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El comunismo vuelve a devorar Chile: ¿Es necesario otro salvador, como Pinochet?

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El Senado chileno justifica las violentas protestas izquierdistas y da el primer paso para indultar a los procesados.

La Comisión de Derechos Humanos del Senado chileno ha aprobado este lunes por tres votos a favor y dos en contra una resolución que defiende conceder un indulto general a quienes han sido imputados en las violentas protestas izquierdistas.

La iniciativa ha contado con el apoyo de los tres senadores de la oposición que integran la comisión y que además son autores de la misma: la presidenta del Senado, Adriana Muñoz (Partido por la Democracia, PPD); el presidente de la comisión, Juan Ignacio Latorre (Revolución Democrática, RD) y la senadora Yasna Provoste (Partido Demócrata Cristiano, DC). Los propios impulsores han reconocido que el texto necesita modificaciones.

Los senadores Iván Moreira (Unión Demócrata Independiente, UDI) y Felipe Kast (Partido Evolución Política, Evópoli) han rechazado la iniciativa y porque justifica la violencia y se inmiscuye en las funciones del Poder Judicial.

El texto deberá pasar ahora a las comisiones de Constitución y Seguridad, para luego ser o no ratificado por el pleno del Senado.

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El 18 de octubre de 2019 marcó el inicio de las mayores movilizaciones sociales de la historia reciente de Chile. Comenzaron como una movilización contra la subida del precio del transporte público y desembocaron en violentas protestas contra la policía auspiciadas por la extrema izquierda para aprobar una nueva Constitución, que se plasmará a partir de la elección de una Asamblea Constituyente tras las elecciones previstas para el próximo 11 de abril.

Los estragos de octubre de 2019 aún permanecen en Chile. La polarización de los ciudadanos, la transgresión de las instituciones y el poco respeto por la democracia ya es la tónica en el país. Por ello, aunque suene increíble, durante la última semana senadores de la oposición presentaron un proyecto de ley que busca indultar a los “presos políticos” de la revuelta del 18-O.

¿El motivo? Los detenidos producto de actos insurreccionales, violentos y delictuales habrían sido procesados por la justicia por razones políticas, y su detención se debe a que “se ha vivido un proceso distorsionado por una respuesta estatal desproporcionada seguida de detenciones masivas y la apertura de múltiples procesos penales, abusos y vulneraciones a las garantías procesales de las personas imputadas, lo que ha significado la privación preventiva de la libertad en plazos injustificados que no tomarían lugar en circunstancias de normalidad”. Esto se suma al rechazo por parte de las izquierdas al proyecto de ley que buscaba exigir a los partidos renunciar a la violencia como método de acción política.

Esta iniciativa fue levantada por los senadores de la centro izquierda e izquierda chilena como Isabel Allende, Yasna Provoste, Adriana Muñoz, Juan Ignacio Latorre y Alejandro Navarro. Sostienen que se debe aplicar un indulto general para aquellos que, a su juicio, solo hicieron desorden público siendo acusados injustamente por “casos de montaje” y con pruebas falsas. Este proyecto será tramitado en la Comisión de Derechos Humanos del Senado chileno durante la próxima semana.

A pesar de que la tónica del último tiempo ha sido un gobierno que le ha costado hacer frente a la narrativa de la izquierda radical y deconstruccionista, el vocero de Gobierno, Jaime Bellolio, expresó que en Chile no hay presos políticos, por lo que este proyecto presentaría una impunidad a la grave violencia que el país ha vivido.

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Por su parte, el ministro del Interior, Rodrigo Delgado, señaló que quienes están presos en este contexto no lo están por motivos políticos, sino que están privados de libertad por cometer delitos. Incluso, el presidente Sebastián Piñera señaló que en caso de que se aprobase esta iniciativa, llegaría a vetarla.

No obstante, desde octubre de 2019 a la fecha, han sido detenidos 232 insurrectos por el contexto del ―mal llamado― “Estallido Social”. Entre los motivos se encuentran delitos tales como saqueos, incendios, atentados contra las estaciones de la red de Metro, desórdenes públicos, violencia contra Carabineros, porte de artefactos incendiarios y de armas.

Pero la narrativa de los “presos políticos” no es nueva ni en Chile ni en el resto de Occidente, pues también se ve en distintos puntos de Europa como en España, en Italia o en Grecia. La izquierda deconstruccionista, con rasgos incluso ácratas e insurreccionales, ha logrado copar en numerosos espacios sociales. El discurso es el mismo: los presos políticos son justicieros sociales que han sido marginados de un sistema sociopolítico, por tanto, oprimidos.

Luchar contra el capital, su ideología y los aparatos ideológicos del Estado son algunos de los objetivos, así como también modificar aquellas nociones de la norma y lo que entendemos por normal, al reemplazarlos por comportamientos que históricamente han sido considerados marginales, desviados o anormales.

Michel Foucault, teórico posestructuralista francés, apuntó sus ejes discursivos bajo estos lineamientos. Los dispositivos (instituciones, comportamientos, epistemes, relaciones, discursos, saberes, etc.) disciplinarían nuestros comportamientos y lo que concebimos como bueno y verdadero, con el fin de alinearnos bajo las categorías hegemónicas occidentales. Por ello, lo que entendemos por sentido común sería producto de un constructo social inminentemente capitalista y hasta neoliberal.

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Por este motivo, la cárcel sería un dispositivo de disciplinamiento de aquellos cuerpos y comportamientos que se saldrían de la norma de este sistema opresor. Porque esto normalizaría y produciría “verdades” para el mantener el statu quo. Por ello que Foucault y sus seguidores entienden que ser “criminal” es un acto político, pues implica evadir y transgredir las normas y convenciones sociales.

Los presos políticos, entonces, serían aquellas identidades y cuerpos antagonistas que buscan disputar el sistema político. El acto insurreccional y violento sería un discurso “emancipatorio”, que comprende la dicotomía de opresores y oprimidos (y no necesariamente de clases), de una sociedad disciplinaria que actúa como cárcel.

Ante la propuesta de indulto a los “presos políticos” demanda por las izquierdas, el discurso desde el Gobierno apunta en una deseable dirección al rechazar e incluso llegar a vetarla. No obstante, no se ha mostrado advertido que la violencia e insurrección relacionada a la revuelta del 18-O responde a fundamentos ideológicos y políticos más que a simples delitos y desorden público.

Las izquierdas han instalado una agenda política desvergonzada que busca hacer de la violencia y la delincuencia una causa que se justifique políticamente, pues todas las prácticas serían permitidas. El incendio a más de 20 estaciones de metro fue un reflejo de cortar los flujos del sistema, en este caso el tránsito de las personas, como un intento de agrietar los imaginarios sociopolíticos y normativos.

Si ante estas narrativas no se logra hacerle frente políticamente, lamentablemente nos augura un escenario con un Estado de Derecho fallido, tal como Hannah Arendt asertivamente ha señalado: “no alcanza con decir que poder y violencia no son lo mismo. Poder y violencia son contrarios; donde uno gobierna en forma absoluta, el otro está ausente”.

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Escándalo en España: El PP se unió al socialismo y votó a favor de darle la ciudadanía a 500.000 inmigrantes ilegales de África

El PP, el PSOE y todos los partidos de izquierda se unieron para votar a favor de la regularización de medio millón de inmigrantes que ingresaron de manera ilegal en la última década.

El Partido Popular (PP), una suerte de Juntos por el Cambio en España, ha vuelto a traicionar a su base de votantes y decidió unirse con la extrema izquierda para regularizar y otorgarle la ciudadanía a más de 500.000 inmigrantes ilegales que arribaron al país desde África o Medio Oriente.

Si bien la ley todavía no ha sido aprobada, más bien solo se ha aprobado el tratamiento del mismo en el Parlamento, el PP sienta un peligroso precedente y ha anticipada que busca volver a votar de la misma manera en el recinto una vez que se modifiquen algunos aspectos del proyecto de ley.

De hecho, todos los partidos en el Parlamento han votado a favor del tratamiento y aprobarán pronto la ley, con la única excepción de los legisladores de VOX, que se opuso de cuajo contra la ley que le agregaría más de 500.000 votos en todo el país a la izquierda.

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Según la diputada del PP, Sofía Acedo, fue Cáritas, la organización benéfica de la Iglesia Católica, que hizo lobby para que dicha legislación sea aprobada, a pesar de que dentro de ese medio millón de personas hay prácticamente una totalidad de árabes musulmanes.

Por su parte, la socialista Elisa Garrido ha trasladado que el PSOE votará a favor de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por el “respeto” que merece darle participación directa en la política a quienes viven en España, y que creen que es necesario “seguir avanzando en mecanismos que garanticen procesos seguros de inmigración”.

Por su parte, la diputada de VOX Rocío De Meer ha indicado de nuevo que la formación liderada por Santiago Abascal rechaza la medidaQueremos que España siga siendo España, no Marruecos, ni Argelia, ni Nigeria, ni Senegal. Y esto no es odio ni es xenofobia, ni racismo, es puro sentido común“.

En España se han llevado a cabo seis regularizaciones extraordinarias de inmigrantes en toda su historia. Entre 1991 y 1992 se puso en marcha, con el Gobierno socialista, una regularización extraordinaria que benefició a 108.321.

En 1996, con el PP mediante otro proceso de regularización extraordinaria, obtuvieron papeles 21.294 inmigrantes de los 25.128 que lo solicitaron. En el año 2000 solicitaron la regularización 244.327 extranjeros y consiguieron la documentación 163.352. En el año 2001 fue denominado “regularización por arraigo” y se otorgó papeles a 239.174 inmigrantes más.

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Como si esto no fuera poco, en el 2005, durante el gobierno del comunista José Luis Rodríguez Zapatero, hace casi 20 años, se le otorgó ciudadanía a medio millón de inmigrantes, la misma cantidad que pretende dar ahora Pedro Sánchez, peleando codo a codo por el récord histórico de pérdida de identidad.

Fuente: Derecha Diario.

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