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Opinión

El PSOE se queda sin munición política. Por Jesús Salamanca Alonso

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«Isabel Natividad Díaz Ayuso sale a hombros de los procesos iniciados contra ella. Corta orejas a Mónica García (ME-MA) y de la señora Jacinto (Podemos), además de rabo a Juan Lobato (PSOE).  Tomás Díaz es exculpado por completo».

 

¿Saldrán a pedir perdón la ME-MA (Mónica García) de Más Madrid,  la «alfalfabeta» de la formación comunista de Podemos (Jacinto) y el lacayo del mentiroso Sánchez, Juan Lobato? Ya verán cómo no piden disculpas, ni perdón, porque esos representantes de la siniestra inoperante son como las gallinas de Cafarnaúm, que aprendieron a nadar para fornicar con los patos, aunque luego lo nieguen, que es lo que suelen hacer cuando los pillan en pleno renuncio y con el carrito de los helados.

Si Díaz Ayuso no consigue que ME-MA, Jacinto y Lobato pidan perdón, estaremos ante la habitual cobardía del Partido Popular, que es de donde les viene eso de la «derechita cobarde». El próximo pleno de la Asamblea de Madrid tiene que ser un zurcido a mentirosos y una lluvia de «ejecuciones dialécticas» contra las mentiras e improperios de la desgastada e infructuosa siniestra, que actúa del mismo modo que la gata Flora. El descenso del nivel político con la llegada a las instituciones, tanto de Podemos como de Más Madrid, es un perfecto ejemplo de degradación política, personal, social y económica.

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Con la aparición del «caso Mediador», que ha pasado a ser «caso Tito Berni» y acabará siendo «caso Patxi López» por abrir la boca más de la cuenta, adelantarse a la realidad, despreciar a los medios de comunicación y negar las evidencias, se destapa la punta del iceberg que arrastrará a tanto putero y puteras, si las hubiere. A ello añadan el compromiso de las prostitutas participantes en las orgías de dar nombres y apellidos cuando llegue el caso. No lo harán cuando quieran los políticos, sino «cuando nosotras lo creamos conveniente, procedente, recurrente y explosivo». Juan Bernardo Fuentes está que trina. Decía ayer un viejo socialista que «algunos no cambiarán. Llegan al Congreso y creen que todo el monte es orégano y, claro, así los cubre el pelo: acaban en drogas, lupanares, con prostitutas, alcohol… ¡Qué pena de partido centenario! Esto ya no es socialismo, tal vez mediocre y vicioso sanchismo»

«No hay caso», decía el vocero, Patxi López, más soso que una ikurriña sin mástil y más despreciable que sus propios acuerdos con los herederos de la banda asesina vascongada. El PSOE, fiel a ello, evita una comisión de investigación, pero, como no se mata al perro, pues no se acaba la rabia. Ni siquiera querían oír hablar los socialistas de la comisión de investigación sobre la Guardia Civil, donde la corrupción parece estar a la orden del día. Mejor un par de comisiones ordinarias y a correr, que la calle es larga, así nadie está obligado a acudir a declarar a ella ni a aportar documentación.

En ese tipo de comisiones no tienen por qué comparecer los diputados y recuerden que en el PSOE hay mucho miedo. Por eso decían las prostitutas del juego de Tito Berni que, «cuando los socialistas envíen balas en sobres o navajas ensangrentadas, nosotras enviaremos fotos y más fotos de diputados con prostitutas en calzoncillos». Una cuestión: ¿desde cuándo sabían el presidente y Grande Marlasca que Juan Bernardo estaba metido en temas sucios y delictivos con prostitutas por medio? ¿Por qué lo consintieron si lo sabían desde hace un año, como dicen el Gobierno canario y el propio «Mediador»?

Y mientras las mujeres de moral distraída del todavía «caso Berni» se alían para atacar al socialismo de patio de Monipodio, la Fiscalía Europea también archiva la causa contra el hermano de Isabel Díaz Ayuso por las mascarillas. Ni indicios, ni culpas, ni participación deshonesta, ni delitos, ni…, ni… El PSOE más rastrero se va quedando sin armamento probatorio, ni motivos, ni dialéctica artillera de ningún tipo. Tan sólo le queda la mentira. Hace unos meses, el departamento de Anticorrupción, dirigido por Alejandro Luzón, concluyó en su decreto de archivo que no constaba intervención de ningún tipo de la presidenta madrileña en el expediente, como tampoco de la mediación en su nombre de D. Tomás Díaz Ayuso ante el funcionariado u otra autoridad. Por tanto, las falsedades de la izquierda madrileña y las trampas fabricadas por Grande Marlasca y el ministro «Perejil» han quedado para el cubo de la basura o para arrojar al albañal que ya es este desgobierno.

Señores Marlasca y Sánchez: no hay malversación de fondos europeos en el suministro de mascarillas para la Comunidad madrileña. Sí parece haberla en el «caso Berni», en los arreglos de sedes sindicales y en cuarteles de la GC…¿demostrará el Gobierno lo contrario? Cualquier alusión al hermano de la presidenta en la Asamblea de Madrid ya es de obligatorio Juzgado. El sufrimiento de Díaz Ayuso desde hace meses pasa a ser búmeran contra el PSOE, Podemos y Más Madrid.

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Sin duda, estamos ante un fuerte empujón electoral para la ínclita Ayuso: ella no mentía mientras la izquierda ratonera sí lo hacía a sabiendas de que mentía. El organismo comunitario ha dejado constancia de que no hay pruebas de sobreprecios desproporcionados dada la calidad del material ofertado y entregado; es más, parece que tampoco existe un incremento indebido por intervención de otras personas ajenas a la empresa. ¿Sabrán leer las sentencias los lanzadores de bulos dañinos que pululan por la Asamblea de Madrid? 

«Se ha archivado el procedimiento por no concurrir indicios suficientes de la comisión de un delito», en palabras de la Fiscalía Europea Contra el Fraude; es más, hasta Concepción Sabadell, representante por España en la Fiscalía Europea. Nadie se fiaba de ella y desde Bruselas se le ha sometido a un seguimiento específico por temor a que fuera un lacayo más de Moncloa para que Díaz Ayuso y su hermano, Tomás Díaz, pagaran todas las falsedades que el Gobierno se había inventado. Sabadell ya tiene menos credibilidad que Marlasca en un «burdel de gallinas cluecas».

Pablo Casado llegó a decir en las ondas que Tomás Díaz tenía mucho que ver en cierta operación de mascarillas, incluso cobrado comisiones suculentas. Todo partía de una filtración para derribar a Ayuso, pero era una filtración con datos falsos y falseados desde Moncloa a cambio de que el PP cediera el control del Tribunal de Cuentas. La comisión cobrada por Tomás Díaz era legal y no delictiva. El socialismo, que ya estaba muy degenerado, volvía a quedar con las posaderas al aire y un cuerpo de avioneta.

En fin, la Fiscalía Anticorrupción española y la Fiscalía Europea Contra el Fraude coinciden en que no estaba probado que Díaz Ayuso interviniera en beneficio de su hermano. Para ambas está suficientemente probado que no intervino en el procedimiento para contratar a la empresa que pagó la comisión a Tomás Díaz. En resumidas cuentas: Isabel Natividad Díaz Ayuso sale a hombros de los procesos iniciados contra ella. Corta todas las orejas de Mónica García y de la señora Jacinto, además de rabo a Juan Lobato. Su hermano Tomás Díaz es exculpado por completo.

¿En el próximo pleno de la Asamblea de Madrid habrá Taigeto, Gólgota y fustigamiento durante el paseo por la Vía Dolorosa? Quiero pensar que Isabel no forma parte de esa «derechita cobarde» que alumbró Mariano Rajoy y que parece seguir el actual títere gallego, Feijóo.

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España

Diez puntos para valorar una teoría de la conspiración (CONSPIROLOGíA II DE II)

Ernesto Milá

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Dentro de las posibilidades de esta obra y a la vista de los errores que hemos apreciado en varias de las teorías de la conspiración que hemos expuesto, vale la pena aportar, para terminar, unos cuantos puntos que permitirán al lector valorar la validez de cualquier nueva teoría que se le presente (y que no dudamos que, en tiempos de confusión y crisis como estos, surgirán por todas partes y en cadencia creciente)

1) Remontarse a las fuentes: no todas las teorías de la conspiración son igualmente “solventes”. Con demasiado frecuencia -como hemos visto en estas páginas- se apoyan en bases lo suficientemente dudosas como para poder atribuirles un mínimo de credibilidad: ante una teoría de la conspiración concreta hay que preguntarse: 1) Qué tiende a explicar, 2) De dónde y cuándo ha surgido, 3) Quiénes son sus mentores, 4) Sobre qué documentación fehaciente se apoya… La simple respuesta a estas cuestiones dará el índice de solvencia y credibilidad de una teoría de la conspiración. Y esto es más que necesario a la vista de que, como hemos podido comprobar, es muy frecuente que una teoría de la conspiración parte de un documento falso, de un malentendido histórico, de una fuente leída demasiado apresuradamente y de un error en la importancia que un documento puede haber jugado en una época concreta. Es frecuente, así mismo, que algunas teorías de la conspiración contengan datos que se han arrastrado a la largo de generaciones y que, dados por buenos generación tras generación, luego resulte que se trata de referencias falsas, dudosas o malinterpretadas

2) Remontarse a la época en la que enunció: esto nos dará el cuadro general de los problemas concretos de ese momento histórico y es posible, incluso, que nos sirva para apreciar la validez de una teoría de la conspiración en un momento dado y en de determinada coyuntura histórica, pero sea inaplicable en otro espacio y en otro tiempo. El tiempo suele matar las teorías de la conspiración que pretenden interpretar la historia en función de un único actor conspirativo. Los datos que pueden parecer “convincentes” en un tiempo, ya no suelen encajar con la realidad pocos 20 años después. Entidades de “poder mundial” que fueron determinantes en un tiempo concreto, pasan a ser irrelevantes apenas unos años después, sustituidas por otras. (recordemos la asociación Skull & Bones a la que perteneció la familia Bush y de la que se habló exhaustivamente mientras George Bush fue presidente, o de la Comisión Trilateral a la que pertenecieron buena parte de los miembros de la administración Carter). Cada generación desarrolla sus propios modelos conspirativos y es inútil pensar que el mismo diseño conspirativo se mantiene inalterable durante siglos.

3) Valorar al autor y su obra: habitualmente, todas las teorías de la conspiración tienen un autor. La validez de la teoría, en gran medida, puede ser evaluada en función de la solvencia de este autor, de su prestigio intelectual y de sus posibilidades reales de análisis e investigación. Es muy posible que autores conspiranoicos, por ejemplo, elaboren sus teorías en función de sus lastres psicológicos personales, de sus filias o sus fobias, de sus obsesiones e, incluso de su incapacidad para entender los mecanismos reales y objetivos para interpretar un hecho concreto o una situación histórico. Un autor solvente desde el punto de vista intelectual, un investigador que trabaje según un método científico, es garantía de que sus conclusiones pueden aproximarse a la verdad. Un autor anónimo, aupado en redes sociales, un intelectual que cambie constantemente de opinión, impulsivo, poco reflexivo, excesivamente intuitivo, suele ser garantía de una teoría de la conspiración errónea. Así mismo, un documento espurio, sin garantías de autenticidad, cuyo origen está envuelto en brumas con posibilidad de que se trate de una falsificación, es el anticipo de una teoría conspiranoica falsa o artificialmente creada.

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4) Evitar dar por ciertas versiones de una conspiración que se mantienen a lo largo del tiempo utilizando datos repetidos reiteradamente, pero nunca confirmados como auténticos: es muy frecuente que una teoría de la conspiración que se mantiene durante décadas, encuentre a autores poco escrupulosos que dan por ciertos y repiten (“refritos”) datos que la confirmarían, sin antes preocuparse si estos datos son indubitables o bien nunca han sido confirmados. Es frecuente que una conspiración se dé por cierta por el testimonio de un personaje desconocido que asistió a una reunión de conspiradores y luego sintió una necesidad vital de “contar la verdad”. Luego, dando por cierto ese testimonio, el dato se repite una y otra vez en las sucesivas revisiones de la teoría de la conspiración en cuestión. Ahora bien, siempre hay que tener en cuenta que, si ese dato que puede ser calificado como la “piedra fundacional” es falso o erróneo, toda la construcción que se asienta encima es inestable en tanto que igualmente falsa. Aquí puede aplicarse el principio jurídico de “testimonio único, testimonio nulo”.

5) Confrontar la teoría con la realidad: las teorías de la conspiración se confirman o quedan desmentidas a la luz de la realidad. Mientras existe un paralelismo entre el enunciado de la teoría y las situaciones reales que se van sucediendo, la teoría en cuestión queda verificada, pero, desde el momento en el que teoría y realidad divergen, hay que evitar tratar de encajarlas a martillazos. La teoría no ha soportado el choque con la realidad y se ha difuminado. El peor error consistiría en seguir creyendo en algo en función de lo que ya no sirve para entender un proceso histórico. En el período de la primera postguerra mundial, por ejemplo, podía darse por cierto la idea del entendimiento entre judíos laicizados y bolchevismo a la vista de que la mayoría de dirigentes comunistas eran de origen judío. Pero, a partir del estalinismo y de sus purgas -que salpicaron especialmente a grupos dirigentes bolcheviques de origen judío- la teoría ya no era válida.

6) Buscar explicaciones alternativas: en ciencia se dice que “más vale una mala teoría que no tener teoría”. Una “mala teoría” sirve para estructurar conocimientos e interpretarlos, pero también para poder realizar una crítica que puede desembocar en la formulación de una “buena teoría”. Esto implica que una interpretación de la realidad en función de una teoría de la conspiración es un recurso aceptable y necesario solamente en el caso de que no exista otra teoría que interprete mejor los mismos hechos. La mayor parte de teorías de la conspiración tratan siempre de explicar problemas complejos mediante respuestas simples. Pero, en un momento de aceleración de la historia y de cada vez mayor complejidad de las sociedades, es inevitable que la explicación a los procesos que se van desarrollando, sean complejas y tengan en cuenta multitud de factores. Precisamente, esa complejidad es lo que hace difícil que existan conspiraciones que puedan soportar el paso del tiempo y cuyos mentores hayan tenido en cuenta todos los elementos de la ecuación. Esto implica que la validez de una teoría de la conspiración es inversamente proporcional al tiempo que transcurre desde que ha sido enunciada.

7) No perder nunca la objetividad en el análisis de una teoría de la conspiración: habitualmente, las teorías de la conspiración tienen éxito o no a partir del énfasis y de la capacidad de convicción de quienes las difunden, por la espectacularidad de algunos de sus contenidos, incluso por su extravagancia y por los canales en los que difunden (habitualmente redes sociales y grupos formados por “creyentes”) mucho más que por el contenido de los datos que aportan. Estos, no siempre superan la prueba de la veracidad. Es importante para el ciudadano al que le llega una nueva teoría de este tipo, que mantenga el cerebro frío y siempre, a la hora de valorarla, especialmente en estos momentos en donde hay bases de datos suficientes en Internet como para poder evaluar y confirmar o desmentir cada dato, confirme por sí mismo, los datos que le llegan.

8) Discriminar y clasificar las fuentes: Un dato olvidado en una web perdida que ni siquiera indica la fuente, suele no ser fiable, sin embargo, muchas teorías de la conspiración se han elaborado sobre esa base (el Plan Kalergi, como hemos demostrado surgió de una mala lectura de un libro olvidado, escrito por un autor que nunca tuvo una relevancia especial). Es importante a la hora de establecer la credibilidad de un dato aportado en una teoría de la conspiración, el valorar la fuente que lo ha emitido. Para ello, habrá que ver qué otros datos, sobre otros temas, aporta esa misma fuente y, en función de ello podremos establecer si el dato es fiable, inseguro en mayor o menor grado, o simplemente falso. En una publicación poco seria, en una web juvenil, en un foro de noticias que habitualmente sirve para canalizar locuras, fakes y es frecuentado por carne de psiquiátrico, es inútil pensar que vamos a encontrar datos que puedan aceptarse sin más. Los datos aceptables, solamente pueden partir de fuentes solventes.

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9) Necesidad de documentos indubitables y testimonios múltiples: hay que desconfiar de “documentos probatorios”, sin padres ni madres reconocidos. Guénon sostenía que una sociedad secreta digna de tal nombre no deja rastros escritos de su actividad. Cuando aparece algún documento emanado por una de estas sociedades, hay que desconfiar sobre su autenticidad. Es demasiado frecuente que se trata de una “pieza de intoxicación”. Cuando se publicaron los Protocolos de los Sabios de Sión, algunos recordaron este principio y, aun antes de que aparecieran todos los datos que confirmaron la mistificación, denunciaron que el documento no solo era falso, sino que era cualquier cosa, menos las actas de una reunión secreta tendente a lograr el dominio mundial. Por otra parte, un dato único no puede confirmar una tesis compleja. En ciencia se dice que “a grandes tesis, grandes demostraciones”: si se quiere demostrar la existencia de vida extraterrestre (una gran tesis), la “gran demostración” consiste en entrevistar a un extraterrestre en la CNN. Frecuentemente, las teorías conspiranoicas, aparte de su escasa objetividad, parten de un testimonio único que, como sabe cualquier jurista, equivale a “testimonio nulo”.

10) Si no se dispone de una teoría “segura”, mejor prepararse para afrontar los hechos: vivimos momentos de crisis a los que se une un proceso de aceleración de la historia que se prolonga desde hace más de un siglo, a velocidad creciente. Cada vez es más habitual que las teorías interpretativas vayan por detrás de la realidad de los hechos. El catolicismo, por ejemplo, ha perdido mucho tiempo, tratando de explicarse el porqué está hoy en crisis, especialmente en la tierra de Europa: y no ha llegado a conclusiones unánimemente aceptadas. La situación es que hoy, además de carecer de teoría interpretativa sobre su propia crisis, se encuentra en una situación prácticamente insalvable: para los católicos, ya no se trata de seguir pensando en los “por qué”, sino más bien en actuar para tratar de salvar lo salvable y evitar la islamización de Europa. Es frecuente, como ya hemos dicho, que una teoría que “funcionó” ayer, ya esté superada poco después. Para apreciar un problema, basta con salir a la calle y observar el entorno: a partir de aquí podrá inferirse si hay tiempo para elaborar una teoría de la conspiración, o será necesario enfrentarse al problema que se percibe con la mayor determinación aun sin haber elaborado una teoría que lo explique.

Es posible que estos consejos hayan decepcionado a algunos. Y, sin embargo, son necesarios a la vista de la facilidad con la que hoy se difunden fakes, se repiten errores, se elaboran o adaptan teorías que no tienen posibilidades de interpretar satisfactoriamente nuestro momento histórico. Vivimos tiempos de repliegue a lo personal, nuestras vidas están encerradas en nuestras terminales digitales. Casi sin darnos cuenta hemos terminado presos, primero del racionalismo, luego de los millones de reclamos que cada día exigen nuestra atención, la mayoría carecen de tiempo para recabar datos y deben fiarse de las teorías de la conspiración elaboradas por otros. Ya hemos visto que, con demasiada frecuencia, estas teorías resultan erróneas. En la soledad de nuestros hogares, nosotros y nuestras terminales digitales pueden estas ofreciéndonos informaciones distorsionadas, incompletas, interesadas, pura intoxicación: de ahí la necesidad de salir a la calle, afrontar el mundo tal cual es, y, aun cuando no podamos hacer nada por rectificar un mundo que se derrumba ante nuestros ojos, debemos procurar que ese mismo mundo deletéreo, absurdo y repleto de distorsiones no tenga entrada en nosotros mismos.

A partir de aquí, las actitudes son dos: la el ciudadano más volcado a la meditación que a la acción que reaccionará tratando se confrontar teorías de la conspiración, sus datos y las responsabilidades contra las que apunta o bien elaborar su propia teoría de la conspiración; o bien, en aquellos en los que algo les hierve en la sangre, más resueltos a la acción que a la contemplación, que tratarán de actuar contra la decadencia o bien de preparar el mundo post-apocalíptico. Sí, porque, a fin de cuentas, la grandeza de nuestro momento histórico es que, con o sin teorías de la conspiración, estamos viviendo el final de una era.

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