A veces la vida parece dar lugar a situaciones muy paradójicas. Acontecimientos que, de algún modo, están cargados de cierto humor negro.

María de Valle González López era una mujer de 23 años que lideraba ‘Juventud Radical’, un grupo radical de izquierdas argentino.

De Valle González era natural de La Paz, dentro de la municipalidad de Mendoza, Argentina. Allí llevaba cabo una intensa labor como activista de varias «luchas sociales» con las que estaba comprometida.

El grupo del que formaba parte es un firme defensor de la aprobación de amplias libertades civiles en lo relativo a la interrupción voluntario del embarazo. Para María y otros jóvenes como ella, el aborto es una práctica médica segura, sana y, por supuesto, legítima.

Precisamente hace unos meses, el parlamento argentino aprobaba una laxa ley del aborto, algo impensable hasta hace pocos lustros en Argentina, un país con una tradición católica tan fuerte.

Unos días atrás, aprovechando la nueva legislación vigente, de Valle decidió acudir al Hospital Arturo Illia. Su objetivo era abortar, mediante muerte química, el feto de la niña que en ese momento estaba gestando.

A de Valle se le administraron misoprostol y una píldora abortiva en lo que prometía ser un procedimiento seguro.

A los dos días, la líder juvenil enfermó y fue ingresada en el Hospital Perrupato.

Poco se puedo hacer por ella llegado el momento. De Valle fallecía a las horas de ser ingresada. Aunque la autopsia ha dejado lugar a dudas, de Valle falleció, presumiblemente, de septicemia.

Consideraciones éticas aparte, el aborto es una práctica peligrosa.

El doctor Luís Durand hablaba hace pocos días con ACI Prensa y era claro con respecto a este caso.

El aborto no es una práctica médica como tal, tampoco está libre de riesgos. Por lo general, abortar es una práctica peligrosa, sobre todo en etapas avanzadas del embarazado.