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España

El puente de la derecha sobre aguas turbulentas

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Casado y Abascal
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Simon y Garfunkel no pensaban en Vox, ni en que el río iba, aquel noviembre del 2019, protestando una corriente de furia. Asombroso que analistas y políticos experimentados se sorprendan estos días del notable aumento de Vox en las urnas. Nunca un partido había tenido condiciones tan favorables para crecer como las ha tenido Vox en los últimos treinta días.

Las contradicciones son tantas en los principales del sistema que nos maravilla todavía más que algunos agiten el miedo a la mal llamada extrema derecha y no a las causas que han propiciado su meteórico ascenso. Increíble que los políticos de la izquierda invoquen los valores de la democracia para demonizar a los millones de electores que han votado contra sus clamorosos errores y sus inaceptables contradicciones. Una de ellas es que PSOE y la izquierda radical hayan dilapidado 136 millones de euros (coste de las elecciones) para alcanzar ahora, en cuestión de horas y con diez diputados menos, el acuerdo de gobierno que tras los comicios de abril no fueron capaces. Así se ríen estos pellas de los españoles…

No es de recibo expedir certificados de pedigrí democrático si al mismo tiempo se desprecia e incluso si insulta a los más de tres millones y medio de ciudadanos españoles que se decantaron el domingo por una opción distinta. No se puede defender el cuento de que la sacralidad de la democracia reside en su expresión de la voluntad popular cuando al mismo tiempo se sostiene que hay votos buenos y malos dependiendo de quienes los emiten. ¿No descansaba acaso la credibilidad del sistema en la aceptación de la infabilidad de los votantes como principio democrático? ¿O acaso el pueblo se equivoca cuando vota a determinadas formaciones políticas y en cambio acierta de pleno cuando elige aquellas que representan a los defensores del pensamiento único?

Cuando se alerta de forma alarmista sobre el auge de la extrema derecha parecería que este ascenso ha sido provocado por fuerzas maléficas sin nombres y sin rostros. Y se equivocan. Hace unas horas, un representante del partido de Puigdemont atribuía el crecimiento de Vox al no bloqueo por parte del PP. Justamente el representante de un partido que tiene actualmente bloqueadas las principales vías de comunicación terrestres entre Francia y España, con gran daño para la economía de millones de personas. ¿Qué esperaban estos gualtrapas? ¿Les sorprende que el río se haya cabreado tanto y venido arriba, acabando con tantos prejuicios en su lecho? ¿Nos están diciendo que millones de votantes tendrían que haber avalado con sus votos a los responsables de una Cataluña en llamas, del sabotaje de aeropuertos, vías férreas y carreteras, de unas instituciones autonómicas gobernadas por pirómanos, de una sociedad cuarteada y dividida, de un Torra fuera de control…? España está siendo dirigida por unos dirigentes que tratan de corromperlo todo por dentro para hacer más fácil la acción destructiva desde fuera. ¿O cree algún lector que en los planes marcados por el globalismo político y financiero no estaba precisamente el dibujo de un Gobierno de España sustentado por la extrema izquierda y los separatistas de todo pelaje? ¿Creen que el tacticismo electoral de Pedro Sánchez, en medio de los ataques a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado en Cataluña, no había sido calculado antes de que se convocasen elecciones?

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Saben los lectores que nunca me fié de los dirigentes de Vox. Pero no es el momento de anteponer estas diferencias a la exigencia de estar unidos frente al escalofriante panorama que se nos presenta. Es el momento de apelar a la unidad frente a una amenaza común. Raro será que el nuevo gobierno no intente el cierre de este digital y amordazar la disidencia con todos los instrumentos legales de los que va a disponer. Raro será que no traten de imponernos, por lo civil o por lo criminal, la aceptación de los mantras ideológicos de la izquierda. Raro será que no se encarcele a quien se atreva a contrapuntar las mentiras oficiales. Es la hora de que PP y Vox acuerden una estrategia conjunta frente al potencial peligro de una izquierda guerracivilista y más resuelta que nunca a convertir en cenizas cualquier cosa que nos vertebre emocionalmente. Por muchas cosas que separen a ambas formaciones, estas son sin duda infinitamente menos importantes que lo mucho que hay en juego.

Las elecciones del pasado domingo nos ofrecieron el soplo alentador de que muchos españoles acudiesen a las urnas, no porque fueran militantes o simpatizantes de Vox, sino movidos por un amor a la Patria posiblemente más emocional que intelectual, pero es que una esperanza y una base para construir sobre lo emotivo, como diría José Antonio, lo racional.

En esta hora tan difícil, el PP se enfrenta a la encrucijada de contenerse o sobrepasar convencido esas líneas rojas que han sido establecidas por el sistema como infranqueables. El PP tiene que cambiar el disco duro a su estrategia y rechazar que los que pactan con la izquierda radical y también con los que promueven la violencia y el terror en Cataluña, les den lecciones de nada.

Pensábamos que una democracia era sobre todo la oportunidad de discutir acerca de todos los asuntos y de poder cuestionar aquellos que colisionan con los principios de tus votantes.

En la actual sociedad moldeada por la mafia progresista, que no tiene ideales fijos y, como resultado, tampoco una clara división entre el bien y el mal, existe una técnica que permite cambiar la actitud popular hacia conceptos considerados totalmente inaceptables. Ponemos el ejemplo radical de cómo convertir en aceptable la idea de legalizar el canibalismo paso a paso, desde la fase en que se considera una acción repugnante e impensable, completamente ajena a la moral pública, hasta convertirse en una realidad aceptada por la conciencia de masas y la ley. Eso no se consigue mediante un lavado de cerebro directo, sino en técnicas más sofisticadas que son efectivas gracias a su aplicación coherente y sistemática sin que la sociedad se dé cuenta del proceso.

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Esta técnica, llamada la ‘ventana Overton’ y que consiste en una secuencia concreta de acciones con el fin de conseguir el resultado deseado, puede ser más eficaz que la carga nuclear como arma para destruir comunidades humanas. Millones de votantes dijeron alto y claro el domingo que no han sucumbido a este proceso de lobotomización colectiva. Si por razones morales te opones al aborto, a la eutanasia, a la desigualdad legal entre hombres y mujeres, al feminismo excluyente o al homosexismo militante, entonces tu derecho a la discrepancia se convierte en una tara moral, en un accidente ideológico, en un peligro potencial para la convivencia o a lo que ellos llaman principios democráticos. El PP sucumbió durante años a este chantaje de la mafia progresista y ahí ha estado la razón de que se hayan transferido tantos miles de votos a Vox. Incluso Rajoy fue capaz, antes de llegar al Gobierno, de ponerse detras de una pancarta contra el aborto y el adoctrinamiento educativo. Casado tiene que revertir la involución moral e ideológica que ha sufrido su partido desde 2o11 si quiere que los españoles lo perciban como un antídoto eficaz frente a la izquierda.

Cuando vemos que hasta los criminales de ETA gozan de la conmiseración que la mafia progresista niega a los españoles que defienden el derecho a la vida, entonces es facil comprender que muchos españoles decentes terminasen votando al partido que más representa para ellos la desafección al sistema. Los que más hablan de libertad, los que más atacan los dogmatismos, los que defienden la oposición de pareceres, son al mismo tiempo los que pretenden poner vetos a las personas y a las ideas que han sido el andamiaje moral de nuestra arquitectura civilizacional durante siglos.

El viaje al centro sin ideales y sin avitullamientos morales es un viaje a ninguna parte. No conozco a ningún dirigente de la izquierda que busque en el centro su Eldorado electoral, como hace la derecha liberal. El PP no debería renunciar al derecho de recoger banderas que otros han arrumbado al cajón de los recuerdos. Con esas banderas nos educaron, crecimos y fuimos felices.

La sal se pudre. La luz se apaga. La verdad se oculta o altera. La libertad o el sufragio deciden lo que es bueno o es malo. El crimen del aborto es un derecho de la mujer. El matrimonio homosexual y el orgullo gay, conquistas de la democracia. El mal se disfraza de bien posible. El dinero se roba o se despilfarra. Se contraen deudas no para crecer, sino para pagar los intereses de las anteriores. Las banderas -en frase de Garibaldi- son lienzos con los que se amortaja a la Patria. Los parados no encuentran empleo, y los que lo tienen viven con lo puesto. El Estado de las Autonomías políticas divide a los españoles. El cambio demográfico ya se percibe en muchos barrios y ciudades. El Estado renuncia a imponer orden en Cataluña. El mal ejemplo en las alturas corrompe a la sociedad.

Hay valores más altos que aquellos que esgrime el falso progresismo de los que tratan, al estimularle, de aplastarnos; hay valores más apreciados que la vida y la paz, como la fe y el honor, a los cuales la paz y la vida, por ser inferiores, se entregan en holocausto. Sólo así, con su espíritu, que hacía gritar a los nuestros: “¡Viva la muerte!”, conseguimos, muriendo, que viviera España, Y desde Belchite al Baleares, desde el Alcázar de Toledo al santuario de la Virgen de la Cabeza, se alzaron, entre las espigas, las cruces toscas que iban señalando el lugar donde caían nuestros héroes.

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Esto no se puede olvidar. Un país no recibe una lección como la nuestra para reducirla a un capítulo de historia, y menos todavía para retorcerla y falsificarla.

Y ha llegado la hora de que purificadas nuestras filas, manifestados los pensamientos ocultos de los progresistas y sus cómplices, descubierta la acción del enemigo, que ha quemado las banderas de España en Cataluña, que ha embadurnado de porquería el monumento a nuetros héroes, que ha profanado iglesias, que ha producido la turbación en las Universidades, que trata de corromperlo todo por dentro para hacer más fácil la acción destructiva desde fuera, apretemos nuestras filas, cerremos la guardia y hagamos posible, por la unidad, la grandeza y la libertad de España, que la izquierda sucumba en el campo de batalla de las ideas. Sin complejos y convencidos de lo que somos.

La economía no es todo, porque “no solo el hombre vive de pan (aunque lo necesita) sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4,4). Poner en práctica esa palabra como exigencia moral, es ineludible para que el pan llegue a todos, y es evidente que esa palabra o no se escucha y si se escucha no se obedece. De esa palabra de Dios yo no oí nada en los mítines del PP ni de Vox.

Cuando Europa entera parece abocada a un trágico final, cuando la civilización occidental parece agonizar entre los estertores del hedonismo, el multiculturalismo y el relativismo moral, ¿a qué cosa sino a la derecha deberían aferrarse los votantes para mantener viva la esperanza?

Tras el acuerdo entre PSOE y Podemos, se intentará atacar y debilitar el “alma” de la nación. El ataque será a sus tres potencias: memoria, entendimiento y voluntad. A la memoria histórica auténtica mediante la memoria falsa; al entendimiento, despreciando los valores innegociables y a la voluntad, con el desamor a la herencia recibida. De esta forma, unas generaciones, que no es lo mismo que un pueblo, pueden cambiar de conducta, tal y como está sucediendo en la España de hoy. A la viga de hierro, que permanece firme, la convierte en masa, que es moldeable. Si el cuerpo del hombre se convierte en cadáver y se pudre cuando cesa el soplo de vida, la nación, privada del suyo, deja de serlo, y económica, cultural y políticamente se reduce a colonia.

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El nutriente revitalizador, el resurgimiento, no pude ser otro que el de reencontrar sus raíces cristianas y cumplir con su misión histórica.

No es lo mismo estar juntos, que estar unidos. Juntas están las maletas sobre la baca del coche, y sujetadas por el pulpo. Si el pulpo se quita o se rompe, las maletas, al moverse el coche, se caen al suelo. Lo mismo sucede con respecto a la nación cuando la diversidad y el pluralismo, estimulan su fraccionamiento y no hay baca ni pulpo político que lo impida.

Por el contrario, cuando la diversidad y el pluralismo son fruto de la unidad íntima de la nación manifestada durante siglos, con su fuerza creadora, la diversidad y pluralismo se complementan, y enriquecen. Una cosa es el corsé y otra el músculo.

Las aguas bajan descontroladas, pero muchos españoles ya han encontrado un puente seguro para no ser arrastrados por la corriente. El PP no puede hacer oídos sordos a este instinto de conservación ni atribuirlo erróneamente a una coyuntura pasajera. Por su parte, Vox debe convencerse que solo no podrá alcanzar nunca el objetivo de arrancarle al sistema el poder suficiente para cambiar las cosas. Tanto el PP como Vox tienen que unir fuerzas para que la dispersión de quienes somos fieles a unos ideales comunes, vaya desapareciendo, y que nuestra manera de pensar y de comportarnos, la conozcan, los que no la conocen o los que la rechazan. Lo que importa, decía Unamuno, no es solo vencer sino convencer.

Sirva como base esperanzadora la existencia de millones de españoles dispuestos a evitar que se eliminen uno tras otro todos los límites que protegen a la sociedad del abismo de la autodestrucción. Frente al enemigo todopoderoso que hoy ha sido presentado en sociedad, o Casado y Abascal reman en la misma dirección o perecerán ahogados bajo las aguas turbulentas.

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Postdata.- Armando Robles, en Radio Cadena Española, el 1 de noviembre de 2019: “Conozco muy bien a la izquierda porque he pasado toda mi vida combatiéndola ideológicamente. Habrá un voto visceral contra el PP de Rajoy, que ya está retirado de la política, y lo que tendremos antes del día 15 de noviembre es un acuerdo entre PSOE y Podemos para un gobierno frentepopulista, con Pablo Iglesias de vicepresidente y apoyado externamente por los separatistas”.

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Escándalo en España: El PP se unió al socialismo y votó a favor de darle la ciudadanía a 500.000 inmigrantes ilegales de África

El PP, el PSOE y todos los partidos de izquierda se unieron para votar a favor de la regularización de medio millón de inmigrantes que ingresaron de manera ilegal en la última década.

El Partido Popular (PP), una suerte de Juntos por el Cambio en España, ha vuelto a traicionar a su base de votantes y decidió unirse con la extrema izquierda para regularizar y otorgarle la ciudadanía a más de 500.000 inmigrantes ilegales que arribaron al país desde África o Medio Oriente.

Si bien la ley todavía no ha sido aprobada, más bien solo se ha aprobado el tratamiento del mismo en el Parlamento, el PP sienta un peligroso precedente y ha anticipada que busca volver a votar de la misma manera en el recinto una vez que se modifiquen algunos aspectos del proyecto de ley.

De hecho, todos los partidos en el Parlamento han votado a favor del tratamiento y aprobarán pronto la ley, con la única excepción de los legisladores de VOX, que se opuso de cuajo contra la ley que le agregaría más de 500.000 votos en todo el país a la izquierda.

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Según la diputada del PP, Sofía Acedo, fue Cáritas, la organización benéfica de la Iglesia Católica, que hizo lobby para que dicha legislación sea aprobada, a pesar de que dentro de ese medio millón de personas hay prácticamente una totalidad de árabes musulmanes.

Por su parte, la socialista Elisa Garrido ha trasladado que el PSOE votará a favor de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por el “respeto” que merece darle participación directa en la política a quienes viven en España, y que creen que es necesario “seguir avanzando en mecanismos que garanticen procesos seguros de inmigración”.

Por su parte, la diputada de VOX Rocío De Meer ha indicado de nuevo que la formación liderada por Santiago Abascal rechaza la medidaQueremos que España siga siendo España, no Marruecos, ni Argelia, ni Nigeria, ni Senegal. Y esto no es odio ni es xenofobia, ni racismo, es puro sentido común“.

En España se han llevado a cabo seis regularizaciones extraordinarias de inmigrantes en toda su historia. Entre 1991 y 1992 se puso en marcha, con el Gobierno socialista, una regularización extraordinaria que benefició a 108.321.

En 1996, con el PP mediante otro proceso de regularización extraordinaria, obtuvieron papeles 21.294 inmigrantes de los 25.128 que lo solicitaron. En el año 2000 solicitaron la regularización 244.327 extranjeros y consiguieron la documentación 163.352. En el año 2001 fue denominado “regularización por arraigo” y se otorgó papeles a 239.174 inmigrantes más.

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Como si esto no fuera poco, en el 2005, durante el gobierno del comunista José Luis Rodríguez Zapatero, hace casi 20 años, se le otorgó ciudadanía a medio millón de inmigrantes, la misma cantidad que pretende dar ahora Pedro Sánchez, peleando codo a codo por el récord histórico de pérdida de identidad.

Fuente: Derecha Diario.

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