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Internacional

Casado rechaza que el Partido Popular Europeo expulse de sus filas a la formación de Viktor Orbán

AGENCIAS

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El líder del Partido Popular, Pablo Casado, agradeció hoy al primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, el apoyo de su país a España ante el proceso secesionista catalán y se mostró contrario a expulsar a su formación política, Fidesz, del Partido Popular Europeo.

«El grupo parlamentario popular europeo tiene muy presente que Hungría, cuando España ha solicitado apoyo a la hora de encarar el proceso independentista, siempre ha estado con España», declaró el político español a su llegada a la cumbre del Partido Popular Europeo que se celebra hoy en la ciudad austríaca de Salzburgo.

El pasado 12 de septiembre, el pleno del Parlamento Europeo recomendó aplicar el artículo 7 de los tratados europeos y sancionar a Hungría, al considerar que existe un riesgo de violación del Estado de derecho.

Sin embargo, tres eurodiputados populares españoles votaron contra esa decisión y el resto de la delegación conservadora de España se abstuvo o no participó en la votación.

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Casado afirmó hoy que desde la dirección del PP no se dieron órdenes a sus parlamentarios, al tiempo que mostró su oposición a que el Partido Popular Europeo expulse de sus filas a la formación de Orbán.

Asimismo, consideró que la Eurocámara no tiene competencia para analizar la situación de los derechos fundamentales en un Estado miembro. «Nosotros lo que hemos dicho es que el Parlamento Europeo no es el órgano competente para hacer eso y, por eso, nos hemos abstenido», comentó.

El presidente de los populares se refirió, además, a la ponente del informe que solicitó la aplicación del artículo 7 a Hungría, la eurodiputada holandesa de Los Verdes Judith Sargentini, amiga del exconsejero catalán de Asuntos Exteriores Raül Romeva, en prisión por su participación en el proceso independentista.

Durante una rueda de prensa en la Eurocámara la semana pasada, Sargentini aseguró que hay «presos políticos» en la Unión Europea y reconoció que hay más países en el club comunitario que necesitan «una investigación seria».

Casado criticó que una eurodiputada «pueda decir lo que tiene que hacer España» en casos como el proceso secesionista. «Ya sabemos nosotros sin que nos lo diga ninguna eurodiputada, tribunal belga o tribunal alemán lo que tenemos que hacer, que es respetar las sentencias del Tribunal Supremo y, en este caso, que se facilite la instrucción de ese caso a través de la euroorden de aquellos delincuentes que se han ido de España», dijo.

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Añadió que, junto con Hungría, también hay «dudas» sobre los primeros ministros socialdemócratas de Malta y Eslovaquia, donde en los últimos meses se han producido asesinatos de periodistas.

Igualmente se refirió a la primera ministra rumana, también socialista y cuya formación política se ha visto afectada por casos de corrupción. «Lo que pasa es que como son del partido socialista, parece que no se tiene en cuenta en la prensa nacional que allí hay también conculcación de la labor de los periodistas y casos bastante escabrosos respecto a la libertad de expresión sin resolver», apuntó.

Así, indicó que el PP defiende la libertad y la democracia pero está «en contra de los dobles raseros que solo centran la atención cuando un partido de centro derecha hace algo mal y no cuando otros partidos de izquierda lo hacen».

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2 Comments

2 Comments

  1. Avatar

    Ramiro

    07/07/2019 at 14:23

    Me parece una actuación MUY SENSATA.
    La duda que tengo es si no llega ya demasiado tarde, pues somos millones los españoles que hemos dejado de votar al PP, y no creo que volvamos a votarles nunca más…

  2. Avatar

    Ramiro

    22/09/2018 at 11:17

    Me parece una actuación MUY SENSATA.
    La duda que tengo es si no llega ya demasiado tarde, pues somos millones los españoles que hemos dejado de votar al PP, y no creo que volvamos a votarles nunca más…

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España

El suicidio de la UE y la antigua Grecia

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por Pino Arlacchi

La Europa de hoy está afectada, como la antigua Grecia, por desigualdades y fracturas: está muriendo porque ha caído en manos de élites de bajo nivel, preocupadas sólo por su propia supervivencia.

Con su insano plan de rearme, la élite gobernante de Europa occidental está intentando construir una amenaza rusa que sólo existe en sus delirios y que sirve para ocultar su incapacidad para jugar el juego real, que es enteramente interno a la propia Europa.

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El juego del empobrecimiento lento e inexorable de su población en beneficio de unos pocos privilegiados que dura ya medio siglo. El juego de la pérdida de energía vital del continente, cada vez más aislado en un planeta ya no dominado por Occidente y rebosante de deseos de emancipación y de paz.

El proyecto europeo, concebido después de 1945 como reacción a dos guerras mundiales que llevaron a Europa al borde de la autodestrucción, ha agotado su fuerza motriz.

Ya no es un gran plan de paz y prosperidad compartidas. Se ha corrompido y se ha volcado en un cupio dissolvi, en un renovado impulso suicida.

¿Qué otra cosa puede ser sino un voto de locura a muerte el ataque que la oligarquía de Europa Occidental está lanzando contra otra parte de Europa, Rusia, equipada con armas de destrucción masiva capaces de destruir toda la civilización europea?

¿Qué pasaría si Rusia decidiera tomar en serio la amenaza de agresión de Bruselas y actuara por adelantado y tomara la iniciativa en lugar de esperar veinte años como en el caso de Ucrania? Por el momento, Putin parece más inclinado a considerar las declaraciones de von der Leyen y la histeria antirrusa del Parlamento Europeo como poco más que charlatanería. Pero en el caso contrario no creo que el fin de Europa se produzca lentamente, a lo largo de siglos o generaciones, como le ocurrió a su patria, la Grecia clásica, que se extinguió por las mismas razones absurdas que hoy promueven los ineptos dirigentes de Europa.

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No fueron los arcos del invasor persa ni las lanzas macedonias las que silenciaron la voz de Atenas, sino el envenenamiento gradual de sus mismas raíces. La Grecia clásica no cayó ante los golpes de un enemigo externo. Murió por un suicidio prolongado, cometido durante guerras fratricidas. El colapso de la antigua Grecia conserva una resonancia inquietante y una relevancia que no podemos permitirnos ignorar.

La narrativa tradicional que atribuye los orígenes de la decadencia helénica a la “amenaza persa” es una simplificación histórica que no resiste el análisis crítico de los acontecimientos. Como observó Arnold Toynbee, las civilizaciones no mueren al ser asesinadas, sino que se suicidan. El caso griego ayudó a inspirar esta máxima, revelando cómo el sistema de polis, las ciudades-estado, con su extraordinaria vitalidad cultural y sus profundas contradicciones políticas, ya contenía en sí mismo las semillas de su propia desintegración.

El acontecimiento catalizador de este proceso de autodestrucción fue, sin duda, la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), un conflicto que desgarró al mundo griego durante 27 años y que enfrentó a Atenas y su Liga de Delos contra Esparta y la Liga del Peloponeso. La guerra fue iniciada por los espartanos, pero Tucídides, el gran historiador y testigo directo de los acontecimientos, distingue entre la «causa real» y los «pretextos inmediatos».

Según él, la causa fundamental fue “el crecimiento del poder ateniense y el temor que despertó en Esparta”. Atenas había transformado la Liga de Delos (que comenzó como una alianza defensiva al estilo de la OTAN contra los persas) en un imperio marítimo de pleno derecho cuyos barcos amenazaban las costas del Peloponeso espartano. Así pues, si formalmente fue Esparta la que declaró la guerra, Tucídides sugiere que fue el expansionismo ateniense el que hizo que el conflicto fuera prácticamente inevitable. (¿Se te ocurre algo?)

Las cifras hablan por sí solas: Atenas perdió aproximadamente 30.000 ciudadanos durante la epidemia de peste de 430-429 a.C., una cuarta parte de su población.

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La agresión de 415-413 a.C. contra Siracusa, espléndida polis siciliana culpable sólo de eclipsar a Atenas, terminó con la derrota y la pérdida de 40.000 hombres y 200 barcos. Cuando, en el año 404 a. C., la ciudad se rindió ante Esparta, sus murallas fueron derribadas mientras sus habitantes lamentaban el fin de la hegemonía ateniense y, con ella, de una época dorada del pensamiento humano.

Como escribe Luciano Canfora: «La Grecia clásica murió así, consumida en una interminable sucesión de guerras, donde cada victoria era efímera y cada derrota permanente. Solo el arte y el pensamiento griegos sobrevivieron, pero en formas cada vez más alejadas de la realidad política».

En el corazón de esta autodisolución había una paradoja no resuelta: el sistema de ciudad-estado que había engendrado el increíble florecimiento cultural del siglo V a. C. C., se mostró incapaz de evolucionar hacia formas de agregación política más amplias.

Cada polis defendía celosamente su propia autonomía (autonomía) y libertad (eleutheria), considerando la independencia un valor absoluto e innegociable. Ningún pensador griego fue más allá de fantasías efímeras sobre una federación de polis de habla griega.

No olvidemos, a este respecto, cómo los padres fundadores de la Unión Europea consideraron la inclusión de Rusia como el objetivo final en el camino hacia una Europa que se extendiera desde el Atlántico hasta los Urales. Un camino interrumpido y un proyecto de expansión colapsado sin remedio. Y sin alternativa.

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La lección de la caída de la Grecia clásica es que ninguna excelencia artística y filosófica puede salvar a una civilización cuyo liderazgo no puede afrontar los desafíos políticos y sociales del momento. Las civilizaciones mueren cuando pierden la capacidad de renovarse desde dentro, de rejuvenecerse, como le está sucediendo ahora a China: el país más pobre del mundo se ha convertido en uno de los más ricos en apenas 40 años gracias a la calidad de su liderazgo y a su proyecto socialista.

La Europa contemporánea, como la antigua Grecia, está afectada por desigualdades y fracturas que parecen irreparables. Nuestra civilización está muriendo porque ha caído en manos de élites de bajo nivel, preocupadas sólo por su propia supervivencia, dispuestas a servir a amos externos y condenadas a convertirse en víctimas de su propia paranoia.

Si la parte rusa de Europa decide tomar realmente en cuenta la amenaza armada que la oligarquía europea occidental intenta construir contra ella, la historia se repetirá en forma de una tragedia aún más definitiva que la que destruyó la antigüedad griega. Porque ahora hay un apocalipsis nuclear en escena.

Pero la historia parece repetirse, hasta ahora, en forma de farsa. Esperemos que así sea.

*Artículo republicado con amable autorización del autor.

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Pino Arlacchi: Ex Secretario General Adjunto de la ONU. Su último libro es “Contra el miedo” (Chiarelettere, 2020)

https://www.sinistrainrete.info/articoli-brevi/30311-pino-arlacchi-il-suicidio-dell-ue-e-l-antica-grecia.html

Traducción revisada por Carlos X. Blanco

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