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Opinión

Nulidad de nulidades

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No hacía falta ningún debate para tener la certeza de la mediocridad de los cinco aspirantes a presidir el Gobierno de España. Mediocridad en estado puro.

Desde la óptica de la formación, penosa a todas luces: un Doctor que plagia su tesis, un Licenciado que mangonea sus asignaturas, un Profesor universitario de tercer nivel, otro Licenciado con apenas experiencia y un Diplomado sociólogo también de tercer nivel.

¿Van ellos a resolver la Educación?

¡Venga ya, menos bromas!

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Sin experiencia laboral ninguno de ellos, ni por cuenta propia ni ajena. Y lo de creación de empresa les suena a chino. Por no saber, no saben ni lo que es ser autónomo.

¿Y ellos van a resolver el problema laboral?

¡Venga ya, menos bromas!

Se ponen a hablar de políticas familiares, natalidad, vivienda y conciliación.

Cuando uno vive en una casa que se la paga el Estado, otro casado con una hija de un millonario, otro que vive en un casoplón, otro que cambia de pareja cada dos por tres y otro que siempre ha tenido las espaldas (económicas) cubiertas con la tienda de su padre.

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Estos van a resolver esas cuestiones que tanto preocupan a millones de familias?

Venga ya, menos bromas!

Tienen la osadía, también, de hablar de impuestos. Ellos, que en su vida han hecho una declaración del I.V.A., ni de Sociedades ni de I.R.P.F. “normal” (sólo con bonificaciones y deducciones “políticas”, aprobadas por ellos mismos).

¿Y así van a planificar una adecuada políticas fiscal?

Venga ya, menos bromas!

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No es de extrañar que se rodeen de decenas de asesores. No saben de casi nada. Por no saber, no saben ni de política. Confunden la “cosa pública” con “cosa nostra”: nuestro partido, nuestros votantes, nuestros afiliados, nuestros enchufados/colocados…

¿Estos van a hacer Política (con mayúscula)?

Venga ya, menos bromas!

Como cuatro de ellos no van a ganar las elecciones y el que las gane no sabrá formar Gobierno, lo mejor y más natural sería que los cinco dimitieran y vinieran nuevos líderes que supieran (de algo, por lo menos).

Se lo agradeceríamos millones de votantes, paganinis de sus lamentables desafueros e ignorancia supina.

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¡Nulidad de nulidades y todo nulidad!

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Opinión

La ilusión diplomática

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Conflitti&Strategie

Demasiadas personas, incluso hoy, confían ciegamente en la diplomacia, como si el diálogo fuera suficiente para evitar los conflictos que hierven bajo la superficie de la historia. Sin embargo, la diplomacia, a pesar de su noble función, nunca ha resuelto ningún conflicto. Más bien, es como el búho de Minerva evocado por Hegel, que emprende el vuelo al anochecer, cuando los hechos ya están realizados. Sirve para fijar los detalles lo máximo posible. Cuando nadie está dispuesto a actuar, la diplomacia es útil, o mejor dicho, no es útil, porque de todos modos no se habría llegado a esta situación.

Además, no es éste el tiempo de Metternich, ni vemos figuras capaces de tejer nuevos equilibrios mundiales con palabras y visión, como solían hacerlo ciertas grandes y eruditas figuras del pasado. En cambio, estamos asistiendo a un deslizamiento inexorable hacia una temporada de conflictos, en la que las grandes potencias, en ascenso o en decadencia (razones suficientes para todos) se miden cada vez más abiertamente. Y en los pliegues de estas tensiones globales, de un equilibrio ahora perdido y de uno nuevo que avanza caóticamente, no hay mucho espacio para esperanzas ingenuas. Estamos apenas al comienzo de una fase que marcará el fin de décadas de paz en suelo europeo.

Una época que habríamos podido afrontar con mayor preparación si nuestras clases dirigentes hubieran demostrado estatura, visión de futuro y sentido de la Historia. Por un lado, vemos a los charlatanes de las “sanciones”, convencidos de que las amenazas o las armas subsidiarias son suficientes para hacer retroceder a las potencias decididas a avanzar. Por otro lado, los llamados pseudorrealistas, que confían demasiado en la diplomacia (o se sienten desanimados por la diplomacia traicionada) como panacea para un tiempo que no puede tenerla, olvidando el hecho de que, cuando el nivel de conflictos indirectos excede el umbral de control, la guerra real se vuelve inevitable. Un verdadero realista sabe que, haya diálogo o no, la guerra llegará porque la Historia, en su enésimo punto de inflexión, lo exige.

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Como siempre ha sido, en realidad. Porque, en su esencia trágica, esto es parte integral de la dinámica humana. No se trata de amarla u odiarla, sino de reconocer su presencia constante y su retorno inexorable, como advertía Gianfranco La Grassa en Un nuevo recorrido teórico: “La verdadera paz universal sólo existe con la muerte general de todo lo que existe”. Mientras haya vida, habrá conflicto, incluso en las realidades vivas más microscópicas.

Durante demasiado tiempo hemos disfrutado de una paz dentro de un estrecho perímetro, mientras en otros lugares se desataba el infierno, también y sobre todo gracias a nuestra cómoda paz. Hoy ese infierno se acerca, toca nuestras fronteras y ninguna diplomacia podrá mantenerlo fuera. Quizás podamos retrasar su llegada, pero no podemos evitarla. Europa, que un día fue protagonista, es hoy un teatro débil, donde se juega su derrumbe, sin dirección y sin destino. Ella pretende dictar los tiempos y las soluciones al mundo, cuando ya ni siquiera tiene un camino para sí misma. Mientras tanto, las nuevas potencias –Rusia hoy, China antes de que llegue mañana– se sentarán a la mesa del poder global en sus propios términos y para remodelarlo a su favor. Las provocaciones de aquellos dispuestos a ser tontos, si siguen siendo simples ejecutores del poder norteamericano en decadencia, serán ridiculizadas o ignoradas, y pronto incluso derrotadas. Es hora de entender que ya no podemos jugar con ilusiones. La historia llama y nosotros los europeos no abrimos porque no tenemos puertas que abrir.
Agradezco a Mario Schena por haber rescatado este pasaje de Un nuevo recorrido teórico (ed. Solfanelli, 2023) de Gianfranco La Grassa con mi presentación:
“Cuando la guerra decidió el nuevo orden mundial, simplemente definió la nueva jerarquía de poder entre los distintos países, una jerarquía que asegura un período de ‘paz’, que no es otra cosa que el desencadenamiento de conflictos menos agudos y no conducidos con medios de destrucción y matanza de muchos seres humanos. Pero incluso el conflicto llamado ‘guerra’ debe existir siempre mientras haya vida. La verdadera paz universal solo existe con la muerte general de todo lo que existe. No hay un solo organismo en el mundo, ni siquiera la pequeña molécula, en el que no haya conflicto mientras haya vida. ¿Queremos finalmente entender esto? Esto no significa amar la guerra, que sin duda conduce a dramas y dolores de inmensa magnitud. Solo significa reconocer y comprender que el drama y el dolor son una parte esencial de la vida en ‘este mundo’. Quien crea en el «otro», debe dirigir hacia él toda su esperanza de paz y amor; resignarse a lo que sucede en este mundo y participar en él.

http://www.conflittiestrategie.it/lillusione-diplomatica

Traducción : Carlos X. Blanco

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