Economía

Teoría económica de la “rosquilla”

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Mónica Blanco Guardado.- Kate Raworth, economista inglesa de nuestro siglo, plantea la economía con una nueva visión que tiene bastante de antigua: la economía como una rosquilla con dos círculos concéntricos, en el primero de los cuales, el interior, se albergan las necesidades de la comunidad humana, cualquier comunidad humana con diferente entidad político- económica y, en el segundo o externo, los medios que el planeta Tierra posee, de manera o no limitada.

Ideas centradas en la Economía como ciencia aislada, empeñada en ser la hermana pequeña de las Matemáticas, apoyada en diversas fórmulas magistrales, no han faltado y de diferentes signos: de un lado, Adam Smith, el padre del liberalismo (“Dejar hacer, dejar pasar”, es decir, el librecambismo regido por la ley de libre oferta y demanda autocompensatoria de los precios en su propia naturaleza); Marx, quien auguraba el Comunismo como única meta de todas las civilizaciones que habrían de pasar por diferentes modos de producción (tribal, esclavista, feudal, capitalista), hasta llegar al Comunismo final, eterno garante empeñado en identificar al Estado con el pueblo y a cada trabajo y necesidad con su recompensa.

El problema es que sólo se han tenido en cuenta dos factores en el modo de producción: la fuerza productiva ( primero los cazadores- agricultores, posteriormente los esclavos, después los campesinos vasalláticos y más tarde los obreros de la industria) y los medios de producción (tierra o industria), sin tener en cuenta otros dos más: el bienestar de la sociedad productora o/y benefactora de los beneficios (que no sólo incluye a la fuerza productiva, sino a la población pasiva, por niñez, jubilación , paro o incapacidad) y el origen de los recursos, es decir, la Madre Tierra. Entonces cabe la pregunta marxista dual: ¿a cada quién según sus necesidades o a cada quien según su trabajo?

Hoy día, la teoría marxista ha sido barrida por la capitalista globalizadora del eterno balance e índice de crecimiento: el terror parece situarse en el déficit y, si este se vence a nivel nacional, todo está dicho, obviando las carencias, la sobre- explotación de los medios naturales y la desvirtuación de la sociedad del bienestar.

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Pues conviene rescatar este concepto de la ”sociedad del bienestar”, presente ya en los tiempos de los inicios de la Filosofía clásica, con Platón, donde ya está presente la teoría de la rosquilla, pero de manera proporcional a la aportación al Estado, de poder darse: cada cual ocupaba un papel según sus rendimientos demostrados respecto a una educación pública, y la polis era la Ciudad –Estado como perfecta reproducción de los tris niveles del alma entre los cuales podía avanzar el ser humano, como era el de las pasiones y los instintos (reservado a los campesinos), el del valor (reservado a los soldados) y el de la contemplación del Bien y la aprehensión de la Justicia Universal, reservado a quienes llegaban al nivel de filósofos, que pagaban su educación a la polis a modo de enseñantes y de gobernantes por y para el pueblo. No obstante, la situación económica del pueblo, en cultura terrateniente, dejaba mucho que desear.

El siguiente gran paso lo daría Locke, el germen británico del pensamiento ilustrado, al defender, entre los derechos naturales, junto con el de la familia y la vida, el de la propiedad privada y su heredabilidad: se trataba del engranaje que cambiaría el modo de producción feudal al capitalista.

Pero el gran paso lo daría, ante la gran Crisis de 1929 y el crac del “Jueves negro”, Keynes, quien afirmaba que la recuperación tras una crisis de origen bursátil radicaba, básicamente, en recomponer el tejido básico de los consumidores, es decir, de los trabajadores, los cuales recompondrían el subsiguiente tejido de los pequeños ahorros. Para ello, se hacía necesario un cambio de enfoque: la obligatoria macroinversión por parte del Estado para garantizar el resurgimiento de las empresas y de los puestos de trabajo, así como del consumo, sobre todo, mediante la inversión en la infraestructura nacional, con lo que tres pájaros de un tiro. Es decir, se comprendió la superación de la crisis de abajo hacia arriba, hartamente escarmentados con el engañoso “crecimiento de Bolsa” o crecimiento económico. Aún el medio Tierra no había advertido de su finitud.

Hoy, quemando la Historia y sin aprender de ella, retrocedemos y los Gobiernos se ceban en índices de crecimiento abstractos que los pueblos no ven, pero sí los bancos (principales causantes de la crisis): no suben los salarios, no se da el bienestar social…., pero baja la Prima de Riesgo y baja el déficit a costa de los cinturones de un ciudadano medio que ya no existe, condenado a la exclusión. Y seguimos sin contemplar el papel creciente de la parte pasiva o inactiva de la población laboralmente hablando. ¿No hay solución con la inversión estatal desde abajo hacia arriba en el tejido empresarial? Si, la hay, e incluso sin necesidad de invertir el signo de la pirámide poblacional. Menos ruido y más nueces: crecimiento sostenido desde la base y sostenible para el medio, los dos anillos de la rosquilla.

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