Opinión

“Turismo de dolor y muerte” por Fátima Pellico

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Siempre desde el respeto , la transversalidad, el entendimiento y el diálogo me permito hacer esta reflexión en alta voz escrita acerca de las acertadísimas y no bien acogidas declaraciones de la ministra Reyes Maroto acerca de lo bonito que puede llegar a ser para los turistas poder contemplar el espectáculo de luz y sonido del volcán de la La Palma:  “La isla se convierte en un reclamo para quien quiera ver este espectáculo tan maravilloso de la naturaleza; siempre con prudencia”, aseguró la ministra de Industria, Comercio y Turismo.

Desde luego que con prudencia, porque la lava, a mil cien grados centígrados, está arrasando a su paso todo y dejando en la miseria a muchas personas. Personas que, desde luego, no le ven el lado optimista a esta inmensa tragedia, pero porque no se ponen las gafas rojas del optimismo de quien contempla todo desde su ministerio o su casa en un buen barrio. Pero es cierto que puede ser un momento ideal para hacerse selfies, para ganar seguidores en las redes y hacer preciosas fotos donde puedas decir “yo estuve allí y no morí calcinado”.

Realmente, siempre desde el respeto querría hacer hincapié en que esta mujer que ve el vaso medio lleno podría haber hecho mención también a las colas del hambre que se pueden ver cuando se viene en plan turista a España. Si se es un poco más atrevido y uno quiere empaparse realmente de los muchos encantos de España se puede hasta preguntar a los que hacen cola qué sienten dependiendo de la caridad para comer.

Muchas de estas personas hasta hace poco eran autosuficientes o, al menos, no necesitaban pedir comida para subsistir.
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Pero si nos detenemos a pensar en las maravillas turísticas que atesoramos, nada como hacer turismo de okupación, para poder ver en primera persona cómo vive un okupa y hasta cómo puede llegar a dejar la casa, en plan cochiquera cuando se va varios años después de apropiarse ilegalmente de ella.
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Con suerte puede ver también alguna agresión de falsa bandera, que también están muy bien y se están haciendo famosas por la multiculturalidad de los agresores. Sólo se les da un poco más de bombo y platillo si se llega a dar el caso de que los agresores sean españoles. Si no es el caso nos solemos quedar sin saber de qué zona tercermundista han llegado (de lo bien que viven nos podemos hacer una idea certera). Pero no debemos perder de vista que son sus costumbres, que no saben que está mal violar, romper bocas y demás actitudes propias de bestias de cuatro patas.

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Como bien dice el refrán “Nada es blanco ni negro. Todo depende del color del cristal con que se mira”.

Me alegra comprobar, por enésima vez, que tenemos unos gobernantes en los que no sabemos qué apreciar más, si su desmedido caudal intelectual o su inconmensurable bastardía ética y moral. Ahora no vale con disculparse, más que nada porque el cerebro lo tenemos para pensar antes de hablar, no para rebuznar y después disculparse entre rebuznos.

Si yo fuera un habitante de La Palma y la señora ministra tuviera a bien preguntar cerca de mí cómo se está viviendo esta catástrofe, este espectáculo de luz y sonido que nos brinda la Naturaleza, le diría que se metiera sus miserables y enfermizas palabras donde la espalda pierde su honesto nombre. 

Esto es España 2021.

 

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