España
El Gobierno prepara una Ley para poder cortar el gas a los hogares españoles
Published
3 años agoon
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Redacción
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El Gobierno cuenta con instrumentos legales para poder decretar recortes generalizados del suministro de gas en caso de que se agrave la situación con Rusia este invierno, y sin necesidad de recurrir a instrumentos excepcionales como el estado de alarma. Así, varias normas en vigor le habilitan para decretar cortes de abastecimiento en caso de emergencia, afectando incluso a los hogares si fuera necesario.
En 2019, el Ejecutivo aprobó el Plan de emergencia del sistema gasista español, impuesto por la UE para contar con protocolos de actuación en caso de que se produzca cualquier tipo de problema en la red. Este plan establece varios niveles de crisis (alerta temprana, alerta y emergencia) y permite tomar medidas como el corte del suministro de forma escalonada, empezando por la industria y, finalmente, afectando a los hogares en caso de carencia de materia prima.
El mecanismo se basa en el Real Decreto 1434/2002 (de la época de Aznar) que establece una serie de servicios esenciales a salvo de los cortes: centros sanitarios y hospitales, guarderías y colegios, residencias de ancianos, «instituciones directamente vinculadas a la defensa nacional, a las fuerzas y cuerpos de seguridad», el transporte público que funcione con gas y museos, bibliotecas y archivos.
El plan establece los procedimientos para cortar el suministro en una situación crítica, en función del consumo anual de los clientes, superior o inferior a 150 GWh/año (gran industria).
«Estos procedimientos tienen por finalidad evitar que, en situaciones de emergencia, los clientes no protegidos que tengan restricciones de suministro consuman gas de forma indebida», se explicita. La autoridad competente en el proceso es el Ministerio para la Transición Ecológica.
En uno de sus apartados, se recoge el «procedimiento de comunicación de orden de interrupción a los consumidores», que establece que «cuando entre los consumidores afectados por la interrupción se encuentren clientes protegidos, el distribuidor será el encargado de comunicar la situación de forma general a través de medios de amplia difusión, además de a los organismos oficiales afectados (comunidades autónomas, administraciones locales, Dirección General de Protección Civil y Emergencias, etc.) a los servicios esenciales afectados».
En estos casos, «la comunicación se realizará de forma directa desde los distribuidores a los consumidores, informándoles puntualmente de la evolución de la contingencia y previsión de normalización del suministro».
Dependencia rusa
La posibilidad de cortes en el suministro no se justifica tanto por un posible desabastecimiento de España (muy improbable por los contratos de las energéticas nacionales con Argelia o Estados Unidos), como por la posibilidad de tener que desviar parte del gas que llega a nuestro país a otros miembros de la UE más afectados en caso de que Vladímir Putin cierre totalmente el grifo hacia Europa. Esta eventualidad, de la que alertó Defensa en 2014 y que Sánchez ignoró en su plan energético, provocaría tener que desviar muchos de los buques metaneros que llegan a las costas españolas hacia esos países, además de bombear todo el gas posible a través de los gasoductos que nos conectan con Francia.
El giro dado por Pedro Sánchez en la política sobre el Sáhara para contentar a Marruecos, ha provocado además la incertidumbre con el suministro gasista de Argelia, el mayor exportador a España.
A esto se añade la presión de los países centroeuropeos, con Alemania a la cabeza, que urgen a España y Francia a finalizar el gasoducto que uniría la Península Ibérica con el resto de Europa (Midcat) y que aliviaría la presión ejercida por las amenazas de Putin de cerrar el grifo del gas a toda Europa.
Tras imponer por decreto sus primeras y polémicas medidas -la limitación de la temperatura del aire acondicionado a 27 grados y de la calefacción a 19, así como el apagado de escaparates a las 22 horas- el Gobierno diseña ahora el plan de contingencia que deberá remitir a Bruselas antes de finales de septiembre y que incluirá tanto nuevas restricciones como recomendaciones para la ciudadanía.
España
Así funcionaba la sauna Adán, el prostíbulo más lucrativo del suegro de Sánchez: «Era una máquina de hacer dinero»
Published
21 horas agoon
09/11/2025By
AGENCIAS
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Sabiniano Gómez, suegro del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y padre de Begoña Gómez, llegó a gestionar casi una veintena de locales que, aunque aparentaban ser saunas, en realidad, eran prostíbulos. Este periódico comparte un fragmento de un capítulo del libro «La Sagrada Familia» de Alejandro Entrambasaguas, donde se describen con detalle el interior y las actividades de la sauna Adán, la más rentable de la familia política del jefe del Ejecutivo.
Hay lugares donde el poder no se exhibe, sino que se esconde. Donde no hay discursos, sino miradas esquivas; donde no hay focos, sino rincones. Donde los apellidos se disuelven en la penumbra con la misma facilidad con la que se dejan en el perchero los escrúpulos. Allí, en ese vapor denso y cargado de anonimato, la moral no desaparece: se adapta. Se pliega. Se retuerce. Como una toalla húmeda al cuerpo. La sauna Adán, en pleno centro de Madrid, a escasos metros de la Gran Vía y no muy lejos del Congreso de los Diputados, es uno de esos espacios. En apariencia es un local más dentro del circuito de saunas para homosexuales que hay en la ciudad. Pero, en realidad, es mucho más. Es un punto de encuentro oscuro y decadente, una cápsula de penumbra donde convergen historias y estructuras de poder con una relevancia mucho mayor de lo que su fachada anodina podría sugerir.
Lo que convierte a este lugar en una pieza clave del puzzle político no es su clientela, sino su propiedad. La sauna Adán pertenece a la familia de la esposa del presidente del Gobierno. En San Bernardo, al calor de un sótano húmedo, el suegro del presidente gana dinero —y no poco— con la prostitución encubierta de hombres. Hay dinero, silencio y complicidad. Durante meses, esta sauna no fue más que un apunte entre mis notas. Un nombre más, perdido entre otros datos marginales. Pero todo cambió cuando logré localizar a un cliente habitual. Lo llamaremos Eme. Su relato es simplemente un testimonio detallado, lúcido y desgarrador por momentos. Una descripción minuciosa del estado lamentable del establecimiento, una mezcla entre lo sórdido y lo insalubre, entre lo cutre y lo peligroso, pero también una radiografía del ecosistema que allí se cultiva. Un caldo turbio de deseo, poder, abandono y cinismo.
Antes de sumergirse en los pasillos húmedos de la sauna conviene detenerse unos segundos en su fachada. Un cartel de neón verde, encendido día y noche durante años, proclamaba sin ambages la palabra sauna. Un anuncio luminoso que era, a la vez, invitación y advertencia. Un faro turbio para quienes sabían bien lo que iban a buscar. Dentro, olor a humedad antigua, desinfectante barato y cuerpos sudados. Una toalla áspera, unas chanclas de plástico combado y cinco euros bastaban para adentrarse en ese ecosistema sin preguntas, sin nombres, sin registro. Allí sobraba la vergüenza. Solo existían la piel, el silencio y la necesidad.
A la izquierda estaba la zona de vestuarios: taquillas metálicas que parecían sacadas de un gimnasio abandonado. Cerraduras sueltas, metal rugoso de óxido, un suelo que era una charca disimulada con lejía. Sin música. Solo el eco de las chanclas y un olor espeso, agrio, que se quedaba en la garganta como un nudo. Dos caminos: escaleras hacia las habitaciones privadas y escaleras hacia el sótano, donde empezaba lo serio. Un pasillo largo, húmedo, sin ventilación. Suelo pegajoso. Paredes cubiertas de condensación y algo más. Bombillas colgando como heridas abiertas. Cubículos con colchones plastificados y mantas sucias. No eran camas. Eran superficies de uso, y el uso era evidente.
Al fondo, duchas con agua intermitente y olor agrio. No sabías si estabas limpiándote o infectándote. Si entra Sanidad aquí, los mete a todos en la cárcel. Pero allí seguía. En funcionamiento. Con tráfico constante. Ese sótano era el secreto de una familia poderosa. Apenas cuatro o cinco chicos se movían por las instalaciones. Jóvenes delgados, cuerpos cuidados, piel morena. No eran visitantes. Eran parte del mobiliario. Se acercaban sin disimulo. Voz baja, tono neutro, mensaje claro: no había deseo. Había tarifas. Se tarifaban. Era una máquina de hacer dinero.
Una barra servía cerveza caliente en un vaso de plástico blando. Una televisión sin volumen. Alrededor, chicos turnándose para acercarse. Algunos con sonrisa rápida, otros con ojos gastados. No había espontaneidad, pero todo parecía natural. Era un sistema silencioso y constante. Además de prostitución, allí se mueve droga. Cocaína a cincuenta euros el gramo. Sin disimulo, sin miedo, como si ofrecieran un caramelo. Una economía integrada en la humedad del local. La sauna ya no era sauna. Era una pequeña economía del subsuelo. Sexo, droga, compañía, evasión. Un engranaje funcional, sin fricción, sin sobresaltos.
En 1984, el local fue escenario de una muerte terrible. Un hombre recibió una descarga que lo mató en el acto al tocar una caja de conexiones mal cerrada. El Tribunal Supremo ratificó la responsabilidad civil subsidiaria de Sabiniano Gómez. Pero el local siguió abierto. Dinero, vapor y silencio. Hoy, el local está cerrado. Pandemia, no ética. El cartel apagado no es la huella del tiempo, sino de una historia que alguien prefirió dejar así, a medio borrar. Porque mientras la familia de sus propietarios levantaba banderas por la igualdad, en San Bernardo se abría cada día un negocio donde la dignidad se alquilaba por minutos. La sauna Adán fue eso: una grieta en el relato. Un negocio discreto. Un sótano sin ventanas donde los cuerpos y el dinero cambiaban de manos. Y el poder, simplemente, miraba hacia otro lado.

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valenciaf
31/08/2022 at 05:42
¿Y los ocupas que se enganchan ilegalmente a la luz, el gas y el agua?