Por Burak Bekdil.- En teoría, Turquía tiene un régimen laico. Su Constitución dicta que el Estado y sus instituciones deben guardar la misma distancia respecto de todas las creencias (incluida la increencia). En teoría, la discriminación por motivos religiosos está penada por la ley. El caudillo islamista del país, el presidente Recep Tayyip Erdogan, ha declarado que él es equidistante de todos los credos y que está en contra del «nacionalismo religioso», y el 13 de noviembre dijo a los medios desde la Casa Blanca que Turquía iba a restaurar iglesias dañadas en Siria.
En realidad, Erdogan y su régimen islamista son un excelente ejemplo para ilustrar la imposibilidad de que el islam político sea laico.
La edición de 2019 del informe anual de la Comisión Norteamericana sobre la Libertad Religiosa en el Mundo (Uscirf) concluye que el régimen turco sigue discriminando a la minoría aleví, y que interfiere en los asuntos de lo que queda de las históricas comunidades armenia y greco-ortodoxa.
Para la Uscirf, el Gobierno de EEUU debería:
Instar al Gobierno turco a que cumpla íntegramente las sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre la libertad religiosa o de culto.
- Presionar al Gobierno turco para que optimice las medidas que permitirían a las comunidades religiosas musulmanas no suníes solicitar financiación pública para la construcción, mantenimiento y gestión de sus lugares de culto.
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Instar al Gobierno turco a asegurar que el currículum escolar incluya a todos los grupos religiosos del país.
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Presionar al Gobierno turco para que reprenda públicamente a los funcionarios que hacen declaraciones antisemitas u otras de carácter despectivo sobre las comunidades religiosas del país.
En enero de 2007, el periodista turco armenio Hrant Dink fue asesinado en una concurrida calle de Estambul por un joven nacionalista turco. Tres meses después, cinco jóvenes musulmanes asesinaron a tres empleados cristianos (uno alemán y dos turcos) de la editorial Zirve por sus actividades misioneras, que comprendían la distribución de ejemplares de la Biblia. Al parecer, los tres fueron brutalmente asesinados porque, según esos musulmanes, sus actividades eran proselitistas y por tanto ellos eran «enemigos de Turquía».
Según una investigación publicada en 2018 por la Universidad Kadir Has de Estambul, sólo al 8,2% de los turcos les gustaría tener un vecino armenio, y sólo el 10,2% se sentiría bien con uno griego (cristiano ortodoxo).
Un Estado laico no puede permitirse el lujo de que le gusten o dejen de gustarle las creencias religiosas de sus ciudadanos. El artículo 10 de la Constitución turca lo expresa claramente:
Todo el mundo es igual ante la ley, independientemente de su lengua, raza, sexo, color de piel, opción política, filosofía, credo religiosa, confesión…
Como siempre, una cosa son las leyes y otra, cómo se aplican.
En octubre, Esma B. K. –según fue identificada en los procesos administrativos– fue investigada por ser cristiana y ejercer actividades misioneras. B. K., licenciada en Teología, es profesora de cultura religiosa en un colegio público de la provincia occidental de Aydin. La oficina del gobernador admitió que un inspector estaba investigando a B. K. debido a unas «acusaciones de actividad misionera cristiana» en su contra. B. K. fue suspendida. Tuma Çelik, diputado de la oposición, presentó una pregunta al ministro de Educación para saber por qué la funcionaria B. K. había sido suspendida.
¿Por qué? Muy sencillo, aunque los funcionarios no puedan formular oficialmente lo que es un secreto a voces. La Asociación de Maestros Concienciados manifestó:
«Es inaceptable que, en un país donde el 90% de la población es musulmana, una profesora de cultura religiosa no sea ella misma musulmana».
¿Igualdad ante la ley independientemente de las creencias religiosas? Olvídense. Los islamistas siempre son mayoritaristas allí donde son mayoría y pluralistas donde son minoría. Si una profesora turca musulmana fuese suspendida en la cristiana Alemania por ser musulmana, pondrían el mundo pondría patas arriba. Correrían al Tribunal Europeo de Derechos Humanos a denunciar la discriminación religiosa. Pero en Turquía la discriminación religiosa contra los no musulmanes está bien porque Turquía es en un 90% musulmana.
Hace un siglo, los cristianos constituían el 20% de la población turca. Hoy son sólo el 0,2%. Pero la mentalidad turca sigue temiendo que un puñado de compatriotas sean de una religión diferente.