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El presidente de la Generalitat de Cataluña ha dado un paso más en su defensa de los CDR, después de que la Guardia Civil detuviera a nueve de sus miembros con material explosivo preparado para cometer atentados terroristas. Si ayer Quim Torra envió una carta al presidente Sánchez acusando al Estado de crear un “montaje jurídico-político-mediático”, hoy se ha atrevido, sin el mínimo atisbo de rubor, a decir que “estamos hartos de amenazas y de que se entre en las casas de los catalanes de madrugada”. Para el presidente del desgobierno catalán, los detenidos que preparaban un atentado contra un cuartel de la Guardia Civil son “ciudadanos comprometidos con su sociedad”.
Si las declaraciones de Torra en el pasado ya nos alertaban sobre su perturbado juicio a la hora de analizar la realidad política y social, estamos en un momento crítico en el que parece que vale todo. Su insistencia en que acatará solo lo que viene del “pueblo catalán” es una prueba más de su nula voluntad de aceptar el Estado de Derecho y dibuja un personaje que se ha convertido en caricatura de sí mismo.
Su discurso incendiario y legitimador, en la práctica, de quienes pretenden utilizar la vía de la violencia, es un acto de grave irresponsabilidad que le inhabilita como autoridad. Los propios partidos independentistas saben que Torra sólo consume, afortunadamente, los minutos de la basura de un periodo político estéril y frustrante para Cataluña.
