Connect with us

España

Cómo pasé de socialista a franquista: historia de una metamorfosis

Avatar

Published

on

¡Comparte esta publicación!

Por Laureano Benítez Grande- Caballero.- Hace poco escribí un artículo con el tema de las metamorfosis kafkianas, esos procesos revolucionarios que de la noche a la mañana transmutan a un renacuajo en rana, a un gusano en mariposa, a una carroza en calabaza (o viceversa), a un ser humano en cucaracha grotesca.

Hoy volveré sobre el tema, para explicar mi metamorfosis personal, que se realizó a la inversa, porque pasé de ser una cucaracha sociata a convertirme en un ser humano, y además patriota católico.

En lenguaje bíblico, la metamorfosis kafkiana recibe el nombre más poético de «Camino de Damasco», que consiste en que un jinete va de una cosa, se cae del caballo, y por arte de magia se levanta del suelo no solo siendo otra cosa distinta, sino justo la contraria. Los griegos llamaban a esto «catarsis», vocablo más científico, pero que engancha menos.

No cabe duda de que la catarsis más portentosa de la historia la protagonizó Saulo de Tarso, el que inventó los caminos de Damasco, que de perseguir cristianos se transmutó en un formidable apóstol del naciente cristianismo.

Advertisement

A partir de este acontecimiento bíblico, por extensión y metafóricamente, se aplica la expresión «camino de Damasco» a todos aquellos procesos revolucionarios que ocurren a veces en nuestras vidas ―aunque hoy, desde luego, Damasco no es un lugar geográfico muy recomendable al que derivar nuestros caminos―, verdaderas catarsis que llevan nuestra historia personal desde unas circunstancias presentes hasta un extremo que frecuentemente está en sus antípodas.

Ya no quedan muchos caballos desde dónde caerse, como le sucedió a Saulo, pero lo que sí caen son las prendas que cegaban nuestros ojos, los esquemas que anquilosaban nuestras vidas en ideologías y costumbres fosilizadas, las cuales, como atacadas por un rayo repentino, saltan hechos pedazos, y en esta subversión sorprendente recibimos unas llamaradas como lenguas de fuego que escenifican nuestro Pentecostés, que nos «damasquinan» como si fuéramos orfebrería toledana.

Estos «damasquinados» se puede producir en cualquier área de nuestra vida susceptible de ser revolucionada, que son casi todas, desde la salud hasta las creencias religiosas, desde la economía hasta la ideología política. Así, un ateo se puede convertir de la noche a la mañana en adorador nocturno, un pobre en millonario, incluso un hombre en una mujer ―y viceversa―, pues la transexualidad también tiene sus caminos, igual que la homosexualidad tiene sus armarios.

Quizás los casos más espectaculares de camino de Damasco son aquellos cuyas catarsis producen sobrecogedoras conversiones a la fe católica por parte de ateos y masones consumados. Tal es el caso de Manuel Azaña, que recibió los Santos Sacramentos la noche en la que expiró, el 3 noviembre de 1940, de manos del obispo de Montauban. Algo parecido le sucedió a Maciá, masón y presidente de la Generalitat.

Quizá menos conocido es el Damasco de Napoleón Bonaparte, quien en los últimos años de su vida, durante el destierro de Santa Elena, recuperó una fe católica que, según testimonió con insistencia, nunca había perdido, ya que cuando estaba en el trono había tenido demasiado respeto humano y una excesiva prudencia, por lo que «no había gritado su propia fe».

Advertisement

Pero dijo también que «si entonces alguien me lo hubiera preguntado de manera explícita le habría respondido: “Sí, soy cristiano”; y si hubiera podido testimoniar mi fe al precio de la vida, habría encontrado el valor para hacerlo». Llevado de esa fe rediviva, pidió oír misa todos los días en su retiro.

Caso también notable fue el de la Pasionaria, que recuperó en su vejez la fe que tuvo de joven, convirtiéndose de la mano del ínclito Padre Llanos, algo lógico, dado el talante comunistoide del prelado ―he visto una foto de este tipo con eel puño n alto que me ha helado la sangre en las venas―. En esa misma línea, perro más de andar por casa, a García Lorca le confesó uno de sus carceleros, y fue Luis Buñuel quien dijo eso de «Soy ateo, gracias a Dios».

Más abundantes quizás son los casos de transfuguismo político ―«chaqueterismo» para el vulgo―, pero, sin embargo, estos casos de abandono de una tendencia política para pasarse a otra ―generalmente la opuesta―no suelen llevar a Damasco cuando se hacen por motivos puramente utilitarios, con el fin de favorecer una mayoría en otro espectro político, por ejemplo, pues estas metamormofosis carecen del epatante espectáculo de lo imprevisto y revolucionario que exige un buen «damasquinado».

Frente a estos casos de cambio de tendencia política producida por intereses generalmente espúreos, tenemos otros mucho más heroicos, que sí entran dentro de la categoría de verdaderos caminos de Damasco.

Por poner un ejemplo, tenemos el caso del historiador Pío Moa, que pasó de dirigente del GRAPO a ser acusado de facha por defender el franquismo en sus investigaciones tendentes a descubrir la verdad sobre la República, la Guerra Civil y la España de Franco, enfrentándose al «Himalaya de mentiras» ―como dijo Julián Besteiro― de la historiografía tendenciosa creada por el progresismo.

Advertisement

También los hay de signo contrario, como sucede con el extraño caso de Jorge Verstrynge, que recorrió justamente el camino inverso, no se sabe muy bien por qué, pues desde la ultraderecha se convirtió damasquinadamente en un gurú ideológico de los podemitas. He aquí, pues, un caso modélico de camino de damasco que convierte a un Dr. Jekill en Mr. Hyde. Casi nada.

Paradigmático es el camino de Agustín de Foxá ―el inventor de aquella famosa frase, hoy tan de moda, que decía que «en España no cabe un tonto más»― que dejó para la posteridad un Damasco irrepetible: «Lo que menos le perdono al comunismo es que me impulsara a hacerme falangista».

Quedará para la posteridad, sin embargo, como arcano indescifrable, cuántos caminos y cuántos Damascos ha recorrido ya Pedro Sánchez, que va de la ceca a la Meca, de Pinto a Valdemoro, de Boston a California, en una mezcolanza de banderas imposibles, en un batiburrillo de consignas a cual más chiripitifláuticas de «dije digo digo diego», en las que igual su catarsis le lleva a podemizarse, que a un marrón federal-separatista que no hay por dónde cogerlo. Pero todo se entiende perfectamente si tenemos en cuenta que Pedro no quiere que el camino le lleve realmente a ningún Damasco, sino a la Moncloa, montado en el caballo del mismísimo Atila, si fuera menester, arrasando España a su paso devastador. En este camino, Fausto Sánchez se transmutará en el excelentísimo señor Mefistófeles, catarsis en la que le acompañará un corifeo formado nada más y nada menos que por la Familia Monster podemita, transformado el Coletas en vicepresidente de casi todo, y ministro de Transilvania, expropiación previa de todos los Damascos españoles, y previa metamorfosis de muchos españoles en escarabajos peloteros, y de sus señorías en cucarachas post-kafkianas, que son las peores, y las más feas.

Como decía al comienzo de este artículo, yo, como cualquier mortal, también he tenido mis caminos de Damasco. Resulta que mi padre era un socialista consumado: escribía a Felipe González llamándole camarada, mientras despotricaba cruelmente contra Franco, al que insultaba de muy variadas maneras, especialmente llamándole «el enano del Pardo» y otras muchas lindezas por el estilo. Sus peroratas políticas eran el terror de mi familia, pero, como es lógico, dejaron en ella una honda huella de querencia socialista, de la me costó desprenderme.

Yo, la verdad, en los 23 años que viví bajo la dictadura, nunca me pareció que lo fuera, pues disfrutaba de muchas libertades personales, que compensaban largamente el posterior democrático derecho que me dio la Transición a votar cada cuatro años a políticos que ni me iban y venían, y que luego iban a hacer lo que les diera la gana con mi voto.

Advertisement

Desde luego, no fui ninguna excepción a la sociología y las ideologías de las distintas edades por las que atraviesa el ser humano, que van desde el primer acné rebelde y revolucionario de la adolescencia y la juventud, hasta el poso conservador y la catarsis derechosa que después te van dando los años, la madurez, la experiencia vital que vas aprendiendo con la vida, que te demuestra implacablemente el axioma de que, «cuanto más cambia todo, más sigue lo mismo». Es por eso por lo que los caminos de los jóvenes suelen llevar invariablemente a un Damasco más o menos conservador.

En mi caso, Damasco se empezó a entreabrir con el guerracivilismo progre y masónico de ZP, pues aquello del aborto y los matrimonios homosexuales chirrió sobremanera en mi conciencia católica. A esto se añadió el hecho decisivo de que cómo era posible que yo, católico tridentino, pudiera votar a un partido que había protagonizado un horrible holocausto de creyentes en su pasado republicano, y que ahora pretendía reanudar sus actividades persecutorias contra la Iglesia.

Mas el hecho decisivo se produjo cuando apareció el Turrión coletudo, acompañado por sus mesnadas ultraizquierdosas, anticatólicas y antiespañolas; por sus bandas de matones escracheadores, tutiteros, filoterroristas y delincuentes, amenazando e insultando con sus dientes lobunos, sus puños en alto y sus internacionales; por sus feministas castradoras y brujeriles que nos-quieren-quemar-como-en-el 36. Me dije que ahí había tomate, NOM a troche y moche, conspirando por destruir España y arrancarme mi vida pasada en la España de Franco.

Entonces fue cuando, en el horizonte de mi vida, sobrepujando al muladar en que los milicianos de siempre están convirtiendo España, puse rumbo al Damasco de mi infancia y mi juventud, a la Patria que, como una Jerusalén celestial, se me mostró destellante, paradisíaca, esplendorosa y española: el Eldorado de una España en paz, regida por la ley y el orden, que se convirtió en la 9ª potencia mundial partiendo de un atroz subdesarrollo; una España presidida por los valores e ideales de la fe católica, de la familia, del amor a la Patria, del sacrificio y el respeto… una España sin desempleo, con plena Seguridad Social, pensiones y edad de jubilación, con dos pagas extras y un mes de vacaciones, donde los trabajadores tuvieron unas condiciones de vida mucho mejores que las clases populares de hoy, pues muchos se jubilaban en la primera empresa en la que entraban como aprendices… Donde había una industria nacional, sin bancos extranjeros… Donde el Estado marcaba los tipos de interés: un Estado sin deuda pública, con una presión fiscal muy leve, que no estaba sometida a los dictados de ninguna institución supranacional.

Y todavía otra causa me llevó al camino de Damasco, una causa emotiva: mi padre, además de tener un extraordinario parecido físico con Alfonso XIII, también era la más viva imagen física de Franco. Demasiado.

Advertisement

Así que a todos los españoles que tienen ideas sobre la España de Franco inoculadas desde el Himalaya de mentiras, y aún no se han caído del caballo de sus militancias rojas, les deseo un feliz camino a Damasco, una feliz metamorfosis.

Advertisement
Click para comentar

Escriba una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

España

Así nos ven desde fuera: el sucio traidor de Feijóo y sus adláteres son reconocidos por lo que son

Avatar

Published

on

¡Comparte esta publicación!

Escándalo en España: El PP se unió al socialismo y votó a favor de darle la ciudadanía a 500.000 inmigrantes ilegales de África

El PP, el PSOE y todos los partidos de izquierda se unieron para votar a favor de la regularización de medio millón de inmigrantes que ingresaron de manera ilegal en la última década.

El Partido Popular (PP), una suerte de Juntos por el Cambio en España, ha vuelto a traicionar a su base de votantes y decidió unirse con la extrema izquierda para regularizar y otorgarle la ciudadanía a más de 500.000 inmigrantes ilegales que arribaron al país desde África o Medio Oriente.

Si bien la ley todavía no ha sido aprobada, más bien solo se ha aprobado el tratamiento del mismo en el Parlamento, el PP sienta un peligroso precedente y ha anticipada que busca volver a votar de la misma manera en el recinto una vez que se modifiquen algunos aspectos del proyecto de ley.

De hecho, todos los partidos en el Parlamento han votado a favor del tratamiento y aprobarán pronto la ley, con la única excepción de los legisladores de VOX, que se opuso de cuajo contra la ley que le agregaría más de 500.000 votos en todo el país a la izquierda.

Advertisement

Según la diputada del PP, Sofía Acedo, fue Cáritas, la organización benéfica de la Iglesia Católica, que hizo lobby para que dicha legislación sea aprobada, a pesar de que dentro de ese medio millón de personas hay prácticamente una totalidad de árabes musulmanes.

Por su parte, la socialista Elisa Garrido ha trasladado que el PSOE votará a favor de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por el “respeto” que merece darle participación directa en la política a quienes viven en España, y que creen que es necesario “seguir avanzando en mecanismos que garanticen procesos seguros de inmigración”.

Por su parte, la diputada de VOX Rocío De Meer ha indicado de nuevo que la formación liderada por Santiago Abascal rechaza la medidaQueremos que España siga siendo España, no Marruecos, ni Argelia, ni Nigeria, ni Senegal. Y esto no es odio ni es xenofobia, ni racismo, es puro sentido común“.

En España se han llevado a cabo seis regularizaciones extraordinarias de inmigrantes en toda su historia. Entre 1991 y 1992 se puso en marcha, con el Gobierno socialista, una regularización extraordinaria que benefició a 108.321.

En 1996, con el PP mediante otro proceso de regularización extraordinaria, obtuvieron papeles 21.294 inmigrantes de los 25.128 que lo solicitaron. En el año 2000 solicitaron la regularización 244.327 extranjeros y consiguieron la documentación 163.352. En el año 2001 fue denominado “regularización por arraigo” y se otorgó papeles a 239.174 inmigrantes más.

Advertisement

Como si esto no fuera poco, en el 2005, durante el gobierno del comunista José Luis Rodríguez Zapatero, hace casi 20 años, se le otorgó ciudadanía a medio millón de inmigrantes, la misma cantidad que pretende dar ahora Pedro Sánchez, peleando codo a codo por el récord histórico de pérdida de identidad.

Fuente: Derecha Diario.

Continuar leyendo