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Opinión

El coronel de La Legión Enrique de Vivero avisa que España está cerca de ser una república y apunta a George Soros: «Nos vemos abocados al Caos»

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Enrique de Vivero*.- Asistimos desde hace unos meses a los ataques a la Corona, en unos casos velados y en otros claramente, por parte de determinados partidos políticos. El problema no es que los partidos independentistas o filoterroristas ataquen la institución monárquica, lo verdaderamente extraño es que el Gobierno no haga una defensa de la institución en toda regla.

La persona del Rey es inviolable y no tiene responsabilidad. Según el artículo 56.2 de nuestra Constitución, todos sus actos han de ser refrendados por un ministro o en su caso por el presidente del Gobierno. El cometido que le asigna la constitución, en su artículo 56.1, es el de arbitrar y moderar el funcionamiento de las instituciones.

¿Qué quiere decir esto? Que cuando se ataca a la Corona, se está atacando a la Constitución y es en ese momento cuando el Gobierno debe actuar y poner coto a los desafueros que se están produciendo desde hace unos meses.

Tenemos que remontarnos al desastroso presidente Rodríguez Zapatero para ver los orígenes de estos movimientos, que se están transformando en temblores y que pueden acabar con un terremoto, en el caso de que el Gobierno no ponga coto a esta situación en la que la persona del Rey es objeto del pim pam pum, a ver quién le da más fuerte a su persona.

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El incalificable presidente Zapatero fue el primero que dijo del Rey Juan Carlos: «Tenemos un Rey muy republicano». Esto lo dijo Zapatero el 14 de abril de 2005, en una entrevista que le hacían con motivo de la celebración del tristemente recordado día de La II República. En la misma entrevista dejaba otra perla que revelaba cómo piensa y cuáles son sus propósitos ocultos: «España tiene unos valores democráticos que nos hacen evocar que aquel proyecto que entonces no pudo ser, hoy sí lo es». Toda una declaración de intenciones de cómo quería que evolucionase la Monarquía.

La Monarquía es la forma de estado que nos dimos los españoles en el año 1978. Ya sé que muchas personas me pueden decir que ellos no pudieron votar por razón de edad o porque no habían nacido. La mayoría de los países civilizados no refrendan su constitución y su forma de estado cada 10 años; las modificaciones se producen en los países como Venezuela, Bolivia y otros de América del Sur y Centroamérica, donde sus gobernantes han modificado las constituciones a su antojo para perpetuarse en el poder.

Por otra parte, cada cuántos años habría que revisarse la Constitución y la forma de estado. ¿Cada 5, 10, 20 años? ¿Y por qué no la revisamos anualmente y hacemos un referéndum para determinar si Monarquía o República, ya que todos los años un nutrido grupo de hombres y mujeres accede a la mayoría de edad y reclaman su derecho a opinar sobre tan sensible materia?

La realidad es que nuestra forma de Estado, desde que el presidente Zapatero se despertó un día con la genial idea de poner en duda en duda la existencia de la Nación española, con su célebre frase pronunciada en 2004: «La Nación española es un concepto discutido y discutible». Esta frase, dicha por el presidente del Gobierno español, fue un torpedo en la línea de flotación de la estructura del Estado.

De aquellos barros estos lodos. El cambio que se produjo en la línea de pensamiento del PSOE, con la llegada de Pedro Sánchez, fue un cambio radical no solo con el ideario socialista existente hasta entonces, sino que vino a poner en duda la transición española aceptada hasta por Santiago Carrillo, del que, obvia aclararlo, no soy ningún admirador.

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Los pactos de Pedro Sánchez con comunistas, independentistas, separatistas y aprovechados de turno como ese señor diputado de Teruel, han supuesto la mayor felonía de la historia de España, superando con creces al Rey Felón, Fernando VII. La obsesión de Pedro Sánchez por llegar a la Moncloa rayó en lo enfermizo. Todo vale con tal de alcanzar la Presidencia.

El hecho que marcó la línea a seguir fue el recibimiento en la Moncloa al magnate George Soros. Este húngaro de nacimiento es el que, con todo su poder empresarial y financiero, ha estado detrás de la celebración del fallido referéndum en Cataluña e instigando en todos los acontecimientos de Cataluña. Este multimillonario se mueve como pez en el agua en la teoría del Caos. Sobre George Soros no me voy a entretener. En el libro «Soros Rompiendo España», escrito por Juan de Castro y por Aurora Ferrer, se ofrece suficiente información sobre las oscuras motivaciones de este personaje.
Para conseguir el apoyo de ERC, Sánchez tuvo que aceptar la comisión bilateral Cataluña –España, con lo que se ponía al Gobierno catalán al nivel del Gobierno de España y quedaba por descontado que no iban a participar en las reuniones que tiene el Gobierno con la comunidades autónomas. Esta fue la cesión que marcó la debilidad de Pedro Sánchez.

Los acuerdos con Pablo Iglesias han sido públicos, entre ellos hacer desaparecer a la Iglesia Católica del ámbito de la enseñanza, retirarle la propiedad de sus bienes, comenzando por la Catedral-Mezquita de Córdoba, hacer desaparecer la familia tradicional e imponer por ley que existen otros tipos de familia, tantos como demanden los más radicales.

Las declaraciones de Pablo Iglesias en contra de la Constitución y de la Monarquía han sido habituales mientras estaba en la oposición, pero con la cesión de Sánchez al darle una Vicepresidencia, lo que hizo fue poner al zorro a guardar las gallinas.

Las declaraciones del podemita en el diario El País no tienen desperdicio. Analiza el papel de la Monarquía durante la Transición y en años posteriores, para concluir que su tiempo ya pasó y que dicha institución no es necesaria. En consecuencia, solicita modificar la figura del jefe del Estado para que se acceda “por elecciones y no por fecundación”. A continuación se pregunta: ¿sigue siendo útil la Monarquía para nuestra democracia?”. Él mismo se contesta diciendo que la Monarquía es una organización caduca y que el Rey Felipe VI se debilitó con los acontecimientos del 3 de octubre en Cataluña.

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Podemos ha intentado crear una comisión para investigar las actividades de Don Juan Carlos I y para que compareciese Felipe VI en la misma. Lo importante no era poner en marcha la comisión, que se sabía que no iba a prosperar por no contar con el apoyo de PSOE, PP y VOX. Lo importante era cuestionar la Corona, en un momento en que los sondeos no le favorecen.

Juan Carlos I junto al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, mientras este último refrenda la ley orgánica de abdicación. Madrid, 18 de junio de 2014.La idea de Podemos es suprimir la actual Constitución, y cambiar la forma de Estado. Para este propósito cuenta con el apoyo de independentistas y separatistas, de los partidos vascos y catalanes sin distinción .El PSOE, o mejor dicho Sánchez, da dos pasos hacia adelante y un paso hacia atrás, con lo que le permite a su vicepresidente continuar con esta peligrosa deriva hacia la desestabilización del pilar básico de nuestro estado: la Monarquía.

Otra forma de cuestionar la forma de estado ha sido la carta que ha enviado Podemos al Rey Juan Carlos para que comparezca en el Congreso. En realidad no es una carta, son 67, una por cada diputado de Podemos, de esta forma el ruido mediático es mayor.

Esto es la aplicación de la teoría del Caos que maneja tan bien George Soros.

El 14 de abril, aniversario de la desastrosa II República, Pablo Iglesias, en tanto vicepresidente de Asuntos Sociales, debía haber centrado su atención en las residencias de mayores. Pues no. A lo que se dedicó fue a la exaltación republicana, pese al insoportable número de ancianos que estaban muriendo.

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Iglesias dijo que los «mejores valores» para avanzar hacia el «futuro», en este momento de crisis por el coronavirus, son los republicanos, y tal vez por eso rindió homenaje «a todos los compatriotas que imaginaron un país, una República», donde «todos fueran iguales ante la ley» y «donde mandara el pueblo y no el poder económico». Esta fue la perla de su intervención.

Otro que colabora con esta teoría del Caos y para hacer temblar los cimientos del Estado de Derecho es nada menos que el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, actual novio, pareja o como quiera que le llamen, de Meritxel Batet, presidente del Congreso (no presidenta) y mano derecha de Pedro Sánchez. El ministro de Justicia, Notario mayor del Reino, el garante del cumplimiento de la Constitución, admitió en sede parlamentaria que estamos ante una crisis constituyente. Por si no había quedado claro insistió: «una crisis constituyente que se suma a un debate constituyente». Resulta que hemos entrado en período constituyente sin disolver las Cortes. Y esto lo dice el Notario Mayor del Reino.

El ministro Campo se pone a disposición de todo este entramado de confusión para crear incertidumbre sobre la Monarquía constitucional.

España ha entrado en crisis, pero no en crisis constituyente, como apunta el ministro de Justicia, sino por causa de unos partidos que están empeñados en desafiar toda la legalidad vigente y poner en duda la legitimidad de la Constitución del 78 y la Monarquía.

Otros que aprovechan esta confusión son los políticos vascos, ya sean nacionalistas o filoetarras. Estos que gracias a esa prerrogativa constitucional disfrutan de su propio régimen foral y de unas condiciones económicas en Vascongadas, que no son otra cosa que privilegios y un anacronismo en Europa, donde no existe ninguna región que goce de estos privilegios.

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El portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, ha defendido las críticas al Rey Felipe VI en la investidura de Sánchez. La TV vasca emitió el 20 de marzo un programa criticando al actual Rey. Incluso se habló de sus tendencias sexuales. ¿Cómo es posible que desde las televisiones públicas autonómicas se ataque al jefe del Estado?

Me resulta incomprensible que el Gobierno de España no haya hecho ni el más mínimo gesto en defensa del Rey, al que tiene la obligación constitucional de defender. El Rey no puede querellarse con las televisiones públicas, para eso está el Gobierno; el problema es que el Gobierno español hace dejación de sus funciones y habrá que pensar cuál es la razón. ¿Acaso es que no cree en el sistema actual, o quizás exista algún plan oculto para poner fin al actual régimen?

El PNV estuvo dispuesto a quitarle al Rey su inviolabilidad y se sirvió para ello del apoyo de EH Bildu y de los independentistas catalanes. La pretensión peneuvista fue rechazada con los votos de PP, VOX y PSOE. A los socialistas, en esta ocasión, le tocó dar un pasa atrás.

Asistimos estos días a la concesión del tercer grado a los políticos que se juzgaron con motivo del acto de proclamación de independencia en Cataluña. Aquí tenemos que hacer varias precisiones:Primera, ¿qué privilegios tiene Cataluña para que los presos de sus cárceles puedan tener tan benigno trato? En su día un Gobierno del PP les concedió esa competencia, como precio a pagar por el apoyo de los nacionalistas catalanes a la investidura de Aznar.

Segunda, ¿por qué el Tribunal Supremo no tomó las medidas legales que tenía a su alcance para limitar esa previsible puesta en libertad por la puerta de atrás?.Probablemente las presiones ejercidas sobre el juez Marchena y el resto del Tribunal fueron demasiado grandes.

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Todas estas situaciones que se están dando en España tienen su origen en la obsesión de Pedro Sánchez por ser presidente del Gobierno. PP y C,s le ofrecieron un pacto de Estado para que no gobernase con el apoyo de los que quieren violentar nuestro ordenamiento constitucional, pero él prefirió echarse en manos de Podemos y los separatistas, porque se lo pedía el cuerpo.

La II República española dista mucho ser el régimen ideal que nos quieren vender desde el Gobierno social-comunista. Recordemos que la república entró en España de la mano de unas elecciones municipales, que no ganaron las izquierdas, que los políticos de derechas que debían haber apoyado al régimen en vigor hicieron dejación de sus funciones y además se contó con la debilidad de un Rey como Alfonso XIII, voluble, caprichoso e irresponsable.

Esta combinación de factores provocó la entrada de la anhelada República, cuyos gobiernos populistas, cuando no fueron sectarios, fueron golpistas, como el golpe promovido en 1934, contra un Gobierno de derechas. Cómo sería la II República que prohombres como Marañón, Ortega y Gasset, Ayala y hasta el mismísimo Azaña criticaran con dureza que esa no era la República que ellos querían.

La Transición, con la aprobación de La Constitución del 78, supuso un punto y aparte en la política española, tan acostumbrada al sectarismo. Ahora por capricho o debilidad de nuestros gobernantes, nos vemos abocados a esta situación del Caos que ni George Soros se habría imaginado ni en sus mejores sueños.

Stalin en la Puerta de Alcalá madrileña: significativa expresión de la hegemonía comunista en la II República,

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España

Contra la debilidad mental occidental: La esclavitud en el Islam todavía sigue vigente (Y siempre ha apuntado CONTRA EUROPA) Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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Introducción a La esclavitud en el Islam, libro que estará disponible en breve.

Durante siglos, especialmente del XVI a principios del XIX, nuestras costas fueron hostigadas por piratas berberiscos. Querían vengar la “pérdida de Al-Andalus” (esto es, la Reconquista). La captura de poblaciones costeras del norte del Mediterráneo para venderlas en los mercados de esclavos del Magreb o negociar su rescate se convirtió en una práctica habitual entre las poblaciones del norte de África. Quienes practicaban estas razzias, que hacían imposible la vida en nuestras costas, eran considerados “yihâdistas”. Este comercio de esclavos europeos existió, por mucho que los “multiculturalistas” de hoy quieran olvidarlo.

Todavía ningún gobierno del Magreb se ha disculpado por estos actos.

*    *    *

LA CAÍDA DEL PRIMER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

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EUROPA NECESITA TRABAJADORES

Hoy, ya nadie puede dudar que el primer argumento que se utilizó para justificar la presencia de compactos núcleos musulmanes en Europa Occidental –aquel que afirmaba que eran necesarios inyectar inmigrantes para pagar las pensiones de los abuelos…– era una simple falacia. La realidad es que, las pensiones de los abuelos –yo lo soy– pierden cada día poder adquisitivo porque a los gobiernos de nuestro entorno les es necesario comprar la “paz étnica y social” subvencionando a los recién llegados. No hay dinero para todos. Y los que llevan las de perder es la parte más débil: los jubilados. La inmigración es hoy una pesada carga económica para todos los Estados que se han negado durante décadas a controlarla.

Desde, como mínimo, 2008, la inmigración ha variado su carácter; hasta ese momento, podía pensarse que los motivos del desplazamiento hacia España se debían a la posibilidad de integrarse en nuestro mercado laboral y, en especial, en el sector de la construcción. Pero, desde el estallido de la burbuja inmobiliaria, con la mecanización progresiva de la agricultura, las deslocalizaciones y el proceso de desindustrialización creciente, es casi seguro que, hoy, pocos de los inmigrantes que llegan a España, –especialmente los que no tienen ningún tipo de cualificación profesional (esto es, la mayoría)–, tengan como proyecto personal integrarse en el mercado laboral y vivir del propio trabajo, ahorrar para volver al país de origen con capital suficiente para emprender una nueva vida.

Se suele creer que las motivaciones de los inmigrantes en el siglo XXI son las mismas que las de los españoles, portugueses e italianos que se desplazaron a Francia, Suiza, Alemania, Benelux, en los años 50 y 60, para reconstruir países que habían sido demolidos por la Segunda Guerra Mundial. En aquella inmigración existía la voluntad de trabajar durante unos años en unos países con unos niveles salariales mucho más altos, poder ahorrar llevando una vida austera (pero no miserable), acumular cierto patrimonio que les permitiera abrir un pequeño negocio o, simplemente, comprar una vivienda al regresar a la Patria. Esa inmigración, no es la actual.

Nuestros inmigrantes querían regresar –en grandísima medida– al país que habían abandonado. Iban a trabajar, a esforzarse, a partirse el espinazo para llevar a la práctica un proyecto personal legítimo y que enriquecía a todas las partes: a los receptores de inmigración porque sabían que los recién llegados eran gente dura y dispuesta a trabajar. A los inmigrantes porque, a cambio de su trabajo, recibían un salario muy superior al del mismo oficio en España y podían ahorrar. Al país emisor de inmigrantes porque allí recibían formación y volvían con una capacitación laboral superior a la que habían partido, sin olvidar que su trabajo en el extranjero generaba unas divisas preciosas en aquel momento para garantizar intercambios comerciales. Aquellos inmigrantes –nuestra inmigración– no planteaban problemas de convivencia, ni choques culturales; fieles al dicho “donde fueres, haz lo que vieres”, nuestra gente se integró perfectamente en la sociedad que los recibió. Nada de todo esto vale para el actual fenómeno migratorio.

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Ya no hay países en Europa Occidental que precisen ser reconstruidos después de una guerra. Tampoco hay un mercado laboral en expansión que permita pensar que, sin un alto nivel de cualificación y sólo en determinadas profesiones, vayan a encontrar trabajo bien remunerado. Ni siquiera para españoles, los salarios medios –a la vista del coste de la vida– permiten ahorrar gran cosa. Ningún inmigrante, en su sano juicio, puede transmitir a otros como él que residen en su propio país, la idea de que valga la pena venir a España para trabajar: la realidad es que, aquí y ahora, el poco trabajo que existe para gentes con poca o nula cualificación profesional, no permite ni vivir dignamente, ni mucho menos ahorrar. Entonces ¿por qué viene la inmigración?

Vale la pena no engañarse al respecto. Y los medios de comunicación, así como los diferentes gobiernos, de derechas y de izquierdas, llevan casi treinta años engañándose y falseando datos, cifras y circunstancias. No hay otra forma de definir la actitud de quienes niegan los problemas que se han generado a causa de la inmigración ilegal, masiva y descontrolada.

LA CAÍDA DEL SEGUNDO ARGUMEN IMIGRACIONISTA: 

“WELCOME REFUGIES”

Si bien es cierto que, hoy, ya nadie se atreve a sostener que, gracias a la inmigración, se van a poder “pagar las pensiones de los abuelos”, las justificaciones se han convertido en cada vez más extemporáneas, ridículas, ignorantes e, incluso, frecuentemente, entre los portavoces gubernamentales, zafias. Caído el mito de “las pensiones de los abuelos”, el nuevo argumento nos decía que los inmigrantes no eran tales: que se trata de “refugiados”. Ser “refugiado”, al parecer, hace obligada la “solidaridad”. El perseguido merece protección y ayuda para salvarlo de su perseguidor… En algunos casos, los menos, los recién llegados son “refugiados”. Pero, incluso, en esas circunstancias, cabe preguntarse: ¿y por qué un “refugiado afgano” elegirá vivir en Europa Occidental y no en Paquistán, en la India o, incluso en el sudeste asiático, países mucho más próximos, en todos los sentidos, a su patria originaria?

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Por otra parte, si existen “refugiados” es porque tal o cual país los genera y la situación allí es insoportable, por tanto, si se trata de admitir, por ejemplo, subsaharianos, vale la pena recordar que, en cualquiera de aquellos países, en toda África y en buena parte de Asia, casi sin excepción, la “democracia” es una palabra que no tiene el mismo significado que en Europa. De los 1.200 millones de africanos, la inmensa mayoría podrían ser considerados como “aspirantes a refugiados”, a la vista de que existen diferencias abismales entre los “derechos humanos” tal como se contemplan en Europa y como se practican en África.

Pero, Europa no puede admitir a 1.200 millones de inmigrantes que, por lo demás, deberían entender que ellos, para prosperar, sería oportuno que trataran de hacer cambios en su país, antes que adoptar la solución más cómoda de mudarse a otro… ¿a cuál? Y esta es el nudo de la cuestión: no se trata de países en los que exista un mercado laboral floreciente, ni aquellos otros más próximos al lugar de origen, para mantener el contacto con sus raíces, sino de aquellos en los se vive mejor y, lo que es aún más importante, donde se garantizan subvenciones solamente por llegar y en donde todo, absolutamente todo, está permitido (o poco menos). Ese es el centro de la cuestión que políticos y medios pretenden escamotearnos.

No hay nada más opaco en la actual democracia española que la suma total de subvenciones que reciben los no nacidos en España y sus hijos nacidos aquí. La falta de transparencia es, precisamente, lo que permite sospechar. Recientemente se ha publicado la cifra de que algo más de 2.000.000 de inmigrantes viven de subsidios públicos. El misterio está lejos de quedar resuelto, porque no se dice cuántos antiguos inmigrantes que han logrado naturalizarse como “españoles”, siguen subsidiados. Por otra parte, haría falta especificar qué tipo de subsidios reciben: en España existen muchos de tipos de ayudas y de pensiones no contributivas. Todo ello hace sospechar que las cifras son muchísimo mayores y es legítimo pensar que pueden ser, incluso, el doble o el triple, incluso, de las dadas. Por lo demás, no se especifica el volumen total de subsidios y subvenciones por distintos conceptos, ni los dados por las distintas administraciones, que van a parar a lo que en Francia se ha llamado “la aspiradora de recursos públicos”, esto es, la inmigración. La opacidad de las cifras, en efecto, no hace nada más que aumentar las sospechas.

LA CAIDA DEL TERCER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

“VIENEN PARA CONTRARRESTAR LA BAJA NATALIDAD”

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Luego está el argumento de la crisis de la natalidad en España. Era lo que podía esperarse: la elevación constante del coste de la vida, hace imposible el que se puedan formar parejas e, incluso, que una vez formadas, decidan tener hijos. La paternidad es una aventura que muy pocos se atreven a afrontar. Para hacerlo es preciso tener seguridad de que se podrá mantener a los hijos. Nadie está dispuesto a ofrecer tales garantías. Sin embargo, es un problema político: hubiera bastado con atribuir prioridad en beneficios sociales y ventajas fiscales a las parejas españolas que deseen tener hijos, garantizar su prioridad a la hora de obtener viviendas sociales, y simples campañas en pro de la natalidad, para que se estimulara la natalidad entre nuestra gente. No se hizo, ni se tiene intención de hacer. Si se hubiera empezado a hacer en 1996, cuando Aznar abrió las puertas a la inmigración, hoy tendríamos una generación de 28 años y un país homogéneo. Se hizo –y se hace– justo lo contrario: confiar en que gentes llegadas de todo el mundo salvarían la natalidad en España.

Desde el año 2000, en las cuatro provincias catalanas los nacidos en la noche del 31 de diciembre al 1 de enero de cada año, son en su inmensa mayoría hijos de nacidos en el extranjero. Pero, salvo entre las mujeres subsaharianas, el número de hijos va disminuyendo incluso dentro de la inmigración. Los inmigrantes andinos, por ejemplo, se han configurado como los primeros y principales usuarios de los servicios de aborto gratuito y de “píldora del día después”. La ruptura de la unidad étnica de España ni siquiera ha servido para que la natalidad remonte o para que se repueblen zonas “vacías”.

LA ÚLTIMA TRINCHERA INMIGRACIONISTA: 

“TENEMOS UNA DEUDA CON EL TERCER MUNDO Y SE LA VAMOS A PAGAR”

Caído el mito de “los que vienen a pagar las pensiones”, en un momento en el que ningún alcalde que quisiera mantenerse en el consistorio se atreve a colocar pancartas con el “Welcome refugies”, cuando se ha visto a las claras que la inmigración no resuelve el problema de los nacimientos, sino que complica la convivencia, ahora, como última trinchera inmigracionista, el argumentario se ha desplazado a otro frente; nos dicen: “estamos obligados a admitir a todos los inmigrantes que quieran establecerse en nuestro suelo y a mantenerlos, incluso, porque, se lo debemos”.

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Nos dicen que Europa “debe” a los inmigrantes del Tercer Mundo el haberlos explotado como colonias. Repiten, para bloquear a los más sensibles, que los europeos “somos responsables” de haber esclavizado a los africanos y que les debemos una compensación. Por eso están aquí, por eso estamos obligados a subsidiarlos… Es un argumento que tiene su fuerza, pero que no deja de ser otra falacia.

No solamente no fuimos esclavistas –valdría la pena, ya que estamos en esto, elaborar un censo de familias europeas que se dedicaron a la trata de esclavos, porque sería, en última instancia, a ellos a los que les correspondería pagar indemnizaciones, no a la totalidad de un pueblo– sino que, además, durante siglos, los europeos que vivían en las costas mediterráneas (pero, también, incluso en las del sur de Gran Bretaña y en Irlanda) corrían el riesgo de ser secuestrados ellos y sus hijos, saqueados sus bienes e incendiados sus pueblos, por parte de piratas berberiscos; una práctica que se prolongó hasta principios del siglo XIX. Unos fueron esclavizados de por vida, los otros extorsionados pidiendo fabulosos rescates, otros murieron sin dejar huellas… Sin olvidar, claro está, que el grueso de traficantes que capturaban esclavos en África eran árabes y que se beneficiaban de pactos con tribus africanas que los obtenían de tribus vecinas.

Sería bueno presentar una reclamación de cantidad por los millones de europeos, especialmente de los países mediterráneos, de los países eslavos, e incluso del Reino Unido, que fueron secuestrados, esclavizados, obligados a vivir en condiciones infrahumanas, asesinados y muertos de agotamiento en tierras del Magreb

Aquellas exacciones berberiscas han dejado recuerdos imborrables en nuestro folklore, en nuestra literatura e, incluso, en la configuración de las costas (las “torres de guaita” tan habituales en la costa catalana no eran para admirar la belleza del Mediterráneo, sino para vigilar la llegada de piratas berberiscos). Aquel valeroso soldado que recibió dos disparos de arcabuz en el pecho y en el brazo izquierdo, en la gloriosa jornada de Lepanto, Miguel de Cervantes, dejó constancia en El Quijote de sus nueve años de cautiverio en Argel.

Los grandes olvidados de la historia europea, son los millones de antepasados esclavizados en tierras islámicas. Los europeos no somos los “malvados” de esta historia. El colonialismo se explica en gran medida por las constantes molestias generadas por la piratería islámicaberberisca y otomana. Quienes la practicaban eran asimilados a yihadistas: y lo hacían con saña y con odio acumulado. La negativa a erradicar la esclavitud, hizo necesaria la intervención europea con la consiguiente disolución de los “mercados de esclavos” que todavía existía en el siglo XIX en el Magreb. No “debemos” nada: nos deben una reparación de aquellos crímenes contra los pueblos europeos.

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