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Opinión

Memoria de Miguel Primo de Rivera

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Se conmemoró la Constitución. ¿Alguien pensaba que no iba a producirse tal celebración? Después de cuarenta años en los que los españoles nos hemos dedicado a prosperar desde la discrepancia, la diferencia de criterio o el enfrentamiento en distintos valores, ¿cómo no vamos a celebrar que a lo largo de este tiempo hemos creado espacios de entendimiento que nos han permitido crecer de forma insospechada? El 78 es el gran año de España. Como también lo fue el 75, el 76 y el 77.

Hace apenas una semana ha fallecido Miguel Primo de Rivera y Urquijo, nieto del Marqués de Estella y sobrino de José Antonio, ese del que, como decía Calvo Sotelo, el presidente, «es políticamente incorrecto hablar». Miguel Primo de Rivera, fallecido casi en silencio, fue una pieza imprescindible en la democracia que ahora disfrutamos y a la que ahora bombardean algunos mamarrachos vestidos de chusma populista. Miguel era contemporáneo del Rey Juan Carlos, con el que compartía una muy cercana amistad propia de los adolescentes que andaban de escapadas y aventuras, y el Monarca confió en él no pocos trabajos imprescindibles que han permitido llegar a nuestros tiempos con las suficientes garantías institucionales como para que este sistema sea, no sé si impecable, pero sí bastante envidiable.

Primo de Rivera fue alcalde de Jerez y, sin embargo, no fue jefe local del Movimiento, cosa a la que renunció ante la presencia del mismo Franco. Ejerció su trabajo con un desempeño ejemplar, práctico y efectivo. Y siempre señorial, cosa que se les supone a los jerezanos pero que hemos tenido ocasión de saber que no atañe a todos: a don Miguel, como a Pedro Pacheco o a Álvaro Domecq, no se le hubiese ocurrido llamar asesino a Pemán –como le llamó una miserable concejal de Izquierda Unida de nombre Ana Fernández de Nosequé–, ni le hubiera retirado su busto del Teatro Villamarta como hizo Mamen Sánchez, que sigue siendo alcaldesa de Jerez, dedos aparte.

A lo largo de la Transición de la que ahora abjuran no pocos individuos de piojera intelectual, Primo de Rivera laboró discretamente para que todo pudiera surgir como Don Juan Carlos tenía en la cabeza. El Rey, que sabía mucho antes de que Franco le nombrara sucesor que el Régimen habría de progresar hacia una auténtica democracia, hubo de encargar trabajos diversos. Y Miguel, además de ser su amigo, era cómplice de sus planes, entre otras cosas porque era miembro del Consejo del Reino, donde se maceraban los nombres de los candidatos a presidente del Gobierno. Cuando Juan Carlos logró desembarazarse de Arias Navarro le confió a Torcuato Fernández-Miranda el difícil encargo de introducir en la terna el nombre de Adolfo Suárez. De no haber sido por la presencia de Primo de Rivera, que pastoreó con gran habilidad al resto de consejeros, Suárez difícilmente hubiera sido uno de los tres nombres. Era, en principio, el candidato de relleno, pero permitía decir a Torcuato aquello de «estoy en condiciones de darle al Rey lo que el Rey me ha pedido». Tras esa labor, hubo de proceder a la Ley de Reforma Política, y en ese desempeño Primo de Rivera fue fundamental: sus intervenciones en el pleno de las Cortes para inducir a que una mayoría votase afirmativamente el famoso «harakiri» mediante el cual se dio paso a las primeras elecciones del 77 permitieron respirar a los reformistas y a aquellos que diseñaron la España que ha desembocado en la democracia que conocemos.

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Sus últimos años estuvieron marcados por la discreción y la elegancia, dos de las condiciones que le caracterizaban. Extraordinario señor, elegante y prudente, Primo de Rivera puede exhibir, cosa que no hizo en vida, un extraordinario currículum al servicio de la democracia y de España, el nombre que, por cierto, ha llevado siempre su familia en los labios.

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Opinión

Anticuado sindicalismo burlón. Por Jesús Salamanca Alonso

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«Lo que no entiendo es que sean los Gobiernos centrales y autonómicos quienes rieguen de millones a los sindicatos sectarios y de clase, en vez de mantenerse con cuotas de afiliados»

«Tan sencillo como conocer cómo son los delegados sindicales en las empresas donde trabajamos, para darnos cuenta de qué pie cojean, qué persiguen y cómo miran sólo para ellos» Ni siquiera los afiliados conocen la realidad, aunque cada vez más se sabe que otros sindicatos con estructuras mucho más modernas –y con muchos menos medios– y dirigentes infinitamente más preparados ya caminan «a años luz de los sindicatos sectarios», afines al Gobierno socialista, plañideras de lo indefendible y vividores de lo ajeno. No piensen que los sindicatos sectoriales y minoritarios están tan anquilosados como las formaciones siniestras del falso movimiento obrero. Como decía un viejo sindicalista de un sindicato de clase: «¿Te imaginas cuál será el kit de uno de estos sindicatos para el 1º de mayo?» Nada mejor que el meme apropiado y viral para verlo gráficamente.

A estos sindicatos progubernamentales «cuando gritan se les salen las gambas a borbotones», decía un analista político. La lucha de los «comegambas» no es la lucha obrera ni la de ningún trabajador que espera ser defendido, entendido y apoyado. España sigue con un modelo sindical más antiguo que la prostitución y pegado al poder como de costumbre. La izquierda no tiene por bandera la innovación ni el progreso, aunque se llamen progresistas, que no lo son, salvo honrosas excepciones. ¡Vaya representación obrera que tenemos en este país! Hace tiempo que me convencí de que la izquierda en España tiene de progresista lo mismo que éste que escribe de miembro de la jerarquía eclesiástica y de Camarlengo ocasional.

No quiero pensar en qué hubiera pasado si estuviera ocupando el Gobierno central lo que hoy es la oposición. ¿Qué habrían dicho los falsos defensores de los trabajadores sobre el uso y abuso de la prostitución con dinero público o de los 49 imputados del Gobierno entre altos cargos y personas cercanas o si faltara tanto dinero de los Fondos Europeos sin justificar o de la noche loca en el Parador de Teruel, destrozos incluidos y facturas no pagadas? «Seguimos sin saber cómo y en qué el Gobierno se gasta los 140.000 millones de los Fondos UE», en palabras de la presidenta de Control Presupuestario del Parlamento Europeo, Monika Hohlmeier.

Estoy convencido que habrían ardido contenedores y no faltarían escraches a los dirigentes un día sí y otro también. ¿Y a qué hubiera recurrido la sectaria, machista e hipócrita extrema izquierda, esa misma que encierra y aglutina agresores sexuales investigados y huidos de la UCM? Leo en mis apuntes «La Guardia Civil confirma que la UGT pagaba viajes al Caribe a sus cargos con fondos de la Junta». No hay que salir de España para comprobar cómo un sindicato de esos mal llamados obreros pagaba a sus liberados balnearios de lujo, se supone que el gasto procedía del dinero público que reciben para desgracia de los propios trabajadores. Todo al revés, en vez de pagárselos a quienes trabajan a diario, se los paga a los liberados, vendepatrias, «tiralevitas» y gandules, abanderados de las liberaciones de buen vivir y mejor gastar.

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De todas esas golferías, siempre tiene conocimiento y sabe que da mucho dinero a esos sindicatos, doña Yoli, la ministra «cohete», alias «Tucán» y con mofa artesanal denominada la «Varufakis» española, aunque aún no sepa explicar qué es un ERTE, como no supo explicarlo el primer día de titular de su ministerio. Eso sí, cambiar de vestido, lo hace más que las muñecas de Famosa y la señorita Pepis. «Iremos a España porque el Gobierno no nos dice dónde están los fondos de recuperación», insiste Monika Hohlmeier, precisamente la misma que recordaba al Ejecutivo español que «rebajar la malversación abre la puerta a la corrupción»

 ¿Han presenciado alguna huelga contra el mafioso Gobierno central o contra la «catedrática» de la universidad Complutense, doña Begoña, que está acelerando su nacionalidad dominicana por si hay que salir corriendo y para evitar que la UCO encuentre dinero de corrupción y lo envíe al Tesoro americano? Algo no funciona. Lo que tampoco entiendo es que sean los Gobiernos centrales y autonómicos quienes rieguen de millones a los sindicatos sectarios y de clase, precisamente quienes menos dinero deberían recibir y a quienes menos liberados se les debe adjudicar. Sobran liberados: quienes decidan dedicarse al sindicalismo, que lo ejerciten fuera de su horario laboral. Es a eso a lo que se tiende como en buena parte de los países de la Unión Europea.

Apenas representan el 1% de los trabajadores afiliados y reciben fondos a paladas descontroladas, algo vergonzoso e inentendible. De lo que no tengo duda es de que «si volara la incompetencia de quienes dan dinero a este tipo de sindicatos, no nos daría el sol». ¡Que se mantengan con las cuotas de sus afiliados, caramba! Tan sólo inició un buen camino el Gobierno autonómico de Castilla y León al retirar gran parte de los fondos destinados a los sindicatos, pero acabó rajándose la «derechita cobarde» de Alfonso Fernández Mañueco y volvió a darlos dinero a manos llenas. ¡Ya llegarán las elecciones autonómicas y ajustaremos cuentas! Por cierto, con el presidente Mañueco al frente, el Partido Popular perdería cinco escaños si las elecciones se celebraran hoy, precisamente los cuatro que subiría el PSOE y uno Vox. Tranquilos que no lo dice Tezanos, sino empresas serias de demoscopia.

Por si alguien lo duda, hay cuestiones que empiezan a cambiar, aunque no sé si para bien o simplemente cambiarán. Los negacionistas líderes de los sindicatos clasistas y sectarios ya tienen el estigma en la frente. Recuerden las promesas del PSOE (Sánchez y Ábalos) en la moción de censura a Rajoy: mucha palabrería, más falsedad y cargamentos de hipocresía. ¿Adivinan quién sería Papa si el CIS de Tezanos hiciera una encuesta? No lo duden, saldría elegido Pedro Sánchez. Así es el CIS (Centro de Investigaciones Socialistas)

El primer aviso lo han recibido en el teatro Monumental de Madrid por parte del Frente Obrero y al grito de «¡No representáis a los trabajadores ni a la lucha obrera!», pero el nerviosismo se ha instalado en esas abusivas formaciones, cada vez más rechazadas y despreciadas por los trabajadores. Doy fe.

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