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Sánchez intenta mantener La Moncloa cabalgando sobre la mentira

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Sánchez y Zapatero
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José Manuel Otero Lastres.- Se atribuye a Mahatma Gandhi la frase “más vale ser vencido diciendo la verdad que triunfar por la mentira”. Si le pudiéramos preguntar a Sánchez que le parece esta afirmación nos diría que está completamente de acuerdo con ella, porque no le importa mentir. Y es que sus obras demuestran que él prefiere todo lo contrario: triunfar aunque sea por la mentira que ser vencido diciendo la verdad.

Viene a cuento lo que antecede porque son tantas las mentiras que lleva diciendo Pedro Sánchez que, como ha dicho el gran poeta británico del siglo XVIII Alexander Pope “el que dice una mentira no sabe la tarea que ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la veracidad de la primera”. Veamos tres ejemplos significativos.

El primero, circula por la red, y es un vídeo en el que aparece Pedro Sánchez, en noviembre de 2015, con el anagrama del diario El Mundo detrás en el que acusa a Rajoy de menospreciar al Parlamento porque un 34% de sus decisiones legislativas se habían hecho por Decreto- Ley. Y añade que si los españoles le dan su confianza se compromete a devolver su protagonismo al Parlamento que es la institución que representa a los españoles. El vídeo se completa con otra intervención reciente en La Moncloa en la que presume de que, en solo ocho meses de gobierno, se han aprobado 13 leyes y dictado 25 Reales-Decretos-Ley. Es decir, de un total de 38 textos, 25 fueron Decretos-ley lo que representa un porcentaje de algo más de un 65%.

Otra vergonzosa e indisculpable mentira es la de su tesis doctoral. Plagia (es decir, copia en lo sustancial obras ajenas y las da como propias) descaradamente artículos doctrinales y gráficos de terceros y se los atribuye como propios, omitiendo las obligatorias citas de los verdaderos autores. Pues bien, al descubrirse que es un plagiario, Pedro Sánchez inventa otra mentira: pone en boca de La Moncloa que la tesis ha sido sometida a un análisis de coincidencias mediante programas diseñados para detectar los plagios, y asevera que según el programa “Turnitin” solo hay un 13 por ciento de similitud, mientras que la herramienta “PlagScan” cifra en un 0,96 por ciento la coincidencia con otros trabajos universitarios, resultados que se consideran normales. Y poco más tarde se sabe que nunca hubo un examen oficial por parte de La Moncloa de esa naturaleza con ese alcance y con los resultados reseñados.

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Y la tercera, aunque todo parece indicar que no será la última. Dando muestras de poca creatividad electoral, Sánchez ha recuperado su famoso “no es no” a la investidura de Rajoy para aplicarlo ahora a su negativa a la convocatoria de un referéndum de autodeterminación en Cataluña y a su política de apoyo a los independentistas. Sin embargo, en el periódico se entrevista al antiguo Jefe de la Abogacía del Estado, Edmundo Bal, que confirma que fue destituido de su puesto porque el Gobierno de Sánchez no quería que en el escrito de la Abogacía del Estado apareciera la violencia contra la Policía a lo que él se negó. Lo cual parece indicar que cuando interesaba apoyó a los independentistas y que, dada su nula credibilidad, lo volverá a hacer cuando le haga falta.

No sería honesto si no reconociera que la verdad y los políticos no suelen hacer buenas migas. Pero si eso es cierto también lo es que se trata de una cuestión de grados. Y el número de mentiras que acumula Sánchez esté muy por encima de lo tolerable. Lo cual supone, a mi modo de ver, una indisculpable falta de respeto al pueblo español. El fin de la permanencia de Pedro Sánchez en La Moncloa no justifica el constante empleo de la mentira como medio para conservar la presidencia del gobierno de España.

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