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Stanley G. Payne: “Vox no tiene ningún miedo a contar la verdadera historia de España”

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El hispanista arremete contra el gobierno del PSOE y sus leyes “soviéticas”, reivindica a Pío Moa y advierte del miedo en la universidad española a enfrentarse con la ortodoxia de izquierdas que está implementada en el país.

“Ahora creo que Juan Negrín no era una marioneta de Moscú”, la frase, que podría ser de Ángel Viñas si no fuera por el adverbio inicial, me la soltó Stanley G. Payne hace ya diez años en un hotel en la plaza de Conde del Valle de Suchil. Lo rememoro mientras me explica por Zoom ahora que el revisionismo en España tiene una acepción negativa insólita. Payne, señalado por la “ortodoxia de izquierdas”, según explica él mismo, como uno de los exponentes del “revisionismo”, ha modificado de hecho su visión sobre algunos aspectos de la Guerra Civil y el franquismo a lo largo de los años, por más que el adjetivo se use más bien para denostar a una corriente de historiadores que cuestionan el relato oficial impuesto en la democracia.

En esa década, el hispanista estadounidense también se ha derechizado bastante, hasta el punto de explicar a El Confidencial que el historiador referente de la Transición, Javier Tusell, solo prestó atención a las demandas de la izquierda, para hacer juego de equilibrios en el relato de la historia de España. Aprovechando ese lapso de tiempo en el que no solo se desarrolló la primera ley de Memoria Histórica del PSOE de Zapatero, sino que se sacó adelante la de Memoria Democrática de Sánchez, —un enunciado de tipo “soviético” en su opinión—, El Confidencial ha preguntado al historiador sobre el estado de la cuestión.

“Las leyes de memoria histórica del PSOE son directamente soviéticas”

Según la versión del atípico hispanista, alejado de los Paul Preston o Hugh Thomas, el Partido Popular ha sido cómplice de la mentira histórica sobre la II República y el franquismo: “El PP cedió a las demandas de la izquierda en cuanto a la historia contemporánea”, “Franco era más liberal que Putin”, “las leyes de memoria histórica del PSOE son directamente soviéticas”. Era difícil quedarse con un solo titular.

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El estigma del revisionismo

Lo grave, tal y como cuenta El Confidencial, es que se cumplen treinta años de historiografía sobre la Guerra Civil manipulada por una “ortodoxia oficial de izquierdas” que extiende sus tentáculos hasta la mismísima universidad. La época del “revisionismo” de la derecha, de Pío Moa y sus Mitos de la Guerra Civil, —que Payne elogia— y de una bronca sin igual a cuenta de las leyes socialistas sobre la memoria. Atención que el viejo historiador “más cerca de los 90 que de los 80”, referente de esos revisionistas, se explaya sin tapujos sobre el gran cisma nacional de la historia que sigue siendo el de la II República y la Guerra Civil.

PREGUNTA. ¿El PSOE está reescribiendo para sus intereses la historia de la II República?

RESPUESTA. Parece que sí, el régimen actual de la monarquía parlamentaria empezó en la Transición con un pacto de silencio que incluía una voluntad de ignorar la historia y que se plasmó, por ejemplo, en leyes como la de la Amnistía, así como la utilización de ese pasado para discursos partidistas. Nunca el discurso histórico tuvo más peso que en la Transición, pero paradójicamente ese silencio consistió en permitir que cada partido usase el pasado con sus propios fines, con el resultado de una falsificación de los hechos que ha llegado con el tiempo a unos grados de desfachatez impresionantes.

P. ¿Cuáles son esos hechos falsificados en el discurso político?

R. El mayor de ellos es quizás la idea machacona de la II República como un paraíso democrático sin coerciones ni trabas. Si hubiera sido así, ¿Cómo se explicaría la gran tragedia que supuso la Guerra Civil? No es mínimamente creíble y resulta incluso irracional. La realidad es que fue un régimen complicado, con varias fases históricas, que tuvieron como denominador común la voluntad constante de las izquierdas de excluir a las derechas del poder, un planteamiento que no casa directamente con la visión idílica, porque en esencia se trataba de arrinconar a la mitad de la población. Así, los términos políticos de la Segunda República sentaron las bases de la confrontación desde el mismo comienzo con esa idea de excluir a sus rivales, como por ejemplo, atacar a la iglesia católica, que respaldaba entonces un 40% de la población.

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Familiares de Francisco Franco portan el féretro con los restos mortales del dictador tras su exhumación en la basílica del Valle de los Caídos. (EFE/J.J. Guillén)

P. Se califica de revisionismo la corriente que cuestiona esa visión idílica de la II República…

R. Es una suerte de españolismo, porque la realidad es que la historia se nutre de investigaciones nuevas y eso implica revisar lo que se ha contado con anterioridad. Lo que pasó en España es que ya en los últimos años del franquismo y en los primeros de la democracia se estableció una ortodoxia en los discursos y en la universidad. Curiosamente en España, como también en Grecia respecto a su propia guerra civil, se ha impuesto una suerte de censura muy en el estilo soviético, lo que conlleva esa forma de entender cualquier rechazo de la versión oficial como un desafío que hay que enterrar por mucho que esté avalada con datos. El mayor ejemplo de esto lo representa Javier Tusell, un gran historiador que, sin embargo, tuvo esa coacción en la Transición, de forma que se dedicó a la crítica de las derechas sin meter mano a las izquierdas. La “trampa Tusell” fue esa, escribir con acierto sobre la derecha y, en cambio, obviar lo relativo a la izquierda por temor a la presión de ser tachado como revisionista. Como referente dejó una visión incompleta.

“A Vox no le asusta contar la historia de España porque no temen ser tachados de franquistas”

P. ¿No ha sido esto uno de los detonantes principales de la eclosión de Vox? Es indudable que hay una vinculación muy importante de ese partido con el pasado. El cabreo de una parte de la población con esa versión del pasado “oficialista” de la democracia.

R. El exponente de eso ha sido el PP más bien, que ha sido complaciente con esa versión de la izquierda durante años, porque desde su planteamiento de centroderecha sencillamente se ha asustado y ha preferido pasar de puntillas también sobre esas manipulaciones. El fenómeno de Vox ha surgido porque, a diferencia del PP, no han tenido reparos en abrazar una versión menos acomodaticia con el régimen actual. A Vox no le asusta contar la historia de España porque no temen ser tachados de franquistas por no seguir esa ortodoxia, lo contrario que el PP, que durante toda la democracia ha tratado de evadirse de esa cuestión.

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P. No es un problema único de España, en Europa tampoco se ha querido confrontar ese pasado, el caso de la Francia de Vichy, por ejemplo, lo que ha creado un malestar y una reivindicación del discurso sobre el pasado.

R. Sí, es verdad, hay versiones de este tipo de ortodoxia en otros países. La resistencia francesa es un claro ejemplo, no es verdad que todo el país estuviera en una lucha contra los alemanes, claro. En Italia, en cambio, ha habido más rigor historiográfico porque los matices a la versión ortodoxa partieron de los propios académicos, mientras que aquí lo enarboló principalmente Pío Moa, que no era un historiador, en parte porque la universidad estaba secuestrada. Hay un problema en España un poco “credencialista”, porque parece que solo un profesor puede escribir la historia, una suerte de gremialismo un poco enfocado para seguir con la versión ortodoxa. En Estados Unidos o Inglaterra no existe, en cambio, tanto recelo en cuestiones de historia, no se tacha a alguien de aficionado por no ser académico, lo toman de forma diferente. En España se ha llevado a un punto muy extremo porque los propios académicos son los guardianes de esa ortodoxia y la promueven.

Santiago Abascal y Macarena Olona. (EFE/Raúl Caro)

P. ¿En qué se refleja esa aversión a los Pío Moa que están fuera del discurso oficial?

R. Existe mucho temor a ser apartado por ir en contra de ese discurso, de esa “ortodoxia” y es muy real, con casos conocidos. Los que discrepan de esas ideas sencillamente van con mucho cuidado de no meter la pata, de no molestar en ese aspecto. Es muy terrible, de verdad que se teme quedar apartado o excluido. La puntilla la ha dado el PSOE con sus leyes de memoria, porque además de validar a esa ortodoxia, la oficializan con un planteamiento que es soviético, una censura de estado directamente.

P. Se ha debatido mucho sobre Putin y la idea de una recuperación de la URSS.

R. Hay un continuismo en la forma, aunque las ideas que mueven a Putin no sean comunistas, yo diría más bien que es una vuelta al imperialismo zarista, aunque con la tradición aprendida en la URSS, por ejemplo hay una vinculación con la iglesia ortodoxa muy fuerte que va más allá incluso que la de Franco con la religión católica, que además era más liberal que el ruso. Un fuerte componente de tradición y nacionalismo con una herencia en las tácticas soviética que ha permanecido en las estructuras de poder de Rusia, pero básicamente es Nicolás I, autoritario, militarista, religioso, una vuelta al siglo XIX.

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Opinión

Hipótesis sobre los resultados de las elecciones catalanas. Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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No está muy claro cuál va a ser la repercusión de las elecciones catalanas, ni siquiera los resultados. Se ignora, por el momento, el efecto que pueden tener medidas como la amnistía, los casos de corrupción y cómo reaccionará el electorado nacionalista. Ni siquiera en la derecha están claros los resultados. Todo empezará a verse más claro cuando se sepa el resultado de las elecciones vascas (que albergan menos incertidumbres) y cuando se deshinchen los globos mediáticos sobre el “Caso PSOE” y la respuesta socialista activando el ventilador de la corrupción (esto es, cuando se vayan conociendo los alcances jurídicos y penales de ambos casos). Al mismo tiempo, ni siquiera están claros algunos candidatos que se presentarán (empezando por Puigdemont), ni mucho menos son creíbles los sondeos publicados. Así pues, vamos a intentar contemplar distintas hipótesis.

ILLA: ¿SUBIRÁ O BAJARÁ? YA NADA DEPENDE DE ÉL NI DE SU CAMPAÑA

En nuestra opinión Illa es un candidato “tocado” por sus propios errores durante la pandemia (él mismo dijo que al ser nombrado “ministro de sanidad”, no tenía ni idea de sanidad y nadie esperaba que se produjera la llamada “pandemia”) que no afectan solamente al manejo alegre de fondos del ministerio que se perdieron en mascarillas inservibles, tests igualmente falsos y material caro, malo y que se destruyó sin exigir devoluciones. Lo peor no es esto: esto sería, en el peor de los casos, incapacidad para gestionar un ministerio (algo previsible en un tipo que carecía por completo de experiencia en gestión y cuyo modesto título de “licenciado en filosofía” no le ayudaba en nada). Lo peor es que durante la gestión de Illa murió gente. Entonces, cuando el miedo atenazaba a la sociedad española, estábamos poco dispuestos a creer que la mayoría de las muertes se debían a la “mala praxis médica” recomendada por la Organización Mundial de la Salud, pero, desde entonces, las voces que ya lo advirtieron en aquel momento, se han convertido en un clamor. Y no, no somos negacionistas: existió pandemia y existió el virus… pero el mayor crimen fue recomendar unos protocolos que, en lugar de erradicar el virus cuando aún se podía, tendían a “hundirlo” en los pulmones de donde ya era imposible erradicarlo. Esa es la tesis que cada día gana más fuerza y que, en su momento, pocos médicos se atrevieron a denunciar.

Aquella mala gestión, presentada por Sánchez como un “gran éxito”, fue suficiente para desplazar a Illa al frente del PSC catalán en donde sigue. Ahora queda saber, si en los dos meses y medio que quedan hasta las elecciones, surgirán nuevas informaciones, tanto sobre el descontrol que existía en el ministerio de sanidad durante su gestión, como el error de aplicar protocolos contraproducentes en el trato de la enfermedad. El futuro de Illa dependerá, en gran medida, de esto, pero, además se le junta otro problema.

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EL PRECIO DE LA AMNISTÍA QUE PAGARÁN LOS SOCIALISTAS

El electorado socialista que permanezca fiel al PSC deberá de aceptar la versión oficial pedrosanchista sobre la oportunidad de conceder la amnistía: que se trató de una medida para poner el contador a cero, limpiar los errores del pasado, perdonar delitos de todo tipo a cambio de garantizar la convivencia. Pero este razonamiento es débil por dos motivos: el primero de todos, que el contador no está a cero. En realidad, los independentistas, ahora, están más fuertes que antes: consideran que no hicieron nada ilegal y, han repetido, por activo y por pasiva, que volverían a hacerlo. Así pues, los propios independentistas se encargan de desmentir y desmontar el razonamiento de quien les ha indultado. El segundo motivo es que resulta demasiado evidente que Sánchez sigue en el poder gracias a los 7 votos de Junts y que los ha obtenido para alcanzar una escuálida mayoría, obteniendo a cambio, solamente, la seguridad de mantenerse unos meses más en el poder.

La maniobra ha sido urdida por Sánchez, pero su virrey en Cataluña es el que tendrá que dar la cara ante su electorado. La duda es si una cuarta parte de los votos que obtuvo el PSC en las elecciones generales, seguirá pensando que el PSC era el muro más seguro contra el independentismo, seguirá fiel a la sigla o se habrá convencido de que el PSC no solamente no es el “muro”, sino que es el ariete: esto es, el muñeco que, manejado por el independentismo, consigue abatir, mucho mejor que ellos mismos, las resistencias de la unidad del Estado. Porque esto es lo que viene produciéndose desde Pascual Maragall, el hombre, con el cerebro ya desbaratado por la enfermedad, que se obstinó en la reforma del Estatuto (cuando no existía demanda social alguna), pacto con ERC y dio origen al problema que actualmente sigue vivo (y no lo estaba a principios del milenio, salvo en minorías juveniles muy radicalizadas).

LO IMPORTANTE ES QUIEN SUPERARÁ A QUIEN: ERC A JUNTS O VICEVERSA

El espacio independentista es, literalmente, caótico: ni siquiera dentro de las dos grandes formaciones (ERC y Junts) se está de acuerdo en lo que se pretende y mucho menos en cómo conseguirlo. Una nebulosa se percibe en ambos partidos en sus propuestas. Agitan todavía el tema de la independencia, pero da la sensación de que lo único que les interesa es liquidar el asunto, consiguiendo un “referéndum de autodeterminación” (“no vinculante” para unos y “vinculante” para otros). A diferencia de en 2007, los más lúcidos, dan por sentado que ese referéndum daría un resultado negativo… pero, al menos, podrán ´decir a su electorado, “lo hemos intentado”. Pocos son -pocos de los que tienen neuronas y las utilizan- los que piensan que la independencia de Cataluña es posible en las actuales circunstancias. El fracaso del “procés”, les ha hecho meditar… aunque no tengan el valor de afirmarlo públicamente, porque, como se sabe, el fin de un partido nacionalista/independentista es la independencia y, si esta no se puede conseguir, ¿para qué existe la sigla?

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No vamos a presenciar un debate entre dos programas políticos realistas, sino entre un programa “posibilista” (el de ERC) que quiere seguir detentando las riendas de la gencat, y un programa “agresivo” (el de Junts) que quiere restituir en la presidencia a Puigdemont. Los dos se declaran “indepes” y quieren convencer a su electorado de que lo siguen siendo, pero, en realidad, los dos, lo que quieren es tener las más amplias parcelas de poder para alimentar a sus cuadros. Eso es todo. La duda de si se producirá el sorpasso de Junts a ERC o si ERC mantendrá la hegemonía en el jardín indepe, es lo único que está en juego. ¿Referéndum? Ambos partidos han llegado a la conclusión de que lo mejor es… “jugar y perder”.

 

LAS FUERZAS NO INDEPENDENTISTAS

Teniendo en cuenta que el PSC juega la carta del equívoco desde la misma fusión de las distintas ramas del socialismo catalán en la transición, y su postura “federalista” es tan inviable como la “independentista”, el electorado que todavía conserva cierto sentido de la realidad nacional e internacional, está ubicado fuera de los márgenes del ambiguo socialismo catalán. En efecto, nos estamos refiriendo al PP, a Vox y a los restos de Ciudadanos. El electorado no independentista y “españolista” o “estatalista”, desearía que estas formaciones se presentaran bajo una misma etiqueta. De hecho, la lógica política implica que así debiera ser y que el poder de atracción de un polo así concebido sería el tercer actor político en Cataluña (tras el bloque independentista y tras el PSC). ¿O hay que recordar que Ciutadans, fue el partido más votado en las elecciones regionales de 2017? Y su programa se reducía a un solo punto: “no al nacionalismo – no al independentismo”.

Por otra parte, la derecha no ha extraído conclusiones de su derrota en las elecciones generales de 2023 que se debió a presentarse dividida en dos opciones, lo que permitió que se perdieran “restos” en beneficio del PSOE y en aplicación de la Ley d’Hondt. Cada uno de los dos partidos cree que podrá quedar “por delante” del otro en Cataluña. Pero, lo que está demasiado claro, es que la división de las fuerzas “estatalistas” seguirá siendo el factor que las suma en la irrelevancia en la política regional.

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Si el PP queda por delante de Vox, su dirección podrá alardear de “éxito electoral” (lo más probable es que aumente el número de votos, lo que no está tan claro es de dónde procederán esos votos, si de Vox o de sectores decepcionados con el PSC) y reforzar el previsible avance que obtenga en las elecciones vascas, en donde las últimas encuestas dan una pérdida notable de votos al PSOE (en beneficio, por una parte, de Bildu y, por otra, del PP). Para Vox, quedar por delante del PP supondría mantenerse como una opción tentadora para los votantes de este último partido que cada vez más quieren posiciones más claras y menos contemporizadoras.

De todas formas, el gran error y lo que limitará las posibilidades y los resultados “estatalistas” es su persistencia en desconocer que solamente un “programa único” podría llevarlos a competir con los dos otros bloques de la política catalana.

LO QUE SERÍA DESEABLE PARA EL ESTADO

Cataluña es la única reserva importante de votos que le queda a Pedro Sánchez. Sean cuales sean sus resultados en el País Vasco, aquella comunidad no puede aportar numéricamente gran cosa al PSOE. Si Sánchez consigue detener la sangría de votos socialistas catalanes, corre el riesgo de estabilizar su situación (hoy extremadamente precaria). Pero, para eso, haría falta que Illa obtuviera un buen resultado y que esto le permitiera entrar en el gobierno de la gencat, junto a ERC (en caso de que este último, como es seguro, no obtuviera una mayoría suficiente para gobernar en solitario).

Desde el punto de vista del “interés nacional” y de la “gobernabilidad del Estado”, una derrota socialista en Cataluña o, al menos, un descenso significativo de votos (al que se uniría en apenas un mes, una derrota previsible y sin paliativos de toda la izquierda europea en las elecciones de la Unión Europea), es deseable, necesaria y supondría otro golpe de piqueta para la existencia de la sigla “PSOE”.

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Desde que se inició el “procés”, siempre hemos sostenido que la independencia de Cataluña era completamente imposible, además de inviable. Cada vez estamos más convencidos de esta afirmación. La situación catalana está tan degradada, especialmente en materia de orden público y seguridad ciudadana que, aunque la temática no ocupa el primer plano en los programas de los partidos, está ahí para quien verla: un tercio de la población catalana ha nacido fuera de España o son hijos de extranjeros; ya existen zonas en Cataluña en donde la policía ha sido expulsada y diariamente se repiten incidentes cuando la policía entra en barrios de Salou, de Tarrasa o incluso en zonas de la propia Ciudad Condal, las prisiones catalanas están descontroladas (el asesinato de una cocinera y las protestas de los funcionarios han exteriorizado la situación de control que ejercen los presos procedentes del Magreb), Barcelona ya es considerada como una de las ciudades más peligrosas del mundo… Y todo esto con la policía nacional y la Guardia Civil, literalmente expulsadas del territorio catalán y con una policía autonómica desbordada y sin posibilidades de combatir a la delincuencia. A esto se suman los problemas de desindustrialización, gentrificación, la concentración de la mitad de la población catalana en torno a la ciudad de Barcelona, con un campo abandonado a su suerte y un gobierno de la gencat, consciente de todos estos problemas, pero ansioso de comprar la paz étnico-social mediante subsidios y seguir creyendo que con un certificado de catalán, los casi dos millones de inmigrantes e hijos de inmigrantes ya están integrados.

Sin olvidar que Cataluña tiene la tasa de natalidad más baja de todo el Estado (y el Estado Español una de las más bajas de todo el mundo)… ¿Quién iba a decir que después de 45 años de “Generalitat de Catalunya” la propia identidad catalana estaría en trance de desaparecer? Por que ese es el problema real y de fondo al que se enfrenta la sociedad catalana. Por mucho que se empeñe la gencat en llamar al engendro creado “Cataluña multicultural”, lo cierto es que, si es “multicultural” no es “catalana”. Ni siquiera europea. Por eso, siempre hemos sostenido que una Cataluña independiente tendría muchas más posibilidades de integrarse en la Liga Árabe que en la UE… Lo dijimos y lo mantenemos.

 

Ernesto Milá.

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