Opinión

Teoría de los tres frentes populares

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Va constándose por muchos que nos hallamos ante un nuevo frente popular, que sería el tercero en la historia reciente de España. El primero se compuso, de hecho o de derecho, de partidos totalitarios sovietizantes y separatistas, más algunos elementos secundarios golpistas o anarquistas. Aquel frente popular salió de unas elecciones fraudulentas, verdadero golpe de estado, y enseguida creó un régimen de ilegalidad y terror, con cientos de asesinatos, incendios y mil violencias en pocos meses. Un año y medio antes, aquellos partidos habían asaltado el poder en una guerra civil afortunadamente fracasada en dos semanas. Estos hechos provocaron el alzamiento de quienes querían mantener la unidad nacional, la cultura cristiana y la libertad personal, aunque para ello fuera preciso restringir las libertades de partidos. Estas fueron las causas y contenido de la guerra civil, que saltan a la vista si pasamos de las propagandas a los hechos.

No obstante, y de modo asombrosamente falsario, la historiografía predominante ya en los últimos años de Franco, presentaba aquella historia como un conflicto entre demócratas y fascistas o reaccionarios. Pero no había un solo demócrata en el Frente Popular y, por el contrario, ese mismo frente había imposibilitado para muchos años cualquier democracia en España. Debemos recordar estas evidencias una y otra vez porque en la falsificación de esta historia se basan la mayoría de los problemas que hoy tiene el país. En los años 30 el peligro principal fue el totalitarismo a la soviética, y el secundario fueron los separatismos. En la actualidad el totalitarismo se presenta más disimulado, y más a la vista los separatismos, que pretenden disgregar España en unas cuantas nacioncitas impotentes y manejables por otras potencias menos suicidas.

Aquel frente popular fue derrotado militarmente en 1939, y sus componentes dejaron de amenazar la integridad nacional, de exterminar al clero y destruir el patrimonio histórico religioso, de robar masivamente y de aplastar la libertad personal. Dejaron incluso de incordiar al nuevo régimen, con una sola excepción: los comunistas. El franquismo no tuvo oposición democrática, sino comunista. Sin embargo, el PCE, siguiendo una vieja táctica, encubría sus objetivos con la bandera de la democracia. De nuevo la democracia contra el franquismo. Pocos creyeron aquella farsa, y el PCE nunca llegó a arraigar. Cuando murió Franco, en 1975, era el único partido algo serio, aunque poco serio, en la oposición. Su éxito mayor fue otra vez el propagandístico, de modo que su versión de la guerra y el franquismo se extendió considerablemente y consiguió formar un esbozo de nuevo frente popular, cuya idea directiva consistía en saltar hacia atrás por encima de los cuarenta fructíferos años del franquismo. a eso lo llamaban la ruptura. Y nuevamente aquella alianza de totalitarios y separatistas fue derrotada, esta vez por las urnas, en el referéndum de 1976. Una inmensa mayoría, mayor que la de la Constitución, prefirió la democratización desde y no contra el franquismo, y sí contra la ruptura de aquel segundo frente popular, que resultó demasiado débil y hubo de disimular sus objetivos, pero fue fortaleciéndose con acompañamiento del terrorismo de la ETA y sobre todo gracias a una derecha realmente descerebrada y empeñada en olvidar la historia, que dejó el terreno de las ideas a los viejos partidos, bajo el supuesto de que “la economía lo es todo”, como ha dicho alguno de sus pensadores.

La situación cambió drásticamente al subir Zapatero al poder tras el mayor atentado de nuestra historia. Sin que casi nadie quisiera darse cuenta, el referéndum del 76 fue revertido de raíz mediante la ley de memoria histórica, con apoyo siempre de comunistas y separatistas e inhibición de la derecha. Aquella ley significaba la condena del franquismo, la exaltación de sus enemigos y la ilegitimación de la transición, de la monarquía y de la propia democracia. Pues se trataba de una ley totalitaria, por la cual se imponía desde el poder una versión de la historia, como en la extinta Unión Soviética, Cuba o Corea del Norte. Los que en los años 30 intentaron imponer un régimen a la soviética, arrasar de modo genocida la cultura cristiana y disgregar la nación española, pasaban a ser los buenos, y quienes habían librado a España de tales cosas eran los malos. Por ley. Pero el tremendo descerebramiento de la derecha, cuyo origen puede datarse en el modo como se aplicó aquí el Concilio Vaticano II, impidió que tuvieran cualquier efecto las denuncias que hicimos algunos sobre el significado de aquella medida y de otras que siguieron.

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Desde entonces, este tercer frente popular ha progresado de forma constante, bajo el PSOE y bajo el PP de Rajoy. Y hoy se considera lo bastante fuerte para aplicar más allá la ley de memoria histórica. Lo que hicieron en una primera fase fue masificar la propaganda frentepopulista mediante subvenciones públicas, pero sin atacar directamente otras versiones. El ataque directo se plantea hoy con una ampliación de la ley para perseguir con enormes multas y cárcel a quienes discrepen de la radical falsificación del pasado que intenta oficializarse. Al mismo tiempo se pretende ultrajar la tumba de quien les venció en 1939, un acto simbólico-político de la mayor transcendencia ante el que muchos quieren cerrar los ojos. Porque este tercer frente popular no solo ha impuesto una ley que por su carácter totalitario invalida la democracia, ha impuesto una segunda llamada de género, ha rehabilitado a la ETA y premiado sus crímenes, socavando así el estado de derecho; ha impulsado y financiado los separatismos hasta llevarlos al borde mismo de la secesión.

Y bien, es necesario comprender este desarrollo histórico, que he expuesto con más detalle en mis libros, no para lamentarse sino para impedir que continúe el proceso de destrucción de España y de la democracia. Es preciso derrotar a este tercer frente popular. Y parte fundamental de esta nueva lucha política debe darse en el terreno cultural, en la clarificación de la historia, porque de su falsificación surgen demasiados peligros. El primer frente popular fue vencido militarmente, el segundo cívicamente y este tercero debe serlo política y culturalmente.

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