Opinión
Veneno dentro de Sumar. Por Jesús Salamanca Alonso
Published
1 año agoon
«Afiliados y simpatizantes de Podemos han salido corriendo cuando han comprobado que ya no pueden recibir dádivas y prebendas».
Nunca entenderé que Irene Montero siga en el Gobierno, aunque sea un Gobierno provisional de gente degenerada. Con la maldita y maldecida ley del «Sólo sí es sí» se han beneficiado los tres pilares de la escoria social: violadores, pederastas y agresores sociales. Ese es el logro de esta inútil ministra que no ha traído a España más que porquería, degeneración, analfabetismo, desprotección a las mujeres, odio al sexo contrario, torpe y falso feminismo, además de proyectos inútiles, más propios de una persona enferma que de una ministra seria, trabajadora y rigurosa. La última estupidez que hemos presenciado ha sido la «APP para el reparto diario de tareas del hogar». «¡Manda huevos!», en palabras de Federico Trillo.
Nos han intentado dirigir la vida en todo desde ‘Hundidas’ Podemos, pero la ciudadanía se resiste a las estupideces y a las incongruencias de la extrema izquierda comunista. Ya solo faltaba que desde el comunismo inspirado en las brutalidades de Marx, Stalin, Salvador Allende y otros degenerados del sentido común nos dejáramos dirigir cual autómatas venezolanos.
Hace tiempo que lo vienen advirtiendo los venezolanos y ya lo tenemos en nuestro país, incluso extendido porque el veneno social y la degradación que representa Podemos, está dentro de la coctelera de Yolanda Díaz, a quien ahora todos piden cuentas con su parte. No se extrañen si esa formación se deshace y paulatinamente van pasándose al grupo mixto las partes del todo que conforman el programa de «Varufakis» Díaz. Claro está, siempre que llegue a formarse Gobierno, que lo dudo. Un dato: en este momento tiene más apoyos Feijóo que el mentiroso Sánchez.
De momento, parece que «la Yoli» se conforma con hacer el ridículo ante la UE y ante toda España tras lo que ha trascendido de sus reuniones con el prófugo y cobarde, Puigdemont, hoy protagonista de la escena política y posiblemente culpable principal de que Felipe VI no encargue investidura a Sánchez, y menos tras ser invitado a salir de Zarzuela el día de la recepción. El mentiroso «cum fraude» intentó pasar por los morros al Rey esa atropellada parafernalia de la amnistía, no sin tintes de amenazas, algo que no gustó a la máxima autoridad del Estado.
Muy elegante, como siempre, dicen las crónicas que Felipe VI ordenó al guardia real que acompañara a Sánchez a la puerta. Algo así como cuando te echan de casa de un amigo por imbécil y por decir impertinencia acompañadas de bravuconada. El mentiroso empieza a ver las orejas al lobo, las prostitutas de Tito Berni y la envenenada medicina que él aplicó a los españoles durante la pandemia.
Lo tiene muy crudo la extrema izquierda en una sociedad avanzada como la española: prueba de ello es que Podemos ha desaparecido en toda su extensión y ha tenido que prescindir de gran parte de sus trabajadores, trampantojos incluidos y de los que debe dar cuenta en los tribunales. Eso sí, los de arriba, los comunistas más visibles, ya enriquecidos, instalados y sin muestras de transparencia siguen en la burra y bien situados; no han dejado de ir en listas electorales, aunque ahora se rebelen contra la mano que les da de comer.
Lo sorprendente es que, con la que está cayendo y lo que los próximos días le sacarán al presidente sobre Marruecos, procedente del «Pegasus», salga ahora Ione Belarra pidiendo que Montero continúe al frente del Ministerio de IGUAL-DA, al igual que lo ha insistido Pablo Iglesias al calificarla como «persona de reconocido prestigio» (¡Que Dios le perdone y las meigas le condenen). Podemos ha fallecido, su pacto de Gobierno ya no existe y nadie los quiere tener cerca, ni «la Yoli». Podemos ya fue enterrado, solo falta celebrar el cabo de año cuando eso toque y proceda.
Debe de pensar la navarra que Montero es la bandera de Podemos, cuando es un simple trapo que no sirve ni para correr el polvo. La formación comunista de extrema izquierda venenosa ha desaparecido, como ya quedó constancia, y no hay manera de resucitarlo. Afiliados y simpatizantes han salido corriendo cuando han comprobado que ya no pueden recibir dádivas y prebendas. Podemos ha fallecido; tanta maldición lleve como paz deja. Solo falta que Belarra hubiera propuesto que, además de seguir la que vuelve sola y borracha a casa, se mantuvieran en el equipo las que forma parte de la «banda de la tarta», entre ellas la tal Rodríguez, alias “Pam”. ¡Lo que hay que oír y lo que tenemos que aguantar la ciudadanía!
Cinco de esos fracasados, entre ellos Isa Serra y Belarra, han conseguido asiento gracias al proyecto inútil de lo que llaman SUMAR. De haberse presentado a las elecciones por separado, hubiera sido la muerte de la extrema izquierda, al menos hasta ahora solo ha fallecido la parte de Podemos que, dicho sea de paso, se plantea no apoyar la investidura de Sánchez, si llegara el caso, que no llegará. SUMAR es una bomba de relojería porque ya hay miembros de los grupúsculos que la componen que pretenden votar a su aire e intentar formar grupo propio como Podemos, cosa que en este caso no permite la Cámara al ser elegidos dentro de la coalición de Sumar.
A la vista de lo hecho en el Ministerio de IGUAL-DA, la discordancia creada con el sector socialista del Gobierno, el fracaso del nulo trabajo realizado y los resultados de las leyes emitidas, ese ministerio está obligado a desaparecer. Es suficiente con que sea un Servicio más de un ministerio, ni siquiera una dirección general. Todo lo que sea sobrepasar ese nivel de la Administración es una absurdez, un atropello y una forma de gastar dinero de forma inútil. Y no será porque no se lo han repetido veces al mentiroso y recientemente invitado por Felipe VI a salir del Palacio de la Zarzuela tras sacar a colación el tema de la amnistía cuando fue recibido. Nos estamos refiriendo al felón “cum fraude”, Pedro Sánchez.
Ni Sánchez puede formar y seguir al frente de un “Frankenstein II”, ni Irene Montero debe seguir maltratando la imagen de España y generando más odio en la sociedad. Si ya llegó con fama de inútil y fue nombrada por lo que todos sabemos, no tardó en convertirse en la mofa ministerial y en el hazmerreír de la sociedad española, hasta que su ley condenó a las víctimas y envalentonó a la columna vertebral de la degeneración española: violadores, pederastas y agresores sexuales.
Los resultados estadísticos son nefastos para violaciones y agresiones: nunca en España se produjeron tantas violaciones y agresiones sexuales como durante la permanencia en los respectivos ministerios de Irene Montero en IGUAL-DA y de Grande-Marlasca en Interior. La dejadez ha sido mayúscula y elevada su inutilidad, casi tan inútil y cobarde como la labor de Grande-Marlasca en Bilbao en los años del tiro en la nuca y la bomba en los bajos del coche.
Tan pronto abandonen el ministerio que estos años los ha permitido retozar y atacar a la sociedad, uno y otra tendrán lo que merecen por la desidia y holganza demostrada. ¿Hay apuestas? Al tiempo.
España
Diez puntos para valorar una teoría de la conspiración (CONSPIROLOGíA II DE II)
Published
2 días agoon
12/10/2024By
Ernesto Milá
Dentro de las posibilidades de esta obra y a la vista de los errores que hemos apreciado en varias de las teorías de la conspiración que hemos expuesto, vale la pena aportar, para terminar, unos cuantos puntos que permitirán al lector valorar la validez de cualquier nueva teoría que se le presente (y que no dudamos que, en tiempos de confusión y crisis como estos, surgirán por todas partes y en cadencia creciente)
1) Remontarse a las fuentes: no todas las teorías de la conspiración son igualmente “solventes”. Con demasiado frecuencia -como hemos visto en estas páginas- se apoyan en bases lo suficientemente dudosas como para poder atribuirles un mínimo de credibilidad: ante una teoría de la conspiración concreta hay que preguntarse: 1) Qué tiende a explicar, 2) De dónde y cuándo ha surgido, 3) Quiénes son sus mentores, 4) Sobre qué documentación fehaciente se apoya… La simple respuesta a estas cuestiones dará el índice de solvencia y credibilidad de una teoría de la conspiración. Y esto es más que necesario a la vista de que, como hemos podido comprobar, es muy frecuente que una teoría de la conspiración parte de un documento falso, de un malentendido histórico, de una fuente leída demasiado apresuradamente y de un error en la importancia que un documento puede haber jugado en una época concreta. Es frecuente, así mismo, que algunas teorías de la conspiración contengan datos que se han arrastrado a la largo de generaciones y que, dados por buenos generación tras generación, luego resulte que se trata de referencias falsas, dudosas o malinterpretadas
2) Remontarse a la época en la que enunció: esto nos dará el cuadro general de los problemas concretos de ese momento histórico y es posible, incluso, que nos sirva para apreciar la validez de una teoría de la conspiración en un momento dado y en de determinada coyuntura histórica, pero sea inaplicable en otro espacio y en otro tiempo. El tiempo suele matar las teorías de la conspiración que pretenden interpretar la historia en función de un único actor conspirativo. Los datos que pueden parecer “convincentes” en un tiempo, ya no suelen encajar con la realidad pocos 20 años después. Entidades de “poder mundial” que fueron determinantes en un tiempo concreto, pasan a ser irrelevantes apenas unos años después, sustituidas por otras. (recordemos la asociación Skull & Bones a la que perteneció la familia Bush y de la que se habló exhaustivamente mientras George Bush fue presidente, o de la Comisión Trilateral a la que pertenecieron buena parte de los miembros de la administración Carter). Cada generación desarrolla sus propios modelos conspirativos y es inútil pensar que el mismo diseño conspirativo se mantiene inalterable durante siglos.
3) Valorar al autor y su obra: habitualmente, todas las teorías de la conspiración tienen un autor. La validez de la teoría, en gran medida, puede ser evaluada en función de la solvencia de este autor, de su prestigio intelectual y de sus posibilidades reales de análisis e investigación. Es muy posible que autores conspiranoicos, por ejemplo, elaboren sus teorías en función de sus lastres psicológicos personales, de sus filias o sus fobias, de sus obsesiones e, incluso de su incapacidad para entender los mecanismos reales y objetivos para interpretar un hecho concreto o una situación histórico. Un autor solvente desde el punto de vista intelectual, un investigador que trabaje según un método científico, es garantía de que sus conclusiones pueden aproximarse a la verdad. Un autor anónimo, aupado en redes sociales, un intelectual que cambie constantemente de opinión, impulsivo, poco reflexivo, excesivamente intuitivo, suele ser garantía de una teoría de la conspiración errónea. Así mismo, un documento espurio, sin garantías de autenticidad, cuyo origen está envuelto en brumas con posibilidad de que se trate de una falsificación, es el anticipo de una teoría conspiranoica falsa o artificialmente creada.
4) Evitar dar por ciertas versiones de una conspiración que se mantienen a lo largo del tiempo utilizando datos repetidos reiteradamente, pero nunca confirmados como auténticos: es muy frecuente que una teoría de la conspiración que se mantiene durante décadas, encuentre a autores poco escrupulosos que dan por ciertos y repiten (“refritos”) datos que la confirmarían, sin antes preocuparse si estos datos son indubitables o bien nunca han sido confirmados. Es frecuente que una conspiración se dé por cierta por el testimonio de un personaje desconocido que asistió a una reunión de conspiradores y luego sintió una necesidad vital de “contar la verdad”. Luego, dando por cierto ese testimonio, el dato se repite una y otra vez en las sucesivas revisiones de la teoría de la conspiración en cuestión. Ahora bien, siempre hay que tener en cuenta que, si ese dato que puede ser calificado como la “piedra fundacional” es falso o erróneo, toda la construcción que se asienta encima es inestable en tanto que igualmente falsa. Aquí puede aplicarse el principio jurídico de “testimonio único, testimonio nulo”.
5) Confrontar la teoría con la realidad: las teorías de la conspiración se confirman o quedan desmentidas a la luz de la realidad. Mientras existe un paralelismo entre el enunciado de la teoría y las situaciones reales que se van sucediendo, la teoría en cuestión queda verificada, pero, desde el momento en el que teoría y realidad divergen, hay que evitar tratar de encajarlas a martillazos. La teoría no ha soportado el choque con la realidad y se ha difuminado. El peor error consistiría en seguir creyendo en algo en función de lo que ya no sirve para entender un proceso histórico. En el período de la primera postguerra mundial, por ejemplo, podía darse por cierto la idea del entendimiento entre judíos laicizados y bolchevismo a la vista de que la mayoría de dirigentes comunistas eran de origen judío. Pero, a partir del estalinismo y de sus purgas -que salpicaron especialmente a grupos dirigentes bolcheviques de origen judío- la teoría ya no era válida.
6) Buscar explicaciones alternativas: en ciencia se dice que “más vale una mala teoría que no tener teoría”. Una “mala teoría” sirve para estructurar conocimientos e interpretarlos, pero también para poder realizar una crítica que puede desembocar en la formulación de una “buena teoría”. Esto implica que una interpretación de la realidad en función de una teoría de la conspiración es un recurso aceptable y necesario solamente en el caso de que no exista otra teoría que interprete mejor los mismos hechos. La mayor parte de teorías de la conspiración tratan siempre de explicar problemas complejos mediante respuestas simples. Pero, en un momento de aceleración de la historia y de cada vez mayor complejidad de las sociedades, es inevitable que la explicación a los procesos que se van desarrollando, sean complejas y tengan en cuenta multitud de factores. Precisamente, esa complejidad es lo que hace difícil que existan conspiraciones que puedan soportar el paso del tiempo y cuyos mentores hayan tenido en cuenta todos los elementos de la ecuación. Esto implica que la validez de una teoría de la conspiración es inversamente proporcional al tiempo que transcurre desde que ha sido enunciada.
7) No perder nunca la objetividad en el análisis de una teoría de la conspiración: habitualmente, las teorías de la conspiración tienen éxito o no a partir del énfasis y de la capacidad de convicción de quienes las difunden, por la espectacularidad de algunos de sus contenidos, incluso por su extravagancia y por los canales en los que difunden (habitualmente redes sociales y grupos formados por “creyentes”) mucho más que por el contenido de los datos que aportan. Estos, no siempre superan la prueba de la veracidad. Es importante para el ciudadano al que le llega una nueva teoría de este tipo, que mantenga el cerebro frío y siempre, a la hora de valorarla, especialmente en estos momentos en donde hay bases de datos suficientes en Internet como para poder evaluar y confirmar o desmentir cada dato, confirme por sí mismo, los datos que le llegan.
8) Discriminar y clasificar las fuentes: Un dato olvidado en una web perdida que ni siquiera indica la fuente, suele no ser fiable, sin embargo, muchas teorías de la conspiración se han elaborado sobre esa base (el Plan Kalergi, como hemos demostrado surgió de una mala lectura de un libro olvidado, escrito por un autor que nunca tuvo una relevancia especial). Es importante a la hora de establecer la credibilidad de un dato aportado en una teoría de la conspiración, el valorar la fuente que lo ha emitido. Para ello, habrá que ver qué otros datos, sobre otros temas, aporta esa misma fuente y, en función de ello podremos establecer si el dato es fiable, inseguro en mayor o menor grado, o simplemente falso. En una publicación poco seria, en una web juvenil, en un foro de noticias que habitualmente sirve para canalizar locuras, fakes y es frecuentado por carne de psiquiátrico, es inútil pensar que vamos a encontrar datos que puedan aceptarse sin más. Los datos aceptables, solamente pueden partir de fuentes solventes.
9) Necesidad de documentos indubitables y testimonios múltiples: hay que desconfiar de “documentos probatorios”, sin padres ni madres reconocidos. Guénon sostenía que una sociedad secreta digna de tal nombre no deja rastros escritos de su actividad. Cuando aparece algún documento emanado por una de estas sociedades, hay que desconfiar sobre su autenticidad. Es demasiado frecuente que se trata de una “pieza de intoxicación”. Cuando se publicaron los Protocolos de los Sabios de Sión, algunos recordaron este principio y, aun antes de que aparecieran todos los datos que confirmaron la mistificación, denunciaron que el documento no solo era falso, sino que era cualquier cosa, menos las actas de una reunión secreta tendente a lograr el dominio mundial. Por otra parte, un dato único no puede confirmar una tesis compleja. En ciencia se dice que “a grandes tesis, grandes demostraciones”: si se quiere demostrar la existencia de vida extraterrestre (una gran tesis), la “gran demostración” consiste en entrevistar a un extraterrestre en la CNN. Frecuentemente, las teorías conspiranoicas, aparte de su escasa objetividad, parten de un testimonio único que, como sabe cualquier jurista, equivale a “testimonio nulo”.
10) Si no se dispone de una teoría “segura”, mejor prepararse para afrontar los hechos: vivimos momentos de crisis a los que se une un proceso de aceleración de la historia que se prolonga desde hace más de un siglo, a velocidad creciente. Cada vez es más habitual que las teorías interpretativas vayan por detrás de la realidad de los hechos. El catolicismo, por ejemplo, ha perdido mucho tiempo, tratando de explicarse el porqué está hoy en crisis, especialmente en la tierra de Europa: y no ha llegado a conclusiones unánimemente aceptadas. La situación es que hoy, además de carecer de teoría interpretativa sobre su propia crisis, se encuentra en una situación prácticamente insalvable: para los católicos, ya no se trata de seguir pensando en los “por qué”, sino más bien en actuar para tratar de salvar lo salvable y evitar la islamización de Europa. Es frecuente, como ya hemos dicho, que una teoría que “funcionó” ayer, ya esté superada poco después. Para apreciar un problema, basta con salir a la calle y observar el entorno: a partir de aquí podrá inferirse si hay tiempo para elaborar una teoría de la conspiración, o será necesario enfrentarse al problema que se percibe con la mayor determinación aun sin haber elaborado una teoría que lo explique.
Es posible que estos consejos hayan decepcionado a algunos. Y, sin embargo, son necesarios a la vista de la facilidad con la que hoy se difunden fakes, se repiten errores, se elaboran o adaptan teorías que no tienen posibilidades de interpretar satisfactoriamente nuestro momento histórico. Vivimos tiempos de repliegue a lo personal, nuestras vidas están encerradas en nuestras terminales digitales. Casi sin darnos cuenta hemos terminado presos, primero del racionalismo, luego de los millones de reclamos que cada día exigen nuestra atención, la mayoría carecen de tiempo para recabar datos y deben fiarse de las teorías de la conspiración elaboradas por otros. Ya hemos visto que, con demasiada frecuencia, estas teorías resultan erróneas. En la soledad de nuestros hogares, nosotros y nuestras terminales digitales pueden estas ofreciéndonos informaciones distorsionadas, incompletas, interesadas, pura intoxicación: de ahí la necesidad de salir a la calle, afrontar el mundo tal cual es, y, aun cuando no podamos hacer nada por rectificar un mundo que se derrumba ante nuestros ojos, debemos procurar que ese mismo mundo deletéreo, absurdo y repleto de distorsiones no tenga entrada en nosotros mismos.
A partir de aquí, las actitudes son dos: la el ciudadano más volcado a la meditación que a la acción que reaccionará tratando se confrontar teorías de la conspiración, sus datos y las responsabilidades contra las que apunta o bien elaborar su propia teoría de la conspiración; o bien, en aquellos en los que algo les hierve en la sangre, más resueltos a la acción que a la contemplación, que tratarán de actuar contra la decadencia o bien de preparar el mundo post-apocalíptico. Sí, porque, a fin de cuentas, la grandeza de nuestro momento histórico es que, con o sin teorías de la conspiración, estamos viviendo el final de una era.
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