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INFORME: ¿Porqué dicen los medios que Rusia va a invadir Ucrania? Se lo explicamos: Disputas internas y la nueva guerra fría. El contexto que falta de Ucrania cuando pregona un ‘golpe’ de Rusia

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Recientemente, y en un contexto de tensión local y regional, el presidente de Ucrania, Vladímir Zelenski, se ha dedicado a acusar a Rusia de estar preparando un golpe por estas fechas, principios de diciembre, en connivencia con oligarcas ucranianos del calibre de Rinat Ajmétov. Unas declaraciones que poco tardaron en viralizarse gracias a comentaristas afines a la OTAN y a EE.UU. Comentaristas cuyo único argumento para creer ciegamente en las palabras de Zelenski era que Rusia está concentrando tropas cerca de la frontera ucraniana. Algo que Rusia ha reconocido pero contextualizado en lo que, denuncia Moscú, es una respuesta a la militarización del Mar Negro. Porque si la concentración de tropas de un país, en un territorio soberano de ese mismo país, es un argumento, Ucrania también está trasladando equipos y personal a las zonas de conflicto en el este del país; abandonando –parece ser– todo intento pacífico de la guerra.

Si hay algo cierto entre todo este ruido, es que las declaraciones de Zelenski no sorprenden, ya que está librando una batalla política interna. El presidente ucraniano eligió hacer los comentarios a puerta cerrada, solo a medios muy concretos que, sabía, iban a amplificar sus palabras de manera acrítica. Ajmétov, el hombre que supuestamente facilitaría dar el golpe a Rusia, inicialmente apoyó a Zelenski; como también apoyó su caza de brujas a opositores y oligarcas no afines. Y de hecho si Ajmétov se ha vuelto contra Zelenski, no es por simpatizar con Moscú; más bien es por desavenencias con la política gubernamental de luchar contra la corrupción, en un contexto de protestas promovidas por la extrema derecha vinculada al anterior presidente Petro Poroshenko. Protestas que, como dato para rizar aún más el rizo, acusan a Zelenski de ser un “agente ruso” por haber empezado su mandato proponiendo algo tan atrevido como una solución diplomática al conflicto del este de Ucrania. Una propuesta de solución que ya prácticamente ha abandonado.

Zelenski, que llegó al poder en Ucrania por todo lo alto, está en horas bajas. Muy bajas. Y es de eso de lo que se están aprovechando tanto Ajmétov como Poroshenko para atacar al presidente desde sus canales de televisión. Ataques que no están motivados por rusofilia, sino que más bien responden a sus ambiciones personales. La figura del presidente ucraniano ha sufrido múltiples golpes en su popularidad debido a la falta de mejoras económicas decisivas, al auge de formaciones regionalistas o las continuas destituciones de importantes reformistas y cargos como el fiscal general, Ruslan Riaboshapka; el primer ministro, Oleksiy Honcharuk, o el Gobernador del Banco Central, Yakov Smoliy, entre otros muchos. Destituciones motivadas, generalmente, por presiones de las élites de oligarcas como Igor Kolomoisky, que llevaron a Zelenski a ser quien es hoy.

¿Y qué ganan EE.UU. o la OTAN respaldando a Zelenski en sus luchas internas? Ganan argumentos. Ganan razones para justificar su presencia cerca de las fronteras con Rusia.

Y es, en este contexto, en el que Zelenski intenta huir hacia adelante, desvirtuando a sus rivales asociándolos a una especie de conspiración rusa. Se ha llegado a especular con que Rusia se prepara para una acción limitada como la vivida en Georgia en 2008 en respuesta al ataque a Osetia del Sur ordenado por Saakashvili. Recuerdos de Georgia, porque los enfrentamientos posteriores al Maidan borraron o dañaron muchas de las fronteras políticas, y porque la situación se ha visto agravada por complicados procesos internos que tienen lugar en los estados de la UE, así como de los EE.UU., Ucrania y Rusia.

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Lo cierto es que la OTAN sigue sin dar garantías claras a Ucrania para su membresía. Con el proceso bloqueado, solo quedan las garantías de carácter ideológico –como respaldar y ampliar los mensajes incendiarios del mandatario de turno–, así como el gran y constante apoyo militar a Kiev que tanta preocupación causa al Kremlin; un Kremlin que ve cómo peligran sus líneas rojas. Y es entonces cuando cobra sentido que la fantasía de un golpe de Estado en Ucrania promovido por Rusia llene horas en telediarios y páginas en periódicos. Un golpe que todo el mundo debe de conocer y contra el que nadie parece estar dispuesto a actuar. Porque muy probablemente, todo se basa en una mentira. Una mentira necesaria para tapar una peligrosa verdad. Peligrosa para Zelenski; y es que sus anteriores aliados se están convirtiendo en enemigos que bien gustosos lo querrían ver caer. Por eso, el presidente necesita más que nunca defenderse de sus enemigos con fantasmas.

¿Y qué ganan EE.UU. o la OTAN respaldando a Zelenski en sus luchas internas? Ganan argumentos. Ganan razones para justificar su presencia cerca de las fronteras con Rusia. Crimea es una zona problemática. A estas alturas la península está perdida para Ucrania, lo que hace que el conflicto en el este represente un escollo mayor. La posible búsqueda de una solución militar en esos territorios, evidenciada por la adquisición de nuevo equipamiento, las continuas violaciones del alto el fuego, así como una retórica más agresiva de los mandos y políticos ucranianos, representan una alteración de la balanza para el Gobierno ruso, que considera a Ucrania como la parte derrotada tras la debacle de Debáltsevo en febrero de 2015 y la cumbre que dio lugar a los protocolos de Minsk-II. Pero ni Kiev ni sus aliados pueden permitirse una resolución así.

La falta de compromiso a la hora de negociar con las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, la falta de compromiso para implementar lo acordado, en parte explicada por las desavenencias internas en Kiev entre los sectores diplomáticos frente a los belicosos, motivan a cada una de las partes para recordar cuáles son los límites. Rusia no va a tolerar que se traspasen su líneas rojas en el este, pero Ucrania no va a tolerar una mayor influencia rusa.

Las tensiones entre Bielorrusia y la UE, la presión de los miembros de la UE más proclives a mostrar dureza, así como la retórica mediática referida al despliegue de armas de largo alcance o tropas por parte de EE.UU. y la OTAN en Ucrania, la consecuente respuesta rusa con despliegues en la frontera Ucraniana o en Bielorrusia, no hacen otra cosa que complicar más la situación y tensar una cuerda ya de por sí tensa. Rusia sabe que no puede influir en el día a día político-ideológico de Ucrania en su conjunto, pero le interesa que ésta permanezca mayormente en una posición de neutralidad. Para eso hace falta redefinir antiguos conceptos y alcanzar nuevos consensos en un mundo cada vez más peligroso. Y eso, desde luego, significa no andar inventando o reproduciendo discursos belicosos de manera acrítica. Eso, desde luego, significa no andar inventándose golpes e invasiones ficticios. Porque cabe recordar, que los fantasmas que se utilizan en luchas internas, pueden provocar horrores regionales y quién sabe si globales.

 

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  • Alberto Rodríguez García.
  • Artículo elaborado con la colaboración de Boyan Tsonev.

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“La banda De Los Tres” encabezará los resultados de las elecciones en el Emirato Islámico de Cataluña. Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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El resultado de las elecciones catalanas, ni va a ser una sorpresa, ni va a resolver nada. Ninguna encuesta duda de que, por este orden PSC, ERC y Junts, quedarán en cabeza y todo el misterio se centra en el número de votos que obtendrá la derecha liberal del PP, la derecha nacional de Vox y los independentistas antiinmigracionistas de Aliança Catalana. Lo que le apetecería al PSC es obtener una -dificil- mayoría absoluta y poder evitar el amargo trance de pactar con ERC (lo que le pide al cuerpo el alma del PSC) o pactar con Junts (lo que le va a exigir Sánchez). Pero, si alguien cree que, con Illa en el sillón del Poncio de turno, se va a resolver algo, se equivoca.

El diálogo de sordos proseguirá, atenuado eso sí por el rumor de los euros pasando de las arcas públicas a los partidos de gobierno. Pero, en medio de ese rumor y, especialmente para contentar su clientela, ERC pedirá el referéndum y la recaudación total de impuestos por parte de la gencat y Junts, odiando a ERC, pedirá lo mismo, además de enfatizar ligeramente más la amnistía. A lo que el PSC responderá con su opción “federalista”. Sabiendo todos que, en caso de referéndum el No a la independencia se impondrá y que el federalismo es una coña inviable mientras el PP no se sume al carro. Y eso será todo. Cuatro años más a practicar el antiguo arte de medrar a costa de la política.

Obviamente, los tres partidos que aspiran a disfrutar para ellos los beneficios del poder -y que, en realidad, son los que vienen monopolizándolos desde hace más de 40 años- prefieren asumir esos temas “fundamentalistas” (“amnistía”, “referéndum”, “libertades”, “autonomía”), antes que reconocer que las cosas, en Cataluña, van de mal en peor.

Cataluña ya no es motor de casi nada, salvo, ex aequo con Andalucía, capital del paro en España, especialmente del paro juvenil. De las diez mayores empresas que tenían su domicilio fiscal en Barcelona hace diez años, solo quedan dos. Como Sánchez no habilite un ukase para multar a las empresas que se fueron y que se niegan a volver, Cataluña puede convertirse en un erial industrial a la vuelta de diez años.

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Lo más gracioso de esta campaña electoral es que ninguno de los grandes partidos ha hablado de dos elementos urgentes para revitalizar la sociedad catalana: el descenso de impuestos y la contención del gasto público de la gencat. Y tiene gracia porque, ERC ha proclamado de forma teatral que quiere “el concierto”, esto es, la recaudación del 100% de tributos por parte de la gencat, nunca de la reducción de las cargas fiscales (que, en Cataluña, incluso, son mayores que en otras regiones de España). Que al ciudadano lo van a atracar fiscalmente es algo que se evita reconocer y que nadie discute. La propuesta de ERC implica que el ciudadano será atracado por una institución catalana, pero no por una estatal. Y habrá quien les vote a pesar de la desfachatez.

¿Illa en el gobierno? Ya vimos lo que dio de sí al frente del ministerio de sanidad durante la pandemia. Y veremos si su gestión no acaba en los tribunales por la frivolidad en contratar solo mascarillas de la “trama Koldo” que ni siquiera servían para cumplir su función. Sin olvidar las medidas absurdas que impulsó durante aquellos meses (ir a la playa con mascarilla, promover la vacunación ignorándolo todo sobre los efectos) y poner cara de monolito tristón en el Senado cuando se le preguntó por el asunto de las mascarillas. Para colmo, ni siquiera se había vacunado… y lo dice ahora, resaltando que “nadie obligó” a vacunarse. Mentira: porque si se obligó, a mí por ejemplo, para salir de España; a mis hijos obligados por las empresas en las que trabajan. Pero ¿qué más da otra mentirijilla para un pueblo lo suficientemente desmemoriado como para no recordar lo que ocurrió anteayer?

Illa gobernará con quien prometa más estabilidad a Sánchez. El ex ministro de sanidad carece de carácter y personalidad política para decir “no” a Sánchez, o a Aragonés, o a Puigdemont… Si llega a la presidencia de la gencat será a Sánchez a quien consultará cualquier decisión. Incluso, en un gobierno de coalición hará lo que sus socios -indepes- quieran que haga. Ya lo vimos con Maragall -enfermo, eso sí- que terminó compitiendo con sus socios de ERC en quien ponía más alto el techo del “nou estatut”…

Quien si se la juega es Puigdemont. No puede descartarse un golpe de última hora que acapare las primeras páginas de la actualidad (un regreso en próximo jueves o viernes, o incluso en la “jornada de reflexión”). Para Puigdemont -un don nadie hijo y nieto de pasteleros al que el negocio familiar sería su único medio de vida de no haberse dedicado a vivir de la política, a la vista de su “historial académico”- quedar el primer es la única opción: ¿lo veis como “conseller” en un gobierno presidido por Illa? ¿lo veis como “cap de la oposición”? ¿y si falla todo el montaje de la amnistía? Pasar un día en Can Brians le produce tanto insomnio como quedar el tercero. Ya vimos lo que era capaz de hacer cuando fue “el molt honorable presidente”. Lo voy a recordar: conseguir que el nombre de Cataluña cayera en el ridículo mundial después de estar años creando “comisiones de desenganche”, pagando a eminencias grises -o presuntas tales- para que elaboraran un “proyecto de constitución catalana”, todo ello antes de conocer siquiera si se celebraría el referéndum, con el añadido, de proclamar la “república catalana” pero… dejarla en suspenso 15 segundos después. Ese es Puigdemont.

Ahora bien, la candidatura de Junts puede verse afectada por la concurrencia de Alliança Catalana: repite todo lo que dice Junts, pero… añade lo que Junts oculta: que la inmigración en Cataluña está descontrolada, la delincuencia se ha disparado en el último año -especialmente los delitos “graves” que no pueden ocultarse- y que cada vez hay más violencia en calles y barrios. Justo en la diana.

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Desde los tiempos de Pujol, ayer a CDC y hoy a Junts, le tiene absolutamente al fresco quién delinque y cuánto se delinque. Con que tengan un certificado B de catalán, ya hay suficiente. De ahí que Junts omita el tema y evite que en sus listas la presencia de musulmanes. Conoce el riesgo. Calla sobre la inmigración, pero no admite apellidos inmigrantes en sus listas… Ahí está el nicho que Aliança Catalana pretende legítimamente ocupar.

Quien, en cambio, aspira, desde los tiempos de Carod Rovira, a incorporar a la inmigración musulmana es ERC como base electoral. Carod ya aludió -en su infinita ignorancia sobre la religión a un “Islam catalá”, desconociendo que la patria de un musulmán piadoso es la “umma”, la comunidad islámica unida por el credo religioso y que habla, no en catalán, sino en la lengua sagrada en la que Mahoma escribió el Corán. ERC, cree poder atraer el “voto islámico” incluyendo a siete candidatos en sus listas por Barcelona y Gerona (de los que pueden salir entre dos o tres). Su actitud ante la inmigración es exactamente igual a la del PSC: “¿inmigrantes? Cuantos más, mejor; pero, eso sí, con el certificado B de catalán”.

En realidad, el gran problema de Cataluña es la islamización creciente, unido a la caída en picado de las familias con cuatro y con dos apellidos catalanes. A pesar de que no puede establecerse una ley matemática segura, lo mas probable y lo que nadie duda con observar las calles y los colegios en Cataluña es que en 20 ó 30 años como máximo, los musulmanes no serán una “minoría”, sino que -como está empezando a pasar en el Reino Unido, después de las elecciones municipales del sábado pasado- los islamistas presenten candidaturas propias allí donde sean mayoría y proclamen la “sharia”.

Por eso, no hay que fijarse tanto en quién quedará en cabeza, ni siquiera en qué orden, ni quién gobernará: sabemos que, gobierne quien gobierno, seguirá la misma línea de los últimos gobiernos, nada, absolutamente nada, cambiará. Pero estas elecciones van a servir para medir el “estado de cabreo” de la sociedad catalana. La pista que nos ayudará a establecer el diagnóstico va a ser el resultado que obtengan las tres candidatura claramente antiinmigracionistas: Vox (que está realizando una muy buena campaña, con actos en los que ha logrado movilizar a poblaciones consideradas como “hostiles”), Alliança Catalana (que puede obtener escaño en Gerona) y el Frente Obrero (que nos dirá cuántos electores de izquierdas están hasta los mismísimos de la inmigración masiva).

Porque el gran problema que va a afrontar Cataluña en los próximos años, no es “referéndum sí” o “referéndum no” (aunque se celebrara, los sondeos indican que el apoyo social al independentismo ha ido cayendo más y más en los últimos cuatro años), sino la islamización de la sociedad catalana. Y, por extensión, la inmigración masiva.

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¿Y el PP? Aumentará, sin duda, pero la cuestión es cuánto y nunca será suficiente para ser algo significativo en Cataluña. Su discurso actual es excesivamente grisáceo, aspira a ocupar el espacio que ocupó Ciutadans hace dos legislaturas, sin advertir -la cabeza de Feijóo tampoco lo admite- que en estos últimos años se ha producido una polarización en todo el mundo generada por la ofensiva “progresista” (basada en el “cambio climático”, “los estudios de género”, el “wokismo” y la “inmigración masiva”). Esa ofensiva ha generado la necesidad de una reacción tan fuerte y de la misma intensidad, pero de sentido contrario. Lo que valía hace ocho años, hoy es inútil. Los “centrismos” están muertos y enterrados. En Cataluña, en España y en Europa. El PP se ofrecerá a colaborar con el PSC, en el enésimo error estratégico de Feijóo. Lo normal hubiera sido que las candidaturas de Vox y del PP, incluso los restos de Cs, hubieran pactado un programa y una candidatura común. Pero lo que es lógico para los electores, no lo es para los partidos.

En cuanto al “sorpasso” de Vox al PP que se produjo en las anteriores elecciones, lo más probable es que quede anulado: el PP crecerá por delante Vox. Lo normal, dadas las circunstancias. Pero, al igual que ocurrió en las pasadas elecciones vascas, Vox mantendrá posiciones (e, incluso, es posible que las mejore). Volvemos a repetir que es “lo normal”: la “hora” de Vox sonará en cuanto el PP vuelva al poder y decepcione a los que esperaban unas políticas radicalmente diferentes a las socialistas

Así que no esperéis nada de las próximas elecciones, solo un indicativo del “estado de cabreo” de la sociedad (que, en cualquier caso, será menos que el “estado de somnolencia inducida” que vive la región).

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