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Sociedad

Siete razones para NO ser feminista

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José Sáez-Peñalver (R).- El movimiento feminista ha conseguido el sueño húmedo de cualquier líder o ideólogo político: conseguir acomplejar a quienes NO apoyan su causa. Hoy día, hombres y mujeres parecen trucar su cerebro con su propia visión imaginaria de feminismo (que nunca se corresponde con cómo se manifiesta éste en realidad) para no tener que decir que no son feministas. En esta entrada daré 7 motivos para que dejes de hackear tu cerebro, salgas por fin del armario, reconozcas que no eres feminista y no te sientas (ni te hagan sentir) miserable después.

1. ¡No pasa nada!

Esto es de cajón: uno no nace feminista. La gente no nace afiliada a una causa política, eso no va en la genética. ¿Por qué entonces lo raro, escandaloso e indignante es NO suscribir el ideario feminista? Es ridículo; ¿desde cuándo el ser feminista es requisito básico para ser una persona normal? No naciste feminista, y es bastante probable que a día de hoy tampoco lo seas. No es ningún crimen; no eres ningún monstruo. No tienes que acomplejarte, no tienes que disculparte, no tienes que forzarte a creer tu propia versión ideal del feminismo para poder decir que eres feminista. El feminismo es un movimiento muy concreto, con unas bases, un ideario, una historia, unas perspectivas y unos métodos específicos. Si no estás de acuerdo o no te gustan ninguno o la mayoría de éstos, no es que todo esté mal salvo el nombre, es que no eres feminista. Deja que las premisas te lleven solas a la conclusión, no fuerces una conclusión falsa. No eres feminista y ya está, no le des más vueltas.

2. En realidad, no te quieren ahí

¿Cuántas veces has pasado por al lado de un cartel anunciando unas jornadas feministas y has visto la palabra ‘mujer’ escrita en cada puñetero renglón? “Mujer y diversidad“, “La mujer en el mundo laboral“, “Salud reproductiva en la mujer“, “La mujer en Palestina“, “La mujer en la Europa del s. XVI“, “Organiza: Asociación de Mujeres, Fundación Mujer, Instituto de la Mujer…” Mujer, mujer, mujeres, mujer, requetemujer. ¿Dónde estamos los tíos? Ah mira, aquí: “Los crímenes del patriarcado“, “Masculinidad: la nueva opresión“, “La normalización del machismo“, “Micromachismos cotidianos“, “La toxicidad de la cultura masculina“… Nueve de diez charlas o eslóganes feministas incluyen la palabra ‘mujer’, y la única en la que se refieren a los hombres es para ponerlos a parir… ¿no te dice eso nada? ¡Tus cinco sentidos te están gritando que no eres bienvenido en ese mundo! No les cortes el rollo con tu presencia, déjalas que disfruten y vete a ver el fútbol.

3. Sí, el feminismo ES ESO

Es posible que ya hayas mencionado esta observación tuya del ginocentrismo de las jornadas feministas (porque tus sentidos no son tontos) y alguna chica con gafas de pasta haya resoplado al oírte, puesto los ojos en blanco y respondido cosas como “el feminismo no es eso”, “infórmate un poco antes de hablar”, “el feminismo quiere la igualdad”, “esas no son verdaderas feministas”… con una actitud condescendiente que viene a ser un dardo envenenado para tu orgullo masculino. Duele y jode. Y como no quieres que se repita más esta humillación, estás tentado a trucar las premisas de las que hablábamos en el punto 1 para forzar la conclusión”soy feminista” y no tener que enfrentarte nunca más a esos ojos en blanco juzgándote sin compasión. Pues insisto: sigue fiándote de tus sentidos, porque rara vez se equivocan y siempre tratan de salvarte el pellejo. Tú tienes razón: el feminismo es el que es, el único que hay y ha habido, el que se ve día a día, el de las jornadas ginocéntricas, el que manipula la información, el que malinterpreta los datos, el que hace proselitismo en edades tempranas, el que busca privilegios legales, el de Femen, el de “machete al machote”. Sí, el feminismo es todo eso, ¿cuál va a ser si no? ¿Es que hay un feminismo paralelo y oculto que no se parece en nada a este y al que cada vez que se intenta acceder viene una desquiciada radical y lo estropea? Venga ya, por Dios…

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La reacción de la feminista es un fenómeno social bien conocido, que también ocurre por ejemplo cuando a un comunista le hablas de Stalin. Resoplará como compadeciéndose de tu alma cándida, volverá los ojos y dirá: “Eso no es el comunismo real”, arremeterá con una definición naíf del tipo: “el comunismo es acabar con la pobreza y la desigualdad”. Y finalizará con el amén de la dialéctica doctrinaria: “infórmate un poco” (Porque por supuesto, si no comulgas con la idea, ¡debe ser necesariamente porque estás desinformado! ¡No es posible que hayas llegado a una conclusión distinta con la misma información!). Por cada comunista activo hay diez de estos “disculpadores” que creen que esa definición vaga e idealista es suficiente para mantener viva la llama de la ideología, aunque ésta haya incendiado medio mundo. Limpian así su nombre y la ayudan a prevalecer unos cuantos años más. Con el feminismo ocurre exactamente igual; ninguna de las manifestaciones físicas del feminismo parece tener sentido o buscar otra cosa que no sea el culto y la supremacía de la mujer sobre el hombre, pero como la frase “feminismo es igualdad entre hombres y mujeres” suena bien, es más que suficiente para que los idealistas lo mantengan vivo. Las doctrinas totalitarias se valen de estos “disculpadores” de la causa para sobrevivir en el tiempo, no importa cuán antisociales y destructivas sean: proporciónales una definición dulce y facilona y tendrás a todo un ejército de disculpadores allanándole el camino y blindándola de críticas. Teniendo esto en cuenta, se deduce que las feministas radicales y las feministas idealistas son en realidad dos departamentos de la misma empresa; las piernas izquierda y derecha de la gran máquina: una ejecuta, la otra disculpa. Sin las dos, el feminismo no podría caminar, y acabaría muriendo.
Una ideología no es una definición vaga y ambigua. Es el conjunto de efectos que tiene su aplicación sobre las personas y la sociedad. Este criterio es una máxima que jamás debemos olvidar.

4. Lo inventó la CIA

El feminismo no nació espontáneamente del seno de la población femenina. No fue esa gran revolución social de mujeres hartas del sistema patriarcal que se rebelaron contra el yugo del macho opresor. Los rostros de la Woman’s Lib de los años sesenta no eran los de madres ni amas de casa que gritaron “¡basta!”, se arrancaron el delantal y se liberaron de esa cárcel que era su hogar y del centinela de su marido; la mayoría eran chicas jóvenes, hippies, universitarias, de clase media, de vida libertina y acomodada, que no habían vivido una situación de discriminación en toda su vida. Pero el verdadero artífice en la sombra fue otro.

El principal rostro de la Woman’s Lib era el de Gloria Steinem, quien reconoció públicamente haber trabajado para la CIA para controlar las corrientes de activismo en el entorno estudiantil. La revista Ms., principal órgano de expresión de la Woman’s Lib, era financiada por la CIA y por la Fundación Rockefeller. La operación consistió básicamente en secuestrar la labor de las sufragistas del s. XIX y el espíritu de la Convención de Seneca Falls, presentarse como las continuadoras de esa causa, la “segunda ola” del feminismo, e inyectar entre la juventud una nueva forma de pensamiento marxista que actuara como desestabilizador social. Comparte con el marxismo, entre otras cosas, su misma perspectiva materialista de la Historia, su mismo concepto de “lucha” aplicado a sexo en vez de a clase, su misma justificación del rupturismo social, sus mismos métodos propagandísticos. Los motivos para esta operación de la CIA, como apunta Aaron Russo, estrecho amigo de Nick Rockefeller, fueron esencialmente dos: 1) Introducir a la mujer en el mundo laboral, para así gravar impuestos a la totalidad de la población en lugar de sólo a los hombres; y 2) forzar a los niños a empezar en las escuelas a edades más tempranas, por la imposibilidad de los padres de educarlos en casa, quitando así peso en la sociedad a la educación familiar tradicional y sustituyéndola por la educación que ofrece el Estado.

5. No ha logrado nunca nada

Y es comprensible. “La igualdad” no es una meta política específica y alcanzable como lo es bajar el IVA, arreglar el asfaltado de una calle, o como lo era el escueto y tajante “Vote for women” de las sufragistas. No, la “igualdad” parece ser una causa abstracta, un horizonte que se aleja de nosotros a la misma velocidad a la que nos dirigimos a él, algo escurridizo que parece tener que ser revisado cada tres o cuatro años. Todos los objetivos políticos que han conseguido las feministas no han servido para alcanzar esa “igualdad” con la que sueñan, ni siquiera para rozarla con los dedos. Ya van casi 60 años de lucha feminista y las activistas nunca han reconocido estar mejor que cuando empezaron; siempre hay nuevas desigualdades, nuevas discriminaciones, nuevos tipos de opresión patriarcal (y mira que es raro, porque los tíos no nos reunimos para diseñar nuevas formas de opresión), y siempre “queda mucho que hacer”. Parece que todo lo que se hace es fútil, que cada paso que se da es en falso, ¿para qué seguir gastando energías? Si es que existe esa “igualdad”, está claro que huye de nosotros.

6. Ha hecho infelices a las mujeres

Y es que encima de todo ¡la mujer es más desgraciada ahora que antes! El feminismo ha estado 60 años diciéndoles a las mujeres que no necesitan a un marido, que no necesitan formar una familia, que no necesitan ser femeninas, que los tacones y el maquillaje son herramientas masculinas de opresión, que la caballerosidad es un micromachismo, que tienen que rechazar la vida del hogar y ponerse a trabajar como hombres, que tienen que amar una nómina más que a un hijo, y que lo que empodera de verdad a una mujer es ser libre, promiscua, desvergonzada, irresponsable, ordinaria y viciosa. Y el resultado es justamente ese: mujeres de treinta años despojadas de su esencia, inadaptadas social y laboralmente, malgastando su instinto maternal con gatos, incapaces de encontrar la felicidad por muchas causas benéficas en las que participen y por muchos cursos universitarios que hagan. Y los hombres, lejos de arrastrarse humillados, rendidos y suplicantes y aceptar a la nueva mujer del s. XXI, se encogen de hombros y dicen “ah, vale”, dan media vuelta y se buscan a otra menos histriónica y más limpita.
¡Esto TAMBIÉN es el feminismo!, todas esas mujeres de mediana edad que no han podido poner orden y sentido a sus vidas porque un libro les dijo que eran demasiado buenas para los hombres y que estos no las merecían. Mujeres que se han pasado la vida actuando contra natura, negando su esencia femenina e interpretando pobremente a un hombre, y ya es demasiado tarde para cambiar. ¿Y nos tenemos que sentir mal nosotros por no apoyar esta doctrina ovaricida que hace miserable a toda mujer que la toca? ¡Qué narices! ¡Al contrario, deberíamos estar orgullosos!

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7. No representa a las mujeres

Y aún podríamos decir: bueno, pero pese a que el feminismo esté fallando a las mujeres y sea un invento de la CIA, quizá bajo él subyacen los verdaderos deseos de la mujer. Quizá realmente no haga falta desecharlo del todo, ¡algo de verdad tendrá! Al fin y al cabo, han sido mujeres las que lo han mantenerlo vivo, algo tendrá el feminismo con lo que ellas se sientan identificadas.

Pues tampoco. Cuando se hace un estudio entre las mujeres observamos que la mayoría tiende a preferir los roles tradicionales, los que ya venían eligiendo desde antes de la Woman’s Lib: El 80% considera el matrimonio una meta en la vida, el 60% consideran que serían buenas esposas, el 65% acaba formando una familia convencional, el 80% acaba teniendo hijos, y de las que no tienen, el 80% es por circunstancias ajenas, no por decisión propia. Además, el 75% de las madres asegura que se quedarían en el hogar con sus hijos si pudieran. Así que parece que no hay lugar a duda en que la tendencia entre las mujeres sigue siendo la vida de esposa y madre tradicional.

Entonces, ¿cómo es que es objetivo primordial del feminismo acabar con este estilo de vida que no sólo ha pasado el filtro de la Historia sino que aún sigue siendo el favorito del género femenino?, ¿el feminismo no debería representar lo que quieren las mujeres? Una última estadística nos da la respuesta: solamente el 31% de las mujeres menores de 35 años se consideran feministas, y solo el 4.5% en las mayores de 65 años. ¡Vaya!, resulta que cuando desoímos las consignas feministas y preguntamos directamente a las mujeres, ellas mismas pasan del feminismo. ¡El feminismo no representa a las mujeres! Como en tantos otros casos, hemos mezclado y confundido los deseos, intereses e inquietudes de todo un grupo demográfico con el de un movimiento político cerrado que se ha autoproclamado portavoz de éste. Las feministas nos han hecho creer que ellas son la voz de las mujeres. Pero no es así; el feminismo, como cualquier lobby, sólo representa los intereses del feminismo. Es un grupo activista con una élite con aspiraciones de poder y, como cualquier lobby, secuestra y utiliza a todo un grupo demográfico para conseguirlo. Y tanto es así, que cuando una mujer se muestra crítica con el feminismo, las feministas no parecen tener problema en insultar, humillar y agredir a aquella a quien se supone están protegiendo de la opresión patriarcal. Que le pregunten a Lauren Southern de The Rebel, quien es constantemente insultada, humillada y agredida por sus “hermanas” (vídeo).

Creo que estos 7 motivos ilustran bien el por qué de mi rechazo al feminismo. Lo he hecho intencionadamente en castellano simple; no he usado neologismos ni jerga interna como los archiconocidos feminazismo, hembrismo, neofeminismo, masculinismo, etc… no voy a usar la técnica doctrinaria de añadir términos inventados al debate general que todo el mundo debe aprender para discutir “a mi nivel”; odio eso. Simplemente me opongo, niego la mayor, que a mi juicio es la postura más noble dadas las circunstancias (y la que más enfurece a las feministas, dicho sea de paso).

La lista de motivos es extensible, pero creo todos desembocan en la misma pregunta que es nuestro deber como hombres hacernos: ¿de parte de quién estás?, ¿del feminismo o de las mujeres?

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España

Viva la democracia española. El librero Pedro Varela podría pasar 12 años en prisión por vender libros que no gustan a la canalla roja prohibicionista

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Su delito: discrepar de la versión oficial y tener sus propias opiniones, tras años de investigación y estudios, acerca de los hechos acontecidos en los territorios ocupados por los alemanes durante la II guerra mundial. El arma del delito: los libros que se apilaban en su librería de la calle Séneca de Barcelona, en el barrio de Gràcia, y que llevan la firma de autores que han sido severamente estigmatizados por atreverse a contrapuntar el punto de vista oficial sobre aquel período histórico. Su nombre, Pedro Varela Geiss. Hasta sus más feroces detractores mediáticos; es decir, casi todos, reconocen en él virtudes ciclópeas que están en peligro de extinción. Es austero, políglota, amante de los deportes de montaña, posee una sobresaliente cultura, desprecia el dinero, vive en la casa familiar, ha optado por la castidad, es cristiano practicante y ha clavado una bandera en una trinchera donde pone: “Me quedó aquí, es mi decisión, venid a por mí”.

Durante una de sus intervenciones para exponer su credo, dijo: “Aquí estoy. Si la gente no tuviese interés por saber lo que pasó en el Tercer Reich yo ya habría cerrado. Donde hay demanda, hay mercado y donde hay mercado hay producción. ¿Qué van a hacer conmigo? ¿Enviarme a Marte? ¿Meterme en un psiquiátrico? Después de toda una vida no puedo decir ahora: “vale, me creo lo del holocausto”.

En 2017, el mismo año del golpe  independentista promovido por los mismos líderes que han sido indultados y amnistiados, se precintó la Librería Europa, se requisaron 15.000 libros, se detuvo a cuatro personas, se efectuaron varios registros domiciliarios, se confiscaron ordenadores y equipos de grabación y se apoderaron de su dinero.

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Empieza el juicio a Pedro Varela

El juicio al librero Pedro Varela y a cuatro responsables más de la Librería Europa, ya cerrada en la capital catalana, acusados de difundir discurso de odio con los libros que ofrecían, ha empezado este martes en la Audiencia de Barcelona.

La primera jornada estuvo dedicada a las cuestiones previas y a los interrogatorios de los acusados, y la previsión es que el juicio dure un total de ocho sesiones repartidas hasta el 29 de mayo.

La Fiscalía reclama una condena de 12 años de cárcel para Varela y de ocho para el resto, todos por delitos contra los derechos fundamentales, organización criminal y asociación ilícita, y había un acusado más pero murió durante la instrucción de la causa.

En el juicio al fundador del Círculo Español de Amigos de Europa (Cedade) también son acusaciones populares el Ayuntamiento de Barcelona, la Federación de Comunidades Judías de España y el Movimiento contra la Independencia.

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Varela y los otros acusados formaban parte de una asociación cultural que contaba con su propia editorial, Ediciones Ojeda, vendían las publicaciones por internet y en la Librería Europa, y organizaban conferencias, todo con la intención de difundir “una línea de pensamiento basada en la cultura del odio supremacista y de animadversión y segregación racial contra lo que ellos consideran como ‘razas inferiores’”, según la Fiscalía.

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