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Un extraño Dios afgano

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Raúl González Zorrilla (*) .- Dos días depués de que un inmigrante ilegal afgano, sin nombre concreto ni edad revelados, solicitante de asilo en Francia y pululante por diversos países de la Unión Europea desde 2009, asesinara con un machete a un joven de 19 años y provocara daños de diversa gravedad a otras ocho personas en la localidad de Villeurbanne, situada junto a Lyon, las autoridades galas solamente han revelado lo siguiente: que el asesino presenta un “estado psicótico con enseñaciones paranoides de temática mística y religiosa”; que se reconoce como musulmán y “había escuchado voces que insultaban a Dios y que le ordenaban matar” y que “había consumido una cantidad significativa de cannabis” antes de cometer sus crímenes.

Todo esto lo ha revelado el fiscal de Lyon, Nicolas Jacquet, durante una conferencia de prensa en la que también ha asegurado que, a pesar de todo esto, no hay ninguna prueba de que lo sucedido sea un acto de terrorismo islamista, ya que “en la habitación de su casa, no se descubrió ningún elemento o apoyo, como declaraciones de lealtad a organizaciones islamistas o reclamos que pudieran militar para una derivación a la oficina del fiscal nacional el terrorismo. Ciertamente ha hecho comentarios teñidos de religión, pero tan desarticulados y tan desestructurados que en esta etapa de la evaluación es difícil deducir un perfil terrorista”.

Díganme si no resulta poderosamente llamativo que según el fiscal Jacquet y la práctica totalidad de los medios de comunicación franceses, el acusado, musulmán confeso y orginario de uno de los países musulmanes más férreos del mundo, según la propia Fiscalía, haya farfullado sobre “Dios” y no sobre “Alá”, tenga delirios religiosos, así, en general, y no desvaríos con sus creencias islámicas, y no tenga motivaciones terroristas. Punto éste especialmente relevante si se tiene en cuenta que el asesino musulmán sin nombre, con un Dios musulmán que no se llama Alá y que profesa una religión musulmana que no es el Islam, iba provisto y utilizó tres armas en su sangriento ataque: “una pica de barbacoa, un machete de 20 centímetros y un cuchillo con una hoja de nueve centímetros”. Es de suponer que, según los razonamientos de la Fiscalía de Lyon, con todos estos artilugios el acusado solamente fuera a preparar una buena carne, de vacuno, por supuesto, para compartir en alegre comandita con los vecinos.

Como decimos, explican el fiscal galo, el Gobierno galo, los medios de comunicación galos y hasta el alcalde socialista de Lyon, que a pesar de que la investigación está siendo seguida muy de cerca por la recientemente puesta en marcha Oficina del Fiscal Antiterrorista y la Subdirección Antiterrorista, “nada indica que nos encontremos ante un atentado terrorista”. Aunque, quizás, lo que el fiscal francés no sepa es la definición de “terrorista” (“terroriste”) que ofrece la actual edición del Real Diccionario de la Academia Francesa: “Terroriste: Partisan, agent d’un régime de terreur”. ¿Será que la Fiscalía de Emmanuel Macron tampoco quiere poner nombre al régimen de terror defendido y difundido por un musulmán con ninguno o varios nombres, originario de un país islámico, con iluminaciones religiosas sin nombre, inmigrante ilegal, demandante de asilo y experto en cuchillería?

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(*) Director de la Tribuna del País Vasco.

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