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Internacional

La inmigración de reemplazo: cuando la ONU y la Unión Europea organizan la desaparición de un pueblo

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Gabriel T. (R).- Recientemente esta noticia pasó relativamente desapercibida, donde se publicó a pesar de la prohibición, estadísticas “étnicas” en Europa: Londres está poblada en un 45% de población no autóctona, (inglés de pura sepa), Bruselas cuenta con el 76% de su población directa o indirectamente de la inmigración y la île-de-France (región francesa que cuenta con 11,6 millones de personas, más habitantes que Grecia, Bélgica o Suecia), cuenta que el 60% de los nacimientos son el resultado de las poblaciones no europeas.

Este proceso de rápida erosión de las poblaciones europeas de origen y su sustitución por los inmigrantes no viene de la nada. Esta política conducirá al desarrollo de la minoría de la población cristiana y tradicional de Europa, que se decidió en Nueva York (Naciones Unidas) y en Bruselas (UE).

La demografía europea resulta que, como se sabe, es una causa perdida, los pueblos originarios de Europa ya no tienen suficientes niños para renovar las generaciones. Esto es inevitable y la tendencia va en aumento de manera significativa. Por el contrario, las poblaciones de África y Asia experimentan sin precedentes un boom demográfico inversamente proporcional a su calidad de vida y a los recursos disponibles para la población local. En este estudio existe una doble fatalidad: virtual desaparición de algunos y el agotamiento y hacinamiento de los demás, y la ONU había encontrado la solución, explicándose minuciosamente en su “informe sobre las migraciones de reemplazo publicado por la División de Poblaciones de Naciones Unidas”.

Tomando nota del desequilibrio demográfico mundial dará lugar a una explosión de la población africana (multiplicado por 3 antes de fin de siglo) y la inducción de Asia a una pobreza aún mayor y crisis insalvable humana y ecológica, y las élites de las Naciones Unidas han elaborado un plan de la inmigración a Europa (y en otros países llamados desarrollados) que va a resolver un lado, la desaparición (o casi) de la población europea, así como aliviar la superpoblación del tercer mundo, que se ha vuelto tan grave como el declive demográfico del “viejo continente”.

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Curiosamente, para los expertos, Estados Unidos es una excepción “demográfica”. Sin dar demasiadas explicaciones, dicen que Estados Unidos va a experimentar con la población interna, un ligero aumento de su población. Así que todo los “occidentales” no son iguales en términos de demografía, es al menos la opinión de la ONU. Por lo tanto, los EE.UU. no tienen necesidad de los inmigrantes. Ellos son “autosuficientes” demográficamente.

Por contra, para Europa, las cifras son de los menos edificantes: En el 2100, la población autóctona europea será menos de un tercio de la población de Europa (170 millones) frente a una abrumadora mayoría de inmigrantes o personas de origen inmigrantes (para un total de 520 millones de personas, casi la continuación de la población actual). Las Naciones Unidas decidieron “recomendar” cuotas de inmigración para el reemplazo de los europeos originarios que desaparecen mediante su demografía, que es el concepto de “reemplazo de población” que se está implementando. “Todos los países y regiones estudiados en este informe requerirán un flujo de inmigración para evitar que la población disminuya. Sin embargo, el nivel de la inmigración, en la experiencia pasado, es muy variable”. Para la Unión Europea, las tasas continuas de inmigración observadas en la década de 1990, era casi lo suficiente para evitar una disminución de la población total, mientras que para el conjunto de Europa entera, debe ser el doble de la tasa de inmigración observada en la década de 1990. (Extracto del informe de la ONU).

A finales de la década de 1990-2000, la ONU recomendó una “importación” de inmigrantes de 4,5 millones de personas cada año, sabiendo que la presente población de origen inmigrante ya “ayuda a los europeos de pura cepa” a mejorar su fertilidad. Curiosamente, la cifra aumentó en esta década a 13,5 millones de personas por año. A este paso, los mismos expertos predicen que para el año 2050 algunos países superarán el curso de la mitad (o casi) de la población de origen inmigrante. Esto significa que las grandes ciudades metropolitanas tendrán más cristianos que monumentos y cementerios. Estos serán los únicos lugares donde el “blanco” predominará en la mayoría.

Lejos de culpar a los inmigrantes, también es necesario como la Unión Europea ha empezado a poner en práctica su nueva política de inmigración llamado “seleccionada”. El proyecto “tarjeta azul” fue lanzada por la Comisión en 2007 y aprobada en 2009 (Directiva Europea 2009/050/CE). Se trata de un permiso de trabajo expedido a los residentes de un país no miembro de la UE, que les permite, en determinadas condiciones, venir de forma más fácil a trabajar en el territorio de la Unión.

“La tarjeta azul utiliza el sistema de inmigración selectiva, cuyo propósito es hacer de la inmigración a largo plazo más rentable para los objetivos de los países europeos. Está destinada solo para los trabajadores cualificados, lo que descarta la posibilidad de una inmigración asistida costosa para los estados y que genera un sentimiento xenófobo entre la población”.

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Esta directiva ha sido particularmente criticada por las asociaciones para la protección de inmigrantes y por intelectuales africanos que ven una manifestación de un neocolonialismo en la “fuga de cerebros” que se organiza con desde los países menos desarrollados a los países occidentales. A continuación, extraen la materia gris como hicieron los países colonizadores con las materias primas.

Por lo tanto, la pregunta que surge es que la ventaja de la inmigración de reemplazo no beneficia ni a los inmigrantes ni al país de acogida, cuya población es muy desfavorable a la continuidad de la inmigración que a menudo se experimenta como una invasión o parafraseando lo que había dicho el presidente Putin, cuando afirmaba que se estaba dando la colonización de los colonos de sus antiguas colonias.

La ONU y la UE son instituciones supranacionales que están tomando decisiones colectivas después de presentar sus proyectos a un innumerables grupos de presión. Más allá de los sueños dulces de la ONU pensando en que la transferencia de cientos de millones de población salvarán el planeta, las principales organizaciones de apoyo a esta política eran las multinacionales, el lobby del petróleo, la minería, las agroalimentarias… una oligarquía que actúa por sus propios intereses financieros, donde poco importa África el convertirse en un desierto intelectual y una Europa cristiana desaparecida, por un lado, por un mercado de 520 millones de consumidores, que siempre será mejor que un mercado de 170 millones de europeos, por otro, la inmigración puede poner presión sobre los salarios y compensar la falta de mano de obra de trabajo cualificado… para que la economía se recupere.

También debemos preguntarnos acerca de la deificación de la población que en un largo plazo constituirá una amenaza para la humanidad. Cada vez son más los seres humanos y menos aún los recursos cuando la situación es difícil de manejar a nivel local, así que nuestras élites deciden transferir la población mundial a expensas de la otra.

Y no estamos hablando de pequeños grupos de extremistas o de fanáticos ultras, nosotros estamos tomando estas decisiones adoptadas por la Organización de las Naciones Unidas, la misma que defiende la Declaración Universal de los Derechos Humanos en el mundo.

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Pinche aquí: Nota de prensa en español de las Naciones Unidas sobre la migracion de reemplazo

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España

Contra la debilidad mental occidental: La esclavitud en el Islam todavía sigue vigente (Y siempre ha apuntado CONTRA EUROPA) Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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Introducción a La esclavitud en el Islam, libro que estará disponible en breve.

Durante siglos, especialmente del XVI a principios del XIX, nuestras costas fueron hostigadas por piratas berberiscos. Querían vengar la “pérdida de Al-Andalus” (esto es, la Reconquista). La captura de poblaciones costeras del norte del Mediterráneo para venderlas en los mercados de esclavos del Magreb o negociar su rescate se convirtió en una práctica habitual entre las poblaciones del norte de África. Quienes practicaban estas razzias, que hacían imposible la vida en nuestras costas, eran considerados “yihâdistas”. Este comercio de esclavos europeos existió, por mucho que los “multiculturalistas” de hoy quieran olvidarlo.

Todavía ningún gobierno del Magreb se ha disculpado por estos actos.

*    *    *

LA CAÍDA DEL PRIMER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

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EUROPA NECESITA TRABAJADORES

Hoy, ya nadie puede dudar que el primer argumento que se utilizó para justificar la presencia de compactos núcleos musulmanes en Europa Occidental –aquel que afirmaba que eran necesarios inyectar inmigrantes para pagar las pensiones de los abuelos…– era una simple falacia. La realidad es que, las pensiones de los abuelos –yo lo soy– pierden cada día poder adquisitivo porque a los gobiernos de nuestro entorno les es necesario comprar la “paz étnica y social” subvencionando a los recién llegados. No hay dinero para todos. Y los que llevan las de perder es la parte más débil: los jubilados. La inmigración es hoy una pesada carga económica para todos los Estados que se han negado durante décadas a controlarla.

Desde, como mínimo, 2008, la inmigración ha variado su carácter; hasta ese momento, podía pensarse que los motivos del desplazamiento hacia España se debían a la posibilidad de integrarse en nuestro mercado laboral y, en especial, en el sector de la construcción. Pero, desde el estallido de la burbuja inmobiliaria, con la mecanización progresiva de la agricultura, las deslocalizaciones y el proceso de desindustrialización creciente, es casi seguro que, hoy, pocos de los inmigrantes que llegan a España, –especialmente los que no tienen ningún tipo de cualificación profesional (esto es, la mayoría)–, tengan como proyecto personal integrarse en el mercado laboral y vivir del propio trabajo, ahorrar para volver al país de origen con capital suficiente para emprender una nueva vida.

Se suele creer que las motivaciones de los inmigrantes en el siglo XXI son las mismas que las de los españoles, portugueses e italianos que se desplazaron a Francia, Suiza, Alemania, Benelux, en los años 50 y 60, para reconstruir países que habían sido demolidos por la Segunda Guerra Mundial. En aquella inmigración existía la voluntad de trabajar durante unos años en unos países con unos niveles salariales mucho más altos, poder ahorrar llevando una vida austera (pero no miserable), acumular cierto patrimonio que les permitiera abrir un pequeño negocio o, simplemente, comprar una vivienda al regresar a la Patria. Esa inmigración, no es la actual.

Nuestros inmigrantes querían regresar –en grandísima medida– al país que habían abandonado. Iban a trabajar, a esforzarse, a partirse el espinazo para llevar a la práctica un proyecto personal legítimo y que enriquecía a todas las partes: a los receptores de inmigración porque sabían que los recién llegados eran gente dura y dispuesta a trabajar. A los inmigrantes porque, a cambio de su trabajo, recibían un salario muy superior al del mismo oficio en España y podían ahorrar. Al país emisor de inmigrantes porque allí recibían formación y volvían con una capacitación laboral superior a la que habían partido, sin olvidar que su trabajo en el extranjero generaba unas divisas preciosas en aquel momento para garantizar intercambios comerciales. Aquellos inmigrantes –nuestra inmigración– no planteaban problemas de convivencia, ni choques culturales; fieles al dicho “donde fueres, haz lo que vieres”, nuestra gente se integró perfectamente en la sociedad que los recibió. Nada de todo esto vale para el actual fenómeno migratorio.

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Ya no hay países en Europa Occidental que precisen ser reconstruidos después de una guerra. Tampoco hay un mercado laboral en expansión que permita pensar que, sin un alto nivel de cualificación y sólo en determinadas profesiones, vayan a encontrar trabajo bien remunerado. Ni siquiera para españoles, los salarios medios –a la vista del coste de la vida– permiten ahorrar gran cosa. Ningún inmigrante, en su sano juicio, puede transmitir a otros como él que residen en su propio país, la idea de que valga la pena venir a España para trabajar: la realidad es que, aquí y ahora, el poco trabajo que existe para gentes con poca o nula cualificación profesional, no permite ni vivir dignamente, ni mucho menos ahorrar. Entonces ¿por qué viene la inmigración?

Vale la pena no engañarse al respecto. Y los medios de comunicación, así como los diferentes gobiernos, de derechas y de izquierdas, llevan casi treinta años engañándose y falseando datos, cifras y circunstancias. No hay otra forma de definir la actitud de quienes niegan los problemas que se han generado a causa de la inmigración ilegal, masiva y descontrolada.

LA CAÍDA DEL SEGUNDO ARGUMEN IMIGRACIONISTA: 

“WELCOME REFUGIES”

Si bien es cierto que, hoy, ya nadie se atreve a sostener que, gracias a la inmigración, se van a poder “pagar las pensiones de los abuelos”, las justificaciones se han convertido en cada vez más extemporáneas, ridículas, ignorantes e, incluso, frecuentemente, entre los portavoces gubernamentales, zafias. Caído el mito de “las pensiones de los abuelos”, el nuevo argumento nos decía que los inmigrantes no eran tales: que se trata de “refugiados”. Ser “refugiado”, al parecer, hace obligada la “solidaridad”. El perseguido merece protección y ayuda para salvarlo de su perseguidor… En algunos casos, los menos, los recién llegados son “refugiados”. Pero, incluso, en esas circunstancias, cabe preguntarse: ¿y por qué un “refugiado afgano” elegirá vivir en Europa Occidental y no en Paquistán, en la India o, incluso en el sudeste asiático, países mucho más próximos, en todos los sentidos, a su patria originaria?

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Por otra parte, si existen “refugiados” es porque tal o cual país los genera y la situación allí es insoportable, por tanto, si se trata de admitir, por ejemplo, subsaharianos, vale la pena recordar que, en cualquiera de aquellos países, en toda África y en buena parte de Asia, casi sin excepción, la “democracia” es una palabra que no tiene el mismo significado que en Europa. De los 1.200 millones de africanos, la inmensa mayoría podrían ser considerados como “aspirantes a refugiados”, a la vista de que existen diferencias abismales entre los “derechos humanos” tal como se contemplan en Europa y como se practican en África.

Pero, Europa no puede admitir a 1.200 millones de inmigrantes que, por lo demás, deberían entender que ellos, para prosperar, sería oportuno que trataran de hacer cambios en su país, antes que adoptar la solución más cómoda de mudarse a otro… ¿a cuál? Y esta es el nudo de la cuestión: no se trata de países en los que exista un mercado laboral floreciente, ni aquellos otros más próximos al lugar de origen, para mantener el contacto con sus raíces, sino de aquellos en los se vive mejor y, lo que es aún más importante, donde se garantizan subvenciones solamente por llegar y en donde todo, absolutamente todo, está permitido (o poco menos). Ese es el centro de la cuestión que políticos y medios pretenden escamotearnos.

No hay nada más opaco en la actual democracia española que la suma total de subvenciones que reciben los no nacidos en España y sus hijos nacidos aquí. La falta de transparencia es, precisamente, lo que permite sospechar. Recientemente se ha publicado la cifra de que algo más de 2.000.000 de inmigrantes viven de subsidios públicos. El misterio está lejos de quedar resuelto, porque no se dice cuántos antiguos inmigrantes que han logrado naturalizarse como “españoles”, siguen subsidiados. Por otra parte, haría falta especificar qué tipo de subsidios reciben: en España existen muchos de tipos de ayudas y de pensiones no contributivas. Todo ello hace sospechar que las cifras son muchísimo mayores y es legítimo pensar que pueden ser, incluso, el doble o el triple, incluso, de las dadas. Por lo demás, no se especifica el volumen total de subsidios y subvenciones por distintos conceptos, ni los dados por las distintas administraciones, que van a parar a lo que en Francia se ha llamado “la aspiradora de recursos públicos”, esto es, la inmigración. La opacidad de las cifras, en efecto, no hace nada más que aumentar las sospechas.

LA CAIDA DEL TERCER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

“VIENEN PARA CONTRARRESTAR LA BAJA NATALIDAD”

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Luego está el argumento de la crisis de la natalidad en España. Era lo que podía esperarse: la elevación constante del coste de la vida, hace imposible el que se puedan formar parejas e, incluso, que una vez formadas, decidan tener hijos. La paternidad es una aventura que muy pocos se atreven a afrontar. Para hacerlo es preciso tener seguridad de que se podrá mantener a los hijos. Nadie está dispuesto a ofrecer tales garantías. Sin embargo, es un problema político: hubiera bastado con atribuir prioridad en beneficios sociales y ventajas fiscales a las parejas españolas que deseen tener hijos, garantizar su prioridad a la hora de obtener viviendas sociales, y simples campañas en pro de la natalidad, para que se estimulara la natalidad entre nuestra gente. No se hizo, ni se tiene intención de hacer. Si se hubiera empezado a hacer en 1996, cuando Aznar abrió las puertas a la inmigración, hoy tendríamos una generación de 28 años y un país homogéneo. Se hizo –y se hace– justo lo contrario: confiar en que gentes llegadas de todo el mundo salvarían la natalidad en España.

Desde el año 2000, en las cuatro provincias catalanas los nacidos en la noche del 31 de diciembre al 1 de enero de cada año, son en su inmensa mayoría hijos de nacidos en el extranjero. Pero, salvo entre las mujeres subsaharianas, el número de hijos va disminuyendo incluso dentro de la inmigración. Los inmigrantes andinos, por ejemplo, se han configurado como los primeros y principales usuarios de los servicios de aborto gratuito y de “píldora del día después”. La ruptura de la unidad étnica de España ni siquiera ha servido para que la natalidad remonte o para que se repueblen zonas “vacías”.

LA ÚLTIMA TRINCHERA INMIGRACIONISTA: 

“TENEMOS UNA DEUDA CON EL TERCER MUNDO Y SE LA VAMOS A PAGAR”

Caído el mito de “los que vienen a pagar las pensiones”, en un momento en el que ningún alcalde que quisiera mantenerse en el consistorio se atreve a colocar pancartas con el “Welcome refugies”, cuando se ha visto a las claras que la inmigración no resuelve el problema de los nacimientos, sino que complica la convivencia, ahora, como última trinchera inmigracionista, el argumentario se ha desplazado a otro frente; nos dicen: “estamos obligados a admitir a todos los inmigrantes que quieran establecerse en nuestro suelo y a mantenerlos, incluso, porque, se lo debemos”.

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Nos dicen que Europa “debe” a los inmigrantes del Tercer Mundo el haberlos explotado como colonias. Repiten, para bloquear a los más sensibles, que los europeos “somos responsables” de haber esclavizado a los africanos y que les debemos una compensación. Por eso están aquí, por eso estamos obligados a subsidiarlos… Es un argumento que tiene su fuerza, pero que no deja de ser otra falacia.

No solamente no fuimos esclavistas –valdría la pena, ya que estamos en esto, elaborar un censo de familias europeas que se dedicaron a la trata de esclavos, porque sería, en última instancia, a ellos a los que les correspondería pagar indemnizaciones, no a la totalidad de un pueblo– sino que, además, durante siglos, los europeos que vivían en las costas mediterráneas (pero, también, incluso en las del sur de Gran Bretaña y en Irlanda) corrían el riesgo de ser secuestrados ellos y sus hijos, saqueados sus bienes e incendiados sus pueblos, por parte de piratas berberiscos; una práctica que se prolongó hasta principios del siglo XIX. Unos fueron esclavizados de por vida, los otros extorsionados pidiendo fabulosos rescates, otros murieron sin dejar huellas… Sin olvidar, claro está, que el grueso de traficantes que capturaban esclavos en África eran árabes y que se beneficiaban de pactos con tribus africanas que los obtenían de tribus vecinas.

Sería bueno presentar una reclamación de cantidad por los millones de europeos, especialmente de los países mediterráneos, de los países eslavos, e incluso del Reino Unido, que fueron secuestrados, esclavizados, obligados a vivir en condiciones infrahumanas, asesinados y muertos de agotamiento en tierras del Magreb

Aquellas exacciones berberiscas han dejado recuerdos imborrables en nuestro folklore, en nuestra literatura e, incluso, en la configuración de las costas (las “torres de guaita” tan habituales en la costa catalana no eran para admirar la belleza del Mediterráneo, sino para vigilar la llegada de piratas berberiscos). Aquel valeroso soldado que recibió dos disparos de arcabuz en el pecho y en el brazo izquierdo, en la gloriosa jornada de Lepanto, Miguel de Cervantes, dejó constancia en El Quijote de sus nueve años de cautiverio en Argel.

Los grandes olvidados de la historia europea, son los millones de antepasados esclavizados en tierras islámicas. Los europeos no somos los “malvados” de esta historia. El colonialismo se explica en gran medida por las constantes molestias generadas por la piratería islámicaberberisca y otomana. Quienes la practicaban eran asimilados a yihadistas: y lo hacían con saña y con odio acumulado. La negativa a erradicar la esclavitud, hizo necesaria la intervención europea con la consiguiente disolución de los “mercados de esclavos” que todavía existía en el siglo XIX en el Magreb. No “debemos” nada: nos deben una reparación de aquellos crímenes contra los pueblos europeos.

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