Sociedad
Plan de emergencia: el Ejército vuelve a las calles
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4 años agoon
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Redacción
Queja de las autonomías. Hace falta otro despliegue intenso de Policía y Guardia Civil para controlar los confinamientos selectivos y las cuarentenas
La Comunidad de Madrid vuelve a estar marcada como epicentro de la Covid. En los próximos días se lo juega a todo o nada, con los efectos multiplicadores del éxito o fracaso de sus medidas en la expansión del virus en las autonomías limítrofes por las intensas relaciones laborales, educativas o de atención médica que mantiene con ellas.
«Estamos a tiempo si Sánchez pone todos los recursos; si no, vamos muy tarde». Esta reflexión, que sale de la Puerta del Sol, da la dimensión de la gravedad del problema al que se enfrenta el Gobierno de Isabel Díaz-Ayuso, pero también el Gobierno de Pedro Sánchez porque Madrid es «un problema de Estado». Aunque durante medio año la política a su alrededor haya estado más pendiente de la confrontación partidista que de la urgencia de la pandemia.
Este fin de semana, en vísperas de que el lunes entren en marcha las nuevas limitaciones de movimientos y aforos, la alerta está en la falta de rastreadores, que se viene denunciando desde hace semanas. Las UCI públicas estaban ayer por encima del 90 por ciento. Y la atención primaria «estará desbordada la próxima semana». De la saturación al colapso es cuestión de unos diez días si no funcionan las medidas impuestas por la propagación exponencial de la enfermedad. Y la solución depende de que, al margen del confinamiento perimetral de los barrios con tasas de contagios más descontroladas, se aumente de verdad la capacidad de rastreo y de los transportes públicos, y se vuelvan a habilitar hoteles u otro tipo de locales para el aislamiento de los positivos.
Moncloa y el Gobierno de Madrid trabajan durante el fin de semana con el agua al cuello, y siendo conscientes de que, si fallan las medidas programadas, habrá poca alternativa a la de actuar por la vía del estado de alarma para imponer un confinamiento más severo porque las cifras son alarmantes y queda por delante todo el invierno, sin que haya empezado todavía la temporada de la gripe común. La política busca ganar tiempo por los efectos económicos de las restricciones, pero los expertos ya advierten de que las nuevas decisiones «llegan tarde» y serán «insuficientes» porque no servirán para doblegar la curva de crecimiento.
«Los datos señalan que Madrid es hoy la comunidad que está más cerca de la necesidad del estado de alarma», reflexiona un presidente autonómico del PP, pero, claro, en el análisis político no pasan por alto el factor de que, si el Gobierno madrileño lo pidiera, dejaría en evidencia el discurso nacional de Pablo Casado. La atención está puesta en Madrid, si bien las cifras del resto de autonomías siguen de manera alarmante al alza.
En las radiografías de Cataluña, Castilla-La Mancha, Castilla y León o País Vasco no hay ninguna razón para el optimismo, aunque el foco esté puesto en la capital por su relevancia estratégica en clave nacional y también porque es donde se libra la principal batalla política. Por cierto, los datos también revelan que la confrontación política en general, y la falta de lealtad entre las Administraciones, es letal para controlar la pandemia.
Pero la política no se detiene, y Moncloa y Génova conservan abiertas sus terminales. Así, la dirección nacional del PP siguió ayer apuntando con dureza contra Moncloa, en la misma línea que viene haciendo el Gobierno de Ayuso desde el mes de marzo. Horas antes de que Sánchez visite la sede del Gobierno regional, Génova descarga sobre él la competencia exclusiva del Ministerio de Sanidad frente a la pandemia: «No es admisible la derivación de responsabilidad del Gobierno a las comunidades». También reprochan a Sánchez que haya tardado «seis meses en venir a interesarse por su responsabilidad a pesar de que Ayuso se lo lleva pidiendo diez conferencias de presidentes».
Génova está obligada a blindar su defensa al Gobierno de Ayuso porque es el espejo de Pablo Casado. Y desde la dirección nacional popular continúan actuando como caja de resonancia de las críticas más severas a la gestión del Gobierno socialista. A diferencia del tono más moderado de otras baronías del partido y en contraste con las tensiones dentro del Gobierno de coalición de Madrid, no sólo ya entre PP y Ciudadanos, sino también dentro de la parte de Gobierno popular y entre la Comunidad y el Ayuntamiento que dirige José Luis Martínez Almeida por «la falta de información» y por cómo se ha gestionado el control del virus.
Génova culpa a Sánchez de que haya lastrado la efectividad de las medidas por haberse negado a modificar la legislación, «como le llevamos pidiendo medio año», para poder limitar la movilidad de «forma eficaz sin volver a un confinamiento más ruinoso». También carga contra la delegación del Gobierno, y responsabilidad directamente al presidente del Gobierno de «no haber hecho nada frente a la segunda oleada» de la pandemia.
La reunión la «calientan», además, con la acusación a Moncloa de dirigir el foco mediático contra Madrid y no actuar de la misma manera con la crisis en Aragón y la Rioja, o con la incidencia real en Castilla-La Mancha. Y le afean su inacción en Barajas: «Pretenden decir que se ha tardado en confinar barrios mientras en el aeropuerto internacional de la capital entraban sin control millones de ciudadanos de toda España y del extranjero».
Con una situación sanitaria cada día más alarmante, las comunidades autónomas gobernadas por el PP tienen que gestionar aquel «no» de Pablo Casado a mantener la prórroga del estado de alarma y su veto a que se avance ahora por ese camino para frenar el descontrol del virus. «Es una trampa de Sánchez», según la dirección del partido.
El discurso del líder nacional popular ha chocado con la realidad de la Comunidad de Madrid y su posición es contraria a que sus Gobiernos autonómicos hagan uso de esa vía habilitada por el jefe del Ejecutivo. Por mal que se pongan las cosas, sería tanto como rectificarle en su posición nacional y la instrucción es mantener la exigencia de que se active la necesaria modificación de la legislación ordinaria para poder actuar «de manera más eficaz, sin trabas jurídicas», para avanzar en los confinamientos selectivos que todos los Gobiernos dan por hecho que tendrán que seguir produciéndose hasta que haya una vacuna.
En general, dejando a un lado las lecturas de partido, los hechos confirman que las comunidades han tenido, y siguen teniendo, un problema para garantizar, sin la ayuda de las Fuerzas de Seguridad del Estado, el orden público, las cuarentenas y los confinamientos restrictivos que exige la segunda oleada del virus.
Algunas de ellas advirtieron de este riesgo cuando se abrió el debate sobre la continuidad del estado de alarma y el verano ha confirmado el coste de no dar abasto con sus policías locales, así como los problemas de coordinación con la Policía y la Guardia Civil al no existir ya un mando único. Salvo aquellas que tienen policías autonómicas, este problema de coordinación y de falta de efectivos es una queja que se escucha en la mayoría de las sedes autonómicas, aunque no levanten la voz porque el debate político se ha construido sobre la regla de que aquel que pida ayuda será señalado como un Gobierno ineficaz.
El hilo de comunicación con las delegaciones del Gobierno también ha tenido fallos importantes y esto ha afectado a la lucha contra el virus, de la misma manera que la falta de rastreadores o la imprevisión en la movilización de otros medios materiales y humanos. «No hace falta llegar a la situación de la Comunidad de Madrid para que sea evidente que tenemos un problema de coordinación policial. Necesitamos más trasvase de información y más apoyo de los Cuerpos de Seguridad del Estado», admiten en Castilla-La Mancha.
España
Diez puntos para valorar una teoría de la conspiración (CONSPIROLOGíA II DE II)
Published
2 días agoon
12/10/2024By
Ernesto Milá
Dentro de las posibilidades de esta obra y a la vista de los errores que hemos apreciado en varias de las teorías de la conspiración que hemos expuesto, vale la pena aportar, para terminar, unos cuantos puntos que permitirán al lector valorar la validez de cualquier nueva teoría que se le presente (y que no dudamos que, en tiempos de confusión y crisis como estos, surgirán por todas partes y en cadencia creciente)
1) Remontarse a las fuentes: no todas las teorías de la conspiración son igualmente “solventes”. Con demasiado frecuencia -como hemos visto en estas páginas- se apoyan en bases lo suficientemente dudosas como para poder atribuirles un mínimo de credibilidad: ante una teoría de la conspiración concreta hay que preguntarse: 1) Qué tiende a explicar, 2) De dónde y cuándo ha surgido, 3) Quiénes son sus mentores, 4) Sobre qué documentación fehaciente se apoya… La simple respuesta a estas cuestiones dará el índice de solvencia y credibilidad de una teoría de la conspiración. Y esto es más que necesario a la vista de que, como hemos podido comprobar, es muy frecuente que una teoría de la conspiración parte de un documento falso, de un malentendido histórico, de una fuente leída demasiado apresuradamente y de un error en la importancia que un documento puede haber jugado en una época concreta. Es frecuente, así mismo, que algunas teorías de la conspiración contengan datos que se han arrastrado a la largo de generaciones y que, dados por buenos generación tras generación, luego resulte que se trata de referencias falsas, dudosas o malinterpretadas
2) Remontarse a la época en la que enunció: esto nos dará el cuadro general de los problemas concretos de ese momento histórico y es posible, incluso, que nos sirva para apreciar la validez de una teoría de la conspiración en un momento dado y en de determinada coyuntura histórica, pero sea inaplicable en otro espacio y en otro tiempo. El tiempo suele matar las teorías de la conspiración que pretenden interpretar la historia en función de un único actor conspirativo. Los datos que pueden parecer “convincentes” en un tiempo, ya no suelen encajar con la realidad pocos 20 años después. Entidades de “poder mundial” que fueron determinantes en un tiempo concreto, pasan a ser irrelevantes apenas unos años después, sustituidas por otras. (recordemos la asociación Skull & Bones a la que perteneció la familia Bush y de la que se habló exhaustivamente mientras George Bush fue presidente, o de la Comisión Trilateral a la que pertenecieron buena parte de los miembros de la administración Carter). Cada generación desarrolla sus propios modelos conspirativos y es inútil pensar que el mismo diseño conspirativo se mantiene inalterable durante siglos.
3) Valorar al autor y su obra: habitualmente, todas las teorías de la conspiración tienen un autor. La validez de la teoría, en gran medida, puede ser evaluada en función de la solvencia de este autor, de su prestigio intelectual y de sus posibilidades reales de análisis e investigación. Es muy posible que autores conspiranoicos, por ejemplo, elaboren sus teorías en función de sus lastres psicológicos personales, de sus filias o sus fobias, de sus obsesiones e, incluso de su incapacidad para entender los mecanismos reales y objetivos para interpretar un hecho concreto o una situación histórico. Un autor solvente desde el punto de vista intelectual, un investigador que trabaje según un método científico, es garantía de que sus conclusiones pueden aproximarse a la verdad. Un autor anónimo, aupado en redes sociales, un intelectual que cambie constantemente de opinión, impulsivo, poco reflexivo, excesivamente intuitivo, suele ser garantía de una teoría de la conspiración errónea. Así mismo, un documento espurio, sin garantías de autenticidad, cuyo origen está envuelto en brumas con posibilidad de que se trate de una falsificación, es el anticipo de una teoría conspiranoica falsa o artificialmente creada.
4) Evitar dar por ciertas versiones de una conspiración que se mantienen a lo largo del tiempo utilizando datos repetidos reiteradamente, pero nunca confirmados como auténticos: es muy frecuente que una teoría de la conspiración que se mantiene durante décadas, encuentre a autores poco escrupulosos que dan por ciertos y repiten (“refritos”) datos que la confirmarían, sin antes preocuparse si estos datos son indubitables o bien nunca han sido confirmados. Es frecuente que una conspiración se dé por cierta por el testimonio de un personaje desconocido que asistió a una reunión de conspiradores y luego sintió una necesidad vital de “contar la verdad”. Luego, dando por cierto ese testimonio, el dato se repite una y otra vez en las sucesivas revisiones de la teoría de la conspiración en cuestión. Ahora bien, siempre hay que tener en cuenta que, si ese dato que puede ser calificado como la “piedra fundacional” es falso o erróneo, toda la construcción que se asienta encima es inestable en tanto que igualmente falsa. Aquí puede aplicarse el principio jurídico de “testimonio único, testimonio nulo”.
5) Confrontar la teoría con la realidad: las teorías de la conspiración se confirman o quedan desmentidas a la luz de la realidad. Mientras existe un paralelismo entre el enunciado de la teoría y las situaciones reales que se van sucediendo, la teoría en cuestión queda verificada, pero, desde el momento en el que teoría y realidad divergen, hay que evitar tratar de encajarlas a martillazos. La teoría no ha soportado el choque con la realidad y se ha difuminado. El peor error consistiría en seguir creyendo en algo en función de lo que ya no sirve para entender un proceso histórico. En el período de la primera postguerra mundial, por ejemplo, podía darse por cierto la idea del entendimiento entre judíos laicizados y bolchevismo a la vista de que la mayoría de dirigentes comunistas eran de origen judío. Pero, a partir del estalinismo y de sus purgas -que salpicaron especialmente a grupos dirigentes bolcheviques de origen judío- la teoría ya no era válida.
6) Buscar explicaciones alternativas: en ciencia se dice que “más vale una mala teoría que no tener teoría”. Una “mala teoría” sirve para estructurar conocimientos e interpretarlos, pero también para poder realizar una crítica que puede desembocar en la formulación de una “buena teoría”. Esto implica que una interpretación de la realidad en función de una teoría de la conspiración es un recurso aceptable y necesario solamente en el caso de que no exista otra teoría que interprete mejor los mismos hechos. La mayor parte de teorías de la conspiración tratan siempre de explicar problemas complejos mediante respuestas simples. Pero, en un momento de aceleración de la historia y de cada vez mayor complejidad de las sociedades, es inevitable que la explicación a los procesos que se van desarrollando, sean complejas y tengan en cuenta multitud de factores. Precisamente, esa complejidad es lo que hace difícil que existan conspiraciones que puedan soportar el paso del tiempo y cuyos mentores hayan tenido en cuenta todos los elementos de la ecuación. Esto implica que la validez de una teoría de la conspiración es inversamente proporcional al tiempo que transcurre desde que ha sido enunciada.
7) No perder nunca la objetividad en el análisis de una teoría de la conspiración: habitualmente, las teorías de la conspiración tienen éxito o no a partir del énfasis y de la capacidad de convicción de quienes las difunden, por la espectacularidad de algunos de sus contenidos, incluso por su extravagancia y por los canales en los que difunden (habitualmente redes sociales y grupos formados por “creyentes”) mucho más que por el contenido de los datos que aportan. Estos, no siempre superan la prueba de la veracidad. Es importante para el ciudadano al que le llega una nueva teoría de este tipo, que mantenga el cerebro frío y siempre, a la hora de valorarla, especialmente en estos momentos en donde hay bases de datos suficientes en Internet como para poder evaluar y confirmar o desmentir cada dato, confirme por sí mismo, los datos que le llegan.
8) Discriminar y clasificar las fuentes: Un dato olvidado en una web perdida que ni siquiera indica la fuente, suele no ser fiable, sin embargo, muchas teorías de la conspiración se han elaborado sobre esa base (el Plan Kalergi, como hemos demostrado surgió de una mala lectura de un libro olvidado, escrito por un autor que nunca tuvo una relevancia especial). Es importante a la hora de establecer la credibilidad de un dato aportado en una teoría de la conspiración, el valorar la fuente que lo ha emitido. Para ello, habrá que ver qué otros datos, sobre otros temas, aporta esa misma fuente y, en función de ello podremos establecer si el dato es fiable, inseguro en mayor o menor grado, o simplemente falso. En una publicación poco seria, en una web juvenil, en un foro de noticias que habitualmente sirve para canalizar locuras, fakes y es frecuentado por carne de psiquiátrico, es inútil pensar que vamos a encontrar datos que puedan aceptarse sin más. Los datos aceptables, solamente pueden partir de fuentes solventes.
9) Necesidad de documentos indubitables y testimonios múltiples: hay que desconfiar de “documentos probatorios”, sin padres ni madres reconocidos. Guénon sostenía que una sociedad secreta digna de tal nombre no deja rastros escritos de su actividad. Cuando aparece algún documento emanado por una de estas sociedades, hay que desconfiar sobre su autenticidad. Es demasiado frecuente que se trata de una “pieza de intoxicación”. Cuando se publicaron los Protocolos de los Sabios de Sión, algunos recordaron este principio y, aun antes de que aparecieran todos los datos que confirmaron la mistificación, denunciaron que el documento no solo era falso, sino que era cualquier cosa, menos las actas de una reunión secreta tendente a lograr el dominio mundial. Por otra parte, un dato único no puede confirmar una tesis compleja. En ciencia se dice que “a grandes tesis, grandes demostraciones”: si se quiere demostrar la existencia de vida extraterrestre (una gran tesis), la “gran demostración” consiste en entrevistar a un extraterrestre en la CNN. Frecuentemente, las teorías conspiranoicas, aparte de su escasa objetividad, parten de un testimonio único que, como sabe cualquier jurista, equivale a “testimonio nulo”.
10) Si no se dispone de una teoría “segura”, mejor prepararse para afrontar los hechos: vivimos momentos de crisis a los que se une un proceso de aceleración de la historia que se prolonga desde hace más de un siglo, a velocidad creciente. Cada vez es más habitual que las teorías interpretativas vayan por detrás de la realidad de los hechos. El catolicismo, por ejemplo, ha perdido mucho tiempo, tratando de explicarse el porqué está hoy en crisis, especialmente en la tierra de Europa: y no ha llegado a conclusiones unánimemente aceptadas. La situación es que hoy, además de carecer de teoría interpretativa sobre su propia crisis, se encuentra en una situación prácticamente insalvable: para los católicos, ya no se trata de seguir pensando en los “por qué”, sino más bien en actuar para tratar de salvar lo salvable y evitar la islamización de Europa. Es frecuente, como ya hemos dicho, que una teoría que “funcionó” ayer, ya esté superada poco después. Para apreciar un problema, basta con salir a la calle y observar el entorno: a partir de aquí podrá inferirse si hay tiempo para elaborar una teoría de la conspiración, o será necesario enfrentarse al problema que se percibe con la mayor determinación aun sin haber elaborado una teoría que lo explique.
Es posible que estos consejos hayan decepcionado a algunos. Y, sin embargo, son necesarios a la vista de la facilidad con la que hoy se difunden fakes, se repiten errores, se elaboran o adaptan teorías que no tienen posibilidades de interpretar satisfactoriamente nuestro momento histórico. Vivimos tiempos de repliegue a lo personal, nuestras vidas están encerradas en nuestras terminales digitales. Casi sin darnos cuenta hemos terminado presos, primero del racionalismo, luego de los millones de reclamos que cada día exigen nuestra atención, la mayoría carecen de tiempo para recabar datos y deben fiarse de las teorías de la conspiración elaboradas por otros. Ya hemos visto que, con demasiada frecuencia, estas teorías resultan erróneas. En la soledad de nuestros hogares, nosotros y nuestras terminales digitales pueden estas ofreciéndonos informaciones distorsionadas, incompletas, interesadas, pura intoxicación: de ahí la necesidad de salir a la calle, afrontar el mundo tal cual es, y, aun cuando no podamos hacer nada por rectificar un mundo que se derrumba ante nuestros ojos, debemos procurar que ese mismo mundo deletéreo, absurdo y repleto de distorsiones no tenga entrada en nosotros mismos.
A partir de aquí, las actitudes son dos: la el ciudadano más volcado a la meditación que a la acción que reaccionará tratando se confrontar teorías de la conspiración, sus datos y las responsabilidades contra las que apunta o bien elaborar su propia teoría de la conspiración; o bien, en aquellos en los que algo les hierve en la sangre, más resueltos a la acción que a la contemplación, que tratarán de actuar contra la decadencia o bien de preparar el mundo post-apocalíptico. Sí, porque, a fin de cuentas, la grandeza de nuestro momento histórico es que, con o sin teorías de la conspiración, estamos viviendo el final de una era.
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