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Opinión

Calentamiento global, Elecciones y Exhumación, un “mix” donde hay para todos

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Empieza un otoño que se presenta “calentito” y no precisamente por la previsión que los “cofrades” del “cambio del clima climático” vienen diciendo sobre que la temperatura será un grado más alta que la media, esa media estadística poco fiable si consideramos que correspondería a datos de los últimos cincuenta años o menos, un periodo que para el Tiempo, con mayúscula, representa menos del 0,003% desde la aparición de los homínidos y del 0’000001% del origen de la Tierra, o sea, nada.

Pero ese mantra “vende” para el sector ecologista progre que se reunía ayer en Nueva York para “proteger la Naturaleza”, en el que muchos -como un tal Al Gore, a 200.000$ por conferencia y en jet privado- viven del cuento del “calentamiento global” que, desde mi absoluto respeto al cuidado del medio, en mi opinión no es más que otra falacia de ese Nuevo Orden Mundial que quiere acabar con nuestras raíces. No deja de ser curioso que toda una representación de jefes de Estado y de Gobierno escucharan atónitos, nada menos que en la sede de esa ONU más que dudosa en su alcance, las peroratas de una niñata de dieciséis añitos manipulada por alguien, Greta Thunberg, que fulminaba con su mirada de odio al inesperado visitante de la jornada, Donald Trump y a la que un periodista llamaba en una tertulia “la niña del exorcista”. Todo, parte de esa comedia cuyo objetivo final es acabar con el humanismo cristiano que imperaba hasta hace un siglo en la civilización occidental, se tambalea desde entonces y en los últimos años, molesta. Pero ese es otro tema que habrá que tratar como merece en una serie de artículos, porque da para mucho más de uno, aunque el resumen sería “muerte a la persona y a la familia para conquistar el mundo” y a fe que lo están consiguiendo y se saldrán con la suya si no reaccionamos a tiempo a este cambio forzado de la civilización.

No podía faltar en Nueva York el irresponsable presidente en “disfunciones”, una vez logrado su objetivo de repetir elecciones y, cómo no, acompañado por su esposa, que desde que “fichó” por el Instituto de Empresa, libra más que “trabaja” -claro, que no la ficharon precisamente para trabajar sino más bien como “agente inmobiliaria”-. Un buen chollo para la aprendiza a segunda dama, que aparece “muy preocupada” por los problemas de África y su desarrollo, objeto de su puesto.

Dijo el candidato del Partido Siempre Opuesto a España al llegar que se enteró allí de la detención en Barcelona de nueve miembros -dos ya, en libertad- de los Comités de Defensa de la República -¿una nueva Terra Lliure “disuelta” en 1991?- que, más que aparentemente animados por su muñidor Joaquín Torra, parece que pretendían “celebrar” con explosivos la inminente sentencia del Tribunal Supremo sobre el proceso a los políticos catalanes golpistas o “conmemorar” el segundo aniversario del 1-O. Por cierto, un presidente de la Generalidad que pide explicaciones al Gobierno por las detenciones y dice que los detenidos son “ciudadanos comprometidos con su sociedad”. ¿Qué va a decir si al llegar en 2017 tras esas elecciones convocadas por Mariano Rajoy, que nunca debieron celebrarse con tan innecesaria precipitación, dijo que su mujer y sus hijos pertenecían a esos CDR? Lo increíble es que entonces -y otras veces con sus comportamientos, desafíos y amenazas- no hubiera sido puesto a disposición de la Justicia y apartado de una responsabilidad que nunca mereció.

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Y empezó el baile de las encuestas, que parecen hacer bueno mi pronóstico de vuelta al bipartidismo imperfecto a la vista del fallido experimento con los nuevos actores, que en las próximas elecciones se van a ver acompañados por otra escisión en la extrema izquierda. Unas elecciones que, para ser un desenlace forzoso ante la “imposibilidad” de llegar a acuerdos de gobierno en los plazos que marca la Constitución, dejan sorpresas como la “improvisada” entrevista en tono electoralista que el cerebro de Atresmedia, Antonio Ferreras, le tenía preparada al día siguiente al candidato socialista o el concurso público que convocó RTVE en Agosto para redecorar platós ante previsibles debates y el malestar generalizado en Prado del Rey por el fichaje como jefe de informativos del ente público del que era director del diario nacionalista El Periódico, Enrique Hernández, algo que se interpreta también con marcado tinte pre y postelectoral. En fin, todo “inesperado” y por la cerrazón del “socio preferente”, que “no se conformaba con nada” y España no se podía permitir “un gobierno dentro del gobierno”, como “apesadumbradamente” vendía el farsante en funciones.

Y Atresmedia sigue “sodomizada” -contra natura- por su absorbida La SeCta -no es error esa ‘C’-. Uno de sus programas estrella, Espejo Público -confieso mi ‘pecado’ de tenerlo como fondo muchas mañanas-, cada vez más parecido a aquél antiguo periódico de sucesos, El Caso, presenta su nuevo fichaje, Afra Blanco, a la que no tenía el disgusto de conocer, que hace buena en todos los sentidos a otra joya de sus tertulias, Elisa Beni, “especialista en Derecho” como ella se define -su matrimonio temporal con el que iba a enviar “caminito de Jerez” a los autores del 11M le aportó un “máster”-. Este nuevo fichaje, sindicalista de UGT que se hizo famosa en 2015 por protestar en top less ante la Tesorería General de la Seguridad Social de Barcelona, defiende ahora también a los CDR detenidos mientras critica que los mozos pretendieran usar gas pimienta ante las posibles manifestaciones que se preparan para el citado aniversario del 1-O. Otra derivada más de aquel despropósito agosteño de Soraya Sáenz de Santamaría de salvar La Sexta quebrada de Jaime Roures endosándosela a A-3.

Decía Antonio Naranjo en esa tertulia que “En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa”, apostillando después que “parece que en política están las que embisten”, a lo que escuchando a estas colaboradoras y a su directora habría que añadir, “y en la prensa, amigo Antonio, y en la prensa”, porque no se explica si no que Susana Grisó intente hacer “personas” a desechos sociales como la vegana de “los gallos violan a las gallinas”, a la que otra vez dio quince minutos de pantalla para contar su “pasado asesino” (sic) como trabajadora de una sala de despiece porcino porque “aquello era un lugar en el que se hace que alguien pase a algo” (sic), justo lo contrario de lo que con estas intervenciones pretende hacer el programa de Susana Grisó, convertir algo -muy cutre- en alguien, que recrea su propio lenguaje llevando la “inclusividad” al extremo: “les conejes, utilizades, exclavizades, todes juntes…” y otra serie de barbaridades como dirigirse al veterinario de un matadero con “¿quién eres tú para decidir por la vida de las demás?”. Y nos extrañamos de tener en política lo que tenemos, cuando no son más que el extracto proporcional de una sociedad cada día más demente.

Lamentable su forma de hacer “grande” un medio, Sra. Grisó. ¿Cómo se puede dar esa relevancia a una representación infinitesimal de la sociedad?

Volviendo a las encuestas preelectorales, que como siempre “dicen” lo que el medio que la encarga piensa desde su “incuestionable objetividad”, coinciden bastantes en que el PSOE puede no subir tanto como espera el Dr. Plagio cum Fraude y que el PP sube bastante, aunque seguramente no lo suficiente como para ser alternativa con el apoyo de Ciudadanos y VOX, ambos penalizados a priori, y dudas sobre el efecto del nuevo actor que salta al ámbito nacional tras su fracaso autonómico, Íñigo Errejón, que se dice que está dirigido desde la Moncloa, algo que se refuerza al saberse que la nueva formación que saldrá del Mas Madrid, suyo y de su madrina Manuela Carmena -“Carmenitas descalzos” los ha bautizado acertadamente mi amigo Julián Pavón en su artículo de Linkedin-, celebra su primera reunión en la sede de la UGT. Se consuma así la separación iniciada el 26-M de dos de los cerebros de aquel Movimiento 15-M de 2011, que evolucionó en Podemos y sus franquicias tres años después y que tras casi fagocitar a Izquierda Unida, algunas de ellas quieren tener vida propia en regiones como Galicia, Valencia, Cataluña, Andalucía y, ahora, Madrid.

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Tiempo habrá para seguir analizando las andanzas de los diferentes actores en los treinta y cinco días que faltan para el “inicio” de la campaña que empezó realmente el pasado 29 de Abril con los viernes electorales del ya citado “desgobierno en disfunciones”, los abusos de Instituciones como el Centro de Invenciones Sánchez y demás recursos que “pone” a disposición del candidato socialista la infraestructura del Estado y que Mr. Falconeti utiliza sin reparo ni rubor algunos, porque “yo soy el presidente y lo valgo”, pensará mientras descansa en su flamante colchón.

De momento, S. M. Don Felipe VI firmó el Decreto de Disolución de las Cortes Generales que da paso a la convocatoria formal de nuevas elecciones generales -las cuartas en menos de cuatro años, récord absoluto en países civilizados, creo- el próximo 10-N, es decir, la fecha que filtró el “déspota desilustrado” allá por el mes de Julio, un acto más del esperpento en que se convirtió la política y al que parece prestarse la máxima autoridad del Estado, como una especie de “artista invitado” en la escasa representación que le deja la Constitución y con estos mimbres en las altas magistraturas del Estado e Instituciones, España tiene poco remedio. Quizás, como reza el dicho, “las cosas se tienen que destrozar del todo para empezar a arreglarse”. Muy triste, pero parece lo que algunos buscan. Yo sigo recomendando a Pablo Casado que intente que España sume pero recuperando al electorado descontento y desengañado con los nuevos, más que con los partidos que ya demostraron lo que son y querían, el naranja reforzar su ego desde la veleidad de ideas que le duran menos que las parejas y el verde vengarse de quienes lo dejaron en la calle desde su ambición de seguir viviendo de la política a lo que se acostumbró en las filas de los que ahora quiere destronar.

Mientras Cayetana Álvarez de Toledo “cede” el primer puesto a Inés Arrimadas por esa España Suma, la catalana de Ciudadanos Lorena Roldán, con barretina independentista en 2013, dice: “España suma pero la corrupción resta”, o “Hay que sumar al estilo de Andalucía pero no de la Gürtel. Buscando sumar diputados, no imputados”. Con amigos así el PP no necesita enemigos. En fin una suma imposible con dos sumandos heterogéneos que sólo se soluciona con la unión de españoles en torno al único partido que puede ser alternativa, que deberá cuidar mejor la composición de listas, y a los que se les quiera premiar o reconocer algún sufrimiento pasado o cualquier otra cosa que no sea mérito y experiencia de verdad, ya habrá carguillos o “asesorías” en su momento, pero para gobernar y decidir, los mejores, que no son los que ocuparon los primeros puestos en muchas de las listas anteriores.

No me resisto a una pequeña reflexión sobre lo que también ha sido noticia esta semana y que era objetivo principal y primera “promesa” del que llegó con una moción de censura, tal vez legal pero no legítima en mi opinión, apoyada por los enemigos de España que ahora estarán encantadísimos con la decisión del Tribunal Supremo. Evidentemente me refiero a la tan ansiada exhumación de los restos del Generalísimo Franco que se le resistió al “desgobierno” quince meses por el momento y ya veremos lo que falta todavía, si se produce, pero ellos siguen poniendo fecha mes a mes. A propósito de esta decisión, el viajero incansable decía el martes desde Nueva York que “hoy 24 de Septiembre hemos cerrado un círculo oscuro de la democracia” y añado yo, ahora: “A ver si el próximo 10 de noviembre cerramos un círculo negro de la reciente Historia de España y echamos a este individuo de la Moncloa”.

No he leído la sentencia del TS, ni tendría conocimientos para discutir los argumentos jurídicos que se aduzcan, pero sí dejo una duda al respecto ¿hasta qué punto puede una institución, movida o no por una decisión política, decidir sobre el hasta ahora inviolable derecho de una familia a enterrar a sus muertos donde les apetezca dentro de la ley? Pero hay partido.

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España

Contra la debilidad mental occidental: La esclavitud en el Islam todavía sigue vigente (Y siempre ha apuntado CONTRA EUROPA) Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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Introducción a La esclavitud en el Islam, libro que estará disponible en breve.

Durante siglos, especialmente del XVI a principios del XIX, nuestras costas fueron hostigadas por piratas berberiscos. Querían vengar la “pérdida de Al-Andalus” (esto es, la Reconquista). La captura de poblaciones costeras del norte del Mediterráneo para venderlas en los mercados de esclavos del Magreb o negociar su rescate se convirtió en una práctica habitual entre las poblaciones del norte de África. Quienes practicaban estas razzias, que hacían imposible la vida en nuestras costas, eran considerados “yihâdistas”. Este comercio de esclavos europeos existió, por mucho que los “multiculturalistas” de hoy quieran olvidarlo.

Todavía ningún gobierno del Magreb se ha disculpado por estos actos.

*    *    *

LA CAÍDA DEL PRIMER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

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EUROPA NECESITA TRABAJADORES

Hoy, ya nadie puede dudar que el primer argumento que se utilizó para justificar la presencia de compactos núcleos musulmanes en Europa Occidental –aquel que afirmaba que eran necesarios inyectar inmigrantes para pagar las pensiones de los abuelos…– era una simple falacia. La realidad es que, las pensiones de los abuelos –yo lo soy– pierden cada día poder adquisitivo porque a los gobiernos de nuestro entorno les es necesario comprar la “paz étnica y social” subvencionando a los recién llegados. No hay dinero para todos. Y los que llevan las de perder es la parte más débil: los jubilados. La inmigración es hoy una pesada carga económica para todos los Estados que se han negado durante décadas a controlarla.

Desde, como mínimo, 2008, la inmigración ha variado su carácter; hasta ese momento, podía pensarse que los motivos del desplazamiento hacia España se debían a la posibilidad de integrarse en nuestro mercado laboral y, en especial, en el sector de la construcción. Pero, desde el estallido de la burbuja inmobiliaria, con la mecanización progresiva de la agricultura, las deslocalizaciones y el proceso de desindustrialización creciente, es casi seguro que, hoy, pocos de los inmigrantes que llegan a España, –especialmente los que no tienen ningún tipo de cualificación profesional (esto es, la mayoría)–, tengan como proyecto personal integrarse en el mercado laboral y vivir del propio trabajo, ahorrar para volver al país de origen con capital suficiente para emprender una nueva vida.

Se suele creer que las motivaciones de los inmigrantes en el siglo XXI son las mismas que las de los españoles, portugueses e italianos que se desplazaron a Francia, Suiza, Alemania, Benelux, en los años 50 y 60, para reconstruir países que habían sido demolidos por la Segunda Guerra Mundial. En aquella inmigración existía la voluntad de trabajar durante unos años en unos países con unos niveles salariales mucho más altos, poder ahorrar llevando una vida austera (pero no miserable), acumular cierto patrimonio que les permitiera abrir un pequeño negocio o, simplemente, comprar una vivienda al regresar a la Patria. Esa inmigración, no es la actual.

Nuestros inmigrantes querían regresar –en grandísima medida– al país que habían abandonado. Iban a trabajar, a esforzarse, a partirse el espinazo para llevar a la práctica un proyecto personal legítimo y que enriquecía a todas las partes: a los receptores de inmigración porque sabían que los recién llegados eran gente dura y dispuesta a trabajar. A los inmigrantes porque, a cambio de su trabajo, recibían un salario muy superior al del mismo oficio en España y podían ahorrar. Al país emisor de inmigrantes porque allí recibían formación y volvían con una capacitación laboral superior a la que habían partido, sin olvidar que su trabajo en el extranjero generaba unas divisas preciosas en aquel momento para garantizar intercambios comerciales. Aquellos inmigrantes –nuestra inmigración– no planteaban problemas de convivencia, ni choques culturales; fieles al dicho “donde fueres, haz lo que vieres”, nuestra gente se integró perfectamente en la sociedad que los recibió. Nada de todo esto vale para el actual fenómeno migratorio.

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Ya no hay países en Europa Occidental que precisen ser reconstruidos después de una guerra. Tampoco hay un mercado laboral en expansión que permita pensar que, sin un alto nivel de cualificación y sólo en determinadas profesiones, vayan a encontrar trabajo bien remunerado. Ni siquiera para españoles, los salarios medios –a la vista del coste de la vida– permiten ahorrar gran cosa. Ningún inmigrante, en su sano juicio, puede transmitir a otros como él que residen en su propio país, la idea de que valga la pena venir a España para trabajar: la realidad es que, aquí y ahora, el poco trabajo que existe para gentes con poca o nula cualificación profesional, no permite ni vivir dignamente, ni mucho menos ahorrar. Entonces ¿por qué viene la inmigración?

Vale la pena no engañarse al respecto. Y los medios de comunicación, así como los diferentes gobiernos, de derechas y de izquierdas, llevan casi treinta años engañándose y falseando datos, cifras y circunstancias. No hay otra forma de definir la actitud de quienes niegan los problemas que se han generado a causa de la inmigración ilegal, masiva y descontrolada.

LA CAÍDA DEL SEGUNDO ARGUMEN IMIGRACIONISTA: 

“WELCOME REFUGIES”

Si bien es cierto que, hoy, ya nadie se atreve a sostener que, gracias a la inmigración, se van a poder “pagar las pensiones de los abuelos”, las justificaciones se han convertido en cada vez más extemporáneas, ridículas, ignorantes e, incluso, frecuentemente, entre los portavoces gubernamentales, zafias. Caído el mito de “las pensiones de los abuelos”, el nuevo argumento nos decía que los inmigrantes no eran tales: que se trata de “refugiados”. Ser “refugiado”, al parecer, hace obligada la “solidaridad”. El perseguido merece protección y ayuda para salvarlo de su perseguidor… En algunos casos, los menos, los recién llegados son “refugiados”. Pero, incluso, en esas circunstancias, cabe preguntarse: ¿y por qué un “refugiado afgano” elegirá vivir en Europa Occidental y no en Paquistán, en la India o, incluso en el sudeste asiático, países mucho más próximos, en todos los sentidos, a su patria originaria?

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Por otra parte, si existen “refugiados” es porque tal o cual país los genera y la situación allí es insoportable, por tanto, si se trata de admitir, por ejemplo, subsaharianos, vale la pena recordar que, en cualquiera de aquellos países, en toda África y en buena parte de Asia, casi sin excepción, la “democracia” es una palabra que no tiene el mismo significado que en Europa. De los 1.200 millones de africanos, la inmensa mayoría podrían ser considerados como “aspirantes a refugiados”, a la vista de que existen diferencias abismales entre los “derechos humanos” tal como se contemplan en Europa y como se practican en África.

Pero, Europa no puede admitir a 1.200 millones de inmigrantes que, por lo demás, deberían entender que ellos, para prosperar, sería oportuno que trataran de hacer cambios en su país, antes que adoptar la solución más cómoda de mudarse a otro… ¿a cuál? Y esta es el nudo de la cuestión: no se trata de países en los que exista un mercado laboral floreciente, ni aquellos otros más próximos al lugar de origen, para mantener el contacto con sus raíces, sino de aquellos en los se vive mejor y, lo que es aún más importante, donde se garantizan subvenciones solamente por llegar y en donde todo, absolutamente todo, está permitido (o poco menos). Ese es el centro de la cuestión que políticos y medios pretenden escamotearnos.

No hay nada más opaco en la actual democracia española que la suma total de subvenciones que reciben los no nacidos en España y sus hijos nacidos aquí. La falta de transparencia es, precisamente, lo que permite sospechar. Recientemente se ha publicado la cifra de que algo más de 2.000.000 de inmigrantes viven de subsidios públicos. El misterio está lejos de quedar resuelto, porque no se dice cuántos antiguos inmigrantes que han logrado naturalizarse como “españoles”, siguen subsidiados. Por otra parte, haría falta especificar qué tipo de subsidios reciben: en España existen muchos de tipos de ayudas y de pensiones no contributivas. Todo ello hace sospechar que las cifras son muchísimo mayores y es legítimo pensar que pueden ser, incluso, el doble o el triple, incluso, de las dadas. Por lo demás, no se especifica el volumen total de subsidios y subvenciones por distintos conceptos, ni los dados por las distintas administraciones, que van a parar a lo que en Francia se ha llamado “la aspiradora de recursos públicos”, esto es, la inmigración. La opacidad de las cifras, en efecto, no hace nada más que aumentar las sospechas.

LA CAIDA DEL TERCER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

“VIENEN PARA CONTRARRESTAR LA BAJA NATALIDAD”

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Luego está el argumento de la crisis de la natalidad en España. Era lo que podía esperarse: la elevación constante del coste de la vida, hace imposible el que se puedan formar parejas e, incluso, que una vez formadas, decidan tener hijos. La paternidad es una aventura que muy pocos se atreven a afrontar. Para hacerlo es preciso tener seguridad de que se podrá mantener a los hijos. Nadie está dispuesto a ofrecer tales garantías. Sin embargo, es un problema político: hubiera bastado con atribuir prioridad en beneficios sociales y ventajas fiscales a las parejas españolas que deseen tener hijos, garantizar su prioridad a la hora de obtener viviendas sociales, y simples campañas en pro de la natalidad, para que se estimulara la natalidad entre nuestra gente. No se hizo, ni se tiene intención de hacer. Si se hubiera empezado a hacer en 1996, cuando Aznar abrió las puertas a la inmigración, hoy tendríamos una generación de 28 años y un país homogéneo. Se hizo –y se hace– justo lo contrario: confiar en que gentes llegadas de todo el mundo salvarían la natalidad en España.

Desde el año 2000, en las cuatro provincias catalanas los nacidos en la noche del 31 de diciembre al 1 de enero de cada año, son en su inmensa mayoría hijos de nacidos en el extranjero. Pero, salvo entre las mujeres subsaharianas, el número de hijos va disminuyendo incluso dentro de la inmigración. Los inmigrantes andinos, por ejemplo, se han configurado como los primeros y principales usuarios de los servicios de aborto gratuito y de “píldora del día después”. La ruptura de la unidad étnica de España ni siquiera ha servido para que la natalidad remonte o para que se repueblen zonas “vacías”.

LA ÚLTIMA TRINCHERA INMIGRACIONISTA: 

“TENEMOS UNA DEUDA CON EL TERCER MUNDO Y SE LA VAMOS A PAGAR”

Caído el mito de “los que vienen a pagar las pensiones”, en un momento en el que ningún alcalde que quisiera mantenerse en el consistorio se atreve a colocar pancartas con el “Welcome refugies”, cuando se ha visto a las claras que la inmigración no resuelve el problema de los nacimientos, sino que complica la convivencia, ahora, como última trinchera inmigracionista, el argumentario se ha desplazado a otro frente; nos dicen: “estamos obligados a admitir a todos los inmigrantes que quieran establecerse en nuestro suelo y a mantenerlos, incluso, porque, se lo debemos”.

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Nos dicen que Europa “debe” a los inmigrantes del Tercer Mundo el haberlos explotado como colonias. Repiten, para bloquear a los más sensibles, que los europeos “somos responsables” de haber esclavizado a los africanos y que les debemos una compensación. Por eso están aquí, por eso estamos obligados a subsidiarlos… Es un argumento que tiene su fuerza, pero que no deja de ser otra falacia.

No solamente no fuimos esclavistas –valdría la pena, ya que estamos en esto, elaborar un censo de familias europeas que se dedicaron a la trata de esclavos, porque sería, en última instancia, a ellos a los que les correspondería pagar indemnizaciones, no a la totalidad de un pueblo– sino que, además, durante siglos, los europeos que vivían en las costas mediterráneas (pero, también, incluso en las del sur de Gran Bretaña y en Irlanda) corrían el riesgo de ser secuestrados ellos y sus hijos, saqueados sus bienes e incendiados sus pueblos, por parte de piratas berberiscos; una práctica que se prolongó hasta principios del siglo XIX. Unos fueron esclavizados de por vida, los otros extorsionados pidiendo fabulosos rescates, otros murieron sin dejar huellas… Sin olvidar, claro está, que el grueso de traficantes que capturaban esclavos en África eran árabes y que se beneficiaban de pactos con tribus africanas que los obtenían de tribus vecinas.

Sería bueno presentar una reclamación de cantidad por los millones de europeos, especialmente de los países mediterráneos, de los países eslavos, e incluso del Reino Unido, que fueron secuestrados, esclavizados, obligados a vivir en condiciones infrahumanas, asesinados y muertos de agotamiento en tierras del Magreb

Aquellas exacciones berberiscas han dejado recuerdos imborrables en nuestro folklore, en nuestra literatura e, incluso, en la configuración de las costas (las “torres de guaita” tan habituales en la costa catalana no eran para admirar la belleza del Mediterráneo, sino para vigilar la llegada de piratas berberiscos). Aquel valeroso soldado que recibió dos disparos de arcabuz en el pecho y en el brazo izquierdo, en la gloriosa jornada de Lepanto, Miguel de Cervantes, dejó constancia en El Quijote de sus nueve años de cautiverio en Argel.

Los grandes olvidados de la historia europea, son los millones de antepasados esclavizados en tierras islámicas. Los europeos no somos los “malvados” de esta historia. El colonialismo se explica en gran medida por las constantes molestias generadas por la piratería islámicaberberisca y otomana. Quienes la practicaban eran asimilados a yihadistas: y lo hacían con saña y con odio acumulado. La negativa a erradicar la esclavitud, hizo necesaria la intervención europea con la consiguiente disolución de los “mercados de esclavos” que todavía existía en el siglo XIX en el Magreb. No “debemos” nada: nos deben una reparación de aquellos crímenes contra los pueblos europeos.

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