Opinión

En España, los inmigrantes primero

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Siempre digo que solo quiero tener los mismos derechos que un inmigrante ilegal en España, y la gente me mira conmiserativamente, con cara de circunstancias, y pensando que se me ha ido la olla, o que estoy pasado de rosca.

Pues es la verdad.

Ese señor que acaba de bajar de la patera, o que ha entrado en autobús, por un aeropuerto, o de la forma que fuere, nada más ser identificado por la policía o guardia civil, pide un abogado de oficio. Y, por supuesto, un procurador de los tribunales, para que le represente debidamente. También un intérprete, para que no sufra su “derecho de defensa”.

Excuso decirles que somos nosotros quienes pagamos a ese abogado, ese procurador y ese intérprete, que generalmente es un compatriota suyo, con lo cual crean puestos de trabajo, pero a costa nuestra.

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Rápidamente se le expide una tarjeta de asistencia gratuita de la seguridad social (Soros y su mozo de cuadra Sánchez así lo quieren), asistencia que, por supuesto, se extiende a toda su familia, aquí y en Rumanía, Marruecos o donde sea.

Cáritas, el Banco de Alimentos, y demás organizaciones no gubernamentales (pero generosamente regadas con dinero público, es decir de todos nosotros), se dedican a darles ropa, comida, ayudas económicas para pagar alojamientos, etc.

Se imparten cursos de preparación para el servicio doméstico, y los institutos de empleo (o más bien del paro) de las correspondientes autonomías imparten numerosos cursos, naturalmente con becas para extranjeros. ¡El español, que pague y se joda!

Ahora mismo tengo a dos amigos haciendo un curso para conductores de camiones de esos que hacen transportes internacionales… El extranjero, un “hermano” argentino, lo tiene gratis, pues lo subvenciona el INAEM, Instituto Aragonés de Empleo, pero el español de origen, y aragonés de nacimiento y residencia, tiene que pagar unos tres mil euros a la autoescuela.

¿Hermanos, o primos?

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Los camareros de las cafeterías próximas a mi casa son casi todos extranjeros, y los que no, chinos, aunque en este caso son también los empresarios.

Lo mismo sucede con la mayoría de los restaurantes, tiendas 24 horas, de “olvidos”, etc., que están copadas por los chinos (hay que reconocer que éstos, por lo menos son trabajadores).

En definitiva, y aunque admito que es posible que una parte de los desempleados españoles prefieren cobrar el paro y no trabajar, o los subsidios para mayores de 55 años (que ahora Sánchez ha rebajado o va a rebajar a los 52 años), lo cierto es que una buena parte de las empresas prefieren contratar a inmigrantes, posiblemente porque son más sumisos, plantean menos problemas laborales y reivindicaciones sociales, por lo menos hasta que están totalmente legalizados.

Por lo tanto, sigo pensando que no estoy tan ido cuándo digo que en España es preferible ser extranjero, e incluso inmigrante ilegal, que español de origen, pues todas las administraciones públicas, e instituciones dedicadas a la caridad, pero con el dinero de los demás, no con el suyo propio, ayudan más a los inmigrantes que a los españoles.

En efecto, los españoles no somos racistas ni xenófobos: somos gilipollas, o giliprogres, que no es lo mismo.

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Frente a este estado de cosas, yo defiende la tesis de que:

España, para los españoles, y

Los españoles, primero.

*Abogado y escritor.

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