España
Sánchez hunde al PSOE en formol

Published
6 años agoon
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Redacción
José Javier Rueda.- Pedro Sánchez reverdece la teoría de Rajoy de que gobernar es resistir. Esta semana ha reiterado que pretende agotar la legislatura con o sin presupuestos. Mientras tanto, el PSOE languidece, desdibujado por el tacticismo y la confusión ideológica.
Vivimos una época de reformulaciones. En tiempos líquidos no hay certezas. Así se explica que, mientras los comunistas actuales son los mejores gestores del capitalismo (China y Vietnam), los países capitalistas desarrollados van en la dirección del comunalismo cooperativo como manera de superar el capitalismo (Zizek). En este contexto, la socialdemocracia sigue buscando un ideario para reconquistar a su electorado natural mientras se desmorona en prácticamente todas las citas electorales. Sufre un evidente distanciamiento de las clases medias por el enfado/miedo de los ciudadanos por cómo los partidos tradicionales han gestionado la globalización y la salida de la peor crisis económica desde la Gran Depresión.
¿Y en España? Es uno de los pocos países europeos donde hoy gobierna un partido socialista. Pero Pedro Sánchez, capitidisminuido con sus 84 diputados, sin un programa y ante un intenso ciclo electoral a punto de comenzar, está optando por la misma estrategia que su antecesor: resistir. Y no lo tiene fácil. Enfrente tiene una oposición (PP y Ciudadanos) que ha intensificado su hostilidad porque entre ellos se disputan el electorado de centroderecha. Al lado se han colocado unos presuntos aliados que lo pueden devorar en cualquier momento: unos porque están en guerra con el Estado para lograr la secesión (ERC, PDECat y Bildu), otros porque quieren privilegios para su Comunidad (PNV) y otros porque pretenden arrebatarle su electorado (Podemos). De cualquier modo, el ave fénix del socialismo español es un auténtico superviviente que no piensa desperdiciar su oportunidad, aunque sea a costa de anestesiar a su partido.
En sus casi 140 años de historia, el PSOE ha vivido múltiples ‘actualizaciones’. La primera ya surgió en su fundación: su primer programa asumía el marxismo aspirando a la nacionalización de la propiedad, pero inmediatamente reclamaba derecho de asociación, libertad de prensa y sufragio universal. Más tarde, se entusiasmó con la revolución soviética de 1917, pero acabó colaborando con el dictador Primo de Rivera. Y en el periodo de la Guerra Civil aún se intensificaron más esos giros. La retahíla de ‘aggiornamentos’ alcanzó un punto álgido con Felipe González en los años setenta. Fue él quien devolvió al PSOE la ocasión de gobernar con su audaz maniobra para borrar el culto al marxismo en 1979. González y Alfonso Guerra fueron capaces de encabezar un proyecto progresista, modernizador y homologable con el resto de los partidos socialdemócratas europeos.
La etapa de José Luis Rodríguez Zapatero fue la de la vacuidad ideológica e intelectual. «Pensamiento Alicia», lo definió ingeniosamente el filósofo Gustavo Bueno. Acabó con el PSOE del proyecto político de la Transición, basado en el consenso, y desarrolló la estrategia de asumir como propias, paradójicamente, las tesis de los nacionalismos periféricos.
Hoy, Pedro Sánchez puede convertirse en el enterrador definitivo de aquel PSOE que triunfó en 1982. El único programa claro que se percibe en la Moncloa es que su actual inquilino no quiere cambiar de residencia, aun a costa de aceptar la deriva antiliberal del nacionalismo. No hay, pues, ni confusión estratégica ni desajuste ideológico coyuntural. Hay un presidente del Gobierno que ha metido a su partido en formol para que no le moleste.
Casi medio siglo después del congreso de Suresnes (1974), aquellos que se hicieron con el control del partido han desaparecido o se han convertido en incómodos ‘jarrones chinos’ (según Felipe González). Sin haber superado todavía las secuelas del mandato de Zapatero, el PSOE está ya en manos de una nueva generación que no vivió la Transición.
Ha rejuvenecido, sin duda, pero ya no se le percibe con una identidad diferencial. Ya no resulta atractivo. El tacticismo lo ha desdibujado. Hoy solo parece una obsoleta maquinaria dedicada en exclusiva a mantener el hiperliderazgo de Pedro Sánchez y de algunos ‘barones’ regionales.

L. Perona.
Hay indicios que señalan que la comunidad económica europea, hoy convertida en un gran elefante burocrático, torpe y liberticida, fue creada por la CIA y su antecedente, OSS. Joshua Paul, un investigador de la Universidad de Georgetown, según un artículo publicado por Ambrose Evans-Pritchard en el London Telegraph el 19 de septiembre de 2000, encontró documentos desclasificados del gobierno estadounidense que sugieren una implicación de Estados Unidos en la promoción de la integración europea durante las décadas de 1950 y 1960. La nación norteamericana se convirtió en un imperio amenazador para Europa desde su agresión a España en 1898. En tal fecha, como señaló repetidas veces el filósofo Carlos X. Blanco en sus obras, “las naciones europeas se cruzaron de brazos y permitieron la humillación a una de las suyas”. Ya no solamente la América española estaba a su merced. Se trataba ahora de controlar el “Viejo Continente”. La oportuna y oportunista intervención en las dos guerras mundiales, permitió a los yanquis aumentar su injerencia.
Qué encontró Joshua Paul:
El profesor Paul descubrió archivos en los Archivos Nacionales de Estados Unidos que indican que la inteligencia estadounidense, particularmente a través de la American Committee for a United Europe (ACUE), creada en 1948, financió y dirigió movimientos federalistas europeos, como el Movimiento Europeo. La ACUE, presidida por William J. Donovan (exjefe de la OSS, precursora de la CIA) y con Allen Dulles (director de la CIA en los años 50) como vicepresidente, canalizó fondos de fundaciones como la Ford y la Rockefeller, además de grupos empresariales cercanos al gobierno estadounidense, para apoyar iniciativas que promovieran una Europa unida. Los buscadores automáticos de información, así como los chats de IA insisten en decir al usuario que “canalizar fondos” no es pagar la creación institucional de la Unión Europea (o sus precedentes). Que el lector saque sus propias consecuencias.
Hay un memorando fechado el 26 de julio de 1950, firmado por Donovan, el cual daba instrucciones precisas sobre una campaña para promover un parlamento europeo plenamente constituido. Además, el Departamento de Estado de EE.UU. desempeñó un papel relevante, como lo demuestra un memorándum de 1965 que aconsejaba al vicepresidente de la Comunidad Económica Europea, Robert Marjolin, avanzar en la unión monetaria de manera discreta, evitando debates públicos hasta que las propuestas fueran prácticamente inevitables. En realidad, todo el proceso de unificación de Europa fue así: dando pasos suaves y discretos, a espaldas de sus pueblos, presentándoles los “productos” ya cocinados. Los propios líderes –como hoy, la nefasta Úrsula von der Layen- poseen autoridad creciente, no respaldada por sufragios, ajenos a cualquier atisbo de “soberanía popular”. Correlaciona perfectamente la desposesión de soberanía nacional de los pueblos de Europa con el autoritarismo e injerencia de la UE, en aumento, siempre creciente e indiscutida. La actual guerra de Ucrania, en la que la UE se ha revelado como brazo civil y propagandístico de la OTAN, así como la pasividad cuando no el partidismo pro-sionista de la Unión Europea, reflejan que el dinero americano de la fundación sigue controlando el chiringuito europeísta.
Cómo se hizo.
Estos fondos yanquis no se destinaron directamente a la creación del Mercado Común Europeo (CEE, establecido por el Tratado de Roma en 1957), sino que apoyaron movimientos e iniciativas que fomentaban la idea de una Europa unida, como la Campaña Europea de la Juventud y el propio Movimiento Europeo. Figuras clave como Robert Schuman, Paul-Henri Spaak y Joseph Retinger, líderes del Movimiento Europeo, recibieron apoyo financiero estadounidense, dinerito contante en dólares, aunque este chorro de papel verde se manejó como una operación encubierta. Cuando Retinger intentó recaudar fondos en Europa para reducir la dependencia de EE.UU., fue rápidamente reprendido por los patrocinadores estadounidenses. Es de notar que la intervención yanqui fue constante desde que sus tropas desembarcaron en el, para ellos, “Viejo Continente”. La existencia de cientos de bases militares (muy concentradas en los países vencidos, Alemania e Italia, pero también en los demás estados de Europa Occidental) recuerda a los europeos que jamás van a tener un ejército propio, unidos, y que, por separado jamás van a tener soberanía defensiva. Se trataba, y se trata, en todo momento, de tener “Alemania debajo y Rusia en frente”, pero además “los EUA encima”. La Unión Europea, lejos de ser un mero instrumento comercial, hasta cierto punto necesario, pues los países europeos son muy pequeños, se ha convertido en un instrumento para subyugar a Europa más de lo que ya estaba a través de la “cretinización general de la población” (J. M. de Prada, Carlos X. Blanco), primero con las músicas y bailes africanoides, después con Hollywood y la “Caja Tonta”, ahora con las redes sociales y la ideología wokeísta.
Los documentos sugieren que Estados Unidos vio la integración europea como una forma de estabilizar el continente, contrarrestar la influencia soviética durante la Guerra Fría y facilitar el control político al lidiar con un bloque unificado en lugar de múltiples gobiernos nacionales. Estas estrategias van unidas a la financiación y soborno de partidos, sindicatos y hasta grupos terroristas. En España, por ejemplo, el grupo separatista y terrorista ETA estuvo, al igual que el Partido Nacionalista Vasco, muy conectado con los norteamericanos (previamente, con los británicos y el MI6). Los libros del historiador Armando Besga son muy recomendables en este sentido. Debe recordarse que el dinero y las maniobras yanquis están detrás del magnicidio del almirante Carrero Blanco, un bastión de soberanía española ante el poder del Imperio yanqui. La desaparición del gaullismo francés y del franquismo español eran cruciales para la colonización de toda Europa occidental.
Algunos analistas, como Paul Craig Roberts, han interpretado estos hallazgos como prueba de que la Unión Europea fue una «creación de la CIA. La integración europea fue impulsada por líderes europeos con sus propios objetivos, pero también trabajaron como criados del Imperio ocupante, y los fondos estadounidenses representaron solo una parte del esfuerzo, también hubo finanzas locales detrás del proyecto, plutócrata en cualquier caso. Los documentos indican al menos que EE. UU. apoyó movimientos que alineaban con sus intereses geopolíticos.
El trabajo de Joshua Paul revela un apoyo financiero y político encubierto de Estados Unidos a movimientos proeuropeos, y permite más que sospechar que el Mercado Común Europeo fue creado con «dinero americano» en un sentido al menos indirecto. La CEE fue financiada y establecida por los países fundadores (Francia, Alemania Occidental, Italia, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo), y por la CIA. Ahora esta Europa “unida” en su falta de soberanía apuesta por prolongar la guerra en Ucrania, pagándola de su bolsillo, arruinándose, y mira para otro lado en el tema del genocidio de Gaza, ignorando que pronto el genocidio se llevará a cabo en las propias colonias de los yanquis: en los propios estados bananeros de la UE.


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