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Opinión

El esperpento de sus ”señorías”, “la Tómbola El Cubo” y una inocentada que podría ser fatal

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Recuerdo que hablaba de “esperpento” tras la formación del Congreso saliente de las elecciones del 20-D-2015, en las que se tambaleó por primera vez el bipartidismo que, cierto que más mal que bien, “funcionó” hasta entonces en España, siempre con la inentendible dependencia de los dos grandes partidos, PP y PSOE, de los nacionalistas-para cualquiera que conociera un poco la Historia de España del último cuarto del Siglo XIX y los años 30 del XX-. Evidentemente, después del poco paliativo resultado de la repetición electoral del 26-J-2016; la falta de decisión para rematar al Partido Siempre Opuesto a España -que en mi opinión se hubiera producido de haber ido a unas terceras, como expuse en su día en otro artículo-; la pantomima de intervención de Cataluña tras el desafío del fugado y sus compinches; la moción de censura del resucitado doctor Plagio cum Fraude, al que sus compañeros no “remataron” -políticamente hablando, claro-, apoyado por los partidos anticonstitucionalistas y enemigos de la Unidad -y algo más- de España; la ingobernabilidad del “triunfador” de la moción; la convocatoria anticipada -aunque mucho más tarde de lo que había prometido cuando presentó la mencionada moción- de elecciones generales, 28-A-2019, que no sirvieron para nada; dos investiduras fallidas y nueva llamada a urnas, seis meses y medio después -previa sentencia descafeinada del Tribunal Supremo por el golpe de Estado secesionista-, que sirvieron para menos aún, excepto para desdecirse el eterno aspirante de lo que “le quitaba el sueño” unas semanas antes y fundirse con el causante del insomnio, menos de 48 horas después, en un falso abrazo de “enamorados”; el descarado guiño a ERC con reuniones discretas y secretas para disfrazar la venta de España a las exigencias separatistas; una nueva constitución de las dos Cámaras -la Baja o Congreso y la inexplicablemente llamada Alta o Senado-; la nueva ronda de consultas de Don Felipe VI -que al final le va quitar el puesto a Elena Francis o a Encarna de noche-; la decisión de las juntas penitenciarias catalanas de conceder el segundo grado a los políticos presos y condenados -en mala hora se transfirió esa competencia a Cataluña, don Felipe González y sucesores, que no hicieron nada al respecto-, etc., etc., no cabe duda de que el bueno de don Ramón del Valle Inclán se queda en autor aficionado del género que él creó y que esta casta política ha desbordado con creces.

Recuerdo también, de pequeño, adolescente y joven -muy lejos ya esas tres etapas de mi edad actual-, una “institución” que nunca faltaba en las Ferias de Mayo y Septiembre de mi querida Córdoba, que algunos recordarán, como era la famosa “Tómbola El Cubo” y su no menos popular eslogan “Siempre premia”, cuyo “emblema” más característico era la que ellos publicitaban como la “Muñeca Chochona” -posiblemente hoy serían condenados por las hordas feminazis por este nombre-, una pepona inocente que bien podrían representar hoy, entre otras -no por lo de “inocente”, claro- Ada Colau, Adriana Lastra o Carmen Calvo que, como cordobesa, tal vez hasta la recuerde. Y digo que recuerdo aquello porque, el hoy convertido en generosa ONG, antes Estado Español, parece la versión Siglo XXI de aquella “fábrica de regalos”. No de otra forma se explica que su brazo ejecutor, el Ministerio de Hacienda -hoy en manos de una “miembra” de aquellos corruptos gobiernos socialistas de la “Unta” de Andalucía- publicara las subvenciones a partidos políticos por sus logros electorales.

Así, el citado ministerio concedió en las inútiles elecciones del 28-A la cantidad de 21.167,64 € por escaño -Congreso o Senado-, además de 0,81 € por cada voto al Congreso, siempre que se consiga al menos un escaño, 0,32 € por cada voto al Senado, con la misma condición de alcanzar un escaño y, por si fuera poco, “el Estado subvencionará a partidos, federaciones, coaliciones o agrupaciones, los gastos electorales originados por el envío con 0.21 € por elector en cada circunscripción en la que haya presentado lista al Congreso y al Senado, siempre que la candidatura hubiera obtenido el número de Diputados o Senadores, o de votos, preciso para constituir un Grupo Parlamentario en una u otra Cámara”. Todo esto para unas cámaras que no consiguieron cumplir su primera obligación, formar Gobierno para la Decimotercera Legislatura -treceava, hubiera dicho aquel ministro socialista de Educación, Javier Solana, en los comienzos de lo que después sería una dilatada trayectoria internacional-, sino que dieron lugar a una segunda convocatoria de elecciones que ya dije que no sirvieron para aclarar nada el panorama, pero eso sí, sus “señorías” se apresuraron a recoger su “equipo de trabajo” de última generación, nombrar asesores, formar grupos parlamentarios y las correspondientes comisiones antes de las vacaciones de verano, para añadir a su poco meritado sueldo de parlamentario, los pluses derivados de formar parte de alguna como cargo o simple miembro “de cuerpo presente”, que todo deja algo.

Esta “generosidad” del papá Estado benefactor de la casta política, se vio recortada en un 30 % para las elecciones del 10-N pasado, lo que no se sabe es si ante el fiasco de la legislatura que ni siquiera empezó a andar por la falta de acuerdos citados, se haya procedido a devolver algo de lo recibido, medios materiales personales -en cualquier caso por los que salieron de tan efímero puesto- o económicos por los partidos, al menos proporcionalmente al periodo desde que se disolvieron las Cámaras “sin estrenar” hasta los cuatro años teóricos de legislatura. Sería lo lógico ¿no? Pero sigamos con las subvenciones para las nuevas Cámaras de la Decimocuarta Legislatura. En este caso serán 14.817,35 € por escaño de diputado o senador más 0,57 € por voto al Congreso y 0.22 € por voto al Senado, siempre en las mismas condiciones de conseguir al menos un escaño, de acuerdo con la Orden del Ministerio de Hacienda publicada en el BOE. Lo que no cambia es el importe de 0,21 euros por elector para cubrir gastos de envío directo -papeletas, propaganda y publicidad- con los mismos requisitos anteriores de “…constituir Grupo Parlamentario en una u otra Cámara”. Grupos que, una vez validados por la Mesa, cobrarán 29.026 € al mes, además de una cantidad variable en función del número de escaños que se fijará sobre la base de 1.670,17 €/mes por diputado. ¿Se entiende ahora el interés de los partidos por conseguir como sea formar grupo parlamentario propio o con escaños prestados? Por cierto, se fijaba para ayer, día 11, la formación de los grupos y en breve conoceremos la de las correspondientes comisiones y sus componentes que, a la asignación básica de 2.981,86 €/mes sumarán las que se fijen, que para la Mesa del Congreso oscilarán entre 3.257 € para el presidente y 1.002 € para los secretarios y algo parecido para el Senado, aparte de gastos de representación y de libre disposición, así como 1.921 €/mes en concepto de “indemnización” que recibirán los diputados de circunscripciones de fuera de Madrid -muchos residentes en la capital- o los 917 €/mes los “madrileños”. Todo ello desde el día 3, que se constituyeron las Cámaras. Que no les falte de “ná” a sus “señorías” para la Navidad, esa en la que un 70 % de los “elegidos” no creen.ç

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Y para que el esperpento sea completo, los representantes del PP y de VOX en la Mesa del Congreso -por supuesto los de PSOE y Podemos también- parece que votaron a favor de que ERC y EH Bildu tengan grupo parlamentario propio pese a los “particulares” acatamientos que emplearon los diputados de estos partidos al jurar o prometer sus cargos.

Mientras tanto, siguen los juegos de trileros entre PSOE y su director PSC con ERC, presionada por el Junts per Cataluña desde Waterloo. Los tres primeros han celebrado ya tres reuniones, dos de ellas en Barcelona, saldadas con fórmulas híbridas de entendimiento. En la primera se hacen públicos dos comunicados, ERC decía que su postura en relación a la eventual investidura “sigue siendo negativa” y que hay que “abordar políticamente un conflicto que es, esencialmente de naturaleza política”, mientras el PSOE hablaba de “Encauzar el conflicto político de Cataluña”. En la segunda, teóricamente “secreta”, los primeros insistieron en que “hay un conflicto político que debemos resolver políticamente” mientras los segundos hablaban de “activar la vía política” y, por último, la tercera se resume en un comunicado conjunto de siete líneas para la “Definición de los instrumentos necesarios para encauzar el conflicto político” y “Abordar el acuerdo desde el respeto y el reconocimiento institucional mutuo”, o sea ¿iguales?.  Es decir, el guión dictado desde Cataluña y Bélgica a la marioneta fraudulenta que sólo quiere seguir en el colchón de la Moncloa el tiempo que sea posible y a costa de lo que haga falta, “comprometiéndose” -que ya sabemos lo que para este personaje significa- con su postureo característico a que , “en caso de que se alcance un acuerdo con ERC para desbloquear la investidura, éste se hará “público” y será “dentro del marco de la Constitución”. Ya se encarga el que manda en ese partido, el “bailón” Miguel Iceta en preparar el terreno con su visión de “naciones” dentro del Estado español: “Las he contado. Según los Estatutos de Autonomía, ocho, y si sumamos el preámbulo de Navarra, nueve. Los Estatutos de Galicia, Aragón, Valencia, Baleares, Canarias, Andalucía, País Vasco y Cataluña dicen que son nacionalidades, o nacionalidades históricas. Nación y nacionalidad son sinónimos” ha dicho tan pizpireto, como es él. O sea que ni leer sabe el ahora “diplomado” en Geografía e Historia. Pues verá, Sr. Iceta, nuestro diccionario de la RAE en ningún caso establece como sinónimos esos dos términos como sí lo son “estulticia” y “necedad”, que le vienen que ni pintados a ustedes. Para su conocimiento, Nación tiene tres acepciones: “1.- Conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno. 2.- Territorio de una nación. 3.- Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común”. Tres condiciones que no se ajustan precisamente a la realidad de Cataluña, que por mucho que quieran los separatistas está bajo el Gobierno de España, incluso el actual, mal que les pese; siempre fue parte de algún territorio perteneciente a otra nación, ya sea la milenaria Hispania romana, Aragón, Francia o España desde hace más de quinientos años y por mucho que insista el condenado y “visionario” Oriol Junqueras, ni los catalanes tienen el mismo origen y mucho menos superior ni su lengua y costumbres son únicas. Por su parte, Nacionalidad también tiene otras tres, las dos primeras, “condiciones” de formar parte de una nación, que ya hemos visto que no lo es Cataluña:

“1.- Condición y carácter peculiar de los pueblos y habitantes de una nación.N2.- Vínculo jurídico de una persona con un Estado, que le atribuye la condición de ciudadano de ese Estado, en función del lugar en que ha nacido, de la nacionalidad de sus padres o del hecho de habérsele concedido la naturalización”. Y la tercera, creada ad hoc, por la absurda cesión hecha en la Constitución Española a los nacionalistas: “3.- Comunidad autónoma a la que en su Estatuto, se le reconoce una especial identidad histórica y cultural”, que se reduce al corto periodo que la Segunda República permitió la perversión del lenguaje que ahora se quiere continuar por la vía de los hechos, muchos de ellos delictivos, sin razón ni fundamento histórico alguno.

Ante todo eso, la irrelevancia en que ha quedado Ciudadanos y, por tanto, el último mensaje de Inés Arrimadas, el silencio preocupante de Pablo Casado y las dudas sobre si el Rey tendrá el valor de tomar la decisión que necesita España, en lugar de encomendar la investidura al que quiere apoyarse en los que pretenden precisamente acabar con la Monarquía, ofrecen un oscuro panorama en lo que podría ser una fatal “inocentada” si, como pretende el aspirante, se cerrase un acuerdo in extremis el próximo 28 de diciembre, que parece improbable porque los de ERC están pendientes del calendario judicial de aquí al 19 de diciembre, con tres incógnitas judiciales por resolver, una vez conocida ayer la resolución de instituciones penitenciarias sobre la concesión del segundo grado a los políticos condenados por sedición, la vista sobre la Euro Orden respecto a la posible inmunidad o no de Carles Puigdemont, la sentencia definitiva del Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre la de Oriol Junqueras y la inhabilitación de Quim Torra que pide la Fiscalía por su delito de desobediencia por no quitar los lazos amarillos de las instituciones catalanas. Y mientras, algunos barones socialistas -modernos (González, Guerra, Corcuera, Vázquez o Leguina) y antiguos (García-Page o Lambán)- amagan sin dar, por si acaso, desde su “preocupación” sobre las peligrosas alianzas de su todavía Secretario General.

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España

Contra la debilidad mental occidental: La esclavitud en el Islam todavía sigue vigente (Y siempre ha apuntado CONTRA EUROPA) Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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Introducción a La esclavitud en el Islam, libro que estará disponible en breve.

Durante siglos, especialmente del XVI a principios del XIX, nuestras costas fueron hostigadas por piratas berberiscos. Querían vengar la “pérdida de Al-Andalus” (esto es, la Reconquista). La captura de poblaciones costeras del norte del Mediterráneo para venderlas en los mercados de esclavos del Magreb o negociar su rescate se convirtió en una práctica habitual entre las poblaciones del norte de África. Quienes practicaban estas razzias, que hacían imposible la vida en nuestras costas, eran considerados “yihâdistas”. Este comercio de esclavos europeos existió, por mucho que los “multiculturalistas” de hoy quieran olvidarlo.

Todavía ningún gobierno del Magreb se ha disculpado por estos actos.

*    *    *

LA CAÍDA DEL PRIMER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

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EUROPA NECESITA TRABAJADORES

Hoy, ya nadie puede dudar que el primer argumento que se utilizó para justificar la presencia de compactos núcleos musulmanes en Europa Occidental –aquel que afirmaba que eran necesarios inyectar inmigrantes para pagar las pensiones de los abuelos…– era una simple falacia. La realidad es que, las pensiones de los abuelos –yo lo soy– pierden cada día poder adquisitivo porque a los gobiernos de nuestro entorno les es necesario comprar la “paz étnica y social” subvencionando a los recién llegados. No hay dinero para todos. Y los que llevan las de perder es la parte más débil: los jubilados. La inmigración es hoy una pesada carga económica para todos los Estados que se han negado durante décadas a controlarla.

Desde, como mínimo, 2008, la inmigración ha variado su carácter; hasta ese momento, podía pensarse que los motivos del desplazamiento hacia España se debían a la posibilidad de integrarse en nuestro mercado laboral y, en especial, en el sector de la construcción. Pero, desde el estallido de la burbuja inmobiliaria, con la mecanización progresiva de la agricultura, las deslocalizaciones y el proceso de desindustrialización creciente, es casi seguro que, hoy, pocos de los inmigrantes que llegan a España, –especialmente los que no tienen ningún tipo de cualificación profesional (esto es, la mayoría)–, tengan como proyecto personal integrarse en el mercado laboral y vivir del propio trabajo, ahorrar para volver al país de origen con capital suficiente para emprender una nueva vida.

Se suele creer que las motivaciones de los inmigrantes en el siglo XXI son las mismas que las de los españoles, portugueses e italianos que se desplazaron a Francia, Suiza, Alemania, Benelux, en los años 50 y 60, para reconstruir países que habían sido demolidos por la Segunda Guerra Mundial. En aquella inmigración existía la voluntad de trabajar durante unos años en unos países con unos niveles salariales mucho más altos, poder ahorrar llevando una vida austera (pero no miserable), acumular cierto patrimonio que les permitiera abrir un pequeño negocio o, simplemente, comprar una vivienda al regresar a la Patria. Esa inmigración, no es la actual.

Nuestros inmigrantes querían regresar –en grandísima medida– al país que habían abandonado. Iban a trabajar, a esforzarse, a partirse el espinazo para llevar a la práctica un proyecto personal legítimo y que enriquecía a todas las partes: a los receptores de inmigración porque sabían que los recién llegados eran gente dura y dispuesta a trabajar. A los inmigrantes porque, a cambio de su trabajo, recibían un salario muy superior al del mismo oficio en España y podían ahorrar. Al país emisor de inmigrantes porque allí recibían formación y volvían con una capacitación laboral superior a la que habían partido, sin olvidar que su trabajo en el extranjero generaba unas divisas preciosas en aquel momento para garantizar intercambios comerciales. Aquellos inmigrantes –nuestra inmigración– no planteaban problemas de convivencia, ni choques culturales; fieles al dicho “donde fueres, haz lo que vieres”, nuestra gente se integró perfectamente en la sociedad que los recibió. Nada de todo esto vale para el actual fenómeno migratorio.

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Ya no hay países en Europa Occidental que precisen ser reconstruidos después de una guerra. Tampoco hay un mercado laboral en expansión que permita pensar que, sin un alto nivel de cualificación y sólo en determinadas profesiones, vayan a encontrar trabajo bien remunerado. Ni siquiera para españoles, los salarios medios –a la vista del coste de la vida– permiten ahorrar gran cosa. Ningún inmigrante, en su sano juicio, puede transmitir a otros como él que residen en su propio país, la idea de que valga la pena venir a España para trabajar: la realidad es que, aquí y ahora, el poco trabajo que existe para gentes con poca o nula cualificación profesional, no permite ni vivir dignamente, ni mucho menos ahorrar. Entonces ¿por qué viene la inmigración?

Vale la pena no engañarse al respecto. Y los medios de comunicación, así como los diferentes gobiernos, de derechas y de izquierdas, llevan casi treinta años engañándose y falseando datos, cifras y circunstancias. No hay otra forma de definir la actitud de quienes niegan los problemas que se han generado a causa de la inmigración ilegal, masiva y descontrolada.

LA CAÍDA DEL SEGUNDO ARGUMEN IMIGRACIONISTA: 

“WELCOME REFUGIES”

Si bien es cierto que, hoy, ya nadie se atreve a sostener que, gracias a la inmigración, se van a poder “pagar las pensiones de los abuelos”, las justificaciones se han convertido en cada vez más extemporáneas, ridículas, ignorantes e, incluso, frecuentemente, entre los portavoces gubernamentales, zafias. Caído el mito de “las pensiones de los abuelos”, el nuevo argumento nos decía que los inmigrantes no eran tales: que se trata de “refugiados”. Ser “refugiado”, al parecer, hace obligada la “solidaridad”. El perseguido merece protección y ayuda para salvarlo de su perseguidor… En algunos casos, los menos, los recién llegados son “refugiados”. Pero, incluso, en esas circunstancias, cabe preguntarse: ¿y por qué un “refugiado afgano” elegirá vivir en Europa Occidental y no en Paquistán, en la India o, incluso en el sudeste asiático, países mucho más próximos, en todos los sentidos, a su patria originaria?

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Por otra parte, si existen “refugiados” es porque tal o cual país los genera y la situación allí es insoportable, por tanto, si se trata de admitir, por ejemplo, subsaharianos, vale la pena recordar que, en cualquiera de aquellos países, en toda África y en buena parte de Asia, casi sin excepción, la “democracia” es una palabra que no tiene el mismo significado que en Europa. De los 1.200 millones de africanos, la inmensa mayoría podrían ser considerados como “aspirantes a refugiados”, a la vista de que existen diferencias abismales entre los “derechos humanos” tal como se contemplan en Europa y como se practican en África.

Pero, Europa no puede admitir a 1.200 millones de inmigrantes que, por lo demás, deberían entender que ellos, para prosperar, sería oportuno que trataran de hacer cambios en su país, antes que adoptar la solución más cómoda de mudarse a otro… ¿a cuál? Y esta es el nudo de la cuestión: no se trata de países en los que exista un mercado laboral floreciente, ni aquellos otros más próximos al lugar de origen, para mantener el contacto con sus raíces, sino de aquellos en los se vive mejor y, lo que es aún más importante, donde se garantizan subvenciones solamente por llegar y en donde todo, absolutamente todo, está permitido (o poco menos). Ese es el centro de la cuestión que políticos y medios pretenden escamotearnos.

No hay nada más opaco en la actual democracia española que la suma total de subvenciones que reciben los no nacidos en España y sus hijos nacidos aquí. La falta de transparencia es, precisamente, lo que permite sospechar. Recientemente se ha publicado la cifra de que algo más de 2.000.000 de inmigrantes viven de subsidios públicos. El misterio está lejos de quedar resuelto, porque no se dice cuántos antiguos inmigrantes que han logrado naturalizarse como “españoles”, siguen subsidiados. Por otra parte, haría falta especificar qué tipo de subsidios reciben: en España existen muchos de tipos de ayudas y de pensiones no contributivas. Todo ello hace sospechar que las cifras son muchísimo mayores y es legítimo pensar que pueden ser, incluso, el doble o el triple, incluso, de las dadas. Por lo demás, no se especifica el volumen total de subsidios y subvenciones por distintos conceptos, ni los dados por las distintas administraciones, que van a parar a lo que en Francia se ha llamado “la aspiradora de recursos públicos”, esto es, la inmigración. La opacidad de las cifras, en efecto, no hace nada más que aumentar las sospechas.

LA CAIDA DEL TERCER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

“VIENEN PARA CONTRARRESTAR LA BAJA NATALIDAD”

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Luego está el argumento de la crisis de la natalidad en España. Era lo que podía esperarse: la elevación constante del coste de la vida, hace imposible el que se puedan formar parejas e, incluso, que una vez formadas, decidan tener hijos. La paternidad es una aventura que muy pocos se atreven a afrontar. Para hacerlo es preciso tener seguridad de que se podrá mantener a los hijos. Nadie está dispuesto a ofrecer tales garantías. Sin embargo, es un problema político: hubiera bastado con atribuir prioridad en beneficios sociales y ventajas fiscales a las parejas españolas que deseen tener hijos, garantizar su prioridad a la hora de obtener viviendas sociales, y simples campañas en pro de la natalidad, para que se estimulara la natalidad entre nuestra gente. No se hizo, ni se tiene intención de hacer. Si se hubiera empezado a hacer en 1996, cuando Aznar abrió las puertas a la inmigración, hoy tendríamos una generación de 28 años y un país homogéneo. Se hizo –y se hace– justo lo contrario: confiar en que gentes llegadas de todo el mundo salvarían la natalidad en España.

Desde el año 2000, en las cuatro provincias catalanas los nacidos en la noche del 31 de diciembre al 1 de enero de cada año, son en su inmensa mayoría hijos de nacidos en el extranjero. Pero, salvo entre las mujeres subsaharianas, el número de hijos va disminuyendo incluso dentro de la inmigración. Los inmigrantes andinos, por ejemplo, se han configurado como los primeros y principales usuarios de los servicios de aborto gratuito y de “píldora del día después”. La ruptura de la unidad étnica de España ni siquiera ha servido para que la natalidad remonte o para que se repueblen zonas “vacías”.

LA ÚLTIMA TRINCHERA INMIGRACIONISTA: 

“TENEMOS UNA DEUDA CON EL TERCER MUNDO Y SE LA VAMOS A PAGAR”

Caído el mito de “los que vienen a pagar las pensiones”, en un momento en el que ningún alcalde que quisiera mantenerse en el consistorio se atreve a colocar pancartas con el “Welcome refugies”, cuando se ha visto a las claras que la inmigración no resuelve el problema de los nacimientos, sino que complica la convivencia, ahora, como última trinchera inmigracionista, el argumentario se ha desplazado a otro frente; nos dicen: “estamos obligados a admitir a todos los inmigrantes que quieran establecerse en nuestro suelo y a mantenerlos, incluso, porque, se lo debemos”.

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Nos dicen que Europa “debe” a los inmigrantes del Tercer Mundo el haberlos explotado como colonias. Repiten, para bloquear a los más sensibles, que los europeos “somos responsables” de haber esclavizado a los africanos y que les debemos una compensación. Por eso están aquí, por eso estamos obligados a subsidiarlos… Es un argumento que tiene su fuerza, pero que no deja de ser otra falacia.

No solamente no fuimos esclavistas –valdría la pena, ya que estamos en esto, elaborar un censo de familias europeas que se dedicaron a la trata de esclavos, porque sería, en última instancia, a ellos a los que les correspondería pagar indemnizaciones, no a la totalidad de un pueblo– sino que, además, durante siglos, los europeos que vivían en las costas mediterráneas (pero, también, incluso en las del sur de Gran Bretaña y en Irlanda) corrían el riesgo de ser secuestrados ellos y sus hijos, saqueados sus bienes e incendiados sus pueblos, por parte de piratas berberiscos; una práctica que se prolongó hasta principios del siglo XIX. Unos fueron esclavizados de por vida, los otros extorsionados pidiendo fabulosos rescates, otros murieron sin dejar huellas… Sin olvidar, claro está, que el grueso de traficantes que capturaban esclavos en África eran árabes y que se beneficiaban de pactos con tribus africanas que los obtenían de tribus vecinas.

Sería bueno presentar una reclamación de cantidad por los millones de europeos, especialmente de los países mediterráneos, de los países eslavos, e incluso del Reino Unido, que fueron secuestrados, esclavizados, obligados a vivir en condiciones infrahumanas, asesinados y muertos de agotamiento en tierras del Magreb

Aquellas exacciones berberiscas han dejado recuerdos imborrables en nuestro folklore, en nuestra literatura e, incluso, en la configuración de las costas (las “torres de guaita” tan habituales en la costa catalana no eran para admirar la belleza del Mediterráneo, sino para vigilar la llegada de piratas berberiscos). Aquel valeroso soldado que recibió dos disparos de arcabuz en el pecho y en el brazo izquierdo, en la gloriosa jornada de Lepanto, Miguel de Cervantes, dejó constancia en El Quijote de sus nueve años de cautiverio en Argel.

Los grandes olvidados de la historia europea, son los millones de antepasados esclavizados en tierras islámicas. Los europeos no somos los “malvados” de esta historia. El colonialismo se explica en gran medida por las constantes molestias generadas por la piratería islámicaberberisca y otomana. Quienes la practicaban eran asimilados a yihadistas: y lo hacían con saña y con odio acumulado. La negativa a erradicar la esclavitud, hizo necesaria la intervención europea con la consiguiente disolución de los “mercados de esclavos” que todavía existía en el siglo XIX en el Magreb. No “debemos” nada: nos deben una reparación de aquellos crímenes contra los pueblos europeos.

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