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Opinión

8 de septiembre, “Día de Extremadura”… ¿De verdad hay algo que celebrar?

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“Espíritu desunido domina a los extremeños; jamás entran en empeños ni quieren tomar partido. Cada cual en sí metido y contento en su rincón huyen de toda instrucción y aunque es mucha su viveza vienen a ser, por pereza los indios de la nación”. Versos escritos hace más de dos siglos por el clérigo de Jaraicejo, Francisco Gregorio de Salas.

Si existe una muestra representativa del fracaso del socialismo en España, de mala gestión, de despilfarro, de derroche, de corrupción, de fraude generalizado es Extremadura, la Taifa del Suroeste, junto a Portugal, en la que se llevan sucediendo en los últimos cuarenta años gobiernos intervencionistas, socialdemócratas, tal es así que Extremadura es la única región española que está considerada “pobre” por la Unión Europea y recibe trato preferente, o sea dinero, subvenciones, y más subvenciones, regalías…

El Instituto Nacional de Estadística publicó la pasada primavera, los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida, referentes al año 2018. El mencionado estudio llega a la conclusión de que uno de cada cinco españoles está en “riesgo de pobreza”, cinco de cada diez en Extremadura; y también hace constar que el 34,2% de las familias españolas -un 47,6% en Extremadura-, no puedae permitirse ir de vacaciones.

El 21,5% de los españoles vive en riesgo de pobreza o de exclusión social, con unos ingresos inferiores a 8.871 euros al año; situación que se agrava en Extremadura, en la que los afectados son el 37,6% de sus habitantes.

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Además de lo dicho, el INE también ha calculado el riesgo de pobreza o exclusión social utilizando la tasa AROPE (por sus siglas en inglés, At Risk Of Poverty or social Exclusion), creado en 2010 para poder medir la pobreza relativa en Europa ampliando los criterios -no solo con los ingresos- e incluyendo la carencia material o la baja intensidad en el empleo. Y según esta metodología, la tasa de pobreza o exclusión social se eleva hasta el 26,1% de la población española, hasta el 44,6% de la población extremeña.

Por comunidades autónomas, los ingresos medios anuales más elevados son los del País Vasco (14.722 euros por persona), Navarra (13.585) y Cataluña (13.338), mientras que los más bajos fueron los de Extremadura (8.503), Canarias (8.964) y Murcia (9.111). Y las tasas de pobreza o exclusión social más altas son las de Extremadura (37,6%), Canarias (32,1%) y Andalucía (32,0%); a una distancia enorme de las del País Vasco (8,6%), Navarra (8,9 %) y Cataluña (13,6 %) que poseen las más bajas.

Según la tasa AROPE, la tasas de pobreza fueron del 44,6% en Extremadura, 38,2% en Andalucía y 36,4% en las Islas Canarias; y por el contrario, las más bajas en las Provincias Vascongadas (12,1%), Navarra (12,6%) y Aragón (17,7%).

Y, por enésima vez, destaca el INE que, allí donde existe una mayor formación, también existe menor riesgo de pobreza.

Así, la tasa de pobreza pasa del 33,8% entre quienes sólo han cursado educación secundaria al 12,6% entre las personas que poseen estudios superiores.

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Bien, volvamos al”Día de Extremadura”, sigamos con “celebraciones”:

El año 2017, Extremadura fue la región española con menor Producto Interior Bruto por habitante, 17.262 euros y se situó un 30,9 % por debajo de la media nacional, siendo además la tercera región con menor crecimiento de su Producto Interior Bruto (PIB), concretamente un 2,4 %, frente al 3,1 % que alcanzó la media nacional, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

La estadística de Contabilidad Regional de España demuestra que Aragón fue la región española que experimentó un mayor crecimiento de su PIB (3,6 %), seguida de Asturias (3,5 %) y Madrid (3,4 %). Por su otro lado, los menores crecimientos del PIB correspondieron a las “ciudades autónomas” de Ceuta (1,6 %) y Melilla (1,7 %) y a La Rioja (1,8 %).

Extremadura se situó al final de la tabla con 17.262 euros por habitante, seguida de Melilla (17.945 euros) y Andalucía (18.470 euros).

Madrid tuvo el mayor PIB por habitante en el año 2017, con 33.809 euros, seguido por el País Vasco (33.088 euros) y Navarra (30.914 euros). La media nacional fue de 24.999 euros y hubo siete regiones españolas que superaron dicha cifra.

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Extremadura está la primera de la fila de todas las regiones españolas respecto de lo que se denomina “pobreza”, siendo la media nacional el 19% de pobres respecto a la población total.

Bien, para poder seguir evaluando la situación de Extremadura, retrocedamos unas cuantas décadas:
En 1981, Extremadura tenía 1.050.119 habitantes, un 2,78% de la población española, que entonces era de 37.746.886 personas.

La revisión del padrón municipal del 1 de enero de 2016, indicaba que la población de Extremadura era de 1.087.778 habitantes, 5.219 empadronados menos que el año anterior, lo que representa una reducción del 0,48%… la población extremeña continúa la tendencia decreciente iniciada en 2011.

Respecto a la población con más edad, Extremadura, continúa con un proceso de envejecimiento importante: Los mayores de 65 años son en la región extremeña casi el 20%; por el contrario, los menores de 4 años apenas son el 4,20% de los extremeños.

En Extremadura existen 388 municipios. El 9,42% de los habitantes de Extremadura reside en municipios de menos de 1.000 habitantes, mientras que el 28,03% vive en municipios de más de 50.000 habitantes. Obviamente la mayoría de quienes viven en las provincias de Cáceres y Badajoz lo hacen en municipios de entre 1.000 y 50.000 habitantes, exactamente el 62,55% de los extremeños.

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En torno al 35% de los extremeños residen en municipios de menos de 5.000 habitantes y, la emigración continúa siendo una realidad especialmente entre los jóvenes desempleados.

En la actualidad, el número de habitantes de Extremadura viene a ser casi el mismo que hace 37 años, pese a haber aumentado la población española hasta alcanzar los casi 47 millones.

En 1981, Extremadura era la región con menor renta por habitante, en 2018, continúa en idéntica posición.

En Extremadura la Agricultura representa aproximadamente el 10% de la producción (casi 6,5 puntos por encima de la media española), apenas un 10,5% de la producción extremeña pertenece a la Industria (incluyendo la Energía y el Agua), siendo casi un 20% en España, alrededor del 15% la Construcción (casi un 12% en España) y el 64% en el Sector Servicios (67% a nivel nacional).

La región extremeña es la menos industrializada de España, exceptuando Ceuta y Melilla. Y durante muchos años en Extremadura la construcción era posiblemente el lugar de España en el que el sector hacía una mayor aportación al PIB regional, lo cual explica parcialmente las causas singulares de la recesión extremeña, y por qué Extremadura es la región menos competitiva de toda España.

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Casi el 11% de los empleados extremeños trabajan en la Agricultura (un 4,4% a nivel nacional), el 12% en la Industria (16% en España), un 14,1% en la Construcción y un 62,9% en los Servicios.

En Extremadura existen casi 90 funcionarios por cada 1000 habitantes, en el resto de España 55, siendo la proporción extremeña la mayor de todas las regiones españolas. En Extremadura, cerca del 30% de la población asalariada es funcionario público, el mayor porcentaje de España, cuya media no supera el 15%.

Extremadura ocupa en el último lugar del ranking español de productividad.

La tasa de paro en Extremadura, cercana al 25% de la población activa, es la mayor de toda España, pese a que la población lleva en términos absolutos, estabilizada en la región los últimos 37 años y, pese a que la tasa de actividad es en Extremadura en torno al 50% de los habitantes mayores de 16 años y, en España superior al 60%.

Los costes salariales en Extremadura son los menores de toda España, circunstancia que lleva ocurriendo desde hace muchas décadas.

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Cerca del 10% de los hogares extremeños tienen “oficialmente” en paro a todos sus miembros en edad de trabajar.

Las exportaciones regionales respecto del total nacional son apenas el 0.6%, la cifra más pequeña de toda España, no habiendo variado esta proporción prácticamente desde el año 1995.

El Presupuesto de Gastos de la Comunidad autónoma, dedica alrededor del 35% de sus recursos a gastos de personal… y no deja de crecer.

Tradicionalmente el Presupuesto de la Junta de Extremadura dedica el 75% de los gastos a operaciones corrientes, y escasamente el 25% a inversiones.

Presupuesto que se nutre solamente en un 25% de recursos de origen fiscal y más de un 65% de transferencias procedentes del exterior.

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La administración regional es la mayor empresa de toda Extremadura.

Las empresas extremeñas apenas son el 2% de las empresas españolas, aproximadamente 70.000. De estas empresas, casi la mitad pertenecen al sector servicios, unas 20.000 al Comercio, no más de 10.000 a la construcción y, menos de 6.000 a la Industria. Más del 50% de esas empresas son trabajadores autónomos, y con menos de seis trabajadores (incluyendo al trabajador autónomo-empresario), existen registradas en Extremadura más de 50.000, casi el 90%, lo cual demuestra el minifundismo empresarial extremeño.

En España alrededor del 70% de las viviendas disponen de algún tipo de ordenador, en Extremadura no más del 55%; y si hablamos de conexión con banda ancha más o menos la misma proporción.

Alrededor del 70% de los asalariados de Extremadura son, como máximo, mileuristas (14 pagas).
Según las cifras aportadas por la Agencia Tributaria los extremeños son los que perciben las pensiones más bajas de toda España.

Extremadura es, también, la región con menores ingresos por hogar de España.

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Apenas un 30% de los extremeños leen periódicos casi todos los días; el 60% nunca lee libros. Los extremeños dedican como media cuatro horas diaria a ver TV.

Extremadura en las últimas cuatro décadas ha sufrido las consecuencias económicas, sociales, culturales y políticas, del poder hipnótico y anestésico del régimen caciquil ibarrista-varista (con el intermedio del gobierno de un tal Monago que pretendió ser más socialdemócrata que los socialdemócratas, y claro, la gente prefiere a los “auténticos” antes que a las malas copias), un régimen que dice ser “amigo de los pobres”, gente que cada vez que alcanzan el poder aumenta el número de pobres.

Que se sepa, nunca ha habido ningún régimen socialista, progresista, que haya conseguido, o que de veras lo pretendiera, poner remedio a la injusticia, mejorar la vida de los más favorecidos, acabar con la pobreza (miseria tanto económica como cultural). Ningún sistema político populista-progresista como el de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, o el de su heredero, Guillermo Fernández Vara, ha promovido una verdadera educación, orientada a fomentar el pensamiento crítico, a erradicar las formas de pensar acientíficas, supersticiosas, las diversas formas de fanatismo.

Los gobiernos como los que hemos tenido en Extremadura desde la muerte del General Franco hasta la actualidad, nunca han tenido como objetivo lograr un desarrollo sólido y perdurable (sostenible lo llaman ahora).

Realmente lo que menos les interesa son los derechos de las personas, les despreocupan los intereses de la gente corriente, y por supuesto les importa un bledo la salud de las instituciones “democráticas”, la participación ciudadana, y toda la retahíla con la que adornan sus discursos vacíos. Muy al contrario, procuran crear más y más situaciones de dependencia asistencial, fomentando el clientelismo-servilismo, “estómagos agradecidos”, servidumbres más o menos voluntarias, todas las formas posibles de subsidios, y adoctrinan a la población inculcándoles “valores” cargados de resentimiento, de revanchismo, o como poco de perplejidad y confusión… Se trata de conseguir lealtades a ultranza, la adhesión inquebrantable de la mayoría, eso sí, mayorías “secularmente oprimidas, maltratadas y con enormes carencias”. Las diversas formas de socialismo autoritario (aunque posiblemente todos los socialismos son autoritarios) así como los diversos fascismos, recurren a estrategias semejantes: se inventan un enemigo exterior, se inventan un enemigo interno y un enemigo en el pasado reciente. Por supuesto, para “echar balones fuera” la responsabilidad siempre es de otros, de la etapa política anterior, la “deuda histórica” también lo llaman. De ese modo podrán seguir medrando y malversando por mucho tiempo y con total impunidad.

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En Extremadura contamos con referencias para dar y tomar: La causa principal de todos los males es “la derecha egoísta y reaccionaria, contraria a cualquier forma de progreso”, también el franquismo, y otro recurso muy eficaz es el “caciquismo secular”. Por descontado las etapas en las que gobernó el PSOE en España, con Felipe González, y el inolvidable José Luis Rodríguez Zapatero, nunca existieron. De la actual situación de Extremadura el partido gobernante no tiene ninguna culpa, y a Juan Carlos Rodríguez Ibarra (y su sucesor, Guillermo Fernández Vara) y sus diversos gobiernos, ni nombrarlos. La versión del régimen es tan chocante, tan zafia, tan esperpéntica que ni a Valle Inclán se le hubiera ocurrido. Es un guion perfecto para una película de Pedro Almodóvar… Los actuales gobernantes formaban parte del mismo partido político, aplaudían a rabiar todas las ocurrencias del “jefe”, todas sus decisiones, participaron en todas sus campañas en las que fue elegido y reelegido, le rindieron pleitesía; y por increíble que parezca, nos hablan con total descaro, sin ruborizarse, de que estamos inmersos en una nueva etapa, en la “enésima transformación de Extremadura”.

En el régimen “ibarrista-varista” que sufre Extremadura desde hace alrededor de cuarenta años, los presupuestos siempre son manipulados con arbitrariedad. Los controles son silenciados o ninguneados.

El régimen socialdemócrata de Extremadura identifica fondos procedentes del Estado, o de la Unión Europea con fondos del gobierno regional, de quien tiene la vara de mando, y los usa a discreción para someter a opositores, comprar voluntades y hacerse auto bombo. No escatiman en gastos a la hora de transitar por el camino del narcisismo-absolutista. Para quienes se han ido sucediendo en el gobierno de la región, no hay limitaciones ni medidas fiscalizadoras o que fomenten la mínima transparencia en la gestión de la cosa pública, solo se admiten “observatorios inoperantes y laudatorios”, nada de instituciones independientes, llámense tribunales de cuentas, defensores del pueblo, u organismos semejantes a los que rendir cuentas.

En un régimen populista-progresista, como el que lidera en la actualidad Guillermo Fernández Vara, no pueden faltar las alianzas con la “burguesía amiga” o los “empresarios patrióticos”, es decir, aquellos que prefieren sobornar a funcionarios, pagar “el impuesto revolucionario” para obtener privilegios que producir en forma realmente competitiva.

Con semejante clima como el descrito (que participa evidentemente de muchas más maldades, una enorme ristra que para contarla habría que escribir un libro) no se pueden esperar inversiones propiamente dichas, ni ningún tipo de acción emprendedora, ni creación de riqueza, ni creación de empleo… ni nada que se le parezca.

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Los regímenes democráticos propiamente dichos no participan de la ristra de corrupciones y perversidades como las que sufre Extremadura desde hace cuatro décadas, no emprenden acciones narcotizantes, anestésicas, no manipulan los medios de información, no usan de forma arbitraria el presupuesto, no alientan el odio, no desprecian la legalidad vigente, no boicotean la seguridad jurídica, no temen la alternancia, no descalifican groseramente a la oposición, no espantan las inversiones sino que las reciben con los brazos abiertos, se abren al comercio exterior y no distorsionan las estadísticas para engañar a los ciudadanos, e incluso, hasta cuidan las formas.

Los regímenes democráticos –no socialistas, ni antiliberales- poseen un mayor nivel de bienestar y de crecimiento, son previsibles e infunden más confianza. Por eso la región extremeña, los extremeños nos vamos quedando en el vagón de cola, los últimos de la fila, en el “trasero de Europa”, pese a las enormes potencialidades que seguimos manteniendo inactivas por responsabilidad del modelo populista-socialdemócrata que hipnotiza, esclaviza y embrutece.

Y llegados hasta aquí, alguno me dirá ¿Y qué hacer para acabar con la situación de postración de Extremadura?

Pues, para dejar atrás tan oscuro panorama, para romper este círculo vicioso, perverso, para que los extremeños vivan mejor y sus recursos se utilicen más eficazmente, sólo cabe una solución: recuperar el estado unitario y desmantelar el denominado “estado de las autonomías” y la recentralización de todas las competencias que nunca debieron ser transferidas a ningún gobierno regional, empezando por la enseñanza, la sanidad y la justicia, y prosiguiendo por recuperar la unidad de mercado, de manera que todos los españoles, independientemente de donde nazcan o vivan, posean los mismos derechos y obligaciones.

Y me dirán: pero… ¿quién está dispuesto a ponerle el cascabel al gato?

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¡Eso sólo es posible si algunos extremeños, algunos españoles decentes acaban dando un paso adelante!

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España

Contra la debilidad mental occidental: La esclavitud en el Islam todavía sigue vigente (Y siempre ha apuntado CONTRA EUROPA) Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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Introducción a La esclavitud en el Islam, libro que estará disponible en breve.

Durante siglos, especialmente del XVI a principios del XIX, nuestras costas fueron hostigadas por piratas berberiscos. Querían vengar la “pérdida de Al-Andalus” (esto es, la Reconquista). La captura de poblaciones costeras del norte del Mediterráneo para venderlas en los mercados de esclavos del Magreb o negociar su rescate se convirtió en una práctica habitual entre las poblaciones del norte de África. Quienes practicaban estas razzias, que hacían imposible la vida en nuestras costas, eran considerados “yihâdistas”. Este comercio de esclavos europeos existió, por mucho que los “multiculturalistas” de hoy quieran olvidarlo.

Todavía ningún gobierno del Magreb se ha disculpado por estos actos.

*    *    *

LA CAÍDA DEL PRIMER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

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EUROPA NECESITA TRABAJADORES

Hoy, ya nadie puede dudar que el primer argumento que se utilizó para justificar la presencia de compactos núcleos musulmanes en Europa Occidental –aquel que afirmaba que eran necesarios inyectar inmigrantes para pagar las pensiones de los abuelos…– era una simple falacia. La realidad es que, las pensiones de los abuelos –yo lo soy– pierden cada día poder adquisitivo porque a los gobiernos de nuestro entorno les es necesario comprar la “paz étnica y social” subvencionando a los recién llegados. No hay dinero para todos. Y los que llevan las de perder es la parte más débil: los jubilados. La inmigración es hoy una pesada carga económica para todos los Estados que se han negado durante décadas a controlarla.

Desde, como mínimo, 2008, la inmigración ha variado su carácter; hasta ese momento, podía pensarse que los motivos del desplazamiento hacia España se debían a la posibilidad de integrarse en nuestro mercado laboral y, en especial, en el sector de la construcción. Pero, desde el estallido de la burbuja inmobiliaria, con la mecanización progresiva de la agricultura, las deslocalizaciones y el proceso de desindustrialización creciente, es casi seguro que, hoy, pocos de los inmigrantes que llegan a España, –especialmente los que no tienen ningún tipo de cualificación profesional (esto es, la mayoría)–, tengan como proyecto personal integrarse en el mercado laboral y vivir del propio trabajo, ahorrar para volver al país de origen con capital suficiente para emprender una nueva vida.

Se suele creer que las motivaciones de los inmigrantes en el siglo XXI son las mismas que las de los españoles, portugueses e italianos que se desplazaron a Francia, Suiza, Alemania, Benelux, en los años 50 y 60, para reconstruir países que habían sido demolidos por la Segunda Guerra Mundial. En aquella inmigración existía la voluntad de trabajar durante unos años en unos países con unos niveles salariales mucho más altos, poder ahorrar llevando una vida austera (pero no miserable), acumular cierto patrimonio que les permitiera abrir un pequeño negocio o, simplemente, comprar una vivienda al regresar a la Patria. Esa inmigración, no es la actual.

Nuestros inmigrantes querían regresar –en grandísima medida– al país que habían abandonado. Iban a trabajar, a esforzarse, a partirse el espinazo para llevar a la práctica un proyecto personal legítimo y que enriquecía a todas las partes: a los receptores de inmigración porque sabían que los recién llegados eran gente dura y dispuesta a trabajar. A los inmigrantes porque, a cambio de su trabajo, recibían un salario muy superior al del mismo oficio en España y podían ahorrar. Al país emisor de inmigrantes porque allí recibían formación y volvían con una capacitación laboral superior a la que habían partido, sin olvidar que su trabajo en el extranjero generaba unas divisas preciosas en aquel momento para garantizar intercambios comerciales. Aquellos inmigrantes –nuestra inmigración– no planteaban problemas de convivencia, ni choques culturales; fieles al dicho “donde fueres, haz lo que vieres”, nuestra gente se integró perfectamente en la sociedad que los recibió. Nada de todo esto vale para el actual fenómeno migratorio.

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Ya no hay países en Europa Occidental que precisen ser reconstruidos después de una guerra. Tampoco hay un mercado laboral en expansión que permita pensar que, sin un alto nivel de cualificación y sólo en determinadas profesiones, vayan a encontrar trabajo bien remunerado. Ni siquiera para españoles, los salarios medios –a la vista del coste de la vida– permiten ahorrar gran cosa. Ningún inmigrante, en su sano juicio, puede transmitir a otros como él que residen en su propio país, la idea de que valga la pena venir a España para trabajar: la realidad es que, aquí y ahora, el poco trabajo que existe para gentes con poca o nula cualificación profesional, no permite ni vivir dignamente, ni mucho menos ahorrar. Entonces ¿por qué viene la inmigración?

Vale la pena no engañarse al respecto. Y los medios de comunicación, así como los diferentes gobiernos, de derechas y de izquierdas, llevan casi treinta años engañándose y falseando datos, cifras y circunstancias. No hay otra forma de definir la actitud de quienes niegan los problemas que se han generado a causa de la inmigración ilegal, masiva y descontrolada.

LA CAÍDA DEL SEGUNDO ARGUMEN IMIGRACIONISTA: 

“WELCOME REFUGIES”

Si bien es cierto que, hoy, ya nadie se atreve a sostener que, gracias a la inmigración, se van a poder “pagar las pensiones de los abuelos”, las justificaciones se han convertido en cada vez más extemporáneas, ridículas, ignorantes e, incluso, frecuentemente, entre los portavoces gubernamentales, zafias. Caído el mito de “las pensiones de los abuelos”, el nuevo argumento nos decía que los inmigrantes no eran tales: que se trata de “refugiados”. Ser “refugiado”, al parecer, hace obligada la “solidaridad”. El perseguido merece protección y ayuda para salvarlo de su perseguidor… En algunos casos, los menos, los recién llegados son “refugiados”. Pero, incluso, en esas circunstancias, cabe preguntarse: ¿y por qué un “refugiado afgano” elegirá vivir en Europa Occidental y no en Paquistán, en la India o, incluso en el sudeste asiático, países mucho más próximos, en todos los sentidos, a su patria originaria?

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Por otra parte, si existen “refugiados” es porque tal o cual país los genera y la situación allí es insoportable, por tanto, si se trata de admitir, por ejemplo, subsaharianos, vale la pena recordar que, en cualquiera de aquellos países, en toda África y en buena parte de Asia, casi sin excepción, la “democracia” es una palabra que no tiene el mismo significado que en Europa. De los 1.200 millones de africanos, la inmensa mayoría podrían ser considerados como “aspirantes a refugiados”, a la vista de que existen diferencias abismales entre los “derechos humanos” tal como se contemplan en Europa y como se practican en África.

Pero, Europa no puede admitir a 1.200 millones de inmigrantes que, por lo demás, deberían entender que ellos, para prosperar, sería oportuno que trataran de hacer cambios en su país, antes que adoptar la solución más cómoda de mudarse a otro… ¿a cuál? Y esta es el nudo de la cuestión: no se trata de países en los que exista un mercado laboral floreciente, ni aquellos otros más próximos al lugar de origen, para mantener el contacto con sus raíces, sino de aquellos en los se vive mejor y, lo que es aún más importante, donde se garantizan subvenciones solamente por llegar y en donde todo, absolutamente todo, está permitido (o poco menos). Ese es el centro de la cuestión que políticos y medios pretenden escamotearnos.

No hay nada más opaco en la actual democracia española que la suma total de subvenciones que reciben los no nacidos en España y sus hijos nacidos aquí. La falta de transparencia es, precisamente, lo que permite sospechar. Recientemente se ha publicado la cifra de que algo más de 2.000.000 de inmigrantes viven de subsidios públicos. El misterio está lejos de quedar resuelto, porque no se dice cuántos antiguos inmigrantes que han logrado naturalizarse como “españoles”, siguen subsidiados. Por otra parte, haría falta especificar qué tipo de subsidios reciben: en España existen muchos de tipos de ayudas y de pensiones no contributivas. Todo ello hace sospechar que las cifras son muchísimo mayores y es legítimo pensar que pueden ser, incluso, el doble o el triple, incluso, de las dadas. Por lo demás, no se especifica el volumen total de subsidios y subvenciones por distintos conceptos, ni los dados por las distintas administraciones, que van a parar a lo que en Francia se ha llamado “la aspiradora de recursos públicos”, esto es, la inmigración. La opacidad de las cifras, en efecto, no hace nada más que aumentar las sospechas.

LA CAIDA DEL TERCER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

“VIENEN PARA CONTRARRESTAR LA BAJA NATALIDAD”

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Luego está el argumento de la crisis de la natalidad en España. Era lo que podía esperarse: la elevación constante del coste de la vida, hace imposible el que se puedan formar parejas e, incluso, que una vez formadas, decidan tener hijos. La paternidad es una aventura que muy pocos se atreven a afrontar. Para hacerlo es preciso tener seguridad de que se podrá mantener a los hijos. Nadie está dispuesto a ofrecer tales garantías. Sin embargo, es un problema político: hubiera bastado con atribuir prioridad en beneficios sociales y ventajas fiscales a las parejas españolas que deseen tener hijos, garantizar su prioridad a la hora de obtener viviendas sociales, y simples campañas en pro de la natalidad, para que se estimulara la natalidad entre nuestra gente. No se hizo, ni se tiene intención de hacer. Si se hubiera empezado a hacer en 1996, cuando Aznar abrió las puertas a la inmigración, hoy tendríamos una generación de 28 años y un país homogéneo. Se hizo –y se hace– justo lo contrario: confiar en que gentes llegadas de todo el mundo salvarían la natalidad en España.

Desde el año 2000, en las cuatro provincias catalanas los nacidos en la noche del 31 de diciembre al 1 de enero de cada año, son en su inmensa mayoría hijos de nacidos en el extranjero. Pero, salvo entre las mujeres subsaharianas, el número de hijos va disminuyendo incluso dentro de la inmigración. Los inmigrantes andinos, por ejemplo, se han configurado como los primeros y principales usuarios de los servicios de aborto gratuito y de “píldora del día después”. La ruptura de la unidad étnica de España ni siquiera ha servido para que la natalidad remonte o para que se repueblen zonas “vacías”.

LA ÚLTIMA TRINCHERA INMIGRACIONISTA: 

“TENEMOS UNA DEUDA CON EL TERCER MUNDO Y SE LA VAMOS A PAGAR”

Caído el mito de “los que vienen a pagar las pensiones”, en un momento en el que ningún alcalde que quisiera mantenerse en el consistorio se atreve a colocar pancartas con el “Welcome refugies”, cuando se ha visto a las claras que la inmigración no resuelve el problema de los nacimientos, sino que complica la convivencia, ahora, como última trinchera inmigracionista, el argumentario se ha desplazado a otro frente; nos dicen: “estamos obligados a admitir a todos los inmigrantes que quieran establecerse en nuestro suelo y a mantenerlos, incluso, porque, se lo debemos”.

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Nos dicen que Europa “debe” a los inmigrantes del Tercer Mundo el haberlos explotado como colonias. Repiten, para bloquear a los más sensibles, que los europeos “somos responsables” de haber esclavizado a los africanos y que les debemos una compensación. Por eso están aquí, por eso estamos obligados a subsidiarlos… Es un argumento que tiene su fuerza, pero que no deja de ser otra falacia.

No solamente no fuimos esclavistas –valdría la pena, ya que estamos en esto, elaborar un censo de familias europeas que se dedicaron a la trata de esclavos, porque sería, en última instancia, a ellos a los que les correspondería pagar indemnizaciones, no a la totalidad de un pueblo– sino que, además, durante siglos, los europeos que vivían en las costas mediterráneas (pero, también, incluso en las del sur de Gran Bretaña y en Irlanda) corrían el riesgo de ser secuestrados ellos y sus hijos, saqueados sus bienes e incendiados sus pueblos, por parte de piratas berberiscos; una práctica que se prolongó hasta principios del siglo XIX. Unos fueron esclavizados de por vida, los otros extorsionados pidiendo fabulosos rescates, otros murieron sin dejar huellas… Sin olvidar, claro está, que el grueso de traficantes que capturaban esclavos en África eran árabes y que se beneficiaban de pactos con tribus africanas que los obtenían de tribus vecinas.

Sería bueno presentar una reclamación de cantidad por los millones de europeos, especialmente de los países mediterráneos, de los países eslavos, e incluso del Reino Unido, que fueron secuestrados, esclavizados, obligados a vivir en condiciones infrahumanas, asesinados y muertos de agotamiento en tierras del Magreb

Aquellas exacciones berberiscas han dejado recuerdos imborrables en nuestro folklore, en nuestra literatura e, incluso, en la configuración de las costas (las “torres de guaita” tan habituales en la costa catalana no eran para admirar la belleza del Mediterráneo, sino para vigilar la llegada de piratas berberiscos). Aquel valeroso soldado que recibió dos disparos de arcabuz en el pecho y en el brazo izquierdo, en la gloriosa jornada de Lepanto, Miguel de Cervantes, dejó constancia en El Quijote de sus nueve años de cautiverio en Argel.

Los grandes olvidados de la historia europea, son los millones de antepasados esclavizados en tierras islámicas. Los europeos no somos los “malvados” de esta historia. El colonialismo se explica en gran medida por las constantes molestias generadas por la piratería islámicaberberisca y otomana. Quienes la practicaban eran asimilados a yihadistas: y lo hacían con saña y con odio acumulado. La negativa a erradicar la esclavitud, hizo necesaria la intervención europea con la consiguiente disolución de los “mercados de esclavos” que todavía existía en el siglo XIX en el Magreb. No “debemos” nada: nos deben una reparación de aquellos crímenes contra los pueblos europeos.

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