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Recientemente le pregunté a la hija de un amigo: “¿qué te gustaría ser de mayor?”
Ella respondió que quería ser presidente algún día.
Sus padres, ambos del Partido Socialista, estaban presentes, y yo continué preguntando:
“¿Si algún día llegaras a ser presidente, qué sería lo primero que harías”?
Ella respondió sin vacilar: “Daría viviendas y alimentos a los pobres”.
Sus padres, orgullosos, exhibieron una radiante sonrisa: “¡Bravo, qué propósito más loable!”
Le dije: “Para eso no tienes que esperar a ser presidente. Puedes venir a mi casa y cortar el césped, quitar las malas hierbas y abonar el jardín. Te pagaré 50 euros por el trabajo, luego te llevaré al supermercado de mi barrio donde siempre hay un mendigo, y puedes darle el billete para que se compre comida y empiece a ahorrar para la casa”.
La chica se quedó pensativa durante unos segundos, luego mirándome fijamente a los ojos, me inquirió:
“¿Y por qué no va el vagabundo a hacer el trabajo y le pagas directamente a él?”
“Bienvenida a la derecha”, le contesté.
Los padres aún no me hablan.