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Sociedad

Muere Juan Ignacio Blanco, el periodista que aseguraba saber «toda la verdad» de los asesinatos de Alcácer

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Blanco, durante su entrevista para el documental emitido por Netflix
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Juan Ignacio Blanco, periodista especializado en sucesos que saltó a la fama por sus teorías alternativas sobre el caso Alcácer, ha muerto esta semana en su domicilio de Madrid, tal y como informan miembros próximos a su entorno en el perfil oficial de Facebook del investigador.

La controversia sobre Alcácer hizo popular a Juan Ignacio Blanco y le siguió hasta el mismo día de su fallecimiento. Una pena, pues este versado reportero madrileño tuvo en su haber grandes logros como ser redactor jefe y director del mítico semanario de sucesos «El Caso» (publicación que informó a todos los pueblos de España de asesinatos como los del «Arropiero»). Medio siglo de investigaciones a pie de calle pudieron haberle hecho ascender hasta el Olimpo de los reporteros. Sin embargo, fue su persecución de los asesinos de Miriam, Toñi y Desirée (y su creencia en una teoría alternativa a la ofrecida por la policía en los años noventa sobre los culpables) la que acabó con su carrera y, durante años, le puso en el ojo del huracán mediático.

Apartado de los medios de comunicación, pasó los últimos años de su vida dedicado a las que fueron sus dos hijas a nivel laboral: las páginas webs Murderpedia y Criminalia (dos enciclopedias en línea donde narraba los homicidios más famosos de la historia). Ellas le ayudaron a superar un cáncer y a olvidar aquellas tensas tertulias del programa «Esta noche cruzamos el Mississippi».

Su papel en el caso Alcácer

Hace escasas semanas el documental de Netflix «El caso Alcácer» volvió a poner en el foco mediático a Juan Ignacio Blanco, que colabora con la producción de la plataforma ofreciendo detalles sobre su estrecha colaboración junto a Fernando García, padre de Miriam, a la hora de intentar esclarecer los verdaderos motivos del triple asesinato. Concretamente, el capítulo 3 de «El caso Alcácer» desgrana los pormenores de estos intentos de Blanco y García por obtener lo que, a su parecer, era la verdad sobre el crimen. «[Juan Ignacio Blanco] me dijo que estaba dispuesto a ayudarme y que indagaría sobre lo ocurrido porque estaba de acuerdo conmigo en algunas cosas. Le pregunté que hasta dónde estaría dispuesto a llegar y él me dijo que llegaría a donde yo fuera». En el mismo episodio, Blanco relata también cómo fue su relación con el padre de Miriam, con quien se dedicó «las 24 horas del día» a investigar lo sucedido en la madrugada del 13 de noviembre de 1992.

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El documental detalla también la opinión de un miembro del equipo de Blanco, Francisco Emilio, y que aporta luz sobre el origen de las teorías alternativas sobre el caso Alcácer: «Vimos que algo no cuadraba y empezamos a pensar en otras cosas. La falta de colaboración nos llevó a suponer que tras ese crimen se ocultaba algo», destaca. El investigador, además, relata un esperpéntico episodio en el que él mismo, acompañado por Juan Ignacio Blanco y Fernando García, sustraen el sumario del caso Alcàsser, que un día después fue desvelado en exclusiva por el programa de Pepe Navarro, «Esta noche cruzamos el Mississippi».

Durante una conferencia hace algunos meses, Juan Ignacio Blanco volvió a defender la hipótesis de que el caso Alcácer había sido una trama criminal en la que estaban involucradas altas personalidades. El periodista, de hecho, se refirió al suceso como «un crimen de Estado», tal y como apuntó un artículo de «Las Provincias», y sostuvo haber entregado al ministerio del Interior una cinta de vídeo en la que aparecen varios de los implicados en el asesinato.

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España

Cartas desde Colombia: Librería Europa, un símbolo; Pedro Varela, un referente de lo que la Hispanidad y Occidente representan

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Por Carlos Arturo Calderón Muñoz.-

A inicios de la década de los 2000 este chicuelo caminaba por el centro de Bogotá, lugar en el que siempre pareciera que algo mágico está a punto de pasar pero en el que la caprichosa realidad se impone sin resistencia. Estaba buscando la Editorial Solar, extraño negocio ubicado a unas calles del principal centro de la masonería en Colombia; un recinto rodeado por una sociedad que nunca se entera de su propio drama, pero en cuyo interior se escuchaban acertados análisis geopolíticos. De entre los aromas de esoterismo andino y revisionismo histórico siempre emergían comentarios acerca de una librería con nombre de viejo continente.

En la lejana Barcelona, algún loco llamado como un apóstol con oficio de Papa, había leído tantos libros que un día, en medio de su delirio, decidió contener el avance de la realidad con una muralla de papel; respondiendo al fuego de la maquinaria globalista con letras destinadas a la censura. La lealtad a su sangre le impedía suscribirse a tratados de rendición, pues esa no es costumbre española y capitaneando una empresa que sólo se financiaba de su propia fe logró mantener una quimera por décadas.

Ese caballero andante, que deambula por caminos de tinta y bits, no es más que un viejo que contamina a las juventudes con fantasías seniles. Va por ahí hablando, y peor aún, enseñando con su ejemplo, de ridiculeces como el honor, lealtad, austeridad, marcialidad, el triunfo de la voluntad y otras cosas sin valor alguno. Porque gracias a dios nosotros conocemos el dinero y si se habla de un artículo que éste no puede comprar seguramente no existe.

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¿Por qué alguien renunciaría a amasar una fortuna que le permita satisfacer a los sentidos? ¿En qué momento alguien se aleja del goce sensual para escuchar al rojo que surca por sus venas y por extensión a la divinidad que este representa? Un simple librero sin recursos económicos o linajes políticos se ha vuelto tan problemático para las fuerzas de un sistema que gobierna todo un planeta, que le han tenido que agredir, enjuiciar y encarcelar en múltiples ocasiones. ¿Quién es ese sujeto tan peligroso? ¿Eres tú Pedro?

Con la fuerza de las leyes, más no de la justicia, el señor del mundo ha logrado capturar el bastión que ese quijote contemporáneo defendiera por un cuarto de siglo. Hace tan sólo unos días, alrededor de un centenar de agitadores a sueldo de la finanza internacional representada por Soros, gritaban con odio “Refugiados sí, españoles no”. Esas palabras se dirigían a Manuel Canduela y algunos miembros de Democracia Nacional, quienes protestaban, muy cerca de la ya caída librería, por los atropellos cometidos contra el editor y algunos políticos.

Muy probablemente esos extremistas endofobicos no se imaginan que para muchos hispanos, desde Estados Unidos hasta Chile, incluido el que esto escribe, ese librero, al que le dio por llamarse Pedro Varela, es un referente inequívoco de lo que la Hispanidad y Occidente representan. Es una fantasía de carne y hueso que demuestra que un sólo hombre, que haya hecho de su honor la lealtad, es capaz es de transformar al mundo. Ese pequeño establecimiento, castillo casi inexpugnable de autores malditos, se convirtió en una luz tan potente que nos deslumbró al otro del atlántico.

Conferencia de Pedro Varela en Castellón.

Conferencia de Pedro Varela en Castellón.

 

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Para nosotros, muchos de los cuales nacimos el mismo año que la denominada Librería Europa, Pedro Varela es un ejemplo de ese estado de consciencia al que se llega cuando se mezclan porciones equivalentes de heroísmo y locura, eso a lo que llaman amor. Porque como toda encarnación del arquetipo de la hispanidad sólo puede decir que el amor no engendra cobardes y al nacer en este planeta prisión, no ha hecho más que arrebatarle plazas a la desesperanza para convertirlas en fortalezas de las que pueda emerger un mejor mañana.

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Oponiendo libros a finanzas nos ha demostrado que los Rothchilds, Rockefellers, Soros y demás ralea usurera, son en realidad patéticos acobardados que aman el oro porque al cubrirse con este pueden fingir una nobleza que no tienen. Se aferran con desespero a ese metal porque ellos mismos son incapaces de transmutar su ser en algo más grande. Don Pedro, guiado por la memoria de la sangre e impulsado por la voluntad ha sobrepasado los límites de su materia. Ahora, cuando la Librería Europa ha desaparecido, y aún si su biología fuera asesinada, él no ha sido derrotado. Ya se convirtió en un símbolo para miles de nosotros y nos aseguraremos de que la siguiente generación retome el testigo de nuestra luz como pueblo. Aún si eso implica que el último reducto de los hispanos en las Américas tenga que reconquistar una península ibérica en la que ya no existan españoles.

Sé que muchos de los que de esta parte del mundo llegan a España lo único que quieren es dinero, en este caso en particular no soy la excepción. Quisiera pedirles a todos los que esto lean que, por favor, no comenten el artículo, no le den “me gusta” o asientan en el silencio en su casa. Pedro Varela ha dado mucho por la superviviencia de Occidente y en este momento podemos, con pequeñas acciones, ayudarle a continuar. En la red es fácil encontrar las cuentas bancarias a las que podemos enviarle un auxilio a don Pedro en este momento de apremiante necesidad.

Fachada de la librería Europa.

Fachada de la librería Europa.

 

 

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Por favor, ahórrense lo de una noche de tapas en el bar, pospongan por unos meses ese nuevo celular o desvíen una parte del dinero que quieren donarle a los pobres indígenas de Colombia y dénselo a este hombre, con el mismo amor con el que él ha entregado su vida por Occidente.

En lo que a mí respecta, no me importa lo que diga la Colau, la calle Séneca va a ser lo primero que visite cuando vaya a Barcelona, porque es ahí donde culmina ese puente de literatura que se conecta con las cumbres andinas de una infancia bogotana.

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Muchas gracias don Pedro, siga siendo luz.

*Desde San Bonifacio de Ibagué (Colombia)

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