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Opinión

Abusivo dedazo en las listas electorales. Por Jesús Salamanca Alonso

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«En Sánchez, siempre según «Caudillo Sánchez», se dan las características propias del psicópata, capaz de pisar a cualquiera con tal de tocar poder, afianzarse en él y perpetuarse en el mismo».

 

Pintan bastos en el Comité Federal del PSOE. Las imposiciones y arreglos de las listas enviadas a Ferraz han puesto en pie de guerra a los barones que ya no aguantan más las barbaridades y atropellos de Pedro Sánchez. Eso ha hecho que algunos de los barones no acudan al Comité. El mismo Emiliano Page no quiere ni oír hablar del presidente cuya actitud maquiavélica ha llevado al PSOE a los grandes destrozos socialistas conocidos hoy como «sanchismo». Lambán y Page ya son dignos versos sueltos.

Para un conocimiento a fondo de Pedro Sánchez es imprescindible la lectura y estudio de «Caudillo Sánchez», cuya autora es Rosa Díez, perfecta conocedora del aterrizaje del mentiroso presidente en el socialismo; primero sirviendo cafés a muchos de quienes hoy le sirven y, después, cometiendo fraude e intentando traición e intento de pucherazo contra su propio partido. Hay que tener cuajo, mala fe y ser mafioso y maquiavélico para llenar una urna y esconderla detrás de una cortina para, si llegaban mal dadas las cosas, echar mano de la fraudulenta urna y dar el cambiazo, cual alumno desesperado de bachillerato.

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En Pedro Sánchez, y siempre según Rosa Díaz en «Caudillo Sánchez», se dan las características propias del psicópata, capaz de pasar por encima de quien sea con tal de tocar poder, afianzarse en él y, llegado el caso, perpetuarse en el mismo. Don Alfredo Pérez Rubalcaba ya lo apuntó con el dedo desde el primer día y sabía que no solo era un trepa vengativo, sino un depredador de mala pasta y peor corazón. Vean: dijo que nunca pactaría con EH Bildu y… ¿qué pasó?; dijo que jamás pactaría con el populismo bolivariano de Podemos porque sería incapaz de dormir por las noches y… ¿qué pasó?; garantizó que traería a Puigdemont para ponerlo ante la Justicia y… ¿qué pasó?; según él basaría su mandato en la transparencia y en el diálogo y… ¿qué ha pasado?; juró que haría un uso sensato de los bienes del Estado y… ¿qué transparencia ha habido con el Falcon y otros medios? Incluso la transparencia de fechorías cometidas en Marruecos está llegando ahora y porque Alemania y Francia las están publicando porque de otra forma… nos hubiera vuelto a engañar. Y así enumeraríamos cientos de casos donde la mentira ha sido el argumento principal de su mandato sanchista, como la prostitución y el polvo blanco entre los «diputeros» de su grupo son el hilo conductor del socialismo.

Ahora, en víspera de las elecciones del 23-J, quita de en medio a seis de esos presuntos «diputeros» habituales de las noches y del Ramsés y otras peripecias, pero potencia a otros como cabeza de lista, caso del muchacho de Ávila, cuya directiva se ha rebelado contra el mentiroso Sánchez y ya ruedan dimisiones de la lista desde el primer momento. Rebelión que también está extendida en Aragón y otras comunidades. Ya adelantó una vidente que el final de Sánchez al frente del Gobierno sería sangriento; lo que falta por saber es si lo decía en sentido figurado o en sentido literal, algo que me preocupa especialmente.

El destrozo de las listas de Aragón ha sido mayúsculo y al menos 15 titulares han optado por renunciar a ser candidatos de Lambán. El mentiroso maquiavélico ha incendiado el PSOE y de aquí al 23-J va a sudar sangre, sobre todo con lo que llega de Marruecos y su implicación en el boicot a la fresa de Huelva en el mercado: el cuarteto Pedro Sánchez con su visto bueno contra las fresas españolas más los interesados diputados alemanes dentro del lobby defensor de sus productos agrícolas más el apoyo del Gobierno español al boicot citado más los interesen agrícolas de Marruecos forman un contubernio imposible de digerir; máxime sabiendo que Sánchez ha vuelto a bajarse los pantalones ante Mohamed VI y el lobby alemán. Es para echarse a llorar ante el ardid maquiavélico del loco de Moncloa y para muchos ya un simple ‘terrorista’ contra los intereses comerciales de España, cuya pronta desaparición hace tiempo que se incluye en triduos, novenas y plegarias de todo tipo, con no menos improperios por parte de la ciudadanía.

Valencia, Aragón, Asturias y las dos Castillas no se callan en el Comité Federal, pero Lambán y Page han preferido hacer «mutis por el foro» ya que el felón de Moncloa les ha destrozado la campaña electoral, casi tanto como Arnaldo Otegi se la destrozó ayer a Sánchez al incidir en que siguen siendo socios y el PSOE seguirá teniendo todo el apoyo de la formación proetarra, filoetarra o bilduetarra, como prefieran. ¿Acaso con esas afirmaciones no podemos decir que votar a Sánchez es votar a ETA y viceversa? ¡Ojo con ese voto, sobre todo sabiendo dónde va y a quién apoya!

En fin, si lo hecho por Sánchez a varios barones socialistas se lo hace directamente a Emiliano García Page, y le estropea o enmienda alguna de las listas electorales, éste le mete el dedo por el orto para vergüenza de la organización mafiosa del sanchismo, como ya se dice en la calle, en las instituciones, incluso en la propia Judicatura. Veremos cómo acaba la imposición habida en la alcaldía de Toledo: tortas va a haber y dimisiones también: el dictador, dicta, pero cuando no sabe mandar, le crecen los liliputienses y encogen los elefantes de su circo mafioso y mentiroso, enfermizo, rocambolesco y malicioso.

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La falsedad del felón de Moncloa y sus medios subvencionados llega, incluso, a no dar información real en los telediarios sobre lo sucedido en el Comité Federal. Todo lo han pintado de color de rosa, pero no ha sido así: en este momento hay un claro divorcio entre los barones y el mafioso presidente Sánchez. Hasta alguno de los rescatados se siente avergonzado de la actitud del facineroso  monclovita con Marruecos y huye de las opiniones comprometidas con aquello de: «primero España» (Carmen Calvo dixit).

No sé si Sánchez se verá obligado a poner «dedocráticamente» en las listas electorales a algún primer espada de Mohamed VI. Marruecos manda y Sánchez babea para frenar «Pegasus» sobre él y señora, aunque se sabrá la misma noche fatídica porque Mohamed VI ha roto relaciones momentáneas con España, además de dar por amortizado a Sánchez y ya espera ansioso la llegada de Núñez Feijóo, hoy reconocido y ensalzado en todos los medios tras asegurar que «tumbará leyes como la de Memoria Democrática y señala Igualdad o Consumo como algunos de los ministerios que pretende fulminar si llega a ser presidente del Gobierno».

Tales medidas honrarán a Feijóo, entre muchas otras que desmonte, sobre todo si las ejecuta en los primeros cien días de Gobierno. La ley del «Sólo sí es sí» no aguanta ni un meneo más y ya ha hecho suficiente daño a las mujeres, particularmente a las víctimas, y a toda la ciudadanía. Ya vamos por 1.199 casos conocidos, pero llegaremos a sobrepasar los 2.000. Lo raro es que la exministra «mofeta» no haya llegado a dimitir. ¡Vaya cara más dura y qué complejos más negros atenazan a esta muchacha que llega a casa «sola y borracha»! No me extraña que nadie quiera que vaya en sus listas electorales y, si Yolanda Díaz llegara a incluir a ese personaje lleno de odio, soberbia y venganza, además de despreciable y engreída, será garantía de brutal meneo electoral a la formación comunista. Donde figuren las «mofetas» comunistas, Belarra y Montero, el votante huirá como cualquier persona huye de la peste, sobre todo tras demostrar esa pareja que peste para España y para los españoles son ellas mismas y sus degeneradas y denigrantes medidas.

A ver quién se atreve a decir que la «niña del exorcista» y «chica de la curva», junto con la exministra «mofeta» no son un lastre para SUMAR. Si la suma es una adición, en este caso sumar, resta; así lo dicen todas las encuestas, además de calificar de «polvorín instantáneo» a la formación que ahora nace sin proyecto, organizada al estilo del ejército de Pancho Villa y donde el caos no tardará en imperar. Dieciséis formaciones dispares y encontradas algunas de ellas.

Pero que Belarra y Montero desaparezcan porque lo pide su propia gente y casi todas las formaciones coaligadas. La consulta a las bases fue un fraude en caliente. Doy fe.

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España

Contra la debilidad mental occidental: La esclavitud en el Islam todavía sigue vigente (Y siempre ha apuntado CONTRA EUROPA) Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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Introducción a La esclavitud en el Islam, libro que estará disponible en breve.

Durante siglos, especialmente del XVI a principios del XIX, nuestras costas fueron hostigadas por piratas berberiscos. Querían vengar la “pérdida de Al-Andalus” (esto es, la Reconquista). La captura de poblaciones costeras del norte del Mediterráneo para venderlas en los mercados de esclavos del Magreb o negociar su rescate se convirtió en una práctica habitual entre las poblaciones del norte de África. Quienes practicaban estas razzias, que hacían imposible la vida en nuestras costas, eran considerados “yihâdistas”. Este comercio de esclavos europeos existió, por mucho que los “multiculturalistas” de hoy quieran olvidarlo.

Todavía ningún gobierno del Magreb se ha disculpado por estos actos.

*    *    *

LA CAÍDA DEL PRIMER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

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EUROPA NECESITA TRABAJADORES

Hoy, ya nadie puede dudar que el primer argumento que se utilizó para justificar la presencia de compactos núcleos musulmanes en Europa Occidental –aquel que afirmaba que eran necesarios inyectar inmigrantes para pagar las pensiones de los abuelos…– era una simple falacia. La realidad es que, las pensiones de los abuelos –yo lo soy– pierden cada día poder adquisitivo porque a los gobiernos de nuestro entorno les es necesario comprar la “paz étnica y social” subvencionando a los recién llegados. No hay dinero para todos. Y los que llevan las de perder es la parte más débil: los jubilados. La inmigración es hoy una pesada carga económica para todos los Estados que se han negado durante décadas a controlarla.

Desde, como mínimo, 2008, la inmigración ha variado su carácter; hasta ese momento, podía pensarse que los motivos del desplazamiento hacia España se debían a la posibilidad de integrarse en nuestro mercado laboral y, en especial, en el sector de la construcción. Pero, desde el estallido de la burbuja inmobiliaria, con la mecanización progresiva de la agricultura, las deslocalizaciones y el proceso de desindustrialización creciente, es casi seguro que, hoy, pocos de los inmigrantes que llegan a España, –especialmente los que no tienen ningún tipo de cualificación profesional (esto es, la mayoría)–, tengan como proyecto personal integrarse en el mercado laboral y vivir del propio trabajo, ahorrar para volver al país de origen con capital suficiente para emprender una nueva vida.

Se suele creer que las motivaciones de los inmigrantes en el siglo XXI son las mismas que las de los españoles, portugueses e italianos que se desplazaron a Francia, Suiza, Alemania, Benelux, en los años 50 y 60, para reconstruir países que habían sido demolidos por la Segunda Guerra Mundial. En aquella inmigración existía la voluntad de trabajar durante unos años en unos países con unos niveles salariales mucho más altos, poder ahorrar llevando una vida austera (pero no miserable), acumular cierto patrimonio que les permitiera abrir un pequeño negocio o, simplemente, comprar una vivienda al regresar a la Patria. Esa inmigración, no es la actual.

Nuestros inmigrantes querían regresar –en grandísima medida– al país que habían abandonado. Iban a trabajar, a esforzarse, a partirse el espinazo para llevar a la práctica un proyecto personal legítimo y que enriquecía a todas las partes: a los receptores de inmigración porque sabían que los recién llegados eran gente dura y dispuesta a trabajar. A los inmigrantes porque, a cambio de su trabajo, recibían un salario muy superior al del mismo oficio en España y podían ahorrar. Al país emisor de inmigrantes porque allí recibían formación y volvían con una capacitación laboral superior a la que habían partido, sin olvidar que su trabajo en el extranjero generaba unas divisas preciosas en aquel momento para garantizar intercambios comerciales. Aquellos inmigrantes –nuestra inmigración– no planteaban problemas de convivencia, ni choques culturales; fieles al dicho “donde fueres, haz lo que vieres”, nuestra gente se integró perfectamente en la sociedad que los recibió. Nada de todo esto vale para el actual fenómeno migratorio.

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Ya no hay países en Europa Occidental que precisen ser reconstruidos después de una guerra. Tampoco hay un mercado laboral en expansión que permita pensar que, sin un alto nivel de cualificación y sólo en determinadas profesiones, vayan a encontrar trabajo bien remunerado. Ni siquiera para españoles, los salarios medios –a la vista del coste de la vida– permiten ahorrar gran cosa. Ningún inmigrante, en su sano juicio, puede transmitir a otros como él que residen en su propio país, la idea de que valga la pena venir a España para trabajar: la realidad es que, aquí y ahora, el poco trabajo que existe para gentes con poca o nula cualificación profesional, no permite ni vivir dignamente, ni mucho menos ahorrar. Entonces ¿por qué viene la inmigración?

Vale la pena no engañarse al respecto. Y los medios de comunicación, así como los diferentes gobiernos, de derechas y de izquierdas, llevan casi treinta años engañándose y falseando datos, cifras y circunstancias. No hay otra forma de definir la actitud de quienes niegan los problemas que se han generado a causa de la inmigración ilegal, masiva y descontrolada.

LA CAÍDA DEL SEGUNDO ARGUMEN IMIGRACIONISTA: 

“WELCOME REFUGIES”

Si bien es cierto que, hoy, ya nadie se atreve a sostener que, gracias a la inmigración, se van a poder “pagar las pensiones de los abuelos”, las justificaciones se han convertido en cada vez más extemporáneas, ridículas, ignorantes e, incluso, frecuentemente, entre los portavoces gubernamentales, zafias. Caído el mito de “las pensiones de los abuelos”, el nuevo argumento nos decía que los inmigrantes no eran tales: que se trata de “refugiados”. Ser “refugiado”, al parecer, hace obligada la “solidaridad”. El perseguido merece protección y ayuda para salvarlo de su perseguidor… En algunos casos, los menos, los recién llegados son “refugiados”. Pero, incluso, en esas circunstancias, cabe preguntarse: ¿y por qué un “refugiado afgano” elegirá vivir en Europa Occidental y no en Paquistán, en la India o, incluso en el sudeste asiático, países mucho más próximos, en todos los sentidos, a su patria originaria?

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Por otra parte, si existen “refugiados” es porque tal o cual país los genera y la situación allí es insoportable, por tanto, si se trata de admitir, por ejemplo, subsaharianos, vale la pena recordar que, en cualquiera de aquellos países, en toda África y en buena parte de Asia, casi sin excepción, la “democracia” es una palabra que no tiene el mismo significado que en Europa. De los 1.200 millones de africanos, la inmensa mayoría podrían ser considerados como “aspirantes a refugiados”, a la vista de que existen diferencias abismales entre los “derechos humanos” tal como se contemplan en Europa y como se practican en África.

Pero, Europa no puede admitir a 1.200 millones de inmigrantes que, por lo demás, deberían entender que ellos, para prosperar, sería oportuno que trataran de hacer cambios en su país, antes que adoptar la solución más cómoda de mudarse a otro… ¿a cuál? Y esta es el nudo de la cuestión: no se trata de países en los que exista un mercado laboral floreciente, ni aquellos otros más próximos al lugar de origen, para mantener el contacto con sus raíces, sino de aquellos en los se vive mejor y, lo que es aún más importante, donde se garantizan subvenciones solamente por llegar y en donde todo, absolutamente todo, está permitido (o poco menos). Ese es el centro de la cuestión que políticos y medios pretenden escamotearnos.

No hay nada más opaco en la actual democracia española que la suma total de subvenciones que reciben los no nacidos en España y sus hijos nacidos aquí. La falta de transparencia es, precisamente, lo que permite sospechar. Recientemente se ha publicado la cifra de que algo más de 2.000.000 de inmigrantes viven de subsidios públicos. El misterio está lejos de quedar resuelto, porque no se dice cuántos antiguos inmigrantes que han logrado naturalizarse como “españoles”, siguen subsidiados. Por otra parte, haría falta especificar qué tipo de subsidios reciben: en España existen muchos de tipos de ayudas y de pensiones no contributivas. Todo ello hace sospechar que las cifras son muchísimo mayores y es legítimo pensar que pueden ser, incluso, el doble o el triple, incluso, de las dadas. Por lo demás, no se especifica el volumen total de subsidios y subvenciones por distintos conceptos, ni los dados por las distintas administraciones, que van a parar a lo que en Francia se ha llamado “la aspiradora de recursos públicos”, esto es, la inmigración. La opacidad de las cifras, en efecto, no hace nada más que aumentar las sospechas.

LA CAIDA DEL TERCER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

“VIENEN PARA CONTRARRESTAR LA BAJA NATALIDAD”

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Luego está el argumento de la crisis de la natalidad en España. Era lo que podía esperarse: la elevación constante del coste de la vida, hace imposible el que se puedan formar parejas e, incluso, que una vez formadas, decidan tener hijos. La paternidad es una aventura que muy pocos se atreven a afrontar. Para hacerlo es preciso tener seguridad de que se podrá mantener a los hijos. Nadie está dispuesto a ofrecer tales garantías. Sin embargo, es un problema político: hubiera bastado con atribuir prioridad en beneficios sociales y ventajas fiscales a las parejas españolas que deseen tener hijos, garantizar su prioridad a la hora de obtener viviendas sociales, y simples campañas en pro de la natalidad, para que se estimulara la natalidad entre nuestra gente. No se hizo, ni se tiene intención de hacer. Si se hubiera empezado a hacer en 1996, cuando Aznar abrió las puertas a la inmigración, hoy tendríamos una generación de 28 años y un país homogéneo. Se hizo –y se hace– justo lo contrario: confiar en que gentes llegadas de todo el mundo salvarían la natalidad en España.

Desde el año 2000, en las cuatro provincias catalanas los nacidos en la noche del 31 de diciembre al 1 de enero de cada año, son en su inmensa mayoría hijos de nacidos en el extranjero. Pero, salvo entre las mujeres subsaharianas, el número de hijos va disminuyendo incluso dentro de la inmigración. Los inmigrantes andinos, por ejemplo, se han configurado como los primeros y principales usuarios de los servicios de aborto gratuito y de “píldora del día después”. La ruptura de la unidad étnica de España ni siquiera ha servido para que la natalidad remonte o para que se repueblen zonas “vacías”.

LA ÚLTIMA TRINCHERA INMIGRACIONISTA: 

“TENEMOS UNA DEUDA CON EL TERCER MUNDO Y SE LA VAMOS A PAGAR”

Caído el mito de “los que vienen a pagar las pensiones”, en un momento en el que ningún alcalde que quisiera mantenerse en el consistorio se atreve a colocar pancartas con el “Welcome refugies”, cuando se ha visto a las claras que la inmigración no resuelve el problema de los nacimientos, sino que complica la convivencia, ahora, como última trinchera inmigracionista, el argumentario se ha desplazado a otro frente; nos dicen: “estamos obligados a admitir a todos los inmigrantes que quieran establecerse en nuestro suelo y a mantenerlos, incluso, porque, se lo debemos”.

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Nos dicen que Europa “debe” a los inmigrantes del Tercer Mundo el haberlos explotado como colonias. Repiten, para bloquear a los más sensibles, que los europeos “somos responsables” de haber esclavizado a los africanos y que les debemos una compensación. Por eso están aquí, por eso estamos obligados a subsidiarlos… Es un argumento que tiene su fuerza, pero que no deja de ser otra falacia.

No solamente no fuimos esclavistas –valdría la pena, ya que estamos en esto, elaborar un censo de familias europeas que se dedicaron a la trata de esclavos, porque sería, en última instancia, a ellos a los que les correspondería pagar indemnizaciones, no a la totalidad de un pueblo– sino que, además, durante siglos, los europeos que vivían en las costas mediterráneas (pero, también, incluso en las del sur de Gran Bretaña y en Irlanda) corrían el riesgo de ser secuestrados ellos y sus hijos, saqueados sus bienes e incendiados sus pueblos, por parte de piratas berberiscos; una práctica que se prolongó hasta principios del siglo XIX. Unos fueron esclavizados de por vida, los otros extorsionados pidiendo fabulosos rescates, otros murieron sin dejar huellas… Sin olvidar, claro está, que el grueso de traficantes que capturaban esclavos en África eran árabes y que se beneficiaban de pactos con tribus africanas que los obtenían de tribus vecinas.

Sería bueno presentar una reclamación de cantidad por los millones de europeos, especialmente de los países mediterráneos, de los países eslavos, e incluso del Reino Unido, que fueron secuestrados, esclavizados, obligados a vivir en condiciones infrahumanas, asesinados y muertos de agotamiento en tierras del Magreb

Aquellas exacciones berberiscas han dejado recuerdos imborrables en nuestro folklore, en nuestra literatura e, incluso, en la configuración de las costas (las “torres de guaita” tan habituales en la costa catalana no eran para admirar la belleza del Mediterráneo, sino para vigilar la llegada de piratas berberiscos). Aquel valeroso soldado que recibió dos disparos de arcabuz en el pecho y en el brazo izquierdo, en la gloriosa jornada de Lepanto, Miguel de Cervantes, dejó constancia en El Quijote de sus nueve años de cautiverio en Argel.

Los grandes olvidados de la historia europea, son los millones de antepasados esclavizados en tierras islámicas. Los europeos no somos los “malvados” de esta historia. El colonialismo se explica en gran medida por las constantes molestias generadas por la piratería islámicaberberisca y otomana. Quienes la practicaban eran asimilados a yihadistas: y lo hacían con saña y con odio acumulado. La negativa a erradicar la esclavitud, hizo necesaria la intervención europea con la consiguiente disolución de los “mercados de esclavos” que todavía existía en el siglo XIX en el Magreb. No “debemos” nada: nos deben una reparación de aquellos crímenes contra los pueblos europeos.

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