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Se acabó el negocio de la cocaína

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Igual, sin pandemia, el negocio de la cocaína estaba condenado a desaparecer, no por la acción de los organismos especializados en combatir al narcotráfico, sino por el aumento desbordado en el cultivo de coca promovido por la no erradicación y la no fumigación
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El cultivo de coca, la producción y demanda de cocaína cayeron dramáticamente. La izquierda colombiana pide subvencionar el cultivo de coca.

 

Hace pocos días Philip Goldberg, embajador de los Estados Unidos en Colombia, afirmó que la pandemia había elevado la demanda de cocaína en diferentes partes del mundo y que, por eso, los cultivos de coca habían aumentado otro 15 % más, que se suma al incremento del 500 % acumulado desde que en el año 2014 las Altas Cortes colombianas, varias universidades, los políticos de Izquierda, las oenegés ambientalistas y hasta la iglesia católica emprendieron una campaña de prevención oncológica para proteger del glifosato a los terroristas de las FARC y del ELN que cuidan los cultivos de coca.

A esa campaña de lucha contra el cáncer de los cuida-cultivos se le sumó una que buscaba convertir a toda Colombia en un gran parque natural en el que, por razones obvias, tampoco se iba a poder fumigar aunque ahí sembraran coca las FARC y el ELN. Una funcionaria que parecía nombrada para un cargo vitalicio, durante 17 años, convirtió gran parte del territorio colombiano en parque natural, aproximadamente, el equivalente a 6 veces el territorio de Bélgica está exento de fumigaciones incómodas. Y si a eso le sumamos la gran parte del territorio de los aborígenes que sin ser parque natural, son territorios vedados para la presencia de la Fuerza Pública colombiana, el aumento de los cultivos de coca tiende al infinito.

Un estudio realizado por el New York University’s Langone Health Center que fue publicado hace tan solo seis meses, confirma lo dicho por el Washington Post y vuelve a contradecir al embajador Goldberg. El 78,6 % de los adictos, dijeron que ya no consumían cocaína, y los que todavía la consumían (el 21,4 %) dijeron que habían disminuido considerablemente su consumo. El cultivo de coca, la producción y la demanda de cocaína cayeron dramáticamente. Igual, sin pandemia, el negocio de la cocaína estaba condenado a desaparecer, no por la acción de los organismos especializados en combatir al narcotráfico, sino por el aumento desbordado en el cultivo de coca promovido por la no erradicación y la no fumigación.

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Por efecto elemental de la Ley de Oferta y Demanda, en cualquier negocio de naturaleza lícita o ilícita, si aumenta de manera artificial la oferta el 500 % y cae la demanda real el -80 %, no hay negocio, se quiebra, se acaba. A los campesinos ya nadie les compra la cosecha de coca por eso en el Congreso colombiano, de manera desesperada, la izquierda presentó un proyecto de ley para que con la plata de todos los colombianos le compren la cosecha de coca a los cultivadores y con la plata de los colombianos, el Estado fabrique y le regale la cocaína a los que aún la consumen.

Voces para que se legalice la cocaína han llegado con mucha fuerza, especialmente, del hijo de Luis Carlos Galán que fue asesinado, paradójicamente por Pablo Escobar, lo que terminaría por sepultar el precio de la cocaína para siempre y confirmaría el final del negocio, así como en su momento desapareció el negocio del caucho, del guano, del tabaco, de la quina o del añil que, sin que fueran negocios ilícitos, se trató de productos que simplemente entraron en desuso o que su demanda se cayó de una forma dramática.

Al parecer, estamos ante un plan que llevó al narcotráfico a su autodestrucción, de ser así, las Altas Cortes, varias universidades, los políticos de Izquierda, las oenegés ambientalistas y hasta la iglesia católica pasarán a la historia de Colombia por haber logrado que se desbordara la producción de hoja de coca y lograr el colapso del narcotráfico con una estrategia que será un estudio de caso obligado en todas las grandes escuelas de estrategia del mundo. Un plan que logró lo que muchos años de guerra jamás lograron.

Andrés Villota Gómez

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