfare.
En esas tres horas dijo que no le interesaba defenderse de las acusaciones, maltrató a los funcionarios judiciales y les puso apodos, al fiscal Luciani, lo llamó «guionista», a los fiscales que investigaron los llamó «corsarios judiciales» y al juez de primera instancia lo llamó «mutante». Ese día se encargó de embarrar a su compañero de fórmula, diciendo que el responsable de ejecutar el presupuesto era el Jefe de Gabinete de aquel entonces (el mismísimo Alberto) así que iracunda gritó: «Van a tener un problema; van a tener que citar al Presidente». También dijo que no era amiga de Lázaro Báez y cuando le preguntaron si iba a contestar preguntas se levantó como una tromba, arrebató el micrófono del estrado y espetó al tribunal: «¿Preguntas? Preguntas deberían contestar ustedes. Estoy frente a este tribunal que es un tribunal del Lawfare, que seguro tiene la condena escrita. No me interesa. He elegido la historia. A mí me absolvió la historia y a ustedes seguramente los va a condenar la historia«.
Pero claro, la historia no la absolvió y casi tres años después el fiscal Diego Luciani solicitó que se la condene a 12 años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. La vicepresidente es acusada de ser la jefa de una asociación ilícita que redireccionó obra pública vial a favor de Lázaro Báez, un hombre sin dinero ni experiencia que ganó licitaciones que le permitieron hacerse con cerca del 80% de la obra vial de Santa Cruz, el feudo kirchnerista. Hubo licitaciones fraguadas y Báez sólo cumplió con dos de las 51 obras que se le adjudicaron, aunque cobró todo y anticipadamente. Tanto el fiscal Luciani como el fiscal Mola, presentaron toneladas de pruebas en las nueve jornadas de alegatos en los que sostuvieron que: «Concluimos que el perjuicio causado por la maniobra delictiva no resulta menor a $5321 millones de pesos, una cuantía desmesurada del daño causado«.
Entre los acusados se destaca el rol de Abel Fatala, ex subsecretario de Obras Públicas y el de José López, secretario de obra pública quien fuera filmado revoleando bolsos con millones de dólares robados. Ambos intercambiaban mensajes de Whatsapp donde implican directamente a Cristina. La fiscalía sostuvo que «se aniquilaron todas las normas jurídicas posibles para que Lázaro Báez se haga de las obras y las cobrara«, e indicó que si un sólo eslabón de la cadena hubiera actuado correctamente se habrían impedido los delitos. “La persona que se revela como jefa de la asociación ilícita es Cristina Fernández, quien se desempeñó como presidenta de la Nación”, concluyeron.
Cristina Kirchner está involucrada en muchas causas, cada una con distinta suerte, pero hay seis que fueron llevadas a juicio oral, vale decir que se llevó a cabo una investigación y que fue procesada porque un juez consideró que había pruebas que demostraban la comisión de los delitos investigados. Este paquete de juicios es la razón principal por la que puso a Alberto Fernández de Presidente y a si misma como vice, para avanzar sobre la institucionalidad judicial y solucionar su frondoso prontuario. Pero Alberto no es útil para nada y tampoco podía hacer magia, cosa que demuestra lo frágil del plan de Cristina. Para colmo, las cataratas de pruebas presentadas por los fiscales aparecen justo en el momento en que la mitad de la población argentina se hunde en la pobreza, la inflación vuela y la indignación ante la corrupción no resiste la mínima fricción. Cristina acaba de cambiar de escudo humano, y ha colocado como “superministro” a Sergio Massa, otro de sus ex-jefes de gabinete que (al igual que Alberto) se había alejado de sus anteriores presidencias acusándola de corrupta y que prometía “meter presos” a los responsables de la corrupción del kirchnerismo.
Entonces la situación es bien complicada y es posible que el lector esté un poco mareado, así que resumamos: Cristina Kirchner está acusada de numerosos y descomunales casos de corrupción, uno de los cuales está en las instancias finales y se ha pedido que vaya a prisión. Para cubrirse políticamente ella colocó en el poder a dos señores: Alberto Fernández y Sergio Massa que fueron parte de sus gobiernos anteriores pero que se fueron acusándola públicamente de corrupta, aunque después volvieron con ella. Esos dos señores eran funcionarios en los momentos en los que el mecanismo de robo que denuncian los fiscales Luciani y Mola se llevaba a cabo. No existe novelista de policial que pueda superar la trama argentina.
La cosa es que si el tribunal condena a Cristina, el veredicto con mucha suerte se va a conocer a fin de año y la prisión se volvería efectiva si el fallo queda firme en la Corte Suprema, lo que para los tiempos judiciales argentinos es una eternidad. Mientras Cristina Kirchner sea vicepresidente tendrá fueros, incluso si la condena queda firme. En 2023 puede ser candidata a presidente (con el riesgo de perder los fueros), o a senadora y allí se asegura retenerlos. Además, hay que recordar que el 19 de febrero cumplirá 70 años y tendría prisión domiciliaria. Vale decir que aunque el kirchnerismo hable de proscripción y Cristina se victimice, nada le impide presentarse como candidata el año que viene, sea para el cargo que sea y se descuenta que tras las rejas no va a estar nunca. Pero los efectos políticos y simbólicos son una catástrofe.
Luego de que se leyeran las acusaciones y los pedidos de condena, el aparato peronista comenzó su sobreactuada indignación. Actores, periodistas, sindicalistas, gobernadores, intendentes y diputados tuitearon su solidaridad de forma coordinada y poco original, azuzando los slogans “Si se meten con Cristina que quilombo se va a armar” y el clásico “Con Cristina no se jode”.
La más violenta muestra de solidaridad estuvo a cargo de la líder de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, que advirtió que Cristina “no puede ir presa de ninguna manera. No podemos permitir que Cristina sea condenada ni que vaya presa. Hay que hacer una pueblada, es lo único que la va a salvar. Hay que defenderla con todo. Nosotros somos la justicia”. Alberto Fernández difundió un comunicado que suscribe los argumentos de Cristina sobre el lawfare, pero lo hizo como presidente y desde el aparato del gobierno nacional. Este avance del ejecutivo sobre el poder judicial, diciéndole a los fiscales y jueces lo que tienen que hacer es la forma en la que el kirchnerismo entiende la “división de poderes”, por si quedaban dudas. El hombre fuerte del gobierno, Sergio Massa se sumó con un tuit en el que alerta sobre “el peligro” de que un presidente sea responsable de todo lo que hacen sus subordinados. Es posible que con esas declaraciones Massa se esté curando en salud.
Cristina no quiso hablar de la causa Vialidad cuando le tocaba, aquel día que dijo que la historia la absolvería y que ella no contestaba preguntas. Pero ahora que Luciani presentó pruebas como para empapelar la Patagonia, sí quiso hablar. Y pidió hablar fuera de tiempo, cosa que no le fue permitida, así que se volvió a victimizar y dijo que va a dar un discurso. Mientras tanto, en los tiempos procesales, ahora es el turno de los alegatos de las defensas que serán 30 audiencias destinadas a escuchar a los abogados de los acusados. Ella podría hablar en la instancia de “últimas palabras” pero para eso falta un montón y su furia no está para esperar turnos que son para simples mortales.
Para que se entienda la dimensión de las acusaciones: los Kirchner se hicieron megaempresarios hoteleros mientras estaban siendo presidentes, Lázaro Báez les alquilaba habitaciones a granel, en operaciones ruinosas para él (por ejemplo les alquilaba habitaciones muy por encima del precio de mercado a más de 500 km de donde los empleados de Báez hacían las supuestas obras viales) y estas operaciones sólo eran beneficiosas para Néstor y Cristina. Existen videos de los funcionarios del Gobierno escondiendo bolsos con millones de dólares y videos de los hijos de Báez contando montañas de dólares que mandaban a Suiza, como en una película de narcos de clase B. Lázaro Báez, ese que Cristina dijo que no era su amigo, era el que salía del mausoleo de Néstor cargando paquetes en su campera, mausoleo millonario que el mismo Báez construyó. Los fiscales mostraron mensajes del celular de José López la prueba de que los Kirchner y Báez eran socios. Entre esas pruebas está el hecho de que Báez se hizo cargo de “Hotesur”, la compañía de hoteles de la familia presidencial, y esto se relaciona directamente con otras de las causas que tiene Cristina: las conocidas como Los Sauces y Hotesur.
“Señores jueces, este es el momento. Es corrupción o justicia”, dijo Luciani al cerrar su exposición, y esa frase resume cabalmente lo que pasa en Argentina. Hablamos de un robo de 1000 millones de dólares, calculados a un dólar promedio, que es sólo la parte analizada en la causa Vialidad. Luciani sostiene que, desde el rol de jefa, Cristina Kirchner mantuvo un mecanismo de corrupción institucional durante 12 años usando a Lázaro Báez como herramienta. A la vez solicitó que se incaute lo robado, razón por la que deberán responder todos los acusados con sus bienes, empresas, cuentas bancarias, también pidió el decomiso de todas la sociedades investigadas y acá viene lo interesante: son los bienes de las empresas que conformaban el grupo Báez y que fueron adquiridos durante la investigación y las estancias de Báez: La Verdadera Argentina, Cruz Aique, El Rincón, La Santafesina, El Campamento, Los Baguales, Manantial Alto, La Porteña, Río Bote, Río Orli, Laguna Asador, Los Grises. Nadie en su sano juicio piensa que esas propiedades pertenecen realmente a la familia Báez.
En el capricho de no contestar preguntas mostrado por Cristina en diciembre de 2019 reside el meollo de la cuestión. Pase lo que pase, y diga lo que diga el kirchnerismo, y sus cómplices regionales y mundiales, lo que queda para responder es: cómo hizo Lázaro Báez, un simple empleado bancario de Santa Cruz y amigo íntimo de Néstor Kirchner, para convertirse en el máximo contratista de la obra pública de esa provincia con una empresa que fundó literalmente al inicio del primer Gobierno kirchnerista. Cómo acumuló de la nada una fortuna incalculable de la cuál se deja expresa constancia que no pueden disponer sus herederos en caso de que algo le pase. Cómo puede ser que estando los Kirchner en la cúpula del poder hicieran negocios privados con Báez alquilándoles sus hoteles mientras el mismo Báez ganaba licitaciones multimillonarias del Estado nacional que ellos comandaban.
Vendrán ahora especulaciones sobre las futuras elecciones, apalancadas sobre la suerte de otro beneficiario de la obra pública: Lula y su posibilidad de volver a ser presidente a pesar de sus condenas por corrupción. Vendrán también los debates sobre si puede o no puede Alberto Fernández indultar o amnistiar a su jefa política. Vendrán las sospechas acerca de si Alberto o Massa sabían o no de la trama de corrupción y vendrá, por supuesto, la campaña de victimización orquestada por el Foro de San Pablo y sus infinitos replicantes.
Pero lo que todo el castrochavismo diseminado por el mundo no podrá responder es cómo hizo un pobre tipo sin recursos ni conocimientos para comprarse el equivalente a 20 ciudades de Buenos Aires en el lapso de la presidencia de sus mejores amigos. Sí, una empresa ruinosa compró 20 ciudades de Buenos Aires juntas y luego, mágicamente, desapareció cuando Cristina perdió las elecciones. Es muy difícil dimensionar el robo sistemático cometido contra los argentinos. La causa Vialidad es sólo el comienzo y como dijo Luciani: “Es corrupción o justicia”.
Karina Mariani
Internacional
Diez consejos para moverse en el mundo de lo conspirativo (CONSPIROLOGÍA I de II). Por Ernesto Milá
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6 días agoon
10/10/2024By
Ernesto Milá
1) Las conspiraciones existen, pero, cuidado con interpretar toda la realidad en función de teorías conspirativas. Existen aquellos que, intuyendo cómo va a ser el desarrollo económico-social de los próximos años, se adelantan y se presentan como los “diseñadores del futuro”, cuando, en realidad, no son nada más que pobres aprovechados que tratan tener un protagonismo mediático avalados por su patrimonio y con la simple intención de aumentarlo. Un ejemplo, es Klaus Schwab, presidente del Foro de Davos o George Soros, el inversor. El proyecto de ambos, empieza y termina con el objetivo de aumentar su capital. Dado que no pertenecen a ninguna dinastía económica que lleve generaciones multiplicando su capital, ni tampoco han sido creadores de nuevas tecnologías, se han visto obligados a adoptar, para su juego lucrativo personal, la ideología “progresista” que, tradicionalmente ha acompañado a tales dinastías (los Rothschild, los Rockefeller, los Mars, los Walton, etc), cuyos hijos, habitualmente, se han formado en la London Economic School, inicialmente, de obediencia “socialista fabiana”. Pero sería un error considerar que el “socialismo fabiano”, hoy, está detrás de cualquier proyecto conspirativo: su papel político -hoy completamente disminuido incluso en su tierra natal y, no digamos, en los partidos socialistas de los demás países occidentales (en el PSOE existió una “tendencia fabiana” hasta mediados de los 80)- es irrelevante y lo más que se le puede atribuir es la concepción “gradualista” de los procesos de cambio social. La única conspiración que puede atribuirse a estos multimillonarios es la de fomentar maniobras para aumentar más su patrimonio. Para ello cuentan con “redes de influencia” (Bilderberg, Trilateral, CFR, Foro de Davos, Club de Roma, fundaciones, y un largo etcétera) que sirven, sobre todo, para “socializar” a estas élites económicas, foros de intercambio de informaciones y de relaciones entre el mundo de la política, los negocios y la comunicación. Pero no existen datos suficientes como para suponer que son “centros de planificación” del futuro para toda la humanidad. El mundo moderno es demasiado complejo como para pensar que puede ser dirigido por una élite económica que solamente piensa en sus dividendos y en sus márgenes de beneficios.
2) Existen decenas de asociaciones que suelen ser consideradas como “centros del poder mundial” (que hemos mencionado en el párrafo anterior, la mayoría formada desde el último tercio del siglo XIX hasta nuestros días). Tales centros de poder se han formado en torno a personalidades que disponen de una concentración de capital suficiente como para que lo que hagan con él pueda repercutir directamente en la sociedad y en las políticas de los Estados. Y la ley intrínseca del capital es la necesidad de aumentar y multiplicarse. Por tanto, tales asociaciones suponen un intento de favorecer los intereses de sus miembros a despecho de los intereses de las naciones o de los intereses de la sociedad. No es una novedad propia del siglo XXI el que los intereses de los círculos globalizadores (cuyo único empeño es obtener mayores dividendos para sus inversiones y para los cuales no existen los conceptos de “patria”, “nación”, “sociedad”, ni siquiera ética o moral, sino el simple lucro) y los círculos mundialistas surgidos de proyectos místico-idealistas nacidos en el siglo XIX y que se centraban en la idea de “unificación mundial” (cuyos bastiones son hoy la clase funcionarial de las Naciones Unidas y de la UNESCO, impulsores hoy de la Agenda 2030) se alíen en el mismo impulso: ideas como el “cambio climático” (y la difusión de informaciones que general alarmas sociales aunque estén lejos de ser comprobadas), la “transición energética”, la política de estímulo de las migraciones, la lucha contra la soberanía de los Estados-Nación, definir como racismo, intolerancia y xenofobia a quienes se oponen a estos designios, la generación de miedo a través de pandemias (y la venta masiva de remedios que constituyen peligros mucho mayores que los males que dicen resolver), la apertura de nuevos frentes de negocio vinculados a los mitos contenidos en la Agenda 2030, la creación de problemas artificiales (todo lo relativo a lo LGTBIQ+), la impulsión de la “corrección política”, de nuevos modelos educativos, la difusión de drogas, ritmos y espectáculos que anulan la personalidad, el “wokismo”, todo ello, combinado, no son solo muestras del fracaso de un modelo de sociedad y de unas convicciones políticas y morales, sino, sobre todo, la apertura de “nuevos nichos de negocios” nunca antes explorados en el que los intereses “mundialistas” y los intereses “globalizadores” se combinan y se apoyan mutuamente. Eso es, llamando a las cosas por su nombre, una “conspiración” (acción de gentes que se asocian de forma secreta, clandestina o elitista para lograr determinados fines que les benefician).
3) El tiempo ha demostrado ser un gigantesco cementerio de conspiraciones. Los que ayer sostenían que la masonería era una todopoderosa estructura conspirativa contra las monarquías y a favor de las repúblicas, tuvieron razón… pero hoy la masonería no es más que un residuo de una institución todo poderosa allí donde una revolución liberal facilitaba el acceso al poder de la burguesía. Y lo mismo cabe decir de la teoría de la conspiración bolchevique: durante el siglo XX, entre 1917 y 1989, el bolchevismo fue “algo”. Hoy es un cadáver sin que disponga siquiera de fieles que lo velen. Hemos podido ver, entre 1900 y 2024, movimientos conspirativos que nacían, crecían y desaparecían. Y con ellos las teorías que las interpretaban. No puede hablarse de una “única conspiración”, lineal, inexorable y constante a lo largo de los siglos: lo que es humano tiene fecha de caducidad y bastan unas pocas generaciones para que un peligro sea conjurado, pierda fuelle o sea derrotado por otro peligro, acaso aún mayor. Únase al paso del tiempo, el azar, las nuevas realizaciones humanas fruto de la investigación científica, los nuevos procesos sociales y lo que se tendrá es un puzle imprevisible, sorprendente, en el que nadie es capaz de establecer cómo será el futuro, ni mucho menos cómo controlarlo. La flecha del tiempo siempre va hacia adelante y lo que ayer era esencial, mañana puede resultar irrelevante. No existe sociedad conspirativa alguna capaz de interpretar todos los datos existentes hoy y los que pueden aparecer sorpresivamente, para asegurarse una posición dominante permanentemente.
4) Los procesos de degradación que se están dando en la modernidad, más que frutos de la acción consciente de sociedades secretas organizadas, deberían de considerarse como muestras de la entropía. Se iría que lo que podríamos llamar “energía civilizacional” se va agotando y cada vez resulta más difícil invertir la pendiente de la decadencia. Es el proceso de lo que René Guénon llamaba “solidificación del mundo”. Esa entropía hace que el sistema humano sea cada vez más caótico. Las leyes físicas no son objeto de “conspiraciones” y la mayoría de procesos de degradación que se viven en la modernidad son producto de la falta de valores, los sistemas educativos fracasados, las concepciones de la vida tan ingenuas como inútiles, la falta de clase política digna de tal nombre y así sucesivamente. El margen que, en esta situación, puede tener una “conspiración” para actuar es relativamente reducido. Pueden existir, por supuesto, grupos económicos poderosos que se asocien en defensa de sus propios intereses y contra los intereses generales y son esas conspiraciones las que vale la pena denunciar, como también, paralelamente, es necesario denunciar las situaciones de degradación de la vida social y cívica que se están produciendo y que podrían resolverse si existiera interés en hacerlo. Ese absentismo de la clase política a la hora de afrontar problemas reales, es el resultado su incapacidad, una verdadera selección a la inversa en la que los más aptos, preparados y generosos, se han retirado del terreno político, dejándolo como pasto para psicópatas, incapaces, aprovechados, corruptos y vividores. La entropía actúa y aumenta el caos social.
5) No hay teoría conspirativa perfecta: todas adolecen de algún problema y todas quedan superadas a corto plazo por los hechos. Las teorías conspirativas perfectas (es decir, cuya interpretación de las causas y de los efectos superan el espacio y el tiempo y tienen un alcance universal) solamente podrían existir en una sociedad orgánica en cuyo interior rige un principio de orden, pero no en una sociedad que se dirige a marchas forzadas hacia situaciones cada vez más caóticas. Hoy, la única conspiración posible es lo que podríamos llamar “conspiración plutocrática”, esto es, la “conspiración del dinero”, pero no es el una conspiración propiamente dicha, sino el resultado de las leyes de la oferta y de la demanda y de la existencia de grandes monopolios y consorcios que falsean el principio de libertad económica: en un momento en el que los Estados cada vez son más débiles y los grupos económicos más fuertes, no existe ni puede existir “libre competencia” (el factor necesario para garantizar la inexorabilidad y la justeza de la ley de la oferta y la demanda). Las grandes acumulaciones de capital, por su necesidad de obtener réditos del dinero invertido, necesariamente imponen su voluntad sobre los Estados. Pero, más que hablar de una “conspiración” estaríamos hablando de las lacras aparecidas en las últimas fases de acumulación de capital. Por otra parte, pensar que lo que hemos llamado “sociedades del poder mundial” (Bildelberg, Trilateral, Grupo de Davos, etc.) forman grupos unidos de conspiradores significa no conocer que mientras existan dos capitalistas, existirá rivalidad entre ellos, y si bien ambos tendrán enemigos comunes que derrotar, también entre ellos son y serán siempre enemigos: así lo impone la ley de oro del capitalismo. Éste, en su incesante acumulación de capital reduce los actores protagonistas, a unos pocos magnates que compiten entre sí. No hay paz entre ellos. No puede haberla porque la competencia impide alianzas a largo plazo.
6) Lo que se identifica habitualmente como “actores activos” en las teorías de la conspiración, son en realidad grupos económicos, carteles, dinastías financieras, en muchos casos más fuertes que la mayoría de los Estados que se mueven en defensa de sus intereses. No solo se trata de obtener buenos dividendos hoy, sino de que los que se obtengan el próximo año sean mayores, que el conglomerado industrial y financiera, sea cada vez mayor y eso implica adoptar determinadas estrategias, fundamentalmente, ante los Estados Nación (que, por el momento, son las únicas estructuras que poseen instrumentos suficientes para poner coto a su rapacidad (mediante gobiernos soberanos, provistos de fuerzas de seguridad, instituciones, legislación, métodos coercitivos y fiscalidad). De ahí que todos estos actores activos, tengan como objetivo central disminuir la autoridad y la soberanía de los Estados (y, por tanto, no puede extrañar que apoyen y promocionen a los políticos más corruptos, débiles y amorales que puedan satisfacer con más facilidad los intereses de los grupos económicos). Pero, a partir de ahí, tras ese objetivo común, todo es “competencia” y, por tanto, rivalidad, lucha y conflicto. No existe una sociedad de plutócratas conspiradores que sean solidarios entre ellos y entre los cuales, la rivalidad, la búsqueda de mayores beneficios les garantice paz, armonía y solidaridad eterna.
7) Los fascismos históricos, en especial allí donde tuvieron más arraigo, surgieron de “teorías de la conspiración” que tuvieron altos niveles de aceptación en tanto que respondían a fenómenos muy reales que habían ocurrido con anterioridad. Pero, tras la guerra mundial, los movimientos neofascistas tuvieron una irreprimible tendencia a interpretar los hechos históricos que ocurrieron a partir de 1945, en función de distintas teorías conspirativas que, en realidad, eran reformulaciones de antiguas teorías, refinadas y readaptadas. Los neofascismos y, por extensión, la extrema-derecha no son los únicos ambientes políticos en los que se han manifestado teorías de la conspiración (incluso la propia interpretación marxista de la historia puede ser considerada como una de estas teorías en las que “la burguesía” trata de imponerse al “proletariado”), pero si son aquellos que, por su psicología particular, por la sombra de la derrota de 1945, hayan puesto mayor énfasis en fijar interpretaciones conspirativas (que, recordémoslo, interpretan una realidad compleja en función de teorías muy simples).
8) Ninguna de las teorías de la conspiración que circulan en la actualidad -y que, en buena medida, son compartidas por neofascismos, postfascismos, nacional-populismos o extrema-derecha- es completa y verificada. Obviamente, la que encaja mejor con la realidad es la denuncia realizada contra el mundialismo; en el resto de conspiraciones que hemos analizado parece evidente que se trata de interpretaciones erróneas o con cierto nivel de desenfoque, de problemas realmente existentes. No puede decirse, por ejemplo, que la inmigración musulmana a Europa, con la consiguiente islamización del continente, sea un fake. El problema existe y cada día que pasa es más aguda, incluso en algunos países, es cuestión de tiempo que estalle la guerra civil, étnica, religiosa y social. Pero ninguna de las teorías conspirativas elaboradas para interpretar el fenómeno responde a todas las preguntas planteadas, ni siquiera explican la pasividad de los gobiernos de Europa Occidental ante el fenómeno que pone dudas sobre la viabilidad de estos estados en un futuro desgraciadamente muy próximo. Lo dramático es que el fenómeno existe, que no es un fenómeno grave, sino gravísimo, ante el cual la mayoría de gobiernos parecen paralizados, pero hasta ahora, ninguna teoría de la conspiración ha logrado integrar todos los elementos presentes en la ecuación y aportar un enunciado único que sea capaz de responder a todas las cuestiones que podrían formularse. Ya lo hemos planteado: un George Soros, ¿sería capaz, sin dudarlo, de provocar una guerra civil étnica sólo por “odio” hacia la Vieja Europa, a sabiendas de que lo que quedara de Europa después del conflicto haría que se perdiera el producto de décadas de especulación bursátil realizada por el propio Soros? ¿Cómo integrar en una interpretación de este tipo el axioma económico de que “el dinero es cobarde” y huye de los conflictos? Ninguna de las teorías de la conspiración ha logrado responder a cuestiones tan simples como ésta.
9) La “teoría de la conspiración mundialista” es, por el momento, la que mejor se adapta a la interpretación de la realidad del siglo XXI. Enunciada en medios neofascistas franceses de la segunda mitad del siglo XX acierta a la hora de establecer responsabilidades en los organismos internacionales que surgieron tras la Segunda Guerra Mundial, en especial las Naciones Unidas y la UNESCO. Todo induce a pensar que los grupos de funcionarios, fuera de cualquier disciplina de nación o Estado, de estos organismos, muy influidos por determinadas corrientes místicas nacidas en el siglo XIX, favorables a la “unificación mundial”, hayan elaborado un programa -la Agenda 2030- como antes elaboraron otros muchos (los “Objetivos del Milenio”) pactado en parte con grupos económicos globalizadores. La teoría de la conspiración que logre trasladar a las masas la convicción de que un grupo de funcionarios alucinados a los que nadie ha elegido, han elaborado un plan de “unificación” y que este grupo funcionarial ha pactado con las mayores acumulaciones de capital, cuáles van a ser las mejores áreas de inversión (energías verdes, transición energética, energías renovables) y que la invasión demográfica es el mejor método para que Europa gane competitividad (a despecho de que pierda en identidad, se islamice o la brutalidad se extienda por sus calles), esa teoría logrará comprender los rasgos de nuestra época y la decadencia presente y futura.
10) Las teorías de la conspiración, en sí mismas, son meros modelos de interpretación de la historia, más o menos próximos a la realidad (o completamente alejados de ella en el caso de las teorías conspiranoicas). Pero lo que, en el fondo cuenta, es la capacidad de recuperación de las condiciones normales de vida, de libre albedrío y de libertad de los pueblos. Las teorías de la conspiración se han preocupado solamente de interpretar los sucesos que ocurren en Occidente. Pero, ahora, en tiempos de mundialización, las interpretaciones “eurocéntricas” ya no son válidas. Estas interpretaciones se identifican con las que hemos llamado “teorías clásicas de la conspiración”, de las que las que hoy maneja la extrema-derecha, el postfascismo y los medios conspiranoicos, no son más que adaptaciones o reformulaciones. Lo que valía para la Rusia de 1917, ya no vale para la China o para la Argentina de 2024. Todo período histórico precisa de un modelo interpretativo, para entenderlo y prever su evolución futura. Entre todas las teorías de la conspiración, incluida la mundialista, la más próxima a la realidad, no hay ninguna que consiga integrar todos los elementos y factores que operan en la modernidad y dar una respuesta sobre los motores del proceso entrópico, con nombres y apellidos. Aquel que logre elaborar una teoría global sobre los orígenes y los factótums de la crisis de civilización actual, conseguirá que sus epígonos la traduzcan en términos políticos en un programa de reconstrucción de los pueblos. Si es que ello es posible. Puede ocurrir también que la realidad mundial actual sea tan completa y diversa, según grupos sociales, continentes y civilizaciones que, esta tarea sea imposible y, a la postre, el caos que estamos viviendo sea solamente el resultado de la entropía que sufre cualquier sistema cerrado de energía: cuando ésta se agota, el sistema, al estar cerrado, entra en crisis. Y el planeta Tierra, más vale que no lo olvidemos, es precisamente un sistema cerrado de energías diversas cada vez más agotadas, como consecuencia de lo cual, en lugar de tender al orden, tienden al caos.
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