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Nació pobre, negro y la izquierda le odia: Clarence Thomas, Juez del Tribunal Supremo de los USA, católico y provida

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CONSERVADOR, CATÓLICO Y ORIGINALISTA

En la historia reciente de los Estados Unidos hay dos hombres de color (negro), aunque de tonalidades diferentes, que se desprecian sin disimulo. Uno de ellos, un mulato educado por unos abuelos millonarios blancos, que a los diez años ya iba a al mejor colegio de Honolulu y que llegaría ser presidente de los Estados Unidos. El otro, un negro pobre de solemnidad educado por su abuelo analfabeto en una granja del sur profundo de Georgia, que a los diez años vio por primera vez un cuarto de baño y que se llama Clarence Thomas, juez vitalicio de la Corte Suprema. El que nació millonario es, claro, Brack Obama, un progre abortista protestante e hijo de un musulmán. El que nació pobre es un católico provida. Uno de ellos ya sólo es un expresidente. El otro tiene en sus manos una decisión esencial para comenzar a acabar con la cultura de la muerte en los Estados Unidos: triturar la sentencia de Roe contra Wade que ha permitido e incluso ha promovido 65 millones de abortos en los últimos 50 años.

De verdad que no nos equivocamos si escribimos que los demócratas y todo el lobby abortista darían lo que fuera porque a Thomas le diera un repente, un covid, un lo que fuera. Pero Thomas está fuerte, se cuida y sólo tiene 73 años de vida. Y qué vida.

Clarence Thomas nació descendiente de esclavos en Pin Point, un poblacho georgiano fundado por negros cimarrones. Su padre —aquí hay un punto de conexión con Obama— se marchó de casa cuando Thomas tenía sólo tres años. Cuando su madre tocó fondo y tuvo que mendigar —aquí se rompe la conexión con Obama—, decidió mandar a sus hijos a vivir a la granja de sus abuelos maternos cerca de Savannah. Su abuelo materno, Myers Anderson, fue un trabajador incansable («el hombre más grande que he conocido», asegura siempre Thomas, que le dedicó el título de su autobiografía «El hijo de mi abuelo»). El abuelo Myers no sólo le puso a trabajar a destajo en la granja («que el sol nunca te sorprenda en la cama, hijo»), sino que se encargó de que tuviera la educación que él no había podido tener.

Bush miró a Thomas a los ojos y sin apartar la mirada le dijo: «Jamás discutiré tus sentencias». Eran otros tiempos, claro

Thomas fue el único negro del instituto local, alumno de cuadro de honor y hasta sintió la llamada (breve) de la vocación sacerdotal. Cuando constató que la llamada comunicaba, los curas, que suelen apreciar la inteligencia sobre la vocación, lo mandaron al Colegio Universitario de la Santa Cruz en Massachussets, donde se graduó en Lengua Inglesa y desde donde dio el salto a la elitista Facultad de Derecho de la Universidad de Yale.

Cuando salió de Yale, Thomas pensó que se comería el mundo, pero las grandes firmas de abogados despreciaron su título porque pensaban que estaba enmarcado en discriminación positiva a favor de los negros. Así son los efectos reales de la discriminación positiva que ahora se abate como una sombra sobre las mujeres. Thomas se enfadó tanto con la pasividad de la Universidad de Yale y su política de benevolencia con los negros, que recortó un círculo de una cajetilla de tabaco y lo pegó encima del sello de la Universidad en su diploma. Y ahí sigue. Thomas jamás ha vuelto a pisar Yale.

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Lo que sí pisó fue Missouri, donde trabajó tres años a destajo como ayudante del fiscal general, John Danfort, que luego fue elegido senador republicano de los Estados Unidos y que acabó llevándose a Thomas a Washington. Un par de años después, Thomas entró en la Administración Reagan como secretario ayudante de la Oficina de Derechos Civiles y luego como director de la Comisión de Igualdad de Oportunidades. Allí fue conocido por enfrentarse a todo líder negro que se le ponía delante con intención de quejarse de Reagan, lo que no pasó desapercibido para el presidente Bush (George H., el padre) que le nombró juez del Tribunal de Apelaciones del Distrito de Columbia.

Thomas fue durísimo con los senadores a los que exigió que terminaran con este «linchamiento al negro»

Dos años (sólo) después, recibió una llamada del presidente para que acudiera a verle («si lo sé, no voy», recordaría después). Thomas se sentó frente a Bush y este le dijo que quería que sustituyera en la Tribunal Supremo al legendario juez negro Thurgood Marshall. Bush le preguntó si creía que estaba en condiciones de pasar («tú y los tuyos») por esa tortura refinada que se llama sistema de ratificación del Senado. Thomas dijo que estaba preparado. No sabía lo que decía. Para concluir la conversación, Bush miró a Clarence Thomas a los ojos y sin apartar la mirada le dijo: «Jamás discutiré tus sentencias». Eran otros tiempos, claro.

El proceso de ratificación fue un infierno que Thomas sobrellevó en parte gracias a su renovada fe católica. Los demócratas del Senado, los grupos feministas y los republicanos, ay, moderados de las grandes ciudades del Este se lanzaron al cuello de Thomas. Había que acabar con aquel tipo tan joven (43 años), tan negro, tan expobre y tan católico que suponía un voto estable conservador. En aquel ruido de puñales por la espalda, una voz se alzó con una acusación terrible: acoso sexual. Anita Hill, una ayudante (negra) de Thomas en sus tiempos en la Comisión de Igualdad, aseguraba que su exjefe mantuvo varias conversaciones con ella acerca de sus hazañas sexuales, de su afición a las películas porno, su admiración por el actor Long Dong Silver (Largo Badajo de Plata) y sus chistes seudoprocaces como preguntar en voz alta «quién ha puesto vello púbico en mi coca-cola».

Thomas es originalista e intepreta la Carta Magna no por lo que alguien dice que dice, sino por lo que los padres de la Constitución quisieron que dijera

El FBI consideró el testimonio de la señorita Hill inconsistente y la Comisión que despellejaba a Thomas hizo caso en principio a los federales y no la llamó a declarar. Sin embargo, alguien filtró las acusaciones y los grupos feministas amenazaron con cortar en juliana a los senadores. Al final, la Comisión se arrugó, Hill compareció y se ratificó en lo declarado, pero no pudo aclarar por qué siguió trabajando con él durante años, incluso proponiéndose a sí misma para seguir a Thomas a otros puestos («Esa misma pregunta me hago yo», balbuceó). En su intervención ante el Comité, Thomas fue durísimo con los senadores a los que exigió que terminaran con este «linchamiento al negro». Fue ratificado como juez de la Corte Suprema por solo cuatro votos de diferencia. Años después, aseguraría que todo aquello sólo tenía que ver con una cosa: con el aborto.

Tenía toda la razón. Treinta años después, ha quedado demostrado.

Y sí. Clarence Thomas es católico consecuente, no como Biden, y es provida, pero eso no es un argumento jurídico para él. En público es un juez del Tribunal Supremo que defiende una interpretación de la Constitución basada en el originalismo, que significa que la Carta Magna nunca —jamás— debe ser leída por lo que alguien dice que dice, sino por lo que los padres de la Constitución quisieron que dijera. Para eso, el juez debe conocer en profundidad el contexto histórico en el que se tomó la decisión de redactar tal o cual enmienda. Un ejemplo a vuelapluma sería pensar en un mandato constitucional que prohibiera ejecutar a una persona escalfándola. Un juez literalista sentenciaría que ajusticiar a una persona metiéndola en agua hirviendo es inconstitucional, pero no así el resto de los tipos de ejecución. Un juez originalista, como Thomas, sabría que el método preferido de linchamiento en aquella época era el de hervir a una persona hasta la muerte, por lo que prohibiría ajusticiar a una persona torturándola con cualquier sistema.

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Cuando Clarence Thomas abre los ojos después de una larga meditación y se pone a hablar, el resto de los jueces del Supremo no se atreve a rechistar

Un juez originalista que deja hablar a los padres de la Constitución es siempre un peligro para un presidente… demócrata. Las penúltimas administraciones demócratas (Clinton y Obama) han defendido la interpretación de la Constitución al albur de los intereses -cambiantes- de Washington. Para un originalista, la Carta Magna da al Gobierno unos poderes limitadísimos, sólo suficientes para regular la marcha económica de la nación. El resto es una cuestión de la soberanía de cada Estado. El aborto, para un originalista como Thomas, no es una cuestión federal y por ahí van los tiros de la filtración interesada —por primera vez en la historia se filtra una deliberación del Supremo— de la esperadísima sentencia que ojalá destroce Roe contra Wade y devuelva la decisión sobre la legalidad del aborto a los Estados de la Unión.

¿Y el derecho a llevar armas? Menos. En una sentencia en 1993, Thomas destruyó con un voto particular y concurrente la posibilidad de que se acabara con el asunto del control de armas (el juez cree que la Constitución protege un derecho individual) ¿Y la discriminación positiva? Tampoco. Thomas, acuérdense de lo de Yale, es el peor enemigo de las juntas de admisión de la universidades porque opina que tres enmiendas añadidas tras la Guerra Civil anulan cualquier tipo de preferencia por razones raciales.

El lector alertado pensará que Thomas sólo es uno de nueve jueces. Pero no es así. Es el mejor. Obama, por cierto, disparó con bala en una de las primeras entrevistas que concedió tras ser elegido presidente cuando aseguró que la elección de Thomas «no había sido afortunada», porque «no tenía la formación adecuada». El juez se la devolvió haciéndose el dormido en las fotos de la toma de posesión del primer presidente mulato de la historia de los Estados Unidos. 

Su ascendiente es tremendo entre el resto de los jueces del Supremo por lo fundamentados de sus votos (concurrentes o discrepantes) y porque calla más de lo que habla. En un país con una vocación de protagonismo en la Judicatura sólo comparable a la ciertos despachos de la Audiencia Nacional española, Clarence Thomas es rara avis. Es un tipo silencioso que no suele hacer ni una sola pregunta en las vistas y que en sus comparecencias públicas (en cualquier universidad que no sea Yale) se dedica a urdir maneras de encajar a su abuelo en sus inspiradoras respuestas («siempre hay un mañana», «mi abuelo jamás se quejó», «mírenme a mí»).

Para Thomas, la felicidad absoluta consiste en conducir su autocaravana junto a su segunda mujer, la activista republicana Virginia (Ginni) Lamp

Todos sus enemigos, y tiene muchos, coinciden en que cuando Clarence Thomas abre los ojos después de una larga meditación y se pone a hablar, el resto de los jueces del Supremo no se atreve a rechistar. Ni siquiera lo hacía el fallecido y ya legendario Antonin Scalia, católico también, pero mucho más favorable a la presencia del Gobierno en la vida de los americanos. Scalia, se dice, se cuenta, jamás se atrevió a discutir con Thomas. Ambos reservaban sus combates para los votos particulares, donde se atizaban con la grandísima elegancia que Scalia no tenía con el resto de los jueces. Algunos creen que Scalia le tenía miedo, sin saber que era una cuestión de educación. Thomas siempre exige buenos modales a cualquiera que desee debatir con él, y está probado que sentencia sin importar su pensamiento privado sobre una u otra cuestión.

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Porque para Thomas, lo esencial de su pensamiento es que la Constitución dice que el Gobierno no tiene derecho alguno a meterse en la vida de los ciudadanos. Punto.

Thomas confiesa que la felicidad absoluta consiste en conducir su autocaravana por las carreteras de los Estados Unidos junto a su segunda mujer, Virginia (Ginni) Lamp, activista republicana, una mujer blanca de buena familia de Nebraska. Para el juez, Ginni lo es todo. Una persona con la que comparte gustos, aficiones y pensamiento… Quizá demasiado, como lo prueba el hecho de que, en 2011, 74 senadores demócratas escribieron una carta al juez Thomas a principios de siglo animándole a dimitir al estar «su honor en entredicho» por estar casado con una de las principales abogadas de aquel movimiento conocido como Tea Party, precursor de la llegada de Donald Trump a la Presidencia. Ginni es, además, exmiembro de la formidable Fundación Heritage, el grupo más importante de pensamiento conservador que sirvió con lealtad a Bush e intentó ordenar el caos en la Administración Trump. Y además es la creadora del lobby Liberty, especialista en esfuerzos de presión política y de recaudación de fondos electorales. La posición de Ginni Thomas, de soltera Lamp, sobre la limpieza de las elecciones que llevaron a Biden a la Presidencia, es manifiesta: no fueron limpias.

En principio algún crítico podría pensar que hay un conflicto de intereses entre el juez por su cercanía de colchón a las posiciones activistas conservadoras, pero la trayectoria del juez, el hijo de su honrado abuelo, es impecable también en esto.

Thomas se ha recusado a sí mismo 32 veces desde que llegó a la Corte Suprema. Si no lo hace ahora, es porque en su pensamiento no hay conflicto de intereses y su honor no está en entredicho. Y punto de nuevo.

 

Jose Antonio Fuster

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La última bala de Sánchez: “Currarse la página de la pena”. Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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Así se llama en términos carcelarios, así se llama el último intento de mejorar la situación durante una condena: “currarse la página de la pena”. Es lo que está haciendo Pedro Sánchez con su carta en la que “estudia dimitir por amor a Begoña”. En realidad, si se lee la carta, se percibe con mucha más claridad que intenta polarizar aún más al país. De hecho, desde la presentación (“Carta a la ciudadanía”) se percibe que esta carta no es más que la apertura de la campaña electoral en Cataluña y en las europeas. Podemos estar, claro, equivocados y, a fin de cuentas, lo que pretenda Sánchez es “librarse de tanto sufrimiento” por los ataques que se vienen repitiendo contra él y su mujer -justificados, por otra parte- en los dos últimos meses. Veamos las distintas alternativas.

¿SÁNCHEZ VA DIMITIR?

TODO LO QUE AVALA UNA RESPUESTA AFIRMATIVA

No puede olvidarse el contexto en el que ha aparecido esta carta, caracterizado por:

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A.- La reapertura en Francia de la investigación sobre las filtraciones del programa Pegasus: si bien en España, Sánchez controla a la fiscalía, no puede hacer nada contra una investigación iniciada en Francia. En España, la filtración de Pegasus se llevó por delante a la directora del CNI. Poco más. Y la cuestión es muy grave, de hecho, es gravísima: un país, inicialmente “amigo” -Marruecos- utiliza un programa para espiar las conversaciones telefónicas del gobierno español. Desde que se supo, el problema no es el hecho en sí, sino lo que “sabe” la inteligencia marroquí sobre Pedro Sánchez.

Pegasus es importante y significativo por dos elementos:

1) Fue a partir de entonces cuando cambió significativamente la política del gobierno en relación al Sahara, mostrándose favorable a Marruecos y rompiendo con Argelia. La política de apoyo a la resolución de la ONU que proponía un referendo para la población saharaui, había sido constante y tradicional en todos los gobiernos de España desde la transición. Romperla, implicaba también, ofender a Argelia, primer exportador de gas natural a España, en el peor momento: cuando había estallado el conflicto ucraniano. El cambio de política sobre la cuestión del Sáhara era, por tanto, injustificable, contrario a los hábitos diplomáticos y opuesto en sus consecuencias a los intereses de España.

2) Pegasus es un programa espía de patente israelí, aupado por el Mosad. Este elemento es importante: la crisis actual coincide con un momento en el que Sánchez -huyendo de su creciente impopularidad en España- ha asumido el rol de “misionero internacional para el reconocimiento del “estado palestino”. Esto le ha supuesto un aumento de su prestigio en la escena internacional, pero también el odio eterno de Israel. En realidad, el Mosad, lo que ha hecho con Pegasus no ha sido otra cosa que extender su influencia en dirección a otros servicios de inteligencia internacionales. El de Marruecos, por ejemplo. Es posible, incluso, que el propio programa, en su concepción, permita a Israel acceder a los mismos conocimientos que obtiene quien lo ha comprado. Si esto es así -y es muy posible que lo sea- lo que “sabe” Rabat de Sánchez, lo sabría también el Estado de Israel.

B.- La comisión de investigación sobre el “Caso Koldo” en el Senado. La endiablada situación política española después de que el PP se impusiera en votos y escaños en las pasadas elecciones, pero Sánchez consiguiera el apoyo de los partidos de izquierda, nacionalistas e independentistas para ser elegido presidente, a cambio de realizar concesiones ilimitadas, ha precipitado el que, tras conocerse el “Caso Koldo” se creara una “comisión de investigación” en el Senado, controlado por el PP. A pesar de las limitaciones de estas comisiones (y de que, hasta ahora, nunca han aclarado nada) , lo cierto es que la comparecencia de Salvador Illa hizo que aumentaran las sospechas de complicidad de la presidencia en la “trama Koldo”. Este hecho no se escapó a los periodistas que constataron la inseguridad con la que Illa contestó algunas preguntas y no estuvo en condiciones de responder satisfactoriamente al hecho de que recibiera en su despacho ministerial a alguien como ”Koldo”, que no era oficialmente, más que un chófer-guardaespaldas de otro ministro.

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Y esto es importante por dos factores:

1) Por que Illa es el candidato que encabeza la lista en las próximas elecciones autonómicas a Cataluña a celebrar en el mes de mayo. La declaración ante el senado y las reacciones de la prensa, inevitablemente suscitarán una caída en sus expectativas de voto. Sánchez, con su amenaza de dimisión, habría querido recuperar el terreno perdido, especialmente con sus socios parlamentarios (ERC se mostró muy hostil a Illa en la comisión).

2) La amenaza de dimisión, también era una forma de decirles: “Si me voy yo, os quedáis sin amnistía y el que venga detrás, seguro que no es da tantas facilidades como os doy yo”. Así trataría de evitar, de una vez por todas, nuevos chantajes parlamentarios por sus socios en cada votación. Y si los socios valoran la situación verán que, con un PP en la Moncloa, condicionado por los votos de Vox (aunque no formara parte del gobierno), la situación de privilegio de la que gozan nacionalistas e independentistas, concluiría abruptamente.

C.- Ni el “Caso Begoña”, ni el “Caso Mascarillas” han concluido. En ambos casos, la prensa está en estos momentos trabajando en distintas líneas. Estas investigaciones llevan su tiempo. Ningún medio está dispuesto a jugarse una querella multimillonaria por difamación, ni del presidente, ni de Begoña, ni de los ministerios afectados por estos casos. En otras palabras: de la misma forma que, judicialmente, estos casos están solamente en sus primeras fases de investigación, en lo que se refiere a los medios de comunicación, hay mucho más material todavía no publicado (y que, sin duda, irá deslizándose por goteo en las próximas semanas y meses) que comprometería gravemente la posición y las afirmaciones del gobierno.

Todo esto es importante por dos factores:

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1) En el “Caso Koldo” están implicados altas autoridades del Estado (la número tres del Estado, la presidenta del Congreso, Francina Armengol que durante la pandemia era presidenta de la Comunidad Autónoma Balear), varios ministerios y varios presidentes de comunidades autónomas entonces gobernadas por el PSOE. Pero todavía es más grave el contexto en el que se produjo el “caso”: una pandemia que el propio gobierno, tras la manifestación feminista del 8 de marzo, declaró el “confinamiento”, generó una campaña de terror primero en torno a la peligrosidad del virus, aplicó los protocolos de la OMS para tratar la enfermedad (que hoy se tiene la convicción de que contribuyeron a aumentar la víctimas) y, para colmo, recomendó una vacuna (no obligatoria pero sí en la práctica para aquellos que querían viajar al extranjero y para los trabajadores de empresas importantes) cuyas secuelas explican la inflación de muertes que se ha producido con posterioridad y, que el propio ministro Illa promocionó mostrando una fotografía de “cómo se vacunaba”… a pesar de que declaró en la comisión de investigación del senado que él “no se había vacunado”.

2) El “Caso Begoña”, abierto por un juzgado madrileño después de una denuncia de “Manos Limpias”, es inédito en la historia política del mundo civilizado. Todas las mujeres de presidentes, simplemente, o no habían actuado en política o si habían actuado era presentándose como candidatas en una lista electoral (casos de la esposa de Felipe y de la esposa de Aznar). Pero el hecho de que Begoña correteara en once ministerios del gobierno de su marido y obtuviera buenos contratos, subvenciones y beneficios para empresas que “asesoraba” resulta inédito en cualquier concepto democrático. A eso se le llama sospecha de “tráfico de influencias”. Sospecha, por otra parte, fundada. Siendo todavía más grave porque en algunos de los casos investigados las subvenciones eran con fondos europeos. Y, el problema para Sánchez es que las gestiones de su esposa fueron realizadas con una sensación total de impunidad y dejaron rastros suficientes (de momento, dos cartas firmadas por ella, de “recomendación”) que permiten seguir la pista con facilidad.

D.- El fracaso del contraataque socialista ante la corrupción. A partir de conocerse el “Caso Koldo” y sus ramificaciones y despuntar las primeras informaciones del “Caso Begoña”, los socialistas cometieron un error doble de comunicación: en primer lugar, desempolvaron casos ya vistos y juzgados de corrupción que afectaban al PP. Era una forma de decir “y tú más” y creer que así se desactivaba la información. En segundo lugar, trataron de crear un caso que afectara al PP allí en donde más le duele a Sánchez: en Madrid. Aprovechando que Isabel Díaz Ayuso era uno de esos empresarios oportunistas a la caza de buenos negocios a la sombra de la administración, el PSOE creó el “Caso Ayuso-Mascarillas”, pensando que contrapesaría al “Caso Koldo”. Sin embargo, la desproporción entre los dos casos pronto fue evidente: las acusaciones contra González Amador, tenían que ver con impagos a hacienda por ventas de mascarillas, antes de que fuera pareja de Díaz Ayuso. Y, además, ya se había pactado con Hacienda la resolución del caso para evitar el juicio. Aquí, fue donde se comprobó también la colaboración del Fiscal General en la ofensiva del PSOE, filtrando fría, deliberadamente, datos sobre un ciudadano privado que había reglado su situación con Haciendo. No había más vuelo para el “Caso Ayuso-Mascarillas”. De hecho, jamás existió. Mientras, se seguían filtrando más y más datos sobre los casos “Begoña” y “Koldo”.

Y esto es importante por dos elementos:

1) El fracaso del “y tú más” y el poco recorrido de los ataques contra Díaz Ayuso, evidenciaban la necesidad para el PSOE de cambiar de estrategia, pero también el reconocimiento de que, a medida que avancen los trámites judiciales, la situación empeoraría para los procesados. Y el resultado final sería una agonía mediática que implicaría el agotamiento electoral del PSOE, imposible de compensar -a la vista del aumento desmesurado de la deuda pública española en los tres últimos años y de la negativa de la UE a crear “bonos de deuda europeos”- con la “naturalización” de unas cuantas decenas de miles de inmigrantes. El problema es que, a la vista de lo que se ha publicado sobre estos casos de corrupción, de lo que los medios están investigando en este momento y de lo que el propio Sánchez conoce y que aun no ha salido a la superficie, era imposible afrontar un contrataque eficiente.

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2) El último error de Sánchez ha sido precisamente su “carta” en el que amenaza con su dimisión. La carta es hoy primera plana en todos los medios de comunicación europeos que, gracias a ella, además de referenciarla se han visto obligados a explicar lo que está siendo el “Caso Koldo”, el “Caso Begoña”, los avances mediáticos y judiciales, la comisión de investigación del Senado, etc, elementos todos ellos que habrían pasado desapercibidos para la opinión pública europea, de no ser por la dichosa “carta”. Esto hace que, cada vez más, las puertas de la UE se le vayan cerrando al pedrosanchismo. El electorado alemán y, mucho más especialmente, los gobiernos europeos de derecha, empezando por el italiano, van a permitir que llegue a España un solo euro comunitario que tiene muchas posibilidades de ser empleado en no llegar a los destinos para los que ha sido enviado, y perderse en los bolsillos próximos al gobierno español.

  1. La mala situación general económico-social de España. Mientras la UE había habilitado planes de “reactivación” económica posteriores a la pandemia, mientras se podían enmascarar las cifras y alardean de que la economía española “iba como una moto”, trucando incluso las cifras del pero, acallando el descontento social con promesas electorales y la demencial política de inmigración insuflando más y más fondos para la “integración” de los inmigrantes, regando a ONGs mafiosas con más y más millones para que ejecutaran su tarea de “taxis” para aumentar el número de inmigrantes, y mientras una parte de los medios recibía jugosas subvenciones a condición de difundir “beneficios” de las políticas gubernamentales y ocultar las cifras problemáticas (el déficit que ha llegado en marzo de 2024 a 1,6 billón de euros), Sánchez podía mantenerse en la Moncloa. Pero, en los últimos meses, el aumento de la criminalidad -especialmente de los delitos más graves: violaciones, asesinatos y robos con violencia-, la constatación de que zonas del país, en el sur, ya están en manos de las mafias de la droga y de que estas actúan impunemente, ante la mirada indiferente de Marlaska, y por ahí pasa, no solo hachís e inmigración, sino también toneladas de cocaína llegada a Marruecos, el cambio de actitud alemana hacia la entrega de fondos al gobierno español, el malestar por el aumento de una inmigración innecesaria, incontrolada y peligrosa, las molestias insólitas que esto crea en el día a día de la sociedad a causa de sus costumbres culturales y antropológicas que no están dispuestos a renunciar, la demostración de que la cifra de parados está un millón por encima de las cifras oficiales, el hundimiento en la venta de pisos, de coches eléctricos, los intentos del gobierno de controlar más y más empresas del Ibex, etc, etc, etc. Todo ello pinta un cuadro catastrófico del país.

Esto es importante por dos factores:

1) Todo esto, quizás, por separado, pudiera tener alguna solución (ser enérgico en la lucha contra la delincuencia, repatriaciones masivas empezando por inmigrantes que hayan cometido delitos, austeridad en el gasto público, reducción de las dimensiones de la administración, etc), pero juntos son de imposible solución especialmente para un gobierno en minoría y con problemas de autoridad, corrupción, dependencia de socios parlamentarios verdaderos chantajistas. Y, el gran problema es que, antes o después, está situación se evidenciará en toda su crudeza (como ha ocurrido en Argentina: “no hay plata”). El cambio de actitud de la UE en relación a España y el cierre del grifo han marcado ese momento en el que el realismo tenderá a imponerse y los “hombres de negro” exigirán medidas drásticas que afectarán, especialmente, a las pensiones, generando un vuelco en las intenciones de voto.

2) El nivel de la deuda española es tal que no solamente compromete el desarrollo y las inversiones en los próximos años, sino que supone una losa para las futuras generaciones y esto en un país multiétnico en el que los nacidos fuera de España y sus hijos, son ya la cuarta parte del total de la población. Ni en las elecciones generales de 2023, ni en las autonómicas que se están celebrando desde enero, ningún partido -salvo Vox- han hablado de lo que debería ser el primer punto de un programa de gobierno responsable: “reducción del gasto público”. De entre todos los rubros, la estructura autonómica del Estado y el gasto global generado por la inmigración (incluidos los gastos judiciales, policiales, los subsidios, el coste de los MENAS y de su mantenimiento, etc), junto con el dinero que se filtra en las redes de corrupción y la financiación de chiringuitos en forma de ONGs, constituyen las partidas mayores de las que podía prescindirse… si el gobierno tuviera autoridad y voluntad. Pero carece de ambas cosas.

Pues bien, el reconocimiento de todos estos elementos, son los factores que avalan una respuesta afirmativa a la pregunta de si la carta de Sánchez amenazando con dimitir evidencia una voluntad auténtica. Todo lo dicho anteriormente son factores problemáticos y de casi imposible solución y, por tanto, avocan al pedrosanchismo a una larga agonía. El presidente con su carta anunciando que “medita su dimisión hasta el lunes”, no habría hecho otra cosa que reconocer la triste realidad de un gobierno -su gobierno- que ha fracasado estrepitosamente y que deja al país en una situación caótica y polarizada. Ahora bien…

¿SÁNCHEZ VA DIMITIR?

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TODO LO QUE AVALA UNA RESPUESTA NEGATIVA

… Dejar las cosas así es no reconocer ni lo que es el pedrosanchismo, ni los rasgos de su dolencia psicológica: un psicópata nunca reconoce sus errores, son los otros los que cometen errores, son los otros los que no le dejan hacer lo que él quiere, son otros los que le impiden realizar su ego. Y, allí donde una persona normal dimitiría, Pedro Sánchez, arrastrado por su conformación mental, tenderá a llegar hasta el final. No es que prefiera “morir matando”, es que prefiere que “muera todo un país, a dimitir”. Desgraciadamente, la democracia electoralista es, más que cualquier otro régimen, aquel que presta más facilidades para que un psicópata llegue al poder. Le permite utilizar su altísima capacidad para la mentira, para encandilar momentáneamente al electorado; apoyado por los medios, transmite un look de sí mismo que es, como el look de todos los psicópatas, artificial y que tarda poco en diluirse. Sitúa su ego por encima de todos los demás, no siente -no puede sentir- ningún tipo de empatía con nadie: ni con su esposa, ni con su partido, ni con su país, ni con sus partidarios. Y si hay rastros empáticos se trata solamente de simulación. Estas pulsiones negativas aumentan desde el momento en que se ve atacado, ridiculizado, insultado, silbado en sus apariciones públicas. Su bilis se multiplica y su odio aumenta. Piensa estrategias para combatir a sus adversarios, pero el psicópata no suele ser muy inteligente: su Ego le impide ver la realidad y actuar razonablemente ante ella.

No creemos, por tanto, que Sánchez vaya a dimitirTodo lo dicho en el parágrafo anterior, valdría para que una persona normal, simplemente, se suicidara (el presidente de Brasil, Getulio Vargas, lo hizo cuando estalló un ínfimo caso de corrupción que aquí no pasaría de un juicio de faltas; el presidente boliviano Germán Bush, así mismo, se suicidó al ver que encontraba dificultades creciente para imponer su proyecto político; incluso en 1993, un correligionario de Sánchez, Pierre Bérégovoy, primer ministro del gobierno del presidente Mitterand, se suicidó al saberse que había recibido un préstamo de un millón de francos para comprarse un apartamento…). Pero estos precedentes no valen para Sánchez. Está hecho de otra pasta.

Así pues, la carta de Sánchez amenazando con dimitir puede estar motivada por cinco intenciones que, en el fondo, son una: la decidida voluntad de aferrarse, con uñas y dientes, al cargo, de situar su ego por encima de los intereses de su partido, de su país y de las generaciones futuras. Estas intenciones son:

1) “Currarse la página de la víctima”.- Se trata de un cambio de estrategia: dado que la campaña del “y tú más”, ha mostrado una eficacia muy limitada; dado el fracaso de su ofensiva contra la presidenta de la Comunidad de Madrid; dada la certidumbre de lo que puede ir apareciendo, Sánchez ha optado por presentarse como víctima: él y Begoña. Sería como uno de esos personajes del cine negro, el “falso culpable” que es perseguido, amenazado, encarcelado, pero que, al final logra demostrar su inocencia. En sus contactos con el independentismo, ha comprobado que el victimismo tiene su público y que, por el simple hecho de presentarse como víctima, él y su pareja se hacen acreedores de apoyo, cariño y ternura.

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2) Movilizar voluntades.- La oposición, desde el inicio de la legislatura, aprovechando el asunto de la amnistía a Puigdemont y a los indepes catalanes, ha realizado varias movilizaciones masivas. Sánchez, en todo este tiempo, cada vez que Sánchez ha asistido a algún acto público se ha visto abucheado e insultado: “Por siete votos tienes el culo roto”, no ha sido una excepción, sino la postrera muestra del “fervor popular” que le rodea cada vez que sale de la Moncloa. No hay más abucheos porque la guardia de corps de Marlaska sitúa las barreras para el público a 200 y 300 metros de donde se encuentra el presidente. Era necesario que sus partidarios tuvieran una ocasión de mostrar su apoyo al presidente. Y esa es otra de las cosas que busca: una riada de “adhesiones inquebrantables”.

3) Poner a sus socios ante el abismo.- Con un Puigdemont que repite que tiene “cogido por los huevos” a Sánchez, con una ERC que repite que “el gobierno hace lo que nosotros queremos”, con un Bildu que se jacta del reconocimiento público y el blanqueo que le depara Sánchez, todos los cuales están dispuestos a apoyarle en cada votación siempre y cuando reciban algo a cambio, es evidente que no puede cerrarse, ni los presupuesto de 2024, ni siquiera la legislatura. Por tanto, Sánchez habría decidido plantear un órdago a sus socios: “Si me voy, vosotros caéis también”, “Si me voy, no habrá amnistía”, “Si me voy, la posibilidad del federalismo se aleja para siempre”.

4) Polarizar a la sociedad española.- Este elemento siempre ha estado presente desde el inicio de esta legislatura, pero en su carta, Sánchez lo convierte en uno de los elementos centrales: él es el que cierra el paso a la derecha (“No pasarán”), él es el que defiende el progreso frente a los “extremistas de derecha”, olvidando que, las revelaciones en su contra, una vez más, no han sido difundidas ni por la “derecha”, ni por la “extrema-derecha”, ni por el “fascismo”, sino por medios de prensa independientes y no sometidos a su férula. Sabe que si convence a la sociedad española de que existe una “galaxia fascista” que conspira contra él, es susceptible de obtener el apoyo de la otra parte de la sociedad en forma de izquierdas, nacionalistas e indepes. Una vía peligrosa que conduce directamente a la guerra civil.

5) Impedir un descalabro de la izquierda en las elecciones europeas.- Sánchez piensa en el futuro. Es consciente de que la izquierda europea va a sufrir un revés importante en las próximas elecciones europeas de junio. Si logra que la candidatura socialista mantenga sus posiciones en España, piensa que, así podrá dar el salto a Europa y convertirse en líder de la izquierda europea. Tenía esa ambición en Iberoamérica a través del Grupo de Puebla, pero las constantes derrotas en los dos últimos años de esta opción (que ha perdido el poder en unos países -Argentina, Portugal, Ecuador, Perú, Salvador- y se muestra completamente deteriorada en otros -Chile, Colombia, Brasil-), le inducen a mirar de nuevo en Europa. Y lo está intentando a través de esa “misión” diplomática que se autoarrogado para el reconocimiento del “estado palestino”.

¿SÁNCHEZ VA DIMITIR?

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TODO ES POSIBLE EN EL PEDROSANCHISMO

Hace poco decíamos que Sánchez gobierna porque 7.821.000 españoles, de mayores, les gustaría ser como él. Mentiroso, desplazándose en Falcon a comprar tabaco, entre lujos orientales, acumulando patrimonio, sin escrúpulos de ningún tipo, habiendo logrado su proyecto personal por encima de cualquier cosa… Por eso le votan. Sánchez no es un accidente en la historia de España, es el resultado de la entronización de un modelo humano promovido desde los años 80No debe extrañarnos nada de lo que haga o decida. De hecho, no decide él, sino sus vísceras.

Pero la cuestión es si la carta refleja una actitud real o bien es mera simulación.

Tendemos a creer que es ambas cosas a la vez: incluso los psicópatas de manual experimentan momentos de flaqueza, se sienten vacíos, perciben el odio que generan y la situación que les lleva a un callejón sin salida. Algo de todo esto se refleja en la propia carta. Pero, junto a esto, las vísceras de Sánchez reaccionan y aspiran a la “solución final”: o él o el caos. Para seguir debe suscitar entusiasmos en sus partidarios, miedo en sus aliados y salidas de tono en la oposición. Debe conseguir hacer creíble su mensaje, desplazarlo del agujero de corrupción en el que se encuentra su partido y su núcleo familiar, “currándose la página de la pena”.

Se ha dado un tiempo para pensar. En el curso de estos cuatro días, del 25 al 29, veremos las reacciones de los medios y de la sociedad, de sus partidarios y de sus detractores. Pero todo esto servirá de poco: actuará según sus vísceras. Incluso aunque amagara con dimitir, unas horas después podría cambiar de opinión.

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Sánchez no necesita asesores, precisa psiquiatras. Y este país también.

 

Ernesto Milá. 

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