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Yo me acuso, yo confieso

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Francisco Javier Sáenz Martínez.- El Primer Ministro canadiense Justin Trudeau acaba de pedir públicamente perdón porque hace dieciocho años se disfrazó de Aladino pintándose la cara de negro; se siente avergonzado por tamaña felonía y se arrepiente compungido.

Esta noticia nos pone en la picota a millones de ciudadanos que nos tememos ser juzgados mediante un Auto de Fe para mayor escarnio; he decidido en consecuencia adelantarme confesándome y acusándome, plasmando negro sobre blanco, perdón por escribir negro, e intentar lograr un atenuante o con suerte la eximente por mi tan deplorable comportamiento, a saber:

Siendo niño y adolescente me tiznaban la cara de negro para participar cada cinco de enero como paje en la cabalgata de Reyes acompañando al Rey Baltasar, emulado por otro vecino también con la cara tiznada. Racismo intolerable.

No contento con ello disfrutaba leyendo en casa las aventuras de Tintín, recuerdo con mucho cariño “Tintín en El Congo”, mientras saboreaba unos Conguitos; al salir de la escuela, tras la merienda, jugábamos a indios y vaqueros; personalmente me encasquetaba un sombrero del Séptimo de Caballería y tras desenfundar la pistola que llevaba al cinto cargada con pistones, “mataba” a quienes iban disfrazados de pieles rojas y lo celebraba con fruición. Futuro asesino en serie.

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El fin de semana acudía al cine, los sábados sesión doble y los domingos matinal, viendo a Tarzán y los safaris con filas larguísimas de negros portando fardos, a veces algunos se despeñaban por un barranco y no nos importaba; otras veces, el capataz los azotaba y no protestábamos. Cuando la película era una de vaqueros, todos apoyábamos a los vaqueros y a los soldados yankes en sus luchas contra los indios. Futuro niño supremacista.

Para colmo de males, colocaba cepos con unas migajas de pan para cazar gorriones y llenaba una bolsa; salía con amigos, todos portando una carabina del calibre 4,5 para cazar pájaros que después se freían para comerlos. Aprendices de Annibal Lecter.

Esto es lo que hay, confío que tras esta voluntaria confesión no tenga que enfrentarme a un negro futuro. Comenzaré rasgándome la ropa para flagelarme como acto de contrición.

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