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Sociedad

La plaga de la solidaridad

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Voluntarios de la progre Caritas haciendo campaña en favor de de la diversidad y la gratuidad de las ayudas.
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BD.- Vivimos inmersos en la representación continua de una formidable farsa que se ha dado en llamar “la Cultura de la Solidaridad” (así con mayúsculas). Esta ridícula comedia, que mortifica cualquier inteligencia medianamente exigente y ofende sin miramientos todo estómago normalmente constituido, consiste en loar polifónicamente sobre todos los tonos y registros la buena nueva de la fraternidad multicolor que ha de prohijar la era del amor eterno. “¡Hermanos, formenos una cadena y cantemos todos juntos: “¡We are the world, we are the childrens!” La verdadera solidaridad no puede ser esta indigna bufonada. Rechazamos sin contemplaciones esta bazofía. Cadena, que corra el agua.

La solidaridad es una actitud moral que distingue a las personas decentes, es un sentimiento superior que enaltece al que lo profesa y ennoblece al que se ha hecho merecedor de él. No es una simple demostración superficial o convencional de simpatía, es identificación activa con un igual: la solidaridad no tiene sentido de ser con los diferentes, con los “otros”. Eso es un contrasentido, un error, un imposible, o entonces estamos confundiendo la solidaridad con la compasión, la caridad, la misericordia, la piedad que toda criatura viviente, incluso la más vil, tiene derecho a reclamar. La solidaridad sólo puede darse entre miembros de una misma especie, entre componentes de una misma familia, entre las partes de un mismo todo, entre grupos afines, entre seres que profesan una comunión de intereses, se reconocen una unidad de espíritu y participan de unos valores comunes.

La solidaridad no es esa estúpida y aberrante moda de amar y ensalzar incondicional e irreflexivamente todo lo sucio y hediondo, todo lo deforme y ofensivo, todo lo ajeno y diferente, todo lo malo y lo peor que camina o se arrastra sobre la superficie de la tierra, biblia actual de una sociedad narcotizada de propaganda alienante y ebria de eslóganes huecos que se cree (que le han hecho creer) que la solidaridad es adorar sin freno ni medida las infinitas miserias y las repulsivas lacras del Tercer Mundo y sus comarcas vecinas y a colmar de atenciones a los extraños al tiempo que se impone ignorar a los hermanos. Ya decía Rousseau: “Desconfíen de esos filántropos que van a buscar lejos de su país o de sus compatriotas unos deberes que desdeñan cumplir en casa. Tal filósofo ama a los tártaros para estar dispensado de amar a sus vecinos”.

La solidaridad significa coincidencia y afinidad con aquél a quien va dirigida. No se puede ser solidario con el enemigo, el adversario, el extraño, el ajeno, o con un exponente de degradación sin cubrirse asi mismo de oprobio ni ensuciarse con la mancha indeleble de la infamía. Un acto de esa naturaleza entrañaría abdicar de la propia estatura como consecuencia de un impulso indigno y un gesto equivocado. Toda vez que los valores son expresiones del espiritu, si los valores se corrompen es porque el espíritu está corrompido. Este es el verdadero sentido de la solidaridad actualmente en boga: una perversión espiritual, una aberración moral.

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Esta equivocada solidaridad es el síntoma de una profunda tara intelectual, la expresión inequívoca de un desequilibrio mental severo, la manifestación de una quiebra interior, de un extravío sin remedio, de una renuncia sin excusa, de una debilidad sin perdón, de una traición sin redención, de una capitulación sin honor.

La vocinglera moda de la presente solidaridad mediatizada en un derroche indecoroso de exhibicionismo farisaíco es, en la mejor de las eventualidades, una grosera impostura, y en todos los casos, un escándalo para la inteligencia humana, una afrenta al sentido común, una humillación para todo sentimiento elevado. Que esa encumbrada solidaridad sea celebrada como un valor supremo por la cultura dominante, seca, estéril e inhumana, habla a las claras de lo hundida y desorientada que está esta sociedad, aquejada de una devastadora subversión de los valores y ayuna de todo ideal verdadero, y volcada toda ella a una empresa de autosabotaje que es la prueba definitiva de la confusión en la que se halla. Tirar piedras a su propio tejado es la etapa última de la cretinidad, la firma auténtificada del desvario.

La mejor demostración de la falsedad de esta cacareada solidaridad es que pocas veces como hoy en España se había vivido una realidad tan huérfana de genuino hermanamiento entre compatriotas, un clima tan enrarecido de enfrentamiento entre hijos de un mismo suelo e historia, una alarmante y áspera desunión en medio de contínuas llamadas al odio entre españoles (de aquellos que quieren dejar de serlo contra los que pretenden seguir siéndolo), habiendo llegado a un grado tal de indiferencia e insolidaridad, cuando no de abierta hostilidad entre españoles de toda clase y condición, que vuelve risible y despreciable toda pretensión y exhibición de “buenas intenciones”, “amor al prójimo” y filantropía gaseosa: un festival de hipocresía travestida de ideales superiores, que es una de las peores plagas de nuestro tiempo.

Mientras la patria común amenaza ruina y nuestra casa se tambalea sobre sus cimientos corroidos por el veneno de la sedición, fuera arrecia con alegre inconciencia e insultante descaro la ruidosa cantinela de la solidaridad, el canto de todo lo extraño, la alabanza de todo lo enemigo, la exaltación del mal que nos aqueja y que nos habrá de llevar a la catástrofe.

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España

Así nos ven desde fuera: el sucio traidor de Feijóo y sus adláteres son reconocidos por lo que son

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Escándalo en España: El PP se unió al socialismo y votó a favor de darle la ciudadanía a 500.000 inmigrantes ilegales de África

El PP, el PSOE y todos los partidos de izquierda se unieron para votar a favor de la regularización de medio millón de inmigrantes que ingresaron de manera ilegal en la última década.

El Partido Popular (PP), una suerte de Juntos por el Cambio en España, ha vuelto a traicionar a su base de votantes y decidió unirse con la extrema izquierda para regularizar y otorgarle la ciudadanía a más de 500.000 inmigrantes ilegales que arribaron al país desde África o Medio Oriente.

Si bien la ley todavía no ha sido aprobada, más bien solo se ha aprobado el tratamiento del mismo en el Parlamento, el PP sienta un peligroso precedente y ha anticipada que busca volver a votar de la misma manera en el recinto una vez que se modifiquen algunos aspectos del proyecto de ley.

De hecho, todos los partidos en el Parlamento han votado a favor del tratamiento y aprobarán pronto la ley, con la única excepción de los legisladores de VOX, que se opuso de cuajo contra la ley que le agregaría más de 500.000 votos en todo el país a la izquierda.

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Según la diputada del PP, Sofía Acedo, fue Cáritas, la organización benéfica de la Iglesia Católica, que hizo lobby para que dicha legislación sea aprobada, a pesar de que dentro de ese medio millón de personas hay prácticamente una totalidad de árabes musulmanes.

Por su parte, la socialista Elisa Garrido ha trasladado que el PSOE votará a favor de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por el “respeto” que merece darle participación directa en la política a quienes viven en España, y que creen que es necesario “seguir avanzando en mecanismos que garanticen procesos seguros de inmigración”.

Por su parte, la diputada de VOX Rocío De Meer ha indicado de nuevo que la formación liderada por Santiago Abascal rechaza la medidaQueremos que España siga siendo España, no Marruecos, ni Argelia, ni Nigeria, ni Senegal. Y esto no es odio ni es xenofobia, ni racismo, es puro sentido común“.

En España se han llevado a cabo seis regularizaciones extraordinarias de inmigrantes en toda su historia. Entre 1991 y 1992 se puso en marcha, con el Gobierno socialista, una regularización extraordinaria que benefició a 108.321.

En 1996, con el PP mediante otro proceso de regularización extraordinaria, obtuvieron papeles 21.294 inmigrantes de los 25.128 que lo solicitaron. En el año 2000 solicitaron la regularización 244.327 extranjeros y consiguieron la documentación 163.352. En el año 2001 fue denominado “regularización por arraigo” y se otorgó papeles a 239.174 inmigrantes más.

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Como si esto no fuera poco, en el 2005, durante el gobierno del comunista José Luis Rodríguez Zapatero, hace casi 20 años, se le otorgó ciudadanía a medio millón de inmigrantes, la misma cantidad que pretende dar ahora Pedro Sánchez, peleando codo a codo por el récord histórico de pérdida de identidad.

Fuente: Derecha Diario.

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