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Opinión

Profunda y necesaria limpieza en Podemos. Por Jesús Salamanca Alonso

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«La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 va a restar miles de votos a Sumar. Es una mala planificación y un pésimo remedio para seguir sumando».

Si la ciudadanía se harta de campañas electorales y de elecciones siempre que las hay, imagínense ahora que las ha convocado Sánchez con mala fe y como castigo por los resultados obtenidos. Lo de votar en julio no tiene nombre o simplemente es una putada como la copa de un pino y un puntapié a las familias trabajadoras. Eso también le pasará factura al recadero de Mohamed VI. Llegado el momento, nos reiremos de lo lindo cuando salga lo que hundirá su campaña definitivamente y alguna ministra abandonará el escenario socialista para siempre.

Y no descarten que, precisamente por esa mala fe, el hundimiento socialista sea aún mayor el próximo 23-J. Esto ya empieza a hacerse muy largo y cansino porque, ante la perspectiva electoral de la izquierda, empieza a haber tortas dentro del puño y la rosa, como las habrá no tardando dentro de la casa del comunismo sumatorio o Frente Impopular constituido a la izquierda del PSOE.

Pasados quince días ni siquiera se han constituido los parlamentos autonómicos, ni los ayuntamientos. Se lo toman con tranquilidad y sosiego. La ciudadanía está decepcionada, con hartazgo y desesperanza. En esta España nuestra hay excesivos políticos viviendo del cuento y de las cuentas del erario público. Esto tiene que acabar sin más dilación. Ahí tienen como ejemplo el afán de Podemos por conseguir poltrona, o mantener la misma de la que han disfrutado, y seguir viviendo de algo para lo que no están preparados. Pero podríamos decir lo mismo de muchos otros.  Lo raro es que no haya salido Franco como factor provocador. Ahora les va mejor decir que Feijóo planea recortes. A ver qué dice la auditoría previa y dónde están los más de 10.000M desaparecidos, que es lo que preocupa a la presidenta de la Comisión de Presupuestos de la UE.

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Hemos «disfrutado» de las ‘mejores’ ministras para beneficiar a los violadores, maltratadores sexuales y okupas de lo ajeno, pero la soberbia de la ministra expulsada del paraíso lo sigue negando. ¿Se puede ser más cerrado y torpe? Todo un beneficio estatal que desaparezca la ministra de Igual-Da de la escena política, como Isa Serra para que no practique terrorismo contra las mujeres policías o Ángela Rodríguez para que deje de humillar a las mujeres víctimas de violaciones y agresiones sexuales, a la vez que se mofa de ellas.

Bendito sea el momento en que Yolanda Díaz se ha puesto de perfil para con la innombrable ministra, dejando que su barragán, su banda de la tarta y cuatro desnortados la defiendan como si fuera un personaje imprescindible, cuando tan solo es impresentable. Vergüenza debería dar a ‘Chinchenique’ y a Iglesias decir que ha sido quien más ha beneficiado al feminismo. ¿Pero saben ellos, incluso ella, lo que eso significa? Ahora sí que no tengo dudas: si volara la ignorancia de algunos, nunca nos daría el sol.

¡Venga, chica, a correr y deja ahí el coche oficial, las tartas pagadas y las cuentas claras porque si esas no son transparentes vas a pasar más tiempo en los tribunales que en tu casa! Me preocupa la tal Belarra: eso es meter el zorro en el gallinero o el caballo de Troya en eso que llaman Sumar. ¿Se puede ser más torpes?

La cuchillada a la innombrable ya es un hecho y me sorprende que siga ahí Belarra todavía. ¿Saben lo que visualizo? Pues a la «niña del exorcista» (Belarra) delante de sus tropas con la cabeza de la ministra de Igual-Da en bandeja de plata ofreciéndosela a Yolanda Díaz. Tal vez también estaba pactado para sacar toda la porquería de Podemos a los contenedores callejeros. Mejor visualicen la escena del cuadro de la Rendición de Breda: Justino de Nassau arrodillado y ofreciendo la cabeza de la malhechora e innombrable a Ambrosio de Spínola.

¿Qué pinta Belarra en Sumar tras sus acusaciones de traición, vergüenza, veto y odio a Yolanda Díaz? ¿Es consciente la vicepresidenta segunda en funciones de las acusaciones, trampantojos y señalamientos directos a personas privadas? La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 va a restar miles de votos a Sumar. Es una mala planificación y un pésimo remedio para seguir sumando. Tampoco sumarán aquellos personajes de Podemos que vayan en cabeza por alguna provincia y sean reconocidos. 

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Lo que no supo hacer Pedro Sánchez con Podemos, lo está haciendo Yolanda Díaz sin despeinarse y en beneficio de la Plataforma Comunista de Sumar. Todo lo demás son mandangas del barragán que insistía en refrescarse en los baños públicos, pues ni Yolanda hace la campaña a la derecha, ni se la hace a la CEOE. El tal Iglesias tiene su karma desde que Díaz Ayuso lo sacó a bofetadas dialécticas de la política madrileña. Imagínense quién ha dicho una mamarrachada como que «Yolanda es la ejecutora final de una violenta campaña orquestada desde los más siniestros aparatos de las derechas». Cuando el comunismo no miente, dispara y mata o practica con pollos como el de Stalin para infundir terror.

Pues es lo que le faltaba a Yolanda, hacer las campañas al enemigo. Podrá equivocarse, pero tonta no es. La clave está en formar buenos equipos capaces de trabajar a diario y sin caer en aberraciones de odio y venganza como las de Pedro Sánchez, el felón de Moncloa, que perdió el trasero para dar el pésame a Bildu por un etarra, pero calla por la muerte de un Policía Nacional de Andújar.

En fin, será un gigantesco espectáculo escuchar a los agraciados de Podemos pedir el voto con la papeleta y el rostro de Yolanda. Sobre todo, tras haberla apuntado con el dedo y acusado de vetar a la ministra más denostada de Podemos, tanto política como socialmente y tanto por los políticos de la siniestra como de la derecha moderada y de la derecha imprescindible. La innombrable ya es alma en pena, arrojada de los jardines del Edén, desprestigiada socialmente y condenada a vagar «sola y borracha» en su regreso a casa.

No duden que para Pablo Iglesias también eso será una campaña de la furibunda derecha. Escuchen, escuchen cómo la mofa ya es general contra el acólito del que fuera «Gorila rojo», hoy encarnado en el presunto narco-asesino Nicolás. 

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España

Contra la debilidad mental occidental: La esclavitud en el Islam todavía sigue vigente (Y siempre ha apuntado CONTRA EUROPA) Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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Introducción a La esclavitud en el Islam, libro que estará disponible en breve.

Durante siglos, especialmente del XVI a principios del XIX, nuestras costas fueron hostigadas por piratas berberiscos. Querían vengar la “pérdida de Al-Andalus” (esto es, la Reconquista). La captura de poblaciones costeras del norte del Mediterráneo para venderlas en los mercados de esclavos del Magreb o negociar su rescate se convirtió en una práctica habitual entre las poblaciones del norte de África. Quienes practicaban estas razzias, que hacían imposible la vida en nuestras costas, eran considerados “yihâdistas”. Este comercio de esclavos europeos existió, por mucho que los “multiculturalistas” de hoy quieran olvidarlo.

Todavía ningún gobierno del Magreb se ha disculpado por estos actos.

*    *    *

LA CAÍDA DEL PRIMER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

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EUROPA NECESITA TRABAJADORES

Hoy, ya nadie puede dudar que el primer argumento que se utilizó para justificar la presencia de compactos núcleos musulmanes en Europa Occidental –aquel que afirmaba que eran necesarios inyectar inmigrantes para pagar las pensiones de los abuelos…– era una simple falacia. La realidad es que, las pensiones de los abuelos –yo lo soy– pierden cada día poder adquisitivo porque a los gobiernos de nuestro entorno les es necesario comprar la “paz étnica y social” subvencionando a los recién llegados. No hay dinero para todos. Y los que llevan las de perder es la parte más débil: los jubilados. La inmigración es hoy una pesada carga económica para todos los Estados que se han negado durante décadas a controlarla.

Desde, como mínimo, 2008, la inmigración ha variado su carácter; hasta ese momento, podía pensarse que los motivos del desplazamiento hacia España se debían a la posibilidad de integrarse en nuestro mercado laboral y, en especial, en el sector de la construcción. Pero, desde el estallido de la burbuja inmobiliaria, con la mecanización progresiva de la agricultura, las deslocalizaciones y el proceso de desindustrialización creciente, es casi seguro que, hoy, pocos de los inmigrantes que llegan a España, –especialmente los que no tienen ningún tipo de cualificación profesional (esto es, la mayoría)–, tengan como proyecto personal integrarse en el mercado laboral y vivir del propio trabajo, ahorrar para volver al país de origen con capital suficiente para emprender una nueva vida.

Se suele creer que las motivaciones de los inmigrantes en el siglo XXI son las mismas que las de los españoles, portugueses e italianos que se desplazaron a Francia, Suiza, Alemania, Benelux, en los años 50 y 60, para reconstruir países que habían sido demolidos por la Segunda Guerra Mundial. En aquella inmigración existía la voluntad de trabajar durante unos años en unos países con unos niveles salariales mucho más altos, poder ahorrar llevando una vida austera (pero no miserable), acumular cierto patrimonio que les permitiera abrir un pequeño negocio o, simplemente, comprar una vivienda al regresar a la Patria. Esa inmigración, no es la actual.

Nuestros inmigrantes querían regresar –en grandísima medida– al país que habían abandonado. Iban a trabajar, a esforzarse, a partirse el espinazo para llevar a la práctica un proyecto personal legítimo y que enriquecía a todas las partes: a los receptores de inmigración porque sabían que los recién llegados eran gente dura y dispuesta a trabajar. A los inmigrantes porque, a cambio de su trabajo, recibían un salario muy superior al del mismo oficio en España y podían ahorrar. Al país emisor de inmigrantes porque allí recibían formación y volvían con una capacitación laboral superior a la que habían partido, sin olvidar que su trabajo en el extranjero generaba unas divisas preciosas en aquel momento para garantizar intercambios comerciales. Aquellos inmigrantes –nuestra inmigración– no planteaban problemas de convivencia, ni choques culturales; fieles al dicho “donde fueres, haz lo que vieres”, nuestra gente se integró perfectamente en la sociedad que los recibió. Nada de todo esto vale para el actual fenómeno migratorio.

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Ya no hay países en Europa Occidental que precisen ser reconstruidos después de una guerra. Tampoco hay un mercado laboral en expansión que permita pensar que, sin un alto nivel de cualificación y sólo en determinadas profesiones, vayan a encontrar trabajo bien remunerado. Ni siquiera para españoles, los salarios medios –a la vista del coste de la vida– permiten ahorrar gran cosa. Ningún inmigrante, en su sano juicio, puede transmitir a otros como él que residen en su propio país, la idea de que valga la pena venir a España para trabajar: la realidad es que, aquí y ahora, el poco trabajo que existe para gentes con poca o nula cualificación profesional, no permite ni vivir dignamente, ni mucho menos ahorrar. Entonces ¿por qué viene la inmigración?

Vale la pena no engañarse al respecto. Y los medios de comunicación, así como los diferentes gobiernos, de derechas y de izquierdas, llevan casi treinta años engañándose y falseando datos, cifras y circunstancias. No hay otra forma de definir la actitud de quienes niegan los problemas que se han generado a causa de la inmigración ilegal, masiva y descontrolada.

LA CAÍDA DEL SEGUNDO ARGUMEN IMIGRACIONISTA: 

“WELCOME REFUGIES”

Si bien es cierto que, hoy, ya nadie se atreve a sostener que, gracias a la inmigración, se van a poder “pagar las pensiones de los abuelos”, las justificaciones se han convertido en cada vez más extemporáneas, ridículas, ignorantes e, incluso, frecuentemente, entre los portavoces gubernamentales, zafias. Caído el mito de “las pensiones de los abuelos”, el nuevo argumento nos decía que los inmigrantes no eran tales: que se trata de “refugiados”. Ser “refugiado”, al parecer, hace obligada la “solidaridad”. El perseguido merece protección y ayuda para salvarlo de su perseguidor… En algunos casos, los menos, los recién llegados son “refugiados”. Pero, incluso, en esas circunstancias, cabe preguntarse: ¿y por qué un “refugiado afgano” elegirá vivir en Europa Occidental y no en Paquistán, en la India o, incluso en el sudeste asiático, países mucho más próximos, en todos los sentidos, a su patria originaria?

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Por otra parte, si existen “refugiados” es porque tal o cual país los genera y la situación allí es insoportable, por tanto, si se trata de admitir, por ejemplo, subsaharianos, vale la pena recordar que, en cualquiera de aquellos países, en toda África y en buena parte de Asia, casi sin excepción, la “democracia” es una palabra que no tiene el mismo significado que en Europa. De los 1.200 millones de africanos, la inmensa mayoría podrían ser considerados como “aspirantes a refugiados”, a la vista de que existen diferencias abismales entre los “derechos humanos” tal como se contemplan en Europa y como se practican en África.

Pero, Europa no puede admitir a 1.200 millones de inmigrantes que, por lo demás, deberían entender que ellos, para prosperar, sería oportuno que trataran de hacer cambios en su país, antes que adoptar la solución más cómoda de mudarse a otro… ¿a cuál? Y esta es el nudo de la cuestión: no se trata de países en los que exista un mercado laboral floreciente, ni aquellos otros más próximos al lugar de origen, para mantener el contacto con sus raíces, sino de aquellos en los se vive mejor y, lo que es aún más importante, donde se garantizan subvenciones solamente por llegar y en donde todo, absolutamente todo, está permitido (o poco menos). Ese es el centro de la cuestión que políticos y medios pretenden escamotearnos.

No hay nada más opaco en la actual democracia española que la suma total de subvenciones que reciben los no nacidos en España y sus hijos nacidos aquí. La falta de transparencia es, precisamente, lo que permite sospechar. Recientemente se ha publicado la cifra de que algo más de 2.000.000 de inmigrantes viven de subsidios públicos. El misterio está lejos de quedar resuelto, porque no se dice cuántos antiguos inmigrantes que han logrado naturalizarse como “españoles”, siguen subsidiados. Por otra parte, haría falta especificar qué tipo de subsidios reciben: en España existen muchos de tipos de ayudas y de pensiones no contributivas. Todo ello hace sospechar que las cifras son muchísimo mayores y es legítimo pensar que pueden ser, incluso, el doble o el triple, incluso, de las dadas. Por lo demás, no se especifica el volumen total de subsidios y subvenciones por distintos conceptos, ni los dados por las distintas administraciones, que van a parar a lo que en Francia se ha llamado “la aspiradora de recursos públicos”, esto es, la inmigración. La opacidad de las cifras, en efecto, no hace nada más que aumentar las sospechas.

LA CAIDA DEL TERCER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

“VIENEN PARA CONTRARRESTAR LA BAJA NATALIDAD”

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Luego está el argumento de la crisis de la natalidad en España. Era lo que podía esperarse: la elevación constante del coste de la vida, hace imposible el que se puedan formar parejas e, incluso, que una vez formadas, decidan tener hijos. La paternidad es una aventura que muy pocos se atreven a afrontar. Para hacerlo es preciso tener seguridad de que se podrá mantener a los hijos. Nadie está dispuesto a ofrecer tales garantías. Sin embargo, es un problema político: hubiera bastado con atribuir prioridad en beneficios sociales y ventajas fiscales a las parejas españolas que deseen tener hijos, garantizar su prioridad a la hora de obtener viviendas sociales, y simples campañas en pro de la natalidad, para que se estimulara la natalidad entre nuestra gente. No se hizo, ni se tiene intención de hacer. Si se hubiera empezado a hacer en 1996, cuando Aznar abrió las puertas a la inmigración, hoy tendríamos una generación de 28 años y un país homogéneo. Se hizo –y se hace– justo lo contrario: confiar en que gentes llegadas de todo el mundo salvarían la natalidad en España.

Desde el año 2000, en las cuatro provincias catalanas los nacidos en la noche del 31 de diciembre al 1 de enero de cada año, son en su inmensa mayoría hijos de nacidos en el extranjero. Pero, salvo entre las mujeres subsaharianas, el número de hijos va disminuyendo incluso dentro de la inmigración. Los inmigrantes andinos, por ejemplo, se han configurado como los primeros y principales usuarios de los servicios de aborto gratuito y de “píldora del día después”. La ruptura de la unidad étnica de España ni siquiera ha servido para que la natalidad remonte o para que se repueblen zonas “vacías”.

LA ÚLTIMA TRINCHERA INMIGRACIONISTA: 

“TENEMOS UNA DEUDA CON EL TERCER MUNDO Y SE LA VAMOS A PAGAR”

Caído el mito de “los que vienen a pagar las pensiones”, en un momento en el que ningún alcalde que quisiera mantenerse en el consistorio se atreve a colocar pancartas con el “Welcome refugies”, cuando se ha visto a las claras que la inmigración no resuelve el problema de los nacimientos, sino que complica la convivencia, ahora, como última trinchera inmigracionista, el argumentario se ha desplazado a otro frente; nos dicen: “estamos obligados a admitir a todos los inmigrantes que quieran establecerse en nuestro suelo y a mantenerlos, incluso, porque, se lo debemos”.

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Nos dicen que Europa “debe” a los inmigrantes del Tercer Mundo el haberlos explotado como colonias. Repiten, para bloquear a los más sensibles, que los europeos “somos responsables” de haber esclavizado a los africanos y que les debemos una compensación. Por eso están aquí, por eso estamos obligados a subsidiarlos… Es un argumento que tiene su fuerza, pero que no deja de ser otra falacia.

No solamente no fuimos esclavistas –valdría la pena, ya que estamos en esto, elaborar un censo de familias europeas que se dedicaron a la trata de esclavos, porque sería, en última instancia, a ellos a los que les correspondería pagar indemnizaciones, no a la totalidad de un pueblo– sino que, además, durante siglos, los europeos que vivían en las costas mediterráneas (pero, también, incluso en las del sur de Gran Bretaña y en Irlanda) corrían el riesgo de ser secuestrados ellos y sus hijos, saqueados sus bienes e incendiados sus pueblos, por parte de piratas berberiscos; una práctica que se prolongó hasta principios del siglo XIX. Unos fueron esclavizados de por vida, los otros extorsionados pidiendo fabulosos rescates, otros murieron sin dejar huellas… Sin olvidar, claro está, que el grueso de traficantes que capturaban esclavos en África eran árabes y que se beneficiaban de pactos con tribus africanas que los obtenían de tribus vecinas.

Sería bueno presentar una reclamación de cantidad por los millones de europeos, especialmente de los países mediterráneos, de los países eslavos, e incluso del Reino Unido, que fueron secuestrados, esclavizados, obligados a vivir en condiciones infrahumanas, asesinados y muertos de agotamiento en tierras del Magreb

Aquellas exacciones berberiscas han dejado recuerdos imborrables en nuestro folklore, en nuestra literatura e, incluso, en la configuración de las costas (las “torres de guaita” tan habituales en la costa catalana no eran para admirar la belleza del Mediterráneo, sino para vigilar la llegada de piratas berberiscos). Aquel valeroso soldado que recibió dos disparos de arcabuz en el pecho y en el brazo izquierdo, en la gloriosa jornada de Lepanto, Miguel de Cervantes, dejó constancia en El Quijote de sus nueve años de cautiverio en Argel.

Los grandes olvidados de la historia europea, son los millones de antepasados esclavizados en tierras islámicas. Los europeos no somos los “malvados” de esta historia. El colonialismo se explica en gran medida por las constantes molestias generadas por la piratería islámicaberberisca y otomana. Quienes la practicaban eran asimilados a yihadistas: y lo hacían con saña y con odio acumulado. La negativa a erradicar la esclavitud, hizo necesaria la intervención europea con la consiguiente disolución de los “mercados de esclavos” que todavía existía en el siglo XIX en el Magreb. No “debemos” nada: nos deben una reparación de aquellos crímenes contra los pueblos europeos.

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