Opinión

“Rendir España” Por José Luis Rodríguez

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            Veinte años, casi la mitad de mi vida, los he pasado en Cataluña.

Recuerdo con claridad que cuando llegué aquí descubrí una Cataluña próspera, llena de posibilidades y de oportunidades, amistosa y espléndida.

El coste de la vida era más elevado que en la mayoría de las ciudades de España, pero las oportunidades laborales compensaban ese lastre.

         Poco a poco, las exigencias de un puñado de iluminados de la independencia y el apoyo de cientos de miles de embaucados por esos cantos de sirena fueron conduciendo todas esas virtudes hacia el vertedero de miserias en el que han convertido ésta región.

         La magnitud de la estafa ha sido tal, que sólo siguen abrazando la idea quienes viven de ello y un puñado de desaprensivos, contaminados de un odio ciego hacia España, que les impide ver que han convertido la locomotora económica del país en una factoría de vergüenzas ajenas que espanta cualquier inversión hacia tierras menos insolentes.

         Aunque los tiempos han cambiado, y aquellos días de manifestaciones multitudinarias parecen haberse extinguido, la memoria de unos para mantenernos firmes y alerta sigue tan vigente como el deseo de otros de sentirse estado independiente, aunque no quede un chusco que llevarse a la boca, y a pesar de sentirse traicionados y engañados más allá de lo soportable, por la mayoría de los que hoy suavizan haber formado cadenas humanas como si sólo pasarán por allí casualmente.

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         Aún así, la cantinela de la inmersión lingüística continua acaparando titulares, como una infección extendida hacia otros territorios, que han comprobado la ausencia de consecuencias, por la inacción de un gobierno incompetente ante una ofensiva sin tregua, que ellos mismos, por omisión, alimentan.

         El desequilibrio demográfico causado por la inmigración, en busca de nuevos catalanes, que adopten la lengua sin rechistar, ha supuesto la devaluación urbanística de todas las zonas, además de un importante problema económico y una hecatombe en la convivencia social.

La idea de que tienen que ser más numerosos para lograr la independencia  es correcta, pero la falta de acierto en la elección de los nuevos colonos está segando, sin duda, su propia identidad.

         Estoy completamente de acuerdo en que el panorama político español actual pasará a la historia como muestra de lo que no se debe hacer, son el ejemplo más miserable de corrupción y desvergüenza que se puede exponer como imagen de un país, unicamente superados por el escarnio que han de soportar los políticos catalanes, que han ventilado sus paños menores alrededor de medio mundo, porque el otro medio ni siquiera les ha prestado ocho segundos de atención.

         Nadie es culpable de nada, nadie tiene responsabilidades. Ni siquiera los máximos representantes de la democracia tienen competencias.

El único responsable de todo esto, querido amigo, facha o indepe, eres tú y tu papeleta.

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Serás tu, tu y tu papeleta, quien decida quien nos acerca un poco más al desastre definitivo y nos levanta en armas contra nosotros mismos, o contra cualquiera de los muchos enemigos que acechan la oportunidad que nadie hasta ahora ha tenido, la de rendir España a sus pies.

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