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Opinión

Los populismos son de ciclo corto: “Crónica de una muerte anunciada”

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No deja de ser cuando menos curioso el paralelismo entre dos partidos tan distintos como VOX y Podemos, tanto en su nacimiento como en su evolución y trayectoria, aunque con algunos desfases en el tiempo en sus diferentes etapas, pero con notables coincidencias hasta el día de hoy, recién celebradas las elecciones municipales, autonómicas y europeas del pasado 26 de Mayo.

Ambos partidos nacieron en los primeros meses de 2014, con escasa diferencia de tiempo, si bien su origen y procedencia responde a muy diferentes razones. VOX se presentó a los medios el 16 de Enero de ese año y Podemos aparece un par de meses después, el 14 de Marzo, para ser exactos. El primero de ellos era entonces el resultado del descontento con la deriva socialdemócrata del Partido Popular de algunos de sus militantes, o al menos así nos lo vendieron a muchos de sus votantes y simpatizantes, que no dudamos en unirnos a lo que parecía una alternativa llamada a devolver a sus orígenes -así lo entendimos los que no teníamos antecedentes políticos- al refundado PP en 1990, resultante de la unión de varias opciones del centro derecha, cristiano, liberal o conservador.

El segundo, Podemos, fue el resultado de los movimientos surgidos por el descontento social tras la crisis económica mundial de 2007, que en España se empezó a considerar en 2008 -siempre reaccionamos tarde en nuestro país- aunque nunca “existió” para nuestros gobernantes de entonces y que unida a la crisis de valores que, desde la llegada de José Luis Rodríguez tras los terribles atentados del 11 M de 2004, se acrecentó de manera casi irreversible, crearon un caldo de cultivo que se puso de manifiesto en la concentración de la madrileña Puerta del Sol convertida en estercolero durante una semana -la izquierda siempre tan “aseada”-, conocida como Movimiento 15 M, consentido por el PSOE, y aprovechado unos años después por la izquierda universitaria desde el claustro de la nefasta Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense, recién estrenado el rectorado de José Carrillo Menéndez -hijo del “justiciero de Paracuellos” de 1936-, prueba inequívoca de la izquierdización de la Universidad española, iniciada de puntillas a finales de los 60’s y colonizada desde la llegada en 1982del PSOE.

Así aparecieron los dos partidos, a ambos extremos del espectro político existente entonces, con trayectorias muy diferentes. VOX, que tras unos primeros meses convulsos y con zancadillas internas desde el primer día, se quedó en proyecto al no conseguir el ansiado escaño europeo -luego comprobamos que era el único en sí mismo por parte de uno de sus verdaderos fundadores y, “el objetivo”, por parte del vividor de Amurrio-, a falta de unos 1.500 votos que hubieran sido necesarios sobre los 245.635 obtenidos, para situarse en el campo político activo, lo que derivó en un cisma provocado por el último de los “fundadores”, que tras un intenso verano desembocó en una travesía del desierto de más de cuatro años, de fracaso en fracaso.

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El segundo, Podemos, tuvo una aparición insospechada y sus 1.249.158 votos le dieron cinco escaños, consolidándose de salida como partido político de ámbito nacional y europeo, lo que VOX no pudo conseguir.

La siguiente “prueba” electoral fue en Andalucía diez meses después, Marzo de 2015, en las que se volvió a repetir el escenario, con diferencias mucho mayores. VOX se quedó en 18.017 votos de los 32.344 obtenidos en las europeas anteriores y sin representación parlamentaria, mientras que Podemos pasó de 190.285 a 590.011 y 15 escaños. Llegaron después las adelantadas elecciones de 2015 en Cataluña, en las que VOX no se presentó y Podemos, en coalición con otros partidos de la izquierda, consiguió 366.494 votos y 11 escaños.

Sendos batacazos hacia el descalabro supusieron para VOX las elecciones generales de Diciembre de 2015 y su repetición en Junio de 2016, en las que tuvo una caída estrepitosa en votos, 57.733 y 46.781 respectivamente, es decir, perdió un 81% en dos años, sin escaño alguno en ambas, que lo llevaban a su práctica desaparición. Mientras tanto, Podemos, en esas dos llamadas a urnas obtenía 5.212.711 votos y 69 escaños, pasando en las siguientes, en coalición con IU, que había tenido 926.783 votos y 2 escaños en Diciembre, a 5.049.734 -1.089.760 votos menos que la suma de ambos seis meses antes- manteniendo pese a ello los 71 escaños que sumaban entonces, cosas de D’Hont.

No fue muy distinto en las siguientes elecciones regionales, vascas y gallegas celebradas el 25 de Septiembre de 2016.

En las vascas, la tierra del líder de VOX, el resultado fue muy triste, 774 votos -todos en Álava, con su padre de candidato y un ridículo 0’07% de Vascongadas- de los que 35 -el 0’63% del municipio- fueron en Amurrio, su pueblo -dos menos que en las europeas de 2014 (37)- y, por supuesto ningún escaño en las tres provincias. Frente a estos paupérrimos resultados, Podemos Elkarrekin obtuvo 156.671 votos y 11 escaños -24.299 votos y 4 escaños en Álava, la provincia del “héroe” de Amurrio, pese a utilizar como gancho a su padre (q.e.p.d.), entonces hospitalizado -. Peor aún fue en Galicia, en las que hubo incomparecencia de VOX mientras que la franquicia de Podemos, En Marea, se estrenó con 254.552 votos y 14 escaños. Otro tanto ocurrió en las autonómicas de la Cataluña intervenida de 2017 -que nunca debió convocar Mariano Rajoy, en lo que fue el principio de su triste final político, “metamorfoseado” en bolso sobre su escaño-. VOX volvió a no comparecer mientras que En Común Podemos se descolgaba con 326.360 votos y 8 escaños. Hasta aquí, todo un “paralelismo”, divergente por entonces.

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A partir de ahí se fragua lo que conduciría, casi un año después, al rocambolesco resurgir de VOX. Primero, aunque no se podía pensar que hubiera relación, la moción de censura de junio de 2018 con la que el Partido Siempre Opuesto a España, apoyado en todos los enemigos de “la concordia nacional” -separatismo de ambos bandos, comunismo y filoetarras- desbancó al desdibujado Partido Popular. Después, la reunión del recién llegado a Moncloa, Pedro Sánchez, con el muñidor en la sombra del desastre europeo, George Soros, en compañía de un colaborador y con la asistencia del “polifacético” José Borrell, el “españolista” portavoz del cierre de la manifestación del 8 de Octubre de 2017 en Barcelona, que no tiene inconveniente en que su partido haga guiños al nacionalismo supremacista y ahora de nuevo “deportado” a Europa ¿tal vez por “nadar y guardar la ropa”?

Volviendo al tema central, después del verano de 2018 empieza a materializarse la devolución de jugada que el PP pudiera haberle hecho al PSOE con el posible impulso para la aparición de Podemos en 2014, pero como siempre suele pasar, con mucha más “inteligencia”, porque la izquierda hace mejor su trabajo para el mal. Cuando nadie apostaba por ello dentro de VOX, surge un “misterioso” impulso que les lleva a casi llenar Vistalegre el 7 de Octubre, justo un día antes de la firma del decreto de disolución de la Asamblea andaluza por Susana Díaz convocando elecciones regionales adelantadas -¿casualidad o causalidad?- a las que VOX no pensaba presentarse hasta entonces y que decide hacerlo, sorpresivamente, el día 17 de Octubre siguiente. Cuando menos curioso, como lo fue el resultado de 395.978 votos y 12 escaños, cuando las encuestas más optimistas le daban 6 en el mejor de los casos. ¿Cómo se financió ese crecimiento? Algún día se sabrá, o no.

Desde ese momento, la marea verde se eleva hasta una “pleamar” insospechada, apoyada por muchos de esos “colaboradores necesarios” que desde sus medios de comunicación “liberales” los impulsaron, junto a todas las televisiones tanto nacionales como autonómicas de izquierdas -perdón por la redundancia, porque decir televisión y decir izquierda es lo mismo en España desde hace años- que empezaron a tener en pantalla a diario a alguno de los cuatro “mosqueteros” de VOX, con el añadido de alguien “exótico” o repescado desde el desecho Popular que redundaran en “el bien de la causa”. Y con este escenario se llegó a las elecciones del 28 de Abril en las que VOX llegó a su “clímax” con la consecución de un buen resultado, aunque muy inferior al que sus desbordadas expectativas y las de algunas encuestas le daban, obteniendo la no desdeñable cifra de 2.677.173 votos y 24 escaños, frente a los no menos de 50 que ellos esperaban en su delirante sueño supremacista. Junto a este innegable ascenso, se produce el esperado descenso del otro populismo, el de izquierdas, que dejó a la esta vez feminizada formación de Unidas Podemos en 3.732.925 votos, aunque con 42 escaños por eso de la Ley D’Hont y los caminos de ambos populismos se acercan desde su nacimiento, única “coincidencia electoral” hasta ahora en cinco años.

Pero he aquí que cuatro semanas después había una segunda vuelta electoral en forma de elecciones europeas, autonómicas y municipales, en las que de manera redundante y tozuda esa amarga euforia del 28-A se convirtió el 26-M en un “clímax interruptus” al caer en las primeras, las que mejor permiten ver la magnitud al tratarse de circunscripción única, nada menos que a casi la mitad de votos, 1.388.681 -un 48’13% de pérdida en menos de un mes-, pasando de representar un 10’26% en las generales, al 6’26% en estas, que en las municipales fue del 2’9% con sólo 659.736 votos y ninguna Alcaldía notoria, pero eso sí, consiguiendo la “mayoría absoluta” en cinco “grandes” municipios de las dos Castillas profundas, tres de ellos revalidando los de 2015, en los que convenció al cacique del pueblo. Estas urbes fueron, Hontecilla (Cuenca) con 48 votos y dos concejales de tres; Navares de las Cuevas (Segovia) con 12 votos de 15 y una abstención; Barruelo del Valle (Valladolid) con 33 votos de 41; Vita (Ávila) con 42 votos de 77 en las urnas y Cardeñuela de Riopico (Burgos) con 34 votos sobre los 86 que votaron y que pese a la “alta” abstención (19 no comparecieron) consiguió tres concejales de los cinco del municipio, en el que perdió uno respecto a 2015, lo conocieron ya.

Frente a estos más que tristes resultados de VOX, su competidor en populismo por la extrema izquierda, Podemos, obtuvo en las europeas 2.252.378 votos, un 10’15% del total y el doble de eurodiputados, 6. Y otro tanto ocurrió en las municipales en las que Podemos y sus franquicias consiguieron 2.027.923 votos y 2.202 concejalías.

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En definitiva, tanto el Populismo de izquierdas como el Nacional Populismo de derechas, éste más aparatosamente, han demostrado haber tenido, gracias a Dios, un ciclo corto en nuestra querida España, cinco años en el caso de la izquierda, que cayó un 63’31% desde su máximo histórico de las generales de 2015 y cuatro semanas en el de la derecha, que lo hizo un 48’31% desde el suyo de 28 días antes, todo un récord digno del Guinnes a estudiar como ejemplo de “muerte súbita política”, en lo que desde el Manifiesto por España preveíamos como esa “Crónica de una muerte anunciada”, convertida en un sueño de “28 noches de Primavera” que ni siquiera habrían llegado a lo que ha sido de haberse conocido mejor la “categoría” de los líderes de VOX por parte de los manipulados desencantados con el Partido Popular de Mariano Rajoy, que se ganó a pulso la huída masiva de muchos votantes.

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España

Contra la debilidad mental occidental: La esclavitud en el Islam todavía sigue vigente (Y siempre ha apuntado CONTRA EUROPA) Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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Introducción a La esclavitud en el Islam, libro que estará disponible en breve.

Durante siglos, especialmente del XVI a principios del XIX, nuestras costas fueron hostigadas por piratas berberiscos. Querían vengar la “pérdida de Al-Andalus” (esto es, la Reconquista). La captura de poblaciones costeras del norte del Mediterráneo para venderlas en los mercados de esclavos del Magreb o negociar su rescate se convirtió en una práctica habitual entre las poblaciones del norte de África. Quienes practicaban estas razzias, que hacían imposible la vida en nuestras costas, eran considerados “yihâdistas”. Este comercio de esclavos europeos existió, por mucho que los “multiculturalistas” de hoy quieran olvidarlo.

Todavía ningún gobierno del Magreb se ha disculpado por estos actos.

*    *    *

LA CAÍDA DEL PRIMER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

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EUROPA NECESITA TRABAJADORES

Hoy, ya nadie puede dudar que el primer argumento que se utilizó para justificar la presencia de compactos núcleos musulmanes en Europa Occidental –aquel que afirmaba que eran necesarios inyectar inmigrantes para pagar las pensiones de los abuelos…– era una simple falacia. La realidad es que, las pensiones de los abuelos –yo lo soy– pierden cada día poder adquisitivo porque a los gobiernos de nuestro entorno les es necesario comprar la “paz étnica y social” subvencionando a los recién llegados. No hay dinero para todos. Y los que llevan las de perder es la parte más débil: los jubilados. La inmigración es hoy una pesada carga económica para todos los Estados que se han negado durante décadas a controlarla.

Desde, como mínimo, 2008, la inmigración ha variado su carácter; hasta ese momento, podía pensarse que los motivos del desplazamiento hacia España se debían a la posibilidad de integrarse en nuestro mercado laboral y, en especial, en el sector de la construcción. Pero, desde el estallido de la burbuja inmobiliaria, con la mecanización progresiva de la agricultura, las deslocalizaciones y el proceso de desindustrialización creciente, es casi seguro que, hoy, pocos de los inmigrantes que llegan a España, –especialmente los que no tienen ningún tipo de cualificación profesional (esto es, la mayoría)–, tengan como proyecto personal integrarse en el mercado laboral y vivir del propio trabajo, ahorrar para volver al país de origen con capital suficiente para emprender una nueva vida.

Se suele creer que las motivaciones de los inmigrantes en el siglo XXI son las mismas que las de los españoles, portugueses e italianos que se desplazaron a Francia, Suiza, Alemania, Benelux, en los años 50 y 60, para reconstruir países que habían sido demolidos por la Segunda Guerra Mundial. En aquella inmigración existía la voluntad de trabajar durante unos años en unos países con unos niveles salariales mucho más altos, poder ahorrar llevando una vida austera (pero no miserable), acumular cierto patrimonio que les permitiera abrir un pequeño negocio o, simplemente, comprar una vivienda al regresar a la Patria. Esa inmigración, no es la actual.

Nuestros inmigrantes querían regresar –en grandísima medida– al país que habían abandonado. Iban a trabajar, a esforzarse, a partirse el espinazo para llevar a la práctica un proyecto personal legítimo y que enriquecía a todas las partes: a los receptores de inmigración porque sabían que los recién llegados eran gente dura y dispuesta a trabajar. A los inmigrantes porque, a cambio de su trabajo, recibían un salario muy superior al del mismo oficio en España y podían ahorrar. Al país emisor de inmigrantes porque allí recibían formación y volvían con una capacitación laboral superior a la que habían partido, sin olvidar que su trabajo en el extranjero generaba unas divisas preciosas en aquel momento para garantizar intercambios comerciales. Aquellos inmigrantes –nuestra inmigración– no planteaban problemas de convivencia, ni choques culturales; fieles al dicho “donde fueres, haz lo que vieres”, nuestra gente se integró perfectamente en la sociedad que los recibió. Nada de todo esto vale para el actual fenómeno migratorio.

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Ya no hay países en Europa Occidental que precisen ser reconstruidos después de una guerra. Tampoco hay un mercado laboral en expansión que permita pensar que, sin un alto nivel de cualificación y sólo en determinadas profesiones, vayan a encontrar trabajo bien remunerado. Ni siquiera para españoles, los salarios medios –a la vista del coste de la vida– permiten ahorrar gran cosa. Ningún inmigrante, en su sano juicio, puede transmitir a otros como él que residen en su propio país, la idea de que valga la pena venir a España para trabajar: la realidad es que, aquí y ahora, el poco trabajo que existe para gentes con poca o nula cualificación profesional, no permite ni vivir dignamente, ni mucho menos ahorrar. Entonces ¿por qué viene la inmigración?

Vale la pena no engañarse al respecto. Y los medios de comunicación, así como los diferentes gobiernos, de derechas y de izquierdas, llevan casi treinta años engañándose y falseando datos, cifras y circunstancias. No hay otra forma de definir la actitud de quienes niegan los problemas que se han generado a causa de la inmigración ilegal, masiva y descontrolada.

LA CAÍDA DEL SEGUNDO ARGUMEN IMIGRACIONISTA: 

“WELCOME REFUGIES”

Si bien es cierto que, hoy, ya nadie se atreve a sostener que, gracias a la inmigración, se van a poder “pagar las pensiones de los abuelos”, las justificaciones se han convertido en cada vez más extemporáneas, ridículas, ignorantes e, incluso, frecuentemente, entre los portavoces gubernamentales, zafias. Caído el mito de “las pensiones de los abuelos”, el nuevo argumento nos decía que los inmigrantes no eran tales: que se trata de “refugiados”. Ser “refugiado”, al parecer, hace obligada la “solidaridad”. El perseguido merece protección y ayuda para salvarlo de su perseguidor… En algunos casos, los menos, los recién llegados son “refugiados”. Pero, incluso, en esas circunstancias, cabe preguntarse: ¿y por qué un “refugiado afgano” elegirá vivir en Europa Occidental y no en Paquistán, en la India o, incluso en el sudeste asiático, países mucho más próximos, en todos los sentidos, a su patria originaria?

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Por otra parte, si existen “refugiados” es porque tal o cual país los genera y la situación allí es insoportable, por tanto, si se trata de admitir, por ejemplo, subsaharianos, vale la pena recordar que, en cualquiera de aquellos países, en toda África y en buena parte de Asia, casi sin excepción, la “democracia” es una palabra que no tiene el mismo significado que en Europa. De los 1.200 millones de africanos, la inmensa mayoría podrían ser considerados como “aspirantes a refugiados”, a la vista de que existen diferencias abismales entre los “derechos humanos” tal como se contemplan en Europa y como se practican en África.

Pero, Europa no puede admitir a 1.200 millones de inmigrantes que, por lo demás, deberían entender que ellos, para prosperar, sería oportuno que trataran de hacer cambios en su país, antes que adoptar la solución más cómoda de mudarse a otro… ¿a cuál? Y esta es el nudo de la cuestión: no se trata de países en los que exista un mercado laboral floreciente, ni aquellos otros más próximos al lugar de origen, para mantener el contacto con sus raíces, sino de aquellos en los se vive mejor y, lo que es aún más importante, donde se garantizan subvenciones solamente por llegar y en donde todo, absolutamente todo, está permitido (o poco menos). Ese es el centro de la cuestión que políticos y medios pretenden escamotearnos.

No hay nada más opaco en la actual democracia española que la suma total de subvenciones que reciben los no nacidos en España y sus hijos nacidos aquí. La falta de transparencia es, precisamente, lo que permite sospechar. Recientemente se ha publicado la cifra de que algo más de 2.000.000 de inmigrantes viven de subsidios públicos. El misterio está lejos de quedar resuelto, porque no se dice cuántos antiguos inmigrantes que han logrado naturalizarse como “españoles”, siguen subsidiados. Por otra parte, haría falta especificar qué tipo de subsidios reciben: en España existen muchos de tipos de ayudas y de pensiones no contributivas. Todo ello hace sospechar que las cifras son muchísimo mayores y es legítimo pensar que pueden ser, incluso, el doble o el triple, incluso, de las dadas. Por lo demás, no se especifica el volumen total de subsidios y subvenciones por distintos conceptos, ni los dados por las distintas administraciones, que van a parar a lo que en Francia se ha llamado “la aspiradora de recursos públicos”, esto es, la inmigración. La opacidad de las cifras, en efecto, no hace nada más que aumentar las sospechas.

LA CAIDA DEL TERCER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

“VIENEN PARA CONTRARRESTAR LA BAJA NATALIDAD”

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Luego está el argumento de la crisis de la natalidad en España. Era lo que podía esperarse: la elevación constante del coste de la vida, hace imposible el que se puedan formar parejas e, incluso, que una vez formadas, decidan tener hijos. La paternidad es una aventura que muy pocos se atreven a afrontar. Para hacerlo es preciso tener seguridad de que se podrá mantener a los hijos. Nadie está dispuesto a ofrecer tales garantías. Sin embargo, es un problema político: hubiera bastado con atribuir prioridad en beneficios sociales y ventajas fiscales a las parejas españolas que deseen tener hijos, garantizar su prioridad a la hora de obtener viviendas sociales, y simples campañas en pro de la natalidad, para que se estimulara la natalidad entre nuestra gente. No se hizo, ni se tiene intención de hacer. Si se hubiera empezado a hacer en 1996, cuando Aznar abrió las puertas a la inmigración, hoy tendríamos una generación de 28 años y un país homogéneo. Se hizo –y se hace– justo lo contrario: confiar en que gentes llegadas de todo el mundo salvarían la natalidad en España.

Desde el año 2000, en las cuatro provincias catalanas los nacidos en la noche del 31 de diciembre al 1 de enero de cada año, son en su inmensa mayoría hijos de nacidos en el extranjero. Pero, salvo entre las mujeres subsaharianas, el número de hijos va disminuyendo incluso dentro de la inmigración. Los inmigrantes andinos, por ejemplo, se han configurado como los primeros y principales usuarios de los servicios de aborto gratuito y de “píldora del día después”. La ruptura de la unidad étnica de España ni siquiera ha servido para que la natalidad remonte o para que se repueblen zonas “vacías”.

LA ÚLTIMA TRINCHERA INMIGRACIONISTA: 

“TENEMOS UNA DEUDA CON EL TERCER MUNDO Y SE LA VAMOS A PAGAR”

Caído el mito de “los que vienen a pagar las pensiones”, en un momento en el que ningún alcalde que quisiera mantenerse en el consistorio se atreve a colocar pancartas con el “Welcome refugies”, cuando se ha visto a las claras que la inmigración no resuelve el problema de los nacimientos, sino que complica la convivencia, ahora, como última trinchera inmigracionista, el argumentario se ha desplazado a otro frente; nos dicen: “estamos obligados a admitir a todos los inmigrantes que quieran establecerse en nuestro suelo y a mantenerlos, incluso, porque, se lo debemos”.

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Nos dicen que Europa “debe” a los inmigrantes del Tercer Mundo el haberlos explotado como colonias. Repiten, para bloquear a los más sensibles, que los europeos “somos responsables” de haber esclavizado a los africanos y que les debemos una compensación. Por eso están aquí, por eso estamos obligados a subsidiarlos… Es un argumento que tiene su fuerza, pero que no deja de ser otra falacia.

No solamente no fuimos esclavistas –valdría la pena, ya que estamos en esto, elaborar un censo de familias europeas que se dedicaron a la trata de esclavos, porque sería, en última instancia, a ellos a los que les correspondería pagar indemnizaciones, no a la totalidad de un pueblo– sino que, además, durante siglos, los europeos que vivían en las costas mediterráneas (pero, también, incluso en las del sur de Gran Bretaña y en Irlanda) corrían el riesgo de ser secuestrados ellos y sus hijos, saqueados sus bienes e incendiados sus pueblos, por parte de piratas berberiscos; una práctica que se prolongó hasta principios del siglo XIX. Unos fueron esclavizados de por vida, los otros extorsionados pidiendo fabulosos rescates, otros murieron sin dejar huellas… Sin olvidar, claro está, que el grueso de traficantes que capturaban esclavos en África eran árabes y que se beneficiaban de pactos con tribus africanas que los obtenían de tribus vecinas.

Sería bueno presentar una reclamación de cantidad por los millones de europeos, especialmente de los países mediterráneos, de los países eslavos, e incluso del Reino Unido, que fueron secuestrados, esclavizados, obligados a vivir en condiciones infrahumanas, asesinados y muertos de agotamiento en tierras del Magreb

Aquellas exacciones berberiscas han dejado recuerdos imborrables en nuestro folklore, en nuestra literatura e, incluso, en la configuración de las costas (las “torres de guaita” tan habituales en la costa catalana no eran para admirar la belleza del Mediterráneo, sino para vigilar la llegada de piratas berberiscos). Aquel valeroso soldado que recibió dos disparos de arcabuz en el pecho y en el brazo izquierdo, en la gloriosa jornada de Lepanto, Miguel de Cervantes, dejó constancia en El Quijote de sus nueve años de cautiverio en Argel.

Los grandes olvidados de la historia europea, son los millones de antepasados esclavizados en tierras islámicas. Los europeos no somos los “malvados” de esta historia. El colonialismo se explica en gran medida por las constantes molestias generadas por la piratería islámicaberberisca y otomana. Quienes la practicaban eran asimilados a yihadistas: y lo hacían con saña y con odio acumulado. La negativa a erradicar la esclavitud, hizo necesaria la intervención europea con la consiguiente disolución de los “mercados de esclavos” que todavía existía en el siglo XIX en el Magreb. No “debemos” nada: nos deben una reparación de aquellos crímenes contra los pueblos europeos.

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