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La dispersión del voto de la derecha hará que casi tres millones de sufragios vayan a la basura y no se traduzcan en escaños

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La dispersión del voto de la derecha puede darle la mayoría al bloque de la izquierda en las elecciones del 29-A. No es una declaración de intenciones electorales. Es un caso de manual en el que se tiene que optar razonablemente por la mejor fórmula para que el bloque de la izquierda antiespañola abandone el poder. Ante esto podemos cerrar los ojos y aparentar que el problema no existe o afrontarlo desde la responsabilidad que cada votante considere oportuna.

Desde algunas instancias se reclama a los electores que opten por el principio del mal menor. No seremos nosotros quienes pretendamos decantar las preferencias de votantes se supone que adultos y responsables. Lo que sí tenemos la obligación de advertir es que una mayoría parlamentaria formada por izquierdistas y separatistas no sólo es posible sino que aumenta sus probabilidades a medida que avanza la precampaña. La idea del voto útil ha calado —y lo sigue haciendo cada vez más— en el electorado de la izquierda. En el de la derecha, todavía no. El miedo a Vox está propiciando que los votantes desencantados con Podemos emprendan el camino de vuelta a las urnas del PSOE, en vez de refugiarse en la abstención, y que los socialistas recelosos de Sánchez aguanten el tipo, con la nariz tapada, en lugar de apoyar a Ciudadanos —que ya es visto como un triunviro de la alternativa— o de quedarse en su casa a la espera de tiempos mejores. La consecuencia es que el PSOE ya está muy cerca del 30%. Así lo reflejarán las encuestas más serias en sus próximas entregas. No aventuramos, informamos.

En la derecha, en cambio, la idea de la utilidad del voto aún no condiciona las conductas de sus electores. Si la cosa sigue así, el 28 de abril no alcanzará la mayoría absoluta. Los datos son elocuentes: habrá casi tres millones de votos que no se traducirán en escaños. Solo Vox tirará a la basura un millón trescientos mil de los dos millones y medio que le otorgan los pronósticos. Todos aquellos que no se concentren en las únicas diez provincias donde la ley d’hont le adjudica representación parlamentaria serán poco más que papel mojado. Ciudadanos, por su parte, no sacará provecho efectivo de otro millón de los cuatro que parece tener consolidados. El PP malgastará más de 500.000. Esas son las cuentas, hoy por hoy, que se manejan en los laboratorios demoscópicos.

El problema es que las transferencias de voto, en el bloque de la derecha, no son tan automáticas como en el de la izquierda. Hay una porción muy significativa de votantes de Ciudadanos que jamás respaldará a Vox. La mayoría de los que recalaron en el partido de Rivera por puro cabreo con el PP y que ahora se sienten más cómodos manifestando su enfado mediante el apoyo a Abascal ya han consumado su cambio de apuesta. A Ciudadanos, desde que clareó su intención de no pactar con el PSOE —lo que le convierte en compinche forzoso de Vox—, le está haciendo más daño la decreciente inmigración de votantes socialistas por el flanco izquierdo que la emigración de los suyos por el flanco derecho. Casi todo lo que pierda Ciudadanos a partir de ahora —o lo que deje de ganar— redundará en beneficio de la izquierda.

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El crecimiento potencial de Vox pasa, por lo tanto, por un mayor debilitamiento del PP. Pero las encuestas no detectan que tal cosa esté sucediendo. Algunos expertos cavilan que podríamos asistir durante la campaña a un fenómeno inverso al que se produjo en Andalucía, donde el partido de Abascal dio el gran estirón en la última semana de campaña. Si cunde el temor a que la suma de los partidos del bloque de centro-derecha se queden por debajo de los 176 escaños y siga abierta la posibilidad de que la mayoría Frankenstein vuelva a hacerse con las riendas del país, muchos «desertores» del PP pueden reconsiderar su conducta. De la misma manera que el temor a Vox ha reordenado las preferencias de la izquierda, el miedo a más de lo mismo puede reordenar las del otro lado del arco ideológico.

En la convocatoria del 28 de abril nos vamos a encontrar con un fenómeno nuevo. Arrumbado, al menos de momento, el bipartidismo, y asentadas ya cinco formaciones políticas de ámbito nacional, todo parece indicar que ningún partido va a conseguir la mayoría suficiente para gobernar en solitario. Por eso hay que insistir en que estas elecciones no se juegan en clave partidaria y sí de bloques. Como en las de febrero de 1936. La disyuntiva es un gobierno de derecha u otro de izquierda, apoyado por los que quieren romper España. En esta cuestión, mucho nos tememos, no hay demasiado margen para los matices.

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Así nos ven desde fuera: el sucio traidor de Feijóo y sus adláteres son reconocidos por lo que son

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Escándalo en España: El PP se unió al socialismo y votó a favor de darle la ciudadanía a 500.000 inmigrantes ilegales de África

El PP, el PSOE y todos los partidos de izquierda se unieron para votar a favor de la regularización de medio millón de inmigrantes que ingresaron de manera ilegal en la última década.

El Partido Popular (PP), una suerte de Juntos por el Cambio en España, ha vuelto a traicionar a su base de votantes y decidió unirse con la extrema izquierda para regularizar y otorgarle la ciudadanía a más de 500.000 inmigrantes ilegales que arribaron al país desde África o Medio Oriente.

Si bien la ley todavía no ha sido aprobada, más bien solo se ha aprobado el tratamiento del mismo en el Parlamento, el PP sienta un peligroso precedente y ha anticipada que busca volver a votar de la misma manera en el recinto una vez que se modifiquen algunos aspectos del proyecto de ley.

De hecho, todos los partidos en el Parlamento han votado a favor del tratamiento y aprobarán pronto la ley, con la única excepción de los legisladores de VOX, que se opuso de cuajo contra la ley que le agregaría más de 500.000 votos en todo el país a la izquierda.

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Según la diputada del PP, Sofía Acedo, fue Cáritas, la organización benéfica de la Iglesia Católica, que hizo lobby para que dicha legislación sea aprobada, a pesar de que dentro de ese medio millón de personas hay prácticamente una totalidad de árabes musulmanes.

Por su parte, la socialista Elisa Garrido ha trasladado que el PSOE votará a favor de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por el “respeto” que merece darle participación directa en la política a quienes viven en España, y que creen que es necesario “seguir avanzando en mecanismos que garanticen procesos seguros de inmigración”.

Por su parte, la diputada de VOX Rocío De Meer ha indicado de nuevo que la formación liderada por Santiago Abascal rechaza la medidaQueremos que España siga siendo España, no Marruecos, ni Argelia, ni Nigeria, ni Senegal. Y esto no es odio ni es xenofobia, ni racismo, es puro sentido común“.

En España se han llevado a cabo seis regularizaciones extraordinarias de inmigrantes en toda su historia. Entre 1991 y 1992 se puso en marcha, con el Gobierno socialista, una regularización extraordinaria que benefició a 108.321.

En 1996, con el PP mediante otro proceso de regularización extraordinaria, obtuvieron papeles 21.294 inmigrantes de los 25.128 que lo solicitaron. En el año 2000 solicitaron la regularización 244.327 extranjeros y consiguieron la documentación 163.352. En el año 2001 fue denominado “regularización por arraigo” y se otorgó papeles a 239.174 inmigrantes más.

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Como si esto no fuera poco, en el 2005, durante el gobierno del comunista José Luis Rodríguez Zapatero, hace casi 20 años, se le otorgó ciudadanía a medio millón de inmigrantes, la misma cantidad que pretende dar ahora Pedro Sánchez, peleando codo a codo por el récord histórico de pérdida de identidad.

Fuente: Derecha Diario.

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