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Opinión

“Perdón, soy hombre y no lo puedo evitar”, la muerte anunciada de la virilidad

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El hombre se hace feminista cuando no sabe ya cómo agradar a las mujeres. La mujer se hace feminista cuando ya no sabe cómo agradar a los hombres (Enrique Jardiel Poncela).

Hace ya una década que se puso a la venta en Francia el libro de Eric Zemmour “Le premier sexe”. En España fue editado en 2007 con que fue editado en español con el título “Perdón, soy hombre y no lo puedo evitar” por Ediciones Áltera.

Desgraciadamente salvo para etiquetar al autor de “facha”, “misógino”, y cosas por el estilo, de poco más se hicieron eco los medios de información hace diez años.

Éric Zemmour es una persona archiconocida en Francia por su actitud de llamar a las cosas por su nombre, sin rodeos y sin circunloquios, y por pertenecer a lo que algunos denominan “derecha alternativa”.

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Nacido en una modesta familia “pied-noir” (ciudadanos de origen europeo, en su mayoría de origen francés, que residían en Argelia y que se vieron obligados a salir de ese país tras la independencia en 1962) de origen judío-sefardí, formado en el Instituto de Estudios Políticos de París, Zemmour es editor del periódico liberal-conservador Le Figaro (Paris). Personalidad mediática, colaborador asiduo de varios programas televisivos, autor exitoso de ensayos políticos, articulista apreciado, es hombre independiente, incluso iconoclasta y por lo tanto controvertido. Quien lea su libro, que lleva por titulo “El primer sexo”, una réplica al “Segundo sexo” de la papisa del feminismo, la amante de Sartre, Simone de ea, descubrirá a un escritor inteligente, culto, brillante, con enorme sentido del humor.

Éric Zemmour se define como “soberanista” y contra “el derecho de injerencia”, la intervención en un Estado soberano por parte de uno o varios Estados u organizaciones internacionales, mediante la fuerza armada y sin su consentimiento; tampoco les sorprenderá si les digo que propone abiertamente un mayor control de la inmigración y que abomina del llamado “multiculturalismo”, y por supuesto, es abiertamente antifeminista y contrario a las bodas entre homosexuales… Tampoco les extrañará si les digo que viene advirtiendo sin cesar del suicidio al que casi de forma irremediable caminan su propio país y la civilización occidental, si prosigue la creciente islamización, a la vez que los europeos cada vez traen menos hijos al mundo.

Pienso que es sumamente interesante retomar el libro al que aludía al principio:

La tesis de Eric Zemmour es sencilla. El llamado “segundo sexo” ha venido a ser el primero e incluso el único. El feminismo ha descalificado al “macho”. La ideología sesentayochesca ha permitido un nuevo avance de los valores femeninos. La sociedad europea y occidental se afemina a pasos agigantados. El homosexual -“gay”- viene a ser el nuevo modelo cuyas imágenes positivas, proyectadas sin tregua en los medios de comunicación, acaban moldeando la mente de la gente corriente, del ciudadano medio. El hombre moderno se depila, se perfuma, se adorna con afectación, lleva joyas y bisutería, y todo ello fomenta el consumo. Hombres o mujeres, todos iguales, nos convertimos de esa manera en excelentes y entusiastas consumidores.

El “macho” tradicional, el hombre que respeta a su madre, protege a su mujer y se siente responsable de sus hijos, es una especie en extinción. Se muere el hombre tradicional activo, emprendedor, resolutivo, aficionado al riesgo, a la acción y a la aventura. En adelante, el hombre moderno deberá cooperar, comunicar y conservar en vez de competir, obrar y transgredir. Elegirá la efímera pareja antes que la familia duradera, el indispensable hogar de los niños.

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“¿A qué se parece el hombre ideal?”, se pregunta Éric Zemmour en su libro.

El texto de Zemmour es una reflexión sobre la feminización de la sociedad occidental. “El hombre ideal se depila, compra productos de belleza, lleva joyas, sueña con el amor eterno, cree a pie juntillas en los valores femeninos, prefiere el compromiso a la autoridad y, más que de la lucha, es partidario del diálogo y la tolerancia. El hombre ideal es una verdadera mujer”.

Sí, Zemmour nos habla de aquello que en España ya se ha acabado convirtiendo en costumbre: el que algunos varones cuando abren la boca empiezan por pedir perdón por haber nacido con pene, y añaden que están en búsqueda de “su lado femenino”.

Todo ello es resultado de un proceso contradictorio de aceptación a medias, a la vez que de rechazo -también a medias- del feminismo por parte de una gran mayoría de mujeres. Habiendo descartado, tras varios decenios de tanteo, la poco seductora perspectiva de comportarse como hombres, la mayoría de las mujeres “han sacado de esa paradoja una conclusión radical pero, sin embargo, lógica: ya que las mujeres no han conseguido transformarse en hombres, es necesario transformar a los hombres en mujeres”.

Al mismo tiempo que trata de explicarnos el asunto del doble pensar acerca del feminismo por pare de las mujeres, Zemmour establece un paralelismo muy oportuno con los regímenes comunistas de los que el feminismo es deudor ideológico a través de Engels y Beauvoir. Nos cuenta Zemmour que igualmente que algunos comunistas y no comunistas disculparon a Lenin de los desmanes, tropelías, y crímenes cometidos por los estalinistas, así hacen muchas personas cuando hablan del feminismo como algo “bueno”, incluso necesario y consideran que hay “feminismos” y feminismos y que el denominado “de género” en nada tiene que ver con el feminismo genuino, el de las sufragistas, el de los primeros tiempos… Pero, al igual que acabó ocurriendo con el comunismo marxista, la distinción ha acabado por derrumbarse. El estalinismo se hallaba ya dentro, formaba parte del leninismo. Del mismo modo, el feminismo es un bloque. Es una visión del mundo, una voluntad de cambiar a la mujer y al hombre. Borrar 5.000 años de distinción de roles y universos, como ha escrito muy bien Élisabeth Badinter (paradójicamente antigua discípula de Simone de Beauvoir). En suma, destruir la herencia judeocristiana.

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Por eso, precisamente, el feminismo es un ‘-ismo’ del siglo XX que no puede escapar a sus demonios totalitarios.

Zemmour nos pone múltiples ejemplos de tales afanes totalitarios y liberticidas en su libro: “He visto en la televisión un debate entre un joven agricultor, que confesaba algo avergonzado que, sin la prostitución, nunca habría conocido mujer, y Anne Hidalgo, adjunta socialista al alcalde de París, (cuando Zemmour escribió su libro) que, con mirada asesina, le recriminaba: “¡Usted necesita tratamiento médico!”.

Retrocediendo unos cuantos siglos en la Historia de Francia, Éric Zemmour nos recuerda que en el siglo XVIII, Montesquieu y Rousseau ya advertían sobre las terribles consecuencias que podría tener como resultado el cada vez mayor poder de las mujeres y de los peligrosos alcances que podría acarrear el afeminamiento de la sociedad. Las mujeres de la alta sociedad adquirieron entonces un poder considerable. Por ejemplo, quien realmente ostentaba el poder durante el reinado de Luis XV era Madame de Pompadour, hasta el punto de conseguir que los hasta entonces tradicionales aliados de Francia dejaran de serlo, de forma que Austria, el enemigo tradicional de Francia, pasara a no serlo, en contra de Rusia, que había sido amiga de Francia desde los tiempos del Cardenal Richelieu. También fue ella la causante de la caída en desgracia de los jesuitas, para regocijo y aplauso de la izquierda filosófica de la época.

“En los salones de entonces –nos cuenta Zemmour- son las mujeres quienes organizan el encuentro profético de las dos élites: la aristocrática o del nacimiento, y la burguesa o de la inteligencia. Mezcla verdaderamente revolucionaria. Son ellas quienes seleccionan a los afortunados elegidos, según sus propios criterios, en detrimento de un Rousseau que nunca complace”.

Sin embargo, las feministas actuales no consideran suficiente esa participación femenina en el poder político del siglo XVIII, y “repiten maquinalmente que sólo las mujeres de la alta sociedad tenían algo que ver con esa evolución -¡Al parecer de estas lumbreras, el rey pedía opinión a los campesinos varones cuando tenía que tomar alguna decisión trascendente!- y que las mujeres tenían que pasar por el lecho del rey para tener influencia”, nos dice Zemmour con sentido del humor. Y añade, en una aseveración sin duda sorprendente para los españolitos de a pie y no tan pedestres, acostumbrados a la castidad oficial de nuestra clase política, que “podrían contarse con los dedos de una mano las mujeres políticas de estatura nacional que no hayan pasado por los brazos de uno de los tres monarcas franceses de los últimos 30 años: Giscard, Miterrand, Chirac”.

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Tampoco tiene desperdicio la mención que hace de “la paridad”: para conseguir tal cosa y no habiendo suficiente competencia femenina, las listas electorales se han recargado de esposas, amantes, hermanas, primas, secretarias, antiguas novias y adjuntas de prensa.

Igualmente, son de especial interés las observaciones históricas que hace Zemmour en relación con el Código Civil redactado por Napoleón e inspirador de una legislación civil europea que se ha mantenido vigente hasta bien entrado el siglo pasado y en la que el feminismo ha encontrado uno de sus blancos preferidos. Tras el breve paréntesis de austeridad encarnado por la Revolución Francesa comienza, con el Directorio, un nuevo período en el que las mujeres vuelven a ocupar un lugar preponderante. En la sociedad de los increíbles y las maravillosas, la libertad de las mujeres asombra a toda Europa: “las mujeres cambian fácilmente de amante; se casan y se divorcian con la misma rapidez; las tasas de divorcio (que, en París, pone fin a uno de cada tres matrimonios) son casi similares a las actuales; las familias se destruyen y la educación de los hijos es deficiente. […] Es esta sociedad ‘decadente’, como aún se atrevían a decir entonces, la que Napoleón tiene ante sus ojos cuando comienza los trabajos del Código Civil. Ante sus ojos, exactamente, ya que su propia mujer, Josefina, más ligera que sensual, es la encarnación de esa sociedad”.

En ese contexto, el Código Civil impone un marco más estricto a la libertad social de la mujer y, con ello, y sin renunciar al principio del divorcio, logra frenar el vertiginoso ritmo de disolución de las familias. La crítica retrospectiva siempre es fácil. Pero, sin el Código napoleónico, ¿cómo habría evolucionado la sociedad francesa del siglo XIX con una tasa de divorcios similar a la actual?

La sociedad moderna finge creer en los principios de igualdad y respeto en las relaciones entre hombre y mujer. Pero, por poner un ejemplo, jamás se ha visto a una actriz colgada del brazo de un dependiente de carnicería –nos recuerda Zemmour-, y sin embargo es frecuente ver a hombres muy feos, al volante de fabulosos coches deportivos y acompañados de seductoras personas del sexo femenino (¿No les suena esto a cuando en las últimas elecciones en los EEUU, pusieron de todos los colores a Donal Trump por afirmar algo semejante?).

Las estadísticas oficiales demuestran que las mujeres suelen repudiar a su marido y solicitar el divorcio, de manera más frecuente cuando los hombres están desempleados, sin que ello se deba necesariamente a un problema material, ya que son muchas las mujeres capaces de ganarse la vida trabajando fuera del hogar. Esto nos recuerda el juego de palabras de Warren Farrell, según el cual la mujer es sex object [objeto sexual] para el hombre en la misma medida en que el hombre es success object [objeto de éxito] para la mujer.

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El acoso y derribo, el linchamiento de todo lo que huela a masculino comienza casi desde el parvulario, territorio casi exclusivamente femenino ¿Conocen ustedes a muchos profesores de enseñanza infantil? El Ministerio de Instrucción Pública, de Enseñanza ha pasado a ser, en casi todas partes, Ministerio de Educación. “En lugar del proyecto paternal de instruir [instruere significa ‘armar para la batalla, equipar, dotar’] se adopta el proyecto maternal de educar [educare significa, en su primera acepción, ¡alimentar!]. La instrucción, que recurre a la inteligencia, a la capacidad racional, es sustituida por la educación, con su dimensión afectiva y su orientación a la expansión de la personalidad del niño.

Otra conquista “histórica” ha sido el aborto. En los años 70 el eslogan de moda era “mi cuerpo es mío”. Los hombres, obsesionados por el sexo, pensaban que, con esa frase, las mujeres estaban reivindicando su derecho a acostarse con quien les plazca, sin ser molestadas por sus padres o maridos, nos dice Zemmour. Pero a los varones de entonces no se les pasaba por la cabeza su verdadera trascendencia. Lo que las mujeres querían decir realmente era que sus hijos les pertenecían, que tenían derecho de vida y de muerte sobre ellos. Y, en efecto, los hijos, que antes tenían un derecho inalienable a nacer y, como mucho, pertenecían a Dios o al Estado, a partir de los años 70 del siglo XX, en las sociedades occidentales, pertenecen a las mujeres.

Presten atención al análisis de Zemmour:

“El número anual de abortos en Francia se ha estabilizado en torno a los 200.000, respecto de 764.500 nacimientos, según los últimos datos (¡Ojo, son cifras de hace una década, no se olviden!) En un artículo reciente de Le Figaro, Emmanuel Le Roy Ladurie señala que esa proporción (uno de cada cinco) corresponde a las tasas de mortalidad infantil, en el sentido clásico, existentes en el reinado de Luis XV.

Para ese viaje no son menester alforjas … ¿Dos siglos para eso? Estas cifras tendrán acabarán teniendo terribles consecuencias más pronto que tarde en el futuro de los países europeos. Los principales demógrafos nos advierten sobre el futuro de Alemania o de Italia; en el caso de este segundo país, la población habrá descendido a 20 millones de personas dentro de algunos decenios. Desde hace 30 años, todo el mundo se extasía ante el control perfecto de la fecundidad por parte de las mujeres gracias a la contracepción y al aborto. Pero, “casualmente” se suelen olvidar de que el fin de esa historia será tremendamente desgraciado y conducirá inevitablemente a la desaparición programada de los pueblos europeos, al no haber recambio generacional, el envejecimiento progresivo, acelerado de la población, el invierno demográfico conducirá al suicidio colectivo.

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Aunque Zemmour no nombre a España, los que siempre hemos estado en el vagón de cola de Europa, de la “modernidad”, ya estamos situados en las primeras posiciones y hemos alcanzado el dudoso honor de estar en la locomotora que camina hacia el abismo. También España ha incorporado la costumbre de esperar casi al penúltimo óvulo del ciclo reproductivo para iniciar las tareas de fecundación, cada día es mayor el número de mujeres, madres “cuarentonas” e incluso “cincuentonas”. Y por otro lado, las denominadas leyes “de igualdad y género” fomentan el divorcio por desahucio y por repudio –del varón, claro- garantizando que España conduzca definitivamente la locomotora europea que camina hacia el suicidio.

Frente a este panorama, sin duda aterrador, los progresistas consecuentes y los tecnócratas competentes tienen una solución: la inmigración. Pero ahí las feministas se han encontrado una piedra inesperada en el zapato; ¡Han planificado con tanta ilusión una arcadia feminista, purificada de sus segregaciones masculinas, para acabar recluidas en una Eurabia o una Euráfrica rebosantes de testosterona!

Es la gran paradoja de la historia de una feminización que, en realidad, no ha sido más que una “desvirilización”, según Zemmour: la “pulsión de vida” femenina frente a la “pulsión de muerte” masculina. Esquema que afirma que las mujeres no destruyen, sino que protegen; no crean, sino que mantienen; no inventan, sino que conservan; no fuerzan, sino que preservan; no infringen, sino que civilizan. Por ello, la feminización de los hombres ha traído consigo una descompensación del tradicional equilibrio entre ambas pulsiones. “Al feminizarse –dice Zemmour-, los hombres se castran a si mismos, se esterilizan, no se permiten ninguna audacia, no emprenden ninguna innovación, no osan transgredir nada de nada; se contentan con conservar. Entre otras cosas, la feminización de la sociedad y el consiguiente debilitamiento de las pulsiones masculinas explican el estancamiento y el declive intelectual y económico de Europa.

Éric Zemmour, que aparentemente no se ha percatado del parentesco y los antepasados comunes del feminismo y el comunismo (tal vez no haya leído aún el Manifiesto Scum de Valèrie Solanas y “La familia, la propiedad y el estado” de Federico Engels) llega, sin embargo, a emparejarlos en su desenlace previsible. Según él la feminización de los hombres obedece a una voluntad de escapar a la tiranía de una Razón que ilumina, para lo mejor y lo peor, la historia de Occidente. La feminización de los hombres y de la sociedad se vive como una alternativa feliz, la búsqueda de una nueva edad de oro, la parusía universal. El sueño feminista ha sustituido al sueño comunista. Y ya se sabe cómo acaban esos sueños.
Decía un tal Francisco de Goya y Lucientes aquello de “los sueños de la razón producen monstruos”.
Pues, “eso”.

Una vez terminado de leer, cundo un acaba cerrando el valiente libro de Eric Zemmour no puede evitar seguir interrogándose sobre la profunda crisis demográfica de Europa, la feminización-afeminamiento y pérdida de energía de sus pueblos, su sustitución por minorías étnicas inmigradas, indudablemente más viriles… Pero lo más trágico de la historia es que la mujer contemporánea acaba siendo su propia víctima. Se afana en domesticar y afeminar a su compañero, conforme a los nuevos cánones de la sociedad moderna, pero cuando lo consigue y se despierta, rechaza, desprecia, pisotea a su hombre tachándolo de pelele o maricón sin el menor problema. Por fin sola, puede soñar de nuevo en encontrar a un hombre de verdad.

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Opinión

La última bala de Sánchez: “Currarse la página de la pena”. Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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Así se llama en términos carcelarios, así se llama el último intento de mejorar la situación durante una condena: “currarse la página de la pena”. Es lo que está haciendo Pedro Sánchez con su carta en la que “estudia dimitir por amor a Begoña”. En realidad, si se lee la carta, se percibe con mucha más claridad que intenta polarizar aún más al país. De hecho, desde la presentación (“Carta a la ciudadanía”) se percibe que esta carta no es más que la apertura de la campaña electoral en Cataluña y en las europeas. Podemos estar, claro, equivocados y, a fin de cuentas, lo que pretenda Sánchez es “librarse de tanto sufrimiento” por los ataques que se vienen repitiendo contra él y su mujer -justificados, por otra parte- en los dos últimos meses. Veamos las distintas alternativas.

¿SÁNCHEZ VA DIMITIR?

TODO LO QUE AVALA UNA RESPUESTA AFIRMATIVA

No puede olvidarse el contexto en el que ha aparecido esta carta, caracterizado por:

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A.- La reapertura en Francia de la investigación sobre las filtraciones del programa Pegasus: si bien en España, Sánchez controla a la fiscalía, no puede hacer nada contra una investigación iniciada en Francia. En España, la filtración de Pegasus se llevó por delante a la directora del CNI. Poco más. Y la cuestión es muy grave, de hecho, es gravísima: un país, inicialmente “amigo” -Marruecos- utiliza un programa para espiar las conversaciones telefónicas del gobierno español. Desde que se supo, el problema no es el hecho en sí, sino lo que “sabe” la inteligencia marroquí sobre Pedro Sánchez.

Pegasus es importante y significativo por dos elementos:

1) Fue a partir de entonces cuando cambió significativamente la política del gobierno en relación al Sahara, mostrándose favorable a Marruecos y rompiendo con Argelia. La política de apoyo a la resolución de la ONU que proponía un referendo para la población saharaui, había sido constante y tradicional en todos los gobiernos de España desde la transición. Romperla, implicaba también, ofender a Argelia, primer exportador de gas natural a España, en el peor momento: cuando había estallado el conflicto ucraniano. El cambio de política sobre la cuestión del Sáhara era, por tanto, injustificable, contrario a los hábitos diplomáticos y opuesto en sus consecuencias a los intereses de España.

2) Pegasus es un programa espía de patente israelí, aupado por el Mosad. Este elemento es importante: la crisis actual coincide con un momento en el que Sánchez -huyendo de su creciente impopularidad en España- ha asumido el rol de “misionero internacional para el reconocimiento del “estado palestino”. Esto le ha supuesto un aumento de su prestigio en la escena internacional, pero también el odio eterno de Israel. En realidad, el Mosad, lo que ha hecho con Pegasus no ha sido otra cosa que extender su influencia en dirección a otros servicios de inteligencia internacionales. El de Marruecos, por ejemplo. Es posible, incluso, que el propio programa, en su concepción, permita a Israel acceder a los mismos conocimientos que obtiene quien lo ha comprado. Si esto es así -y es muy posible que lo sea- lo que “sabe” Rabat de Sánchez, lo sabría también el Estado de Israel.

B.- La comisión de investigación sobre el “Caso Koldo” en el Senado. La endiablada situación política española después de que el PP se impusiera en votos y escaños en las pasadas elecciones, pero Sánchez consiguiera el apoyo de los partidos de izquierda, nacionalistas e independentistas para ser elegido presidente, a cambio de realizar concesiones ilimitadas, ha precipitado el que, tras conocerse el “Caso Koldo” se creara una “comisión de investigación” en el Senado, controlado por el PP. A pesar de las limitaciones de estas comisiones (y de que, hasta ahora, nunca han aclarado nada) , lo cierto es que la comparecencia de Salvador Illa hizo que aumentaran las sospechas de complicidad de la presidencia en la “trama Koldo”. Este hecho no se escapó a los periodistas que constataron la inseguridad con la que Illa contestó algunas preguntas y no estuvo en condiciones de responder satisfactoriamente al hecho de que recibiera en su despacho ministerial a alguien como ”Koldo”, que no era oficialmente, más que un chófer-guardaespaldas de otro ministro.

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Y esto es importante por dos factores:

1) Por que Illa es el candidato que encabeza la lista en las próximas elecciones autonómicas a Cataluña a celebrar en el mes de mayo. La declaración ante el senado y las reacciones de la prensa, inevitablemente suscitarán una caída en sus expectativas de voto. Sánchez, con su amenaza de dimisión, habría querido recuperar el terreno perdido, especialmente con sus socios parlamentarios (ERC se mostró muy hostil a Illa en la comisión).

2) La amenaza de dimisión, también era una forma de decirles: “Si me voy yo, os quedáis sin amnistía y el que venga detrás, seguro que no es da tantas facilidades como os doy yo”. Así trataría de evitar, de una vez por todas, nuevos chantajes parlamentarios por sus socios en cada votación. Y si los socios valoran la situación verán que, con un PP en la Moncloa, condicionado por los votos de Vox (aunque no formara parte del gobierno), la situación de privilegio de la que gozan nacionalistas e independentistas, concluiría abruptamente.

C.- Ni el “Caso Begoña”, ni el “Caso Mascarillas” han concluido. En ambos casos, la prensa está en estos momentos trabajando en distintas líneas. Estas investigaciones llevan su tiempo. Ningún medio está dispuesto a jugarse una querella multimillonaria por difamación, ni del presidente, ni de Begoña, ni de los ministerios afectados por estos casos. En otras palabras: de la misma forma que, judicialmente, estos casos están solamente en sus primeras fases de investigación, en lo que se refiere a los medios de comunicación, hay mucho más material todavía no publicado (y que, sin duda, irá deslizándose por goteo en las próximas semanas y meses) que comprometería gravemente la posición y las afirmaciones del gobierno.

Todo esto es importante por dos factores:

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1) En el “Caso Koldo” están implicados altas autoridades del Estado (la número tres del Estado, la presidenta del Congreso, Francina Armengol que durante la pandemia era presidenta de la Comunidad Autónoma Balear), varios ministerios y varios presidentes de comunidades autónomas entonces gobernadas por el PSOE. Pero todavía es más grave el contexto en el que se produjo el “caso”: una pandemia que el propio gobierno, tras la manifestación feminista del 8 de marzo, declaró el “confinamiento”, generó una campaña de terror primero en torno a la peligrosidad del virus, aplicó los protocolos de la OMS para tratar la enfermedad (que hoy se tiene la convicción de que contribuyeron a aumentar la víctimas) y, para colmo, recomendó una vacuna (no obligatoria pero sí en la práctica para aquellos que querían viajar al extranjero y para los trabajadores de empresas importantes) cuyas secuelas explican la inflación de muertes que se ha producido con posterioridad y, que el propio ministro Illa promocionó mostrando una fotografía de “cómo se vacunaba”… a pesar de que declaró en la comisión de investigación del senado que él “no se había vacunado”.

2) El “Caso Begoña”, abierto por un juzgado madrileño después de una denuncia de “Manos Limpias”, es inédito en la historia política del mundo civilizado. Todas las mujeres de presidentes, simplemente, o no habían actuado en política o si habían actuado era presentándose como candidatas en una lista electoral (casos de la esposa de Felipe y de la esposa de Aznar). Pero el hecho de que Begoña correteara en once ministerios del gobierno de su marido y obtuviera buenos contratos, subvenciones y beneficios para empresas que “asesoraba” resulta inédito en cualquier concepto democrático. A eso se le llama sospecha de “tráfico de influencias”. Sospecha, por otra parte, fundada. Siendo todavía más grave porque en algunos de los casos investigados las subvenciones eran con fondos europeos. Y, el problema para Sánchez es que las gestiones de su esposa fueron realizadas con una sensación total de impunidad y dejaron rastros suficientes (de momento, dos cartas firmadas por ella, de “recomendación”) que permiten seguir la pista con facilidad.

D.- El fracaso del contraataque socialista ante la corrupción. A partir de conocerse el “Caso Koldo” y sus ramificaciones y despuntar las primeras informaciones del “Caso Begoña”, los socialistas cometieron un error doble de comunicación: en primer lugar, desempolvaron casos ya vistos y juzgados de corrupción que afectaban al PP. Era una forma de decir “y tú más” y creer que así se desactivaba la información. En segundo lugar, trataron de crear un caso que afectara al PP allí en donde más le duele a Sánchez: en Madrid. Aprovechando que Isabel Díaz Ayuso era uno de esos empresarios oportunistas a la caza de buenos negocios a la sombra de la administración, el PSOE creó el “Caso Ayuso-Mascarillas”, pensando que contrapesaría al “Caso Koldo”. Sin embargo, la desproporción entre los dos casos pronto fue evidente: las acusaciones contra González Amador, tenían que ver con impagos a hacienda por ventas de mascarillas, antes de que fuera pareja de Díaz Ayuso. Y, además, ya se había pactado con Hacienda la resolución del caso para evitar el juicio. Aquí, fue donde se comprobó también la colaboración del Fiscal General en la ofensiva del PSOE, filtrando fría, deliberadamente, datos sobre un ciudadano privado que había reglado su situación con Haciendo. No había más vuelo para el “Caso Ayuso-Mascarillas”. De hecho, jamás existió. Mientras, se seguían filtrando más y más datos sobre los casos “Begoña” y “Koldo”.

Y esto es importante por dos elementos:

1) El fracaso del “y tú más” y el poco recorrido de los ataques contra Díaz Ayuso, evidenciaban la necesidad para el PSOE de cambiar de estrategia, pero también el reconocimiento de que, a medida que avancen los trámites judiciales, la situación empeoraría para los procesados. Y el resultado final sería una agonía mediática que implicaría el agotamiento electoral del PSOE, imposible de compensar -a la vista del aumento desmesurado de la deuda pública española en los tres últimos años y de la negativa de la UE a crear “bonos de deuda europeos”- con la “naturalización” de unas cuantas decenas de miles de inmigrantes. El problema es que, a la vista de lo que se ha publicado sobre estos casos de corrupción, de lo que los medios están investigando en este momento y de lo que el propio Sánchez conoce y que aun no ha salido a la superficie, era imposible afrontar un contrataque eficiente.

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2) El último error de Sánchez ha sido precisamente su “carta” en el que amenaza con su dimisión. La carta es hoy primera plana en todos los medios de comunicación europeos que, gracias a ella, además de referenciarla se han visto obligados a explicar lo que está siendo el “Caso Koldo”, el “Caso Begoña”, los avances mediáticos y judiciales, la comisión de investigación del Senado, etc, elementos todos ellos que habrían pasado desapercibidos para la opinión pública europea, de no ser por la dichosa “carta”. Esto hace que, cada vez más, las puertas de la UE se le vayan cerrando al pedrosanchismo. El electorado alemán y, mucho más especialmente, los gobiernos europeos de derecha, empezando por el italiano, van a permitir que llegue a España un solo euro comunitario que tiene muchas posibilidades de ser empleado en no llegar a los destinos para los que ha sido enviado, y perderse en los bolsillos próximos al gobierno español.

  1. La mala situación general económico-social de España. Mientras la UE había habilitado planes de “reactivación” económica posteriores a la pandemia, mientras se podían enmascarar las cifras y alardean de que la economía española “iba como una moto”, trucando incluso las cifras del pero, acallando el descontento social con promesas electorales y la demencial política de inmigración insuflando más y más fondos para la “integración” de los inmigrantes, regando a ONGs mafiosas con más y más millones para que ejecutaran su tarea de “taxis” para aumentar el número de inmigrantes, y mientras una parte de los medios recibía jugosas subvenciones a condición de difundir “beneficios” de las políticas gubernamentales y ocultar las cifras problemáticas (el déficit que ha llegado en marzo de 2024 a 1,6 billón de euros), Sánchez podía mantenerse en la Moncloa. Pero, en los últimos meses, el aumento de la criminalidad -especialmente de los delitos más graves: violaciones, asesinatos y robos con violencia-, la constatación de que zonas del país, en el sur, ya están en manos de las mafias de la droga y de que estas actúan impunemente, ante la mirada indiferente de Marlaska, y por ahí pasa, no solo hachís e inmigración, sino también toneladas de cocaína llegada a Marruecos, el cambio de actitud alemana hacia la entrega de fondos al gobierno español, el malestar por el aumento de una inmigración innecesaria, incontrolada y peligrosa, las molestias insólitas que esto crea en el día a día de la sociedad a causa de sus costumbres culturales y antropológicas que no están dispuestos a renunciar, la demostración de que la cifra de parados está un millón por encima de las cifras oficiales, el hundimiento en la venta de pisos, de coches eléctricos, los intentos del gobierno de controlar más y más empresas del Ibex, etc, etc, etc. Todo ello pinta un cuadro catastrófico del país.

Esto es importante por dos factores:

1) Todo esto, quizás, por separado, pudiera tener alguna solución (ser enérgico en la lucha contra la delincuencia, repatriaciones masivas empezando por inmigrantes que hayan cometido delitos, austeridad en el gasto público, reducción de las dimensiones de la administración, etc), pero juntos son de imposible solución especialmente para un gobierno en minoría y con problemas de autoridad, corrupción, dependencia de socios parlamentarios verdaderos chantajistas. Y, el gran problema es que, antes o después, está situación se evidenciará en toda su crudeza (como ha ocurrido en Argentina: “no hay plata”). El cambio de actitud de la UE en relación a España y el cierre del grifo han marcado ese momento en el que el realismo tenderá a imponerse y los “hombres de negro” exigirán medidas drásticas que afectarán, especialmente, a las pensiones, generando un vuelco en las intenciones de voto.

2) El nivel de la deuda española es tal que no solamente compromete el desarrollo y las inversiones en los próximos años, sino que supone una losa para las futuras generaciones y esto en un país multiétnico en el que los nacidos fuera de España y sus hijos, son ya la cuarta parte del total de la población. Ni en las elecciones generales de 2023, ni en las autonómicas que se están celebrando desde enero, ningún partido -salvo Vox- han hablado de lo que debería ser el primer punto de un programa de gobierno responsable: “reducción del gasto público”. De entre todos los rubros, la estructura autonómica del Estado y el gasto global generado por la inmigración (incluidos los gastos judiciales, policiales, los subsidios, el coste de los MENAS y de su mantenimiento, etc), junto con el dinero que se filtra en las redes de corrupción y la financiación de chiringuitos en forma de ONGs, constituyen las partidas mayores de las que podía prescindirse… si el gobierno tuviera autoridad y voluntad. Pero carece de ambas cosas.

Pues bien, el reconocimiento de todos estos elementos, son los factores que avalan una respuesta afirmativa a la pregunta de si la carta de Sánchez amenazando con dimitir evidencia una voluntad auténtica. Todo lo dicho anteriormente son factores problemáticos y de casi imposible solución y, por tanto, avocan al pedrosanchismo a una larga agonía. El presidente con su carta anunciando que “medita su dimisión hasta el lunes”, no habría hecho otra cosa que reconocer la triste realidad de un gobierno -su gobierno- que ha fracasado estrepitosamente y que deja al país en una situación caótica y polarizada. Ahora bien…

¿SÁNCHEZ VA DIMITIR?

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TODO LO QUE AVALA UNA RESPUESTA NEGATIVA

… Dejar las cosas así es no reconocer ni lo que es el pedrosanchismo, ni los rasgos de su dolencia psicológica: un psicópata nunca reconoce sus errores, son los otros los que cometen errores, son los otros los que no le dejan hacer lo que él quiere, son otros los que le impiden realizar su ego. Y, allí donde una persona normal dimitiría, Pedro Sánchez, arrastrado por su conformación mental, tenderá a llegar hasta el final. No es que prefiera “morir matando”, es que prefiere que “muera todo un país, a dimitir”. Desgraciadamente, la democracia electoralista es, más que cualquier otro régimen, aquel que presta más facilidades para que un psicópata llegue al poder. Le permite utilizar su altísima capacidad para la mentira, para encandilar momentáneamente al electorado; apoyado por los medios, transmite un look de sí mismo que es, como el look de todos los psicópatas, artificial y que tarda poco en diluirse. Sitúa su ego por encima de todos los demás, no siente -no puede sentir- ningún tipo de empatía con nadie: ni con su esposa, ni con su partido, ni con su país, ni con sus partidarios. Y si hay rastros empáticos se trata solamente de simulación. Estas pulsiones negativas aumentan desde el momento en que se ve atacado, ridiculizado, insultado, silbado en sus apariciones públicas. Su bilis se multiplica y su odio aumenta. Piensa estrategias para combatir a sus adversarios, pero el psicópata no suele ser muy inteligente: su Ego le impide ver la realidad y actuar razonablemente ante ella.

No creemos, por tanto, que Sánchez vaya a dimitirTodo lo dicho en el parágrafo anterior, valdría para que una persona normal, simplemente, se suicidara (el presidente de Brasil, Getulio Vargas, lo hizo cuando estalló un ínfimo caso de corrupción que aquí no pasaría de un juicio de faltas; el presidente boliviano Germán Bush, así mismo, se suicidó al ver que encontraba dificultades creciente para imponer su proyecto político; incluso en 1993, un correligionario de Sánchez, Pierre Bérégovoy, primer ministro del gobierno del presidente Mitterand, se suicidó al saberse que había recibido un préstamo de un millón de francos para comprarse un apartamento…). Pero estos precedentes no valen para Sánchez. Está hecho de otra pasta.

Así pues, la carta de Sánchez amenazando con dimitir puede estar motivada por cinco intenciones que, en el fondo, son una: la decidida voluntad de aferrarse, con uñas y dientes, al cargo, de situar su ego por encima de los intereses de su partido, de su país y de las generaciones futuras. Estas intenciones son:

1) “Currarse la página de la víctima”.- Se trata de un cambio de estrategia: dado que la campaña del “y tú más”, ha mostrado una eficacia muy limitada; dado el fracaso de su ofensiva contra la presidenta de la Comunidad de Madrid; dada la certidumbre de lo que puede ir apareciendo, Sánchez ha optado por presentarse como víctima: él y Begoña. Sería como uno de esos personajes del cine negro, el “falso culpable” que es perseguido, amenazado, encarcelado, pero que, al final logra demostrar su inocencia. En sus contactos con el independentismo, ha comprobado que el victimismo tiene su público y que, por el simple hecho de presentarse como víctima, él y su pareja se hacen acreedores de apoyo, cariño y ternura.

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2) Movilizar voluntades.- La oposición, desde el inicio de la legislatura, aprovechando el asunto de la amnistía a Puigdemont y a los indepes catalanes, ha realizado varias movilizaciones masivas. Sánchez, en todo este tiempo, cada vez que Sánchez ha asistido a algún acto público se ha visto abucheado e insultado: “Por siete votos tienes el culo roto”, no ha sido una excepción, sino la postrera muestra del “fervor popular” que le rodea cada vez que sale de la Moncloa. No hay más abucheos porque la guardia de corps de Marlaska sitúa las barreras para el público a 200 y 300 metros de donde se encuentra el presidente. Era necesario que sus partidarios tuvieran una ocasión de mostrar su apoyo al presidente. Y esa es otra de las cosas que busca: una riada de “adhesiones inquebrantables”.

3) Poner a sus socios ante el abismo.- Con un Puigdemont que repite que tiene “cogido por los huevos” a Sánchez, con una ERC que repite que “el gobierno hace lo que nosotros queremos”, con un Bildu que se jacta del reconocimiento público y el blanqueo que le depara Sánchez, todos los cuales están dispuestos a apoyarle en cada votación siempre y cuando reciban algo a cambio, es evidente que no puede cerrarse, ni los presupuesto de 2024, ni siquiera la legislatura. Por tanto, Sánchez habría decidido plantear un órdago a sus socios: “Si me voy, vosotros caéis también”, “Si me voy, no habrá amnistía”, “Si me voy, la posibilidad del federalismo se aleja para siempre”.

4) Polarizar a la sociedad española.- Este elemento siempre ha estado presente desde el inicio de esta legislatura, pero en su carta, Sánchez lo convierte en uno de los elementos centrales: él es el que cierra el paso a la derecha (“No pasarán”), él es el que defiende el progreso frente a los “extremistas de derecha”, olvidando que, las revelaciones en su contra, una vez más, no han sido difundidas ni por la “derecha”, ni por la “extrema-derecha”, ni por el “fascismo”, sino por medios de prensa independientes y no sometidos a su férula. Sabe que si convence a la sociedad española de que existe una “galaxia fascista” que conspira contra él, es susceptible de obtener el apoyo de la otra parte de la sociedad en forma de izquierdas, nacionalistas e indepes. Una vía peligrosa que conduce directamente a la guerra civil.

5) Impedir un descalabro de la izquierda en las elecciones europeas.- Sánchez piensa en el futuro. Es consciente de que la izquierda europea va a sufrir un revés importante en las próximas elecciones europeas de junio. Si logra que la candidatura socialista mantenga sus posiciones en España, piensa que, así podrá dar el salto a Europa y convertirse en líder de la izquierda europea. Tenía esa ambición en Iberoamérica a través del Grupo de Puebla, pero las constantes derrotas en los dos últimos años de esta opción (que ha perdido el poder en unos países -Argentina, Portugal, Ecuador, Perú, Salvador- y se muestra completamente deteriorada en otros -Chile, Colombia, Brasil-), le inducen a mirar de nuevo en Europa. Y lo está intentando a través de esa “misión” diplomática que se autoarrogado para el reconocimiento del “estado palestino”.

¿SÁNCHEZ VA DIMITIR?

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TODO ES POSIBLE EN EL PEDROSANCHISMO

Hace poco decíamos que Sánchez gobierna porque 7.821.000 españoles, de mayores, les gustaría ser como él. Mentiroso, desplazándose en Falcon a comprar tabaco, entre lujos orientales, acumulando patrimonio, sin escrúpulos de ningún tipo, habiendo logrado su proyecto personal por encima de cualquier cosa… Por eso le votan. Sánchez no es un accidente en la historia de España, es el resultado de la entronización de un modelo humano promovido desde los años 80No debe extrañarnos nada de lo que haga o decida. De hecho, no decide él, sino sus vísceras.

Pero la cuestión es si la carta refleja una actitud real o bien es mera simulación.

Tendemos a creer que es ambas cosas a la vez: incluso los psicópatas de manual experimentan momentos de flaqueza, se sienten vacíos, perciben el odio que generan y la situación que les lleva a un callejón sin salida. Algo de todo esto se refleja en la propia carta. Pero, junto a esto, las vísceras de Sánchez reaccionan y aspiran a la “solución final”: o él o el caos. Para seguir debe suscitar entusiasmos en sus partidarios, miedo en sus aliados y salidas de tono en la oposición. Debe conseguir hacer creíble su mensaje, desplazarlo del agujero de corrupción en el que se encuentra su partido y su núcleo familiar, “currándose la página de la pena”.

Se ha dado un tiempo para pensar. En el curso de estos cuatro días, del 25 al 29, veremos las reacciones de los medios y de la sociedad, de sus partidarios y de sus detractores. Pero todo esto servirá de poco: actuará según sus vísceras. Incluso aunque amagara con dimitir, unas horas después podría cambiar de opinión.

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Sánchez no necesita asesores, precisa psiquiatras. Y este país también.

 

Ernesto Milá. 

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