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Economía

Los transportistas se hartan del boicot independentista: «Me planteo no coger ningún viaje más a Barcelona”

Redacción

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Medio millar de vehículos han tenido que pasar la noche atrapados en la Jonquera por los boicots de los independentistas catalanes. El tráfico en la zona se ha resentido y para sus acciones, los secesionistas han talado árboles y han formado barricadas con lo que pillaban.

Durante estas últimas horas se han vivido auténticos momentos de tensión en esos tramo de autopista. Los transportistas han sido una vez más los grandes perjudicados. Horas y horas acumuladas de retrasos que provocan gran crispación.

De esa frustración de los que intentan hacer su trabajo, a la fiesta que se montan los radicales independentistas. Mientras unos pasan la noche atrapados, otros se montan la fiesta. Ayer el grupo Txarango, muy vinculado a la CUP, actuaba en plena AP-7.

En Mediodía COPE hemos podido hablar con Paco. Es camionero y conoce a la perfección las carreteras del norte de España. Este martes, a las cinco de la mañanam comenzaba su trayecto desde Valencia. Tiene un camión cisterna en el que transporta líquidos alimenticios. Su objetivo era llegar a la zona de París, para luego acudir a Barcelona. Las complicaciones puede tenerlas esta tarde, en la vuelta: “Ese es el problema, que tengo que descargar en el puerto”.

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La ruta que más le conviene teniendo en cuenta sus paradas le lleva a cruzar la frontera por Irún. Paco se libró por poco de los cortes que se provocaron ayer en ese punto tras la llamada de los independentistas catalanes: “Lo que me han comentado es que se pusieron con coches particulares a circular a una velocidad muy reducida”, ha contado. Todo ello agravado por el hecho de que en esa zona los camiones tienen restringidos los adelantamientos.

Los contratiempos que genera una situación como esta parecen bastante obvios: “Un montón de tiempo, consumo, contaminación. Nos están fastidiando la vida”, explicaba Paco. Su deseo es el de muchos compañeros: “Lo único que pedimos es poder trabajar”.

Esta misma tarde que pasar por la Junquera, y a pesar de que la situación parece estar un poco más calmada tiene varios temores: “Que se pongan a prenderme fuego o me ocasionen un accidente. A parte de eso yo tengo que satisfacer a un cliente. Esto es una bola que se va haciendo más grande”, relataba.

Las consecuencias a medio plazo no te van a sorprender. La reflexión que hace Paco se podría equiparar a la decisión que ya han tomado muchas empresas en los últimos meses: “Estoy pensando no volver a coger ningún viaje a Barcelona”.

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Deberes amargos

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Conflitti&Strategie

Europa se queja de los aranceles que Trump está imponiendo progresivamente a productos procedentes de otros países, incluida la Unión Europea. Son lágrimas de cocodrilo derramadas por políticos incompetentes, que al menos deberían tener la cortesía de permanecer en silencio, dada su conducta caracterizada por la duplicidad y la superficialidad. Apelan a un principio abstracto, pero olvidan que el libre comercio siempre ha sido la voz de los más fuertes: de aquellos que, ya por delante en los mercados internacionales, quieren evitar la competencia de aquellos países que amenazan su primacía.
No nos gustaría vernos obligados a desempolvar a Ricardo para recordar cómo funcionan realmente ciertas dinámicas, invariablemente acompañadas de las quejas de los patrones. Cuando la Unión Europea impone aranceles a los productos chinos (pensemos en los coches eléctricos, mejores, más eficientes y menos caros que los nuestros), nadie en Bruselas parece tener ningún remordimiento de conciencia. Pero cuando Estados Unidos hace lo mismo, empiezan las quejas.
En resumen: haz lo que digo, no lo que hago. Cuando Europa no puede justificar su propio comportamiento, acusa a otros de prácticas comerciales desleales e impone impuestos para impedir la invasión de productos extranjeros. Éstas son las excusas habituales, útiles para hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros.
Así, todos esos principios liberales, de libre mercado y orientados al mercado de los que nos encanta hablar desaparecen. Se dice: “Por donde pasan mercancías no pasan ejércitos” (Bastiat). Sí, pero sólo si esos bienes son nuestros. Está bien si se trata de dejar a otros atrás, pero si son ellos los que nos superan, entonces hay reprimendas y represalias.
Cada nación tiene derecho a proteger su propia industria, especialmente en sectores avanzados que requieren desarrollo autónomo. Por supuesto, no damos crédito a ciertas campañas de propaganda ridículas, como la de Salvini, que quería gravar el arroz camboyano para “defender” la producción nacional. Pero no hay nada malo en querer proteger sectores estratégicos, capaces de fortalecerse primero en los mercados internos y luego competir en los mercados internacionales con mayor valor agregado. Sin protecciones gubernamentales, terminaríamos sucumbiendo a la competencia global. Esto es exactamente lo que le ha sucedido a Italia desde los años 90, víctima de un servilismo insensato hacia una UE y una potencia estadounidense que tienen todo el interés en relegarnos a sectores en los que no podemos competir con ellos. Los Hermanos de Italia probablemente ni siquiera saben de qué estamos hablando, ya que para ellos la patria es una consigna que satisface un postfascismo que incluso han negado.
La lección sigue siendo la de mediados del siglo XIX, contenida en la obra Das nationale System der politischen Ökonomie. Y List no era ciertamente un protofascista, ni un autarquista ni un corporativista, sino un exponente de la escuela liberal, dotado no obstante de una inteligencia nacional concreta.
Es hora de entender que no existen principios económicos que sean válidos para siempre: cada época impone la prevalencia de los suyos propios, en un contexto histórico y político también propio. La actitud hipócrita de Europa es un espejo de la inutilidad política de su actual clase dirigente.
La triste ciencia, cada vez, quiere hacer creer a sus prosélitos que ha llegado a su fase final, aquella en la que existen reglas generales y universales válidas para la eternidad. Puntualmente, sin embargo, la alternancia de dogmas y preceptos cambia las creencias, hasta tal punto que es posible imaginar que en un futuro próximo volverán a prevalecer las nacionalizaciones, el intervencionismo público en la economía y las políticas monetarias gestionadas por los centros de decisión política. La economía es un péndulo oscilante, no una flecha que siempre apunta hacia adelante. Pronto, incluso cavar agujeros con el único objetivo de rellenarlos ya no será sinónimo de desperdicio e interferencia.
Todos los mantras anteriores se desvanecerán y los equilibrios financieros, tanto públicos como privados, serán olvidados. Esto se debe a que la gente no quiere comprender, o prefiere ocultar, un concepto que a la larga es mucho más resistente: es la política, y en particular la política del poder y de los poderes, la que establece lo que hay que hacer para sobresalir.
Preparémonos para los próximos giros académicos y ministeriales.

http://www.conflittiestrategie.it/dazi-amari

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Traducción: Carlos X. Blanco

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