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De vuelta de verano, esperando instrucciones

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Una se echa a temblar, porque lo que más teme un gobernante en una democracia no es meter la pata y dar con la política errónea, sino parecer que no hace nada. Así que me temo una ridícula competencia entre comunidades para ver cuál es la más ‘estricta’ en las medidas que inventa para hacernos sentir seguros.

 

Por Candela Sande.– Acaba el verano y los padres aún no saben si sus hijos tendrán o no un curso normal -dentro de lo que cabe-, muchos trabajadores no saben cuándo cobrarán los ERTEs y qué se encontrarán cuando terminen, muchos españoles no saben de qué van a vivir los próximos meses y el resto no sabemos si volverán a encerrarnos o cuándo podremos dejar de ir por la calle como bandoleros del Oeste.

Pero, ah, nuestro presidente, consciente de sus responsabilidades, ha acortado unas horas sus espléndidas vacaciones en la Maretta, a costa del contribuyente, para decir que sean las comunidades autónomas las que decidan qué medidas de ‘lucha contra la pandemia’ quieren imponer a sus sufridos súbditos a cuenta de los ‘rebrotes’ y ‘nuevos casos’.

La democracia es un curioso régimen que parte de la premisa de que la soberanía residente en el pueblo es lo bastante sabio o tiene el suficiente sentido común como para gobernarse a sí mismo

Una se echa a temblar, porque lo que más teme un gobernante en una democracia no es meter la pata y dar con la política errónea, sino parecer que no hace nada. Así que me temo una ridícula competencia entre comunidades para ver cuál es la más ‘estricta’ en las medidas que inventa para hacernos sentir seguros.

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Somos unos genios eligiendo quién debe gobernar y unos perfectos imbéciles en lo que toca a los temas que más nos interesan como nuestra propia salud

La democracia es un curioso régimen que parte de la premisa de que la soberanía residente en el pueblo, en la gente, en usted y yo; que el común, el ciudadano corriente, es lo bastante sabio o tiene el suficiente sentido común como para gobernarse a sí mismo. Por eso resulta bastante paradójico que la tendencia en todas las democracias de nuestro entorno, empezando por la nuestra, es tratarnos a todos como a niños pequeños a los que no se puede dejar solos con unas tijeras romas. O sea, que somos unos genios eligiendo quién debe gobernar, y unos perfectos imbéciles en lo que toca a los temas que más nos interesan y mejor conocemos, como nuestra propia salud.

Porque visto lo visto -eche usted mismo un vistazo a los números; mire y compare-, es difícil que las cosas pudieran haber salido peor si nuestras amantes nodrizas públicas se hubieran limitado a contarnos lo que sabían de la pandemia y confiar en que no haríamos demasiado el tonto. Y solo hay que ver el ambiente de pánico desatado para deducir que a broma no nos lo íbamos a tomar.

Pero si la absurda necesidad de parecer estar todo el rato ‘tomando medidas’ es uno de los efectos secundarios nocivos de la democracia, otro es la tendencia a la ‘panpolítica’, es decir, a pensar que nada cae fuera de la acción política. Es como si no existieran ni la naturaleza ni el azar, como si de todo tuviera la culpa o todo fuera gracias a nuestros gobernantes; es el refrán italiano de “lluevo, maldito gobierno”.

Este gobierno nos ha hundido económica hasta abismos que aún no podemos apreciar y todo sin que las condiciones sanitarias sean mejores

Ha dejado de ser una gracia. Imagino que tiene que ver con la ausencia de Dios en nuestra vida social, el caso es que el gobierno ha pasado a ocupar el puesto que antes atribuíamos a la Divina Providencia. Todo es material de guerra ideológica. ¿Se acuerdan del Prestige? Fue un petrolero que se hundió frente a las costas gallegas, vertiendo toneladas de crudo, un accidente que no tenía otro responsable que el capitán del buque. Luego el gobierno de entonces, el de José María Aznar, reaccionaría peor o mejor al accidente, no soy experta en absoluto, pero leyendo y oyendo los comentarios de la oposición, que todavía sacan de vez en cuando el asunto, se diría que el presidente ‘pepero’ hundió el barco personalmente. No sé, quizá con un misil. Tres cuartos de lo mismo podría decirse de la histeria de las vacas locas.

Y esto me lleva a la falacia que está en el núcleo mismo de la crisis de pánico y sobrerreacción que estamos viviendo ahora mismo. Este gobierno nos ha hundido económica hasta abismos que aún no podemos apreciar, ha comprometido fatalmente nuestras libertades democráticas, ha actuado como el partido único de un régimen socialista bananero, y todo sin que las condiciones sanitarias sean mejores, sino mucho peores, que países de nuestro entorno que han tomado medidas menos estrictas. Y aquí no solo no se mueve nadie ni protesta, sino que se ha formado espontáneamente una Gestapo amateur que corre a denunciarte como te asome la nariz sobre la mascarilla dos segundos.

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Si nos asustamos lo suficiente, estaremos a salvo. ¿Inmunidad de grupo? ¡Qué disparate, por Dios! Mejor encerrarnos y morir de hambre en casa

¿Por qué, qué explica este disparate? Lo que hemos dicho: nadie diría que el virus de marras tuviera nada que ver con la biología o la naturaleza, que las epidemias recurrentes son históricamente habituales -a menudo, mucho más nocivas- y no hay en esta nada de demasiado especial.

No, es política. Si nos asustamos lo suficiente, estaremos a salvo. ¿Inmunidad de grupo? ¡Qué disparate, por Dios! Mejor encerrarnos y morir de hambre en casa, preferiblemente debajo de la cama, y cumplir a rejatabla todas las instrucciones que nos dicten, sin rechistar ni cuestionar ninguna aunque sea contradictoria con la anterior. ¿A quién le va a importar más tu salud, a ti o a Fernando Simón?

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Así nos ven desde fuera: el sucio traidor de Feijóo y sus adláteres son reconocidos por lo que son

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Escándalo en España: El PP se unió al socialismo y votó a favor de darle la ciudadanía a 500.000 inmigrantes ilegales de África

El PP, el PSOE y todos los partidos de izquierda se unieron para votar a favor de la regularización de medio millón de inmigrantes que ingresaron de manera ilegal en la última década.

El Partido Popular (PP), una suerte de Juntos por el Cambio en España, ha vuelto a traicionar a su base de votantes y decidió unirse con la extrema izquierda para regularizar y otorgarle la ciudadanía a más de 500.000 inmigrantes ilegales que arribaron al país desde África o Medio Oriente.

Si bien la ley todavía no ha sido aprobada, más bien solo se ha aprobado el tratamiento del mismo en el Parlamento, el PP sienta un peligroso precedente y ha anticipada que busca volver a votar de la misma manera en el recinto una vez que se modifiquen algunos aspectos del proyecto de ley.

De hecho, todos los partidos en el Parlamento han votado a favor del tratamiento y aprobarán pronto la ley, con la única excepción de los legisladores de VOX, que se opuso de cuajo contra la ley que le agregaría más de 500.000 votos en todo el país a la izquierda.

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Según la diputada del PP, Sofía Acedo, fue Cáritas, la organización benéfica de la Iglesia Católica, que hizo lobby para que dicha legislación sea aprobada, a pesar de que dentro de ese medio millón de personas hay prácticamente una totalidad de árabes musulmanes.

Por su parte, la socialista Elisa Garrido ha trasladado que el PSOE votará a favor de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por el “respeto” que merece darle participación directa en la política a quienes viven en España, y que creen que es necesario “seguir avanzando en mecanismos que garanticen procesos seguros de inmigración”.

Por su parte, la diputada de VOX Rocío De Meer ha indicado de nuevo que la formación liderada por Santiago Abascal rechaza la medidaQueremos que España siga siendo España, no Marruecos, ni Argelia, ni Nigeria, ni Senegal. Y esto no es odio ni es xenofobia, ni racismo, es puro sentido común“.

En España se han llevado a cabo seis regularizaciones extraordinarias de inmigrantes en toda su historia. Entre 1991 y 1992 se puso en marcha, con el Gobierno socialista, una regularización extraordinaria que benefició a 108.321.

En 1996, con el PP mediante otro proceso de regularización extraordinaria, obtuvieron papeles 21.294 inmigrantes de los 25.128 que lo solicitaron. En el año 2000 solicitaron la regularización 244.327 extranjeros y consiguieron la documentación 163.352. En el año 2001 fue denominado “regularización por arraigo” y se otorgó papeles a 239.174 inmigrantes más.

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Como si esto no fuera poco, en el 2005, durante el gobierno del comunista José Luis Rodríguez Zapatero, hace casi 20 años, se le otorgó ciudadanía a medio millón de inmigrantes, la misma cantidad que pretende dar ahora Pedro Sánchez, peleando codo a codo por el récord histórico de pérdida de identidad.

Fuente: Derecha Diario.

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