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«Buenos días España» culpa a Sánchez de la propagación del coronavirus: «Los españoles merecen un Gobierno que no les mienta»

Redacción

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En el día del 16 aniversario de la matanza terrorista del 11M, que llevó a los socialistas al poder, el director de AD, Armando Robles, ha hecho suya una frase del ya fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba, que hizo fortuna esos días: «Los españoles merecen un Gobierno que no les mienta». «16 años después, con una oposición amordazada y rendida, las mentiras del Gobierno de Sánchez están costando vidas humanas y están suponiendo la quiebra del turismo», lamentó Robles.

España es ya el quinto país el mundo en número de muertes por el conoravirus porque desde el pimer momento, el Gobierno negó el riesgo de contagios en España y minimizó irresponsablemente la gravedad de la enfermedad. Fruto de la negligente gestión, el Gobierno se negó a tomar medias precautorias, que era lo que se le pedía insistentemente desde Radio Cadena Española, entre ellas los controles sanitaios en los aeropuertos y las restricciones a la llegada de personas procedentes de países como Italia y China. El Gobierno optó por considerar estas advertencias como infundadas y alarmistas, y al final nos hemos convertido en uno de los países del mundo donde el coronavirus tiene ya una mayor incidencia. Rusia, en cambio, con un territorio diez veces mayor, ha contenido la propagación de la enfermedad al cerrar la frontera con China al inicio de la crisis.

Por todo ello, Armando Robles dijo no entender la quietud de la oposición, sobre todo la el PP. «Ya he tirado la toalla con Casado. Me ha demostado que es todavía más cobarde y pusilánime que Rajoy», subrayó Robles en el programa que conduce y dirige Santiago Fontenla.

Tras alertar que las consecuencias del coronavirus en la economía nacional van a ser devastadoras, y que el número de fallecidos se multiplicará por diez en menos de un mes, el director de AD se refirió a la noticia conocida ayer sobre el positivo dado por Javier Ortega Smith, que el pasado domingo participó en un acto público de su partido en Vistalegre.

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Sobre la necesidad de que Vox hubiese suspendido el acto, Robles se mostró comprensivo con el partido verde. «Vox podía habernos hecho caso a nosotros, pero decidiò confiar en el Gobierno, que insistía una y otra vez en que no había motivo para cancelar las concentraciones multitudinarias. Entiendo que Vox se fiara del Gobierno. Nosotros en cambio, no.

Esta aseveración llevó a Robles a formular la siguiente pregunta: «Si el Gobierno nos dijo horas antes de las concentraciones del 8M que no veía ningún motivo para su cancelación, y solo 48 horas más tarde ha decretado la suspensión de todos los eventos de más de 1000 personas, qué es lo que ha cambiado en este corto plazo de tiempo. ¿Acaso nos quieren convencer de que el riesgo potencial de contagio se ha producido en estas 48 horas y no antes?

Por todo ello, Robles lamentó que la oposoción estè desaprovechando la oportunidad de acabar con el Ejecutivo, en medio de una opinión pública mayoritariamente indignada con la gestión de la crisis. «Aquí ya no estamos hablando de las mentiras de Ábalos, sino de una manifiesta negligencia criminal que está costando vidas humanas y la quiebra de centenares de empresas».

PINCHE ABAJO PARA ESCUCHAR EL PROGRAMA:

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España

El suicidio de la UE y la antigua Grecia

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por Pino Arlacchi

La Europa de hoy está afectada, como la antigua Grecia, por desigualdades y fracturas: está muriendo porque ha caído en manos de élites de bajo nivel, preocupadas sólo por su propia supervivencia.

Con su insano plan de rearme, la élite gobernante de Europa occidental está intentando construir una amenaza rusa que sólo existe en sus delirios y que sirve para ocultar su incapacidad para jugar el juego real, que es enteramente interno a la propia Europa.

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El juego del empobrecimiento lento e inexorable de su población en beneficio de unos pocos privilegiados que dura ya medio siglo. El juego de la pérdida de energía vital del continente, cada vez más aislado en un planeta ya no dominado por Occidente y rebosante de deseos de emancipación y de paz.

El proyecto europeo, concebido después de 1945 como reacción a dos guerras mundiales que llevaron a Europa al borde de la autodestrucción, ha agotado su fuerza motriz.

Ya no es un gran plan de paz y prosperidad compartidas. Se ha corrompido y se ha volcado en un cupio dissolvi, en un renovado impulso suicida.

¿Qué otra cosa puede ser sino un voto de locura a muerte el ataque que la oligarquía de Europa Occidental está lanzando contra otra parte de Europa, Rusia, equipada con armas de destrucción masiva capaces de destruir toda la civilización europea?

¿Qué pasaría si Rusia decidiera tomar en serio la amenaza de agresión de Bruselas y actuara por adelantado y tomara la iniciativa en lugar de esperar veinte años como en el caso de Ucrania? Por el momento, Putin parece más inclinado a considerar las declaraciones de von der Leyen y la histeria antirrusa del Parlamento Europeo como poco más que charlatanería. Pero en el caso contrario no creo que el fin de Europa se produzca lentamente, a lo largo de siglos o generaciones, como le ocurrió a su patria, la Grecia clásica, que se extinguió por las mismas razones absurdas que hoy promueven los ineptos dirigentes de Europa.

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No fueron los arcos del invasor persa ni las lanzas macedonias las que silenciaron la voz de Atenas, sino el envenenamiento gradual de sus mismas raíces. La Grecia clásica no cayó ante los golpes de un enemigo externo. Murió por un suicidio prolongado, cometido durante guerras fratricidas. El colapso de la antigua Grecia conserva una resonancia inquietante y una relevancia que no podemos permitirnos ignorar.

La narrativa tradicional que atribuye los orígenes de la decadencia helénica a la “amenaza persa” es una simplificación histórica que no resiste el análisis crítico de los acontecimientos. Como observó Arnold Toynbee, las civilizaciones no mueren al ser asesinadas, sino que se suicidan. El caso griego ayudó a inspirar esta máxima, revelando cómo el sistema de polis, las ciudades-estado, con su extraordinaria vitalidad cultural y sus profundas contradicciones políticas, ya contenía en sí mismo las semillas de su propia desintegración.

El acontecimiento catalizador de este proceso de autodestrucción fue, sin duda, la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), un conflicto que desgarró al mundo griego durante 27 años y que enfrentó a Atenas y su Liga de Delos contra Esparta y la Liga del Peloponeso. La guerra fue iniciada por los espartanos, pero Tucídides, el gran historiador y testigo directo de los acontecimientos, distingue entre la «causa real» y los «pretextos inmediatos».

Según él, la causa fundamental fue “el crecimiento del poder ateniense y el temor que despertó en Esparta”. Atenas había transformado la Liga de Delos (que comenzó como una alianza defensiva al estilo de la OTAN contra los persas) en un imperio marítimo de pleno derecho cuyos barcos amenazaban las costas del Peloponeso espartano. Así pues, si formalmente fue Esparta la que declaró la guerra, Tucídides sugiere que fue el expansionismo ateniense el que hizo que el conflicto fuera prácticamente inevitable. (¿Se te ocurre algo?)

Las cifras hablan por sí solas: Atenas perdió aproximadamente 30.000 ciudadanos durante la epidemia de peste de 430-429 a.C., una cuarta parte de su población.

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La agresión de 415-413 a.C. contra Siracusa, espléndida polis siciliana culpable sólo de eclipsar a Atenas, terminó con la derrota y la pérdida de 40.000 hombres y 200 barcos. Cuando, en el año 404 a. C., la ciudad se rindió ante Esparta, sus murallas fueron derribadas mientras sus habitantes lamentaban el fin de la hegemonía ateniense y, con ella, de una época dorada del pensamiento humano.

Como escribe Luciano Canfora: «La Grecia clásica murió así, consumida en una interminable sucesión de guerras, donde cada victoria era efímera y cada derrota permanente. Solo el arte y el pensamiento griegos sobrevivieron, pero en formas cada vez más alejadas de la realidad política».

En el corazón de esta autodisolución había una paradoja no resuelta: el sistema de ciudad-estado que había engendrado el increíble florecimiento cultural del siglo V a. C. C., se mostró incapaz de evolucionar hacia formas de agregación política más amplias.

Cada polis defendía celosamente su propia autonomía (autonomía) y libertad (eleutheria), considerando la independencia un valor absoluto e innegociable. Ningún pensador griego fue más allá de fantasías efímeras sobre una federación de polis de habla griega.

No olvidemos, a este respecto, cómo los padres fundadores de la Unión Europea consideraron la inclusión de Rusia como el objetivo final en el camino hacia una Europa que se extendiera desde el Atlántico hasta los Urales. Un camino interrumpido y un proyecto de expansión colapsado sin remedio. Y sin alternativa.

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La lección de la caída de la Grecia clásica es que ninguna excelencia artística y filosófica puede salvar a una civilización cuyo liderazgo no puede afrontar los desafíos políticos y sociales del momento. Las civilizaciones mueren cuando pierden la capacidad de renovarse desde dentro, de rejuvenecerse, como le está sucediendo ahora a China: el país más pobre del mundo se ha convertido en uno de los más ricos en apenas 40 años gracias a la calidad de su liderazgo y a su proyecto socialista.

La Europa contemporánea, como la antigua Grecia, está afectada por desigualdades y fracturas que parecen irreparables. Nuestra civilización está muriendo porque ha caído en manos de élites de bajo nivel, preocupadas sólo por su propia supervivencia, dispuestas a servir a amos externos y condenadas a convertirse en víctimas de su propia paranoia.

Si la parte rusa de Europa decide tomar realmente en cuenta la amenaza armada que la oligarquía europea occidental intenta construir contra ella, la historia se repetirá en forma de una tragedia aún más definitiva que la que destruyó la antigüedad griega. Porque ahora hay un apocalipsis nuclear en escena.

Pero la historia parece repetirse, hasta ahora, en forma de farsa. Esperemos que así sea.

*Artículo republicado con amable autorización del autor.

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Pino Arlacchi: Ex Secretario General Adjunto de la ONU. Su último libro es “Contra el miedo” (Chiarelettere, 2020)

https://www.sinistrainrete.info/articoli-brevi/30311-pino-arlacchi-il-suicidio-dell-ue-e-l-antica-grecia.html

Traducción revisada por Carlos X. Blanco

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