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Hemos tenido el honor de vivir en la España católica de Franco

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Cada ideología filosófica o gubernativa, siempre habrá que juzgarla bajo el prisma y la norma de las finalidades y principios que defiende y persigue. La historia es el mejor testigo de esto, cuando no se falsifica.

Si sus intentos desembocan, al fin, en la verdad objetiva (ley divino-positiva), que da paso inmediato a la justicia pública y privada y que por lógica cosechará la verdadera paz en la tranquilidad de las conciencias (paz de Cristo, que no es la que da el mundo, Jn. 14), y por ende, la verdadera libertad de los hijos de Dios (Rom. 8), podremos con toda propiedad aseverar que se trata del sistema perfecto querido por el Creador (primera causa de toda sociedad) para el correcto funcionamiento de dicho colectivo nacional y mundial.

Si, por el contrario, los criterios ideológicos del sistema se oponen a tal ordenamiento trascendente, no pueden menos de conducir al colectivo social al caos de la contradicción práctica, a la descomposición del tejido social y a la inexorable anarquía, por mucho que se disfrace de eufemismo jurídico y en ambigüedades semánticas que no hacen sino enmascarar el fracaso ideológico por estar envenenado en sus cimientos y no poder dar más frutos que los amargos.

La forma de camuflar sus sofismas e ineficacia, en estos casos, es aducir las excepciones de incumplimientos y abusos de casos particulares, que nada tienen que ver con la entereza del guía, caudillo, general o líder representativo, tratando de empañar todo su sistema salvífico a costa del puñado de traidores o aprovechados que a la sombra hasta de la mejor ideología hay, mientras el colectivo se componga de elementos humanos.

Eso también le sucedió al Rey de reyes y Señor de los señores, en el reducido grupo de los doce apóstoles y, por ello, no hay objeción a la santísima doctrina cristiana, ni a la Iglesia por Él fundada, por muy consciente que fuese de que a lo largo de la historia iba a haber lobos con piel de oveja, traidores y cobardes.

Pero las excepciones nunca hicieron regla ni refutan los cimientos sólidos de una ideología.

Principios y personas son elementos bien dispares, donde quien no cumpla con los principios reconocidos, eso que se pierde, pero su mala conducta no puede refutar nada, como en nuestro psiquismo, inteligencia y voluntad son funciones irreductibles e independientes, de forma que del saber no se sigue necesariamente el obrar en consecuencia, y del obrar (por intuición, buena voluntad, sentido ético), no se sigue necesariamente el conocimiento técnico-académico de tales principios naturales, insertos en nuestra naturaleza innatamente.

Está claro que quien se escandaliza y desorienta ante conductas inmorales por no saber distinguir entre principios y personas, entre lo que tiene que ser y lo que de hecho puede llegar a ser con mera libertad física, que no moral.

Pero el recurso más barato y demagógico es tratar de justificar los propios yerros, inmoralidades o falseamientos ideológicos, viendo la paja en el ojo ajeno, para no querer ver la viga en el propio.

Este es el deporte cotidiano de nuestra actual situación política, que incapacitada ideológicamente para dar respuesta objetiva y práctica a los problemas humanos, tiene que hacer ascos constantes al anterior sistema nacional-católico, para intentar justificar sus rastreras miras de corto alcance, retrotrayéndose a la anacrónica ley del más fuerte, la de la selva, donde perderá todas las batallas al confundir la fuerza de la razón con la razón de la fuerza; de ahí que se equivocó (entre otras muchas cosas), pactando con mafiosos terroristas. ¡Hace falta ser ingenuos!

Otra técnica justificadora tenía que ser la de desmemoriar y falsificar la historia, para ir abonando el campo de las nuevas generaciones con la semilla del materialismo liberal, que al igual que el marxista-socialista, impone que el fin justifica cualquier medio. Los dos son, ni que decir tiene, “Hijos de la Viuda”.
Comunismo y liberalismo están más que condenados en las encíclicas Libertas, Inmortale Dey, de León XIII; Quas primas, de Pío XI; Pascendi, de San Pio X…

De forma que si no volvemos a los conceptos sobrenaturales de un catolicismo reafirmado y redescubierto, los decretos y antidecretos políticos de unas Constituciones ateas, que buscan (diabólicamente) arrinconar a Dios al baúl de los recuerdos, la sociedad, lejos de progresar en la Verdad, la Justicia y la Paz, se autocondenará a la barbarie de la autodestrucción.

“De Justicia solo nos queda el nombre”, dijo un amigo mío, empleado en un Juzgado, a un alto magistrado, y estuvo una semana sin dormir, temiendo su destitución del cargo.

“Solo se alcanza dignidad humana cuando se sirve” –José Antonio-; no cuando se declara gratuitamente.
“La interpretación católica de la vida es la única verdadera y secularmente española, en la que ha de inspirarse el Estado” –José Antonio-.

“Solo cuando no hay una misma fe, Iglesia y Estado se separan” –Francisco Franco.

“Lo malo es si olvidan que mis enemigos son sus enemigos” –Francisco Franco-. Recomendación que nos hizo a los eclesiásticos este Caudillo providencial y desde entonces, totalmente desoída.

Hemos de dar gracias a Dios, porque en esta hora de resentidos, oportunistas, ambiciosos y desleales, seguros de su impunidad, se han quitado la máscara de hipocresía dejando al descubierto los garbanzos negros del cocido.

No nos importa su bilis porque no han podido manchar la figura irrepetible de Franco, de José Antonio y de nuestros gloriosos Caídos, ni su limpieza de sangre, ni su austeridad, ni menos aún su valentía heroica, ni su indiscutible prestigio internacional, ni su entrega a España, ni esa figura impoluta en su grandeza, que a medida que pasa el tiempo aflora con su muerte.

Por eso sus enemigo, que son los de España, hasta para denigrarle, no pueden vivir sin él. Algo gitanesco tuvo que representar y ser, para citarle en referencias constantes a lo que han enaltecido con el concepto de “franquismo” –concepto inexistente antes de la muerte del Caudillo-.

No se tiende a recordar lo mediocre, pero sí a esconder las estatuas de lo victorioso, para esconder las vulgaridades de los ineptos y poder así sustituirlas por las idolatrías del libertinaje, la ceguera espiritual y la vergüenza de lo irracional.

Si los franceses, al saber del triunfo de Napoleón en Austerlitz, se enorgullecían de ser franceses, nosotros también podemos decir con orgullo: “Hemos tenido el honor de vivir en la España católica de Franco”,
Que la Virgen del Pilar suscite otro Santiago mataenemigos de Dios y de las Patrias. Mientras tanto, amigos, en frase del Apóstol Pedro, “resistamos firmes en la fe” (1ª. Pedro, 5).

¿Qué tiene que ver el incumplimiento de algunas personas contra la imbatibilidad de unos principios que están por encima de todos nosotros?

Párroco de Villamuñio (León)

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Opinión

PSOE: una historia repleta de crímenes y mentiras

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El socialista Largo Caballero defendió la violencia como herramienta política.

El socialista Largo Caballero defendió la violencia como herramienta política.

AR.- De las evidencias acerca de los antecedentes criminales del PSOE preferimos que se ocupe directamente la narración de los siguientes hechos históricos:

El 14 de septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, marqués de Estella, encabeza un golpe de Estado. Antes dirige un telegrama conminatorio al capitán general de Madrid. Dice que tiene la fuerza y el pueblo. Alfonso XIII transige. Como algunos borbones a lo largo de la historia, lleva ya muchos años transigiendo en tono menor y quizás pensó que el animoso general jerezano le evitaría tomar por sí mismo decisiones más graves. El PSOE recibe la dictadura ‘fascista’ con entusiasmo claramente mayoritario.

El líder derechista Calvo Sotelo tras ser asesinado en julio de 1936 por miembros del PSOE, el suceso que desencadenó la guerra civil.

El líder derechista Calvo Sotelo tras ser asesinado en julio de 1936 por miembros del PSOE, el suceso que desencadenó la guerra civil.

Primo de Rivera instaura al principio un Directorio exclusivamente militar. Más tarde entraron en sus gobiernos personajes tan notorios como José Calvo Sotelo, excelente ministro que fuera de Hacienda; el ex gobernador militar de Cataluña Martínez Anido, como responsable del Ministerio de Gobernación y Joaquín Benjumea y Burín, conde de Guadalhorce, al frente de Fomento. Junto a estos, la presencia nada menos que de un notabilísimo representante del PSOE. Y es que Primo de Rivera, implacable con anarquistas, separatistas y comunistas, buscó y obtuvo la cooperación oficial del Partido Socialista y de su central sindical, la UGT. El jefe de los socialistas españoles, Largo Caballero, fue nada menos que consejero de Estado en la dictadura militar primorriverista. El decreto de organización corporativa de noviembre de 1925 instituyó los comités paritarios dominados por los socialistas que, luego, trataron de sacudirse el sambenito de colaboracionismo explicando el uso propagandístico que habían hecho de esos comités. Como siempre, embusteros compulsivos y tramposos con sus bases.

Las elecciones de 1933, las segundas que celebraba la agitada II república, se saldaron con el aplastante triunfo electoral de la CEDA de Gil Robles, lo que desconcertó por completo a las izquierdas. Aquel inesperado y rotundo triunfo vino a confirmar el fortísimo entronque popular de las derechas, algo que el PSOE no quiso ni pudo aceptar nunca. “Frente a la traición, nuestro deber es la revolución”, peroraba Largo Caballero en uno de sus incendiarios discursos post electorales. Es decir, si las urnas no nos dan la razón, quitémosle la razón a las urnas y apostemos por la asonada revolucionaria. Ni Ceaucescu lo hubiese expresado mejor.

El Partido Socialista se pone francamente a preparar la revolución. Ojo, la revolución no fue otra cosa que el intento de revertir de facto el curso de los acontecimientos electorales. Si el PSOE hubiese tenido de su lado al ejército, es fácil deducir cuál habría sido su estrategia.

El diario “El Socialista” pasaba por alto los esfuerzos conciliadores de Besteiro para proclamar, contra los lamentos de concordia lanzados por “El Debate”: “¿Concordia? No, ¡guerra de clases! ¡odio a muerte a la burguesía criminal! ¿Concordia? Sí, pero entre los proletarios que quieran salvarse y librar a España del lubridio”. El entonces líder socialista, Largo Caballero, inicia también su largo ciclo de amenazas con la invitación a la lucha callejera.

La responsabilidad golpista del Octubre Rojo fue predominantemente socialista. La Comisión organizadora de la revolución de octubre estuvo compuesta por Largo Caballero, Enrique de Francisco y Anastasio de Gracia. Detrás de Largo Caballero estaban ya los cerebros del socialismo de la época: Araquistain, Álvarez del Vayo y Baraibar. Amparándose en su condición de diputados, los conspiradores contra la legalidad resultante de las urnas republicanas buscaban armas y preparaban planes. Indalecio Prieto, con la colaboración del financiero bilbaino Horacio Echevarrieta, preparaba lo que luego se llamó “el alijo de la turquesa”, fantástico contrabando de armas descubierto en la localidad asturiana de San Esteban de Pravia el 10 de septiembre de 1.934.

Otra prueba de la capacidad socialista para jugar todas las cartas la encontramos en un interesantísimo episodio ocurrido en las convulsionadas Cortes de entonces. Lo protagonizaron los en teoría antagónicos Prieto y José Antonio Primo de Rivera. En plenos preparativos de la revolución, el mismo Prieto defiende a Primo de Rivera de un suplicatorio para procesarlo por tenencia ilícita de armas. Ambos se elogiaron en una rocambolesca sesión plenaria.

Los resultados de aquella revolución golpista son por todos conocidos. Centenares de víctimas mortales, ciudades asturianas destruidas, una fractura social que tardaría décadas en restañar sus heridas y, para muchos, el preludio de la ya inevitable contienda civil. Solo el PSOE fue responsable de aquel agrietamiento súbito que, a partir de entonces, haría irreconciliables las posturas. Si pudiera emplearse en historia política el lenguaje penal, la culpa de aquella revolución-golpista y trasgresora de la voluntad popular fue de las izquierdas representadas por el Partido Socialista, en un puro movimiento de reacción ante la inminente toma del poder por las derechas, a quienes democráticamente correspondía.

Ni siquiera se esperó a que la tentativa golpista tuviese la complicidad de los errores gubernativos. El nuevo gobierno, con tres ministros de la CEDA, se conoció el 4 de octubre. A la mañana siguiente, cuando los ministros aún no habían tomado posesión aún de sus despachos, comenzó en toda España la huelga general revolucionaria decretada por el PSOE y la UGT.

Otegui y Zapatero (OK Diario)

Otegui y Zapatero (OK Diario)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Consejo de Ministros decreta el día 6 el estado de guerra en toda España. En Madrid fracasa la revolución golpista tras esporádicos tiroteos en dependencias públicas. El ministro de la Guerra, Diego Hidalgo, nombró asesor especial al general Franco, quien llamó inmediatamente al teniente coronel Yagüe para mandar una columna de desembarco sobre Asturias, que desde el principio apareció como el foco principal de la rebelión golpista. Franco se convirtió así en el principal valedor y defensor de la legalidad vigente, recibiendo las mismos parabienes y las mismas adhesiones que 48 años más tarde recibió el jefe del Estado español, a la sazón Rey, con ocasión de los hechos, bien conocidos, del 23 de febrero.

Con la rebelión golpista de 1934, el PSOE perdió toda la autoridad para condenar el Alzamiento de 1936, sin duda uno de sus argumentos recurrentes en los últimos años. No así el dato de que fuese un socialista, Prieto, el encargado de arramblar con todas las reservas del Banco de España. Pero eso ya es harina de otro capítulo.

Y es que los socialistas, como los nacionalistas, armados o desarmados, siempre han tenido un mismo objetivo: alterar la convivencia entre los españoles. Siempre se han distinguido por su resentimiento a España, a lo español. A diferencia de los comunistas, nunca lo han admitido, lo que eleva el grado de vileza de muchos de sus dirigentes.

El PSOE ha sido siempre un proyecto sin salida, un oximonon antiespañol, sustentado en las mentiras, la corrupción y las pistolas. Largo Caballero ya nos ofreció un amplio catálogo de propuestas violentas, como las aparecidas en “El Socialista” durante los agitados años de la república.

Cabe reseñar que socialistas fueron también los miembros de la Guardia de Asalto que asesinaron al dirigente derechista José Calvo Sotelo. O que ETA difícilmente habría sobrevivido tantos años sin el soporte y el apoyo político de una parte nada desdeñable de la izquierda nacional.

Así que no nos engañemos más ni nos extrañemos de que hoy, este país no sea otra cosa que el resultado de aquello en lo que el PSOE ha querido convertirnos desde la famosa frase guerrista de que a España no la reconocería ni la madre que la parió.

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